Manuela Carmena concita en su persona la tragedia de la izquierda
renovada que accede impetuosamente a las instituciones en los prometedores años
posteriores al 15 M. El éxito electoral de 2015, en el que conquista buena parte
de las capitales en candidaturas de convergencia y obtiene 71 diputados en el
congreso de los diputados, abre el camino a un hundimiento estrepitoso en todos
los frentes, con pérdidas de apoyo electoral, generalización de guerras
internas entre las distintas personas y facciones, y distanciamiento progresivo
de la izquierda social. Pero lo más enigmático de este naufragio radica en que,
en tanto que los proyectos políticos se desmoronan, algunos líderes incrementan
su presencia y popularidad mediática. Ella misma, junto con algún dirigente
político, es un icono de este extraño
arte funerario político.
De este modo, encarna un exótico éxito muy común a la clase dirigente
española, en la que algunos prohombres de empresas prosperan sobre el
hundimiento de las mismas. Carmena representa la imagen mediatizada del éxito.
En tanto que su figura se prodiga en el espacio mediático como símbolo de
varias virtudes políticas, los proyectos que ha dirigido se derrumban
estrepitosamente. Entretanto, ella disuelve sus compromisos con los perdedores,
antaño compañeros y subordinados, al tiempo que contrae nuevos compromisos con
distintos poderes económicos, mediáticos e institucionales. Así se ubica más allá
de la evaluación política, instalándose en el campo privilegiado de los
operadores simbólicos del capitalismo neoliberal postmediático. Su divisa es la
defensa de la ética, que, en cualquier versión, representa justamente lo inverso
de lo que practica.
Carmena ha acreditado la capacidad prodigiosa de emanciparse de cualquier
proyecto que no sea ganador. Así, advierte sin ambages que ella no participará
en la oposición. Solo la victoria garantiza su continuidad. De este modo
simboliza la marca del espíritu del capitalismo neoliberal, sintetizada en el
lema de “ganar por ganar”. El triunfo personal es lo decisivo, sobreponiéndose
a proyectos que tengan pocas posibilidades de progresar. Una vez derrotada en
las urnas, rompe sus compromisos con una determinación encomiable. Ciertamente,
detrás suyo no queda nada, salvo un grupo de náufragos desnortados, que
manifiestan su impotencia para ejercer la oposición, centrando su actividad en
la rememoración nostálgica de su etapa en el gobierno municipal, entendida
desde las coordenadas de la ensoñación que les animó.
El 19 de abril de 2015, publiqué en este blog un texto saludando la
vuelta de Carmena a la actividad política, y también a la candidatura de
convergencia que encabezaba. En este
post advertía de la dificultad que entrañaba el proyecto. Se trataba de
recuperar la institución, degradada por malas prácticas de mal gobierno y por
la subordinación a los intereses fuertes de los promotores de suelo. La
representación en exclusiva a estos intereses impresentables generaba un
déficit de ciudadanía, que se manifestaba en la no constitución de
representación viva de los intereses subalternos. En estas condiciones, es
inevitable la desviación de fines, que siempre se acompaña de la corrupción,
que como es sabido tiene muchos rostros y formas.
La victoria de la candidatura de Ahora Madrid se encontró con la
oposición feroz, tanto de los intereses fuertes, como de distintas
instituciones municipales esculpidas en el largo período de gobierno
rigurosamente desviado. Se puede denominar a este complejo de fuerzas como el
Goliat especulativo. El animoso equipo dirigido por la alcaldesa, renunció
secuencialmente a sus objetivos iniciales, iniciando un proceso de carcoma de
sus potencias, que se fue incrementando hasta su fatal final. Al renunciar a la
puja con los intereses fuertes, estos fueron abriendo huecos y reconquistando
espacios, llegando a cercar al atribulado equipo de gobierno.
Pero el aspecto más relevante de este episodio, en tanto que es el
reflejo de lo sustantivo de la época vigente, es que la renuncia a la
aplicación del programa inicial fue sustituida por una mediatización creciente.
Carmena y su equipo seleccionaron dos o tres temas fuertes con respaldo
mediático, principalmente el de Madrid Central, para crear un seudomundo en la
realidad virtual. Así, Madrid era definida como una ciudad caracterizada por
virtudes cívicas que alcanzaban el estatuto imaginario de teologales, en tanto
que la subida de precios de la vivienda, la turistificación agresiva, el
endurecimiento de las condiciones de vida y las desigualdades sociales,
alcanzaban niveles inquietantes.
