domingo, 17 de mayo de 2020

MANUEL CASTELLS, LA ACADEMIA Y LA IZQUIERDA NARRATIVA




El nombramiento de Manuel Castells como ministro de Universidades en el nuevo gobierno progresista de coalición constituye una excepción en España. Se trata de un notorio sociólogo e investigador que ha producido una obra escrita extensa y densa. Su carrera profesional como analista ha tenido lugar en la transición entre distintos escenarios históricos. Este es el factor que revaloriza sus contribuciones al conocimiento. En sus obras se pueden reconocer etapas, transiciones, rupturas y contradicciones, así como influencias de los contextos académicos y sociales en los que se estuvo ubicado. Su pensamiento no es liso y uniforme, sino más bien rugoso y enigmático,  y en el que siempre están presentes zonas de ambigüedad que permiten distintas lecturas.

De este modo se forja la identidad de Castells como autor, que se condensa en su capacidad de adaptación a distintos escenarios, así como la flexibilización de sus repertorios conceptuales. Durante muchos años he seguido con un interés inusitado su obra, en tanto que sociólogo preocupado por clarificar la naturaleza de la nueva sociedad emergente, cuestión que conduce a descifrar las significaciones del cambio tecnológico y sus impactos sobre la sociedad. Sus textos constituyen una versión alfabetizada sociológicamente de la mutación tecnológica, a diferencia de las interpretaciones mayoritarias, que hacen abstracción de la estructura social en la que se inscribe. Pero sus teorizaciones se encuentran dotadas de un nivel de plasticidad encomiable, lo que dificulta las interpretaciones unívocas. Así, su obra adquiere un margen de maniobra inusitado. Aunque él mismo se ha situado siempre al margen del debate modernidad/posmodernidad, adquiere la condición inequívoca de autor posmoderno interpretable.

Esta densidad biográfica singular de Castells, que se inscribe en su vasta obra, se hace presente en su condición de ministro, mediante la conformación de una triple paradoja. A saber, representa el acceso a la cúspide del estado, para gobernar la venerable institución de la Academia (universidad), de un outsider externo que ha desarrollado su carrera académica en instancias extrínsecas a la misma. Deviene en un ministro icono de la nueva izquierda narrativa, encarnada en Ada Colau, para realizar una reforma universitaria cuyos supuestos, sentidos y modelos son asimétricos con respecto a los propuestos por la izquierda universitaria.  Y, asimismo, significa la presencia de un ministro manifiestamente globalista, pero defensor de una versión sofisticada del nacionalismo catalán.

Castells se instaló en París en los años sesenta, donde se desempeñó como profesor universitario, promovido y acogido por la potente sociología académica francesa. Sus textos sobre Sociología Urbana, tuvieron una reputación incuestionable en esta época. En España, Siglo XXI y otras editoriales publicaron sus libros, que tuvieron un impacto manifiesto en la inteligencia de la izquierda en los años setenta. El joven Castells acumuló un prestigio muy considerable, poco común en científicos sociales en estos años, enclaustrados en la obsoleta universidad franquista.

En el principio de los años setenta se crean las primeras facultades de sociología en España, después de que el régimen comprendiese por fin que sociología y subversión eran términos poco compatibles. La creación de estas instituciones propicia la formación del núcleo fundacional de la sociología académica española. Estaba formado por varios catedráticos ejercientes principalmente en facultades de Derecho o de Ciencias Políticas. Este  grupo se constituyó, al estilo universitario, en miembros de tribunales que otorgaban cátedras a los aspirantes, entre los que se encontraban algunos sociólogos que ejercían por libre en distintos ámbitos. Entre estos, destaca la figura de Jesús Ibáñez, que aceptó sentarse frente a un tribunal de oposición que valorase sus méritos. Este fue un episodio memorable, en tanto que Ibáñez representó en este acto una transgresión al modelo de tribunal evaluador.

Castells, debido a su posición científica y académica en la sociología francesa, no aceptó sentarse frente a un tribunal para ser examinado por el núcleo fundador de tan enigmáticos sociólogos, cuyas obras, en la mayoría de los casos, no resistían comparación con la suya propia. Entonces, cerró su etapa de especialista en sociología urbana publicando en Alianza Editorial su Sociología de los Movimientos Sociales Urbanos, y optó por aceptar la oferta de la universidad de Berkeley en California, que reconocía sus aportaciones y le proporcionaba una posición abierta al futuro. Allí inició una larga y fértil etapa, en la que su línea se concentró en el informacionalismo y la nueva sociedad red, publicando sus tres volúmenes de “La era de la Información”, y convirtiéndose en el quinto autor más citado en Ciencias Sociales a escala global.

En este tiempo de expansión y reconocimiento global, la sociología académica española mantuvo sus pétreas fronteras con él. No publicó nada en La REIS ni en otras revistas nacionales, y la relación con él fue inexistente. Así se reafirmaba la naturaleza de la Academia como institución cerrada, análoga a la Iglesia, en el que la CRUE representa semejanzas con la Conferencia Episcopal. En ambas instituciones, el repudio de lo que es considerado como díscolo, es manifiesto. Así, un científico social con reconocimiento global, arraigado en el mercado de libros, es denegado mediante ceremonias y rituales caracterizadas por la opacidad. Castells es considerado y tratado como el portador de un pecado original, en tanto que no se reconoce, ni siquiera en el tiempo de constitución del tribunal, como un vasallo.

Llegado el siglo XXI se instala en Barcelona, en donde se integra en la Universidad Abierta, que representa un modelo institucional ajeno a la Academia dura. En este tiempo escribe libros y se prodiga como autor presente en los medios y en las instituciones. Su influencia no solo no decae, sino que se expande como lo que me gusta denominar como “analista de guardia”. Los largos años de presencia en Barcelona, no disminuyen las distancias con las instituciones. No es invitado a las facultades de sociología ni a los congresos disciplinares. Se mantiene esta extraña relación de destierro disciplinar.

La crisis que se manifiesta en el 15 M de 2011 revaloriza a Castells, que agiganta su presencia mediante las interpretaciones que realiza desde sus esquemas referenciales. Así se agranda la diferencia con la sociología académica, ajena a la sociedad española por su focalización en la administración de sus pequeños feudos académicos y sus escasos clientes institucionales. Los textos sobre las redes de indignación y el devenir del informacionalismo, lo consolidan como experto disponible para los distintos poderes sociales.

De este acontecimiento del 15 M nace una nueva izquierda que elabora un nuevo storytelling, que contrasta con el desgastado e inamovible relato comunista. Este es la invención de una nueva historia, que se sobrepone sobre la realidad concitando adhesiones múltiples de las distintas gentes en estado de naufragio que conforman la base de la izquierda. La gente, arriba y abajo, la casta, los círculos, la horizontalidad, la rotación de los cargos, así como otros elementos son tejidos en una narrativa que dirige la acción política. El éxito es inmediato y los resultados electorales, tanto en las municipales como generales, auguran un futuro prometedor a los inventores de esta historia-narrativa.

Pero, tal y como apunta perspicazmente el mismo Salmon, “El storytelling…..pega sobre la realidad unos relatos artificiales, bloquea los intercambios, satura el espacio simbólico con series y stories. No cuenta la experiencia pasada, traza conductas, orienta el flujo de emociones, sincroniza su circulación…..establece engranajes narrativos según los cuales los individuos son conducidos a identificarse con unos modelos y conformarse con unos protocolos”(pag.38). El ascenso de esta narrativa culmina en los ayuntamientos del cambio. Tras este acontecimiento, el relato se descompone frente a la emergencia inexorable de la realidad y la nueva izquierda narrativa va perdiendo su misterio.

Una de las sobrevivientes del naufragio de las últimas elecciones municipales es Ada Colau, que conserva la alcaldía de Barcelona y revaloriza su posición en el deteriorado grupo de inventores del relato de Podemos. Esta necesita inventar una Barcelona imaginaria que avale su gestión y le otorgue sentido simbólico-político. Este es el locus sobre el que se produce el encuentro con Castells. Este produce un pensamiento dotado de una plasticidad óptima para su reinserción en cualquier proyecto, tanto efectivo como imaginario. De este modo se forja la relación que convierte al veterano investigador y analista en ministro.

Pero, al ser designado como ministro de universidades, se consuma la brecha que se ha conservado durante tantos años. Los próceres de la comunidad científica sociológica, así como el sínodo de rectores, se reconstituyen como instancia de oposición sorda ante tan extraño ministro, que llegó hasta allí sin ser avalado por ningún tribunal ni agencia evaluadora. Se abre así un espacio dominado por los secretos y donde lo oculto alcanza una dimensión esplendorosa, que hace ininteligible la realidad a observadores externos desconocedores de los secretos constituyentes. La comunicación se bloquea por los poderosos filtros construidos en el pasado, que generan sentimientos explosivos.

Pero esta paradoja del outsider-jefe político se encuentra acompañada de otra monumental. El modelo de universidad que propone Castells es ajeno a la universidad española, que realiza sus reformas neoliberales conservando una parte esencial de sus rasgos tradicionales burocrático-feudales. El proyecto de Castells encaja con la poderosa corriente que domina el presente, que es la del neoliberalismo progresista. La ausencia de concordancia con la vieja izquierda, así como con la izquierda narrativa, es patente. Se puede pronosticar que el futuro inmediato va a registrar tensiones poco inteligibles para los analistas mediáticos.

Por último, Castells, reconocido autor globalista, es un defensor singular e inteligente del nacionalismo catalán. Esta paradoja cierra el círculo de la complejidad de su última etapa como gestor político. Desde mi perspectiva, me interrogo acerca de cómo vivirá los consejos de ministros, el control permanente de los operadores mediáticos, las narrativas de guiones simples y chuscos  que rigen las acciones, las sesiones parlamentarias tragicómicas, la ínclita oposición…¡qué pensará en su intimidad¡ Como afirma un castizo, Castells es demasiado pollo para tan poco arroz.







5 comentarios:

  1. Lo que más me preocupa de Castells o de cualquier persona que se instale en cualquier poder de ámbito estatal en un país como España, sea el Ejecutivo, el Representativo o el Judicial (por no hablar del militar o de cualquier otro vinculado a fuerzas represivas, es que automáticamente resultará dominado por un concepto, "España", que siempre prevalecerá frente a cualquier otra pauta de comportamiento político, desde la democracia liberal hasta una teórica dictadura del proletariado. Solo la descomposición de España puede acabar con una herencia autoritaria y criminal de siglos que envenena la sociedad por dentro, profundizada hasta el peor drama de todos los posibles durante el XX.

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  2. Sí, el nacionalismo español es muy fuerte y enraizado, ciertamente, como todos los nacionalismos, es un veneno. Los Chunguitos fueron elocuentes con su célebre canción
    Dame veneno q quiero