Este milagro de la creatividad imaginaria es característico de la izquierda
neoliberal mediatizada, que impulsa discursos que alcanzan la categoría de lo
mágico al hacer desaparecer a las estructuras. Así, se consolida un clima
virtual que se instala en la realidad fantasmática de la opinión pública,
expresada en términos de las tertulias, escenificaciones y encuestas. Pero sus
bases electorales, los perjudicados por la preponderancia del Goliat
especulativo, no encuentran cauces para revertir su situación de subalternidad
extrema. En esta situación, lo único que se puede generar es ilusión, que
termina por disiparse tras el carnaval de las imágenes.
La renuncia al programa se acompaña del bloqueo del experimento
democrático que significó en su origen la candidatura. Carmena actúa desde el
primer día como alcaldesa convencional, reproduciendo la institución, y
reforzando prácticas inscritas en la jerarquía político-administrativa.
Construye su equipo de incondicionales y relega a los concejales considerados
como no esenciales. También recupera la tradición del capataz o número dos,
proverbial en los partidos jerárquicos de este ciclo histórico. La
democratización de la institución mediante el uso de métodos que proporcionen
posibilidades de intervención a las minorías, deviene en una ensoñación
inicial. Lo que prima es la lideresa y la configuración y renovación del
escaparate mediático.
Un modelo tan convencional de la institución municipal penaliza
severamente a los distintos intereses menores subalternos, que tienen
dificultad en constituir una voz que se haga presente en la institución para
equilibrar los sonidos altisonantes del Goliat especulativo, que se hace
presente en los medios de forma manifiesta. Así, se pone en práctica un modelo
de lo que se llama “participación”, convencional en la ínclita izquierda
política. Se privilegia la relación con un campo asociativo disperso y carente
de autonomía e iniciativa. El final fatal del concejal promotor del novísimo
modelo de participación se inscribe en lo trágico e ilustra la incapacidad de
constituir canales efectivos con fuerzas sociales heterogéneas.
La relación denegada con los movimientos sociales vivos, y con las
iniciativas autogestionarias, en particular con la experiencia de La
Ingobernable, es elocuente en cuanto que se constituye en un indicador de
reproducción de la institución convencional. Así, carente de un campo
relacional vivo, polarizados a la imagen fantasmática en el mundo de la opinión
pública, el proyecto desgasta sus apoyos y cede espacios a las fuerzas de la
resistencia al proyecto inicial, que inician una reconquista que anuncia el
final inexorable. Así ha ocurrido con sus experiencias hermanas de las mareas y
otras salidas de la cosecha del 2015. Solo Ada Colau resiste en el puesto, pero
carente de apoyos que permitan impulsar una transformación, solo queda la
proliferación de jugadas gestuales mediatizadas que encubran la inviabilidad de
aplicación de un programa de cambio, en espera del inevitable óbito final.
En este clima de declive de lo que se denominó como “el cambio”, son
inevitables las prácticas de canibalismo político como forma de selección de
los supervivientes. Pablo Iglesias es un reconocido depredador avalado por una
eficacia demoledora. Al tratar de colocar a sus fieles en la nueva candidatura,
activa el instinto político y la memoria de Carmena, que rechaza la presencia de mercenarios
extranjeros en su candidatura. Así, se reconvierte a la norma del régimen del
78 vigente y constituye su equipo sobre las bases de la fidelidad, el
monolitismo y la ausencia de deliberación. En este episodio, Carmena se
distancia de un proyecto perdedor y apuesta por la sensata facción errejonista.
La ruptura con Podemos se realiza por sorpresa y mediante emboscada,
adquiriendo el perfil propio de la antropofagia propia de la izquierda
comunista. En un contexto así, la traición adquiere unas formas tan
sofisticadas, que son dignas de su exhibición museística.
En todo este proceso de desplome, Ella refuerza su perfil de portadora de
la sensatez y el sentido común, vistiendo sus apariciones televisivas con máximas
de comportamiento que se distancian del encarnizamiento practicado con los
perdedores de su equipo inicial. Recuerdo las lúcidas palabras de Tierno
Galván, escritas muchos antes de su actividad política, en las que desvela el
tipo de persona que se encuentra tras la fachada del sentido común. La palabra
clave es pillo, pillastre, o portador de la competencia de la astucia y la
metamorfosis de su imagen.
Un elemento central de la secuencia del auge y declive de Manuela Carmena
es la constitución de un criterio fundamental que rige las transacciones en el
proceloso mundo de la izquierda del presente. Este se puede definir como cuota
mediática personal. Así, aquellas personas que tienen una cuota elevada de
visibilidad en el mundo combinado de las radios, televisiones, redes y brigadas
de columnistas digitales, adquieren un capital político que les protege en las
transacciones organizativas. En el caso que nos ocupa, esta cuota obtiene un
valor máximo, lo que ampara el desempeño de un liderazgo incuestionable. Me
pregunto, desde esta perspectiva, cómo habrán sido las relaciones entre ella y
Montse Galcerán, una concejala de su candidatura portadora de un escaso capital
mediático y un cuantioso capital intelectual y profesional, que terminó siendo
deshauciada.
Desde estas coordenadas, no es de extrañar que, una vez abandonada la
institución, disuelva sus compromisos con los errejonistas, considerados como
perdedores, y, por consiguiente, merecedores del vacío. El distanciamiento con
sus huérfanos políticos, merece ocupar un lugar de privilegio en el museo de
las desdichas de la izquierda caníbal. Por el contrario, su destino es más
elevado. Su cuota mediática y la narrativa personal que la acompaña, le permite
arribar al espacio privilegiado de los influyentes mediáticos, un olimpo en
donde anidan los dioses que solo responden por su cuota de audiencia. En este
mundo angelical, su figura encaja a la perfección.
Su imagen de abuela sensata, que nos reclama sentido común y nos invita a
construir un mundo fantástico que se emancipa de las estructuras existentes,
constituye su pasaporte. Su discurso es apelar a la colaboración y a la
difuminación de los conflictos. La bondad se extiende a todos los rincones de
este mundo imaginario. Pero la verdad es que su mundo es el mundo invertido del
espectáculo. Por eso concluyo rememorando a Debord, en tanto que se activa su
recuerdo en mí cuando pienso en este episodio. . “Cada noción así fijada no
tiene otro fondo que su paso a lo opuesto: la realidad surge en el espectáculo,
y el espectáculo es real. Esta alienación recíproca es la esencia y el sostén
de la sociedad existente”. “La
conciencia espectadora, prisionera en un universo aplastado, limitado por la
pantalla del espectáculo, detrás de la cual su propia vida ha sido deportada,
no conoce más que los interlocutores ficticios que le hablan unilateralmente de
su mercancía y de la política de su mercancía”
Y si recurrimos a la imaginación sociológica, ¿en que punto del cruce entre su biografía y el contexto social de los últimos 5 años se encuentra la explicación de la impotencia demostrada para generar el cambio prometido?
ResponderEliminarPareces sugerir que tal cambio ni siquiera se ha intentado. Y si es así, ¿por que?.
¿Es posible que alguien con una prestigiosa carrera a sus espaldas y que por el simple hecho de hablar de manera articulada es continuamente halagada, no haya sentido la tensión de tener que ofrecer un resultado tangible?
¿Es ese cambio -nada menos que desigualdad, vivienda, gentrificación, contaminación - posible con las herramientas de poder municipales?
Angeles
Gracias Angeles
ResponderEliminarEl problema principal de los proyectos políticos de la izquierda es la ausencia de apoyos efectivos. Sin ese respaldo y cara a cara con las representaciones múltiples de los intereses fuertes, el pragmatismo es la única salida. Es inevitable el deterioro moral si no se revisa el discurso. De lo contrario, como en este caso, se acepta en su integridad la institución y sus reglas, lo que conduce a la extinción gradual. En esa situación, solo queda la salida personal airosa, la invención de una puerta giratoria digna.
Bueno Juan con sus 76 años que descanse un poco, Madrid es refugio de las esencias caspañolas y Podemos la presentó como esa abuelita fácil de querer, pero los años pasan y a mi me destrozan con 69 , solo de pensar en los 76 me tiemblan las carnes, no entiendo como no se jubilan del todo y pa siempre que diría Mota.
ResponderEliminarGracias Futbolín. La edad no es una excusa para hacer daño. Su actuación personalista y catastrófica ha dejado a sus compañeros huérfanos y desheredados. Con su edad tiene un prometedor futuro cobrando las rentas de llevar al fracaso su proyecto político. Es tertuliana de lujo, candidata a presidir cualquier ong de postín, icono de la izquierda dulce...Eso sí que es una buena jubilación
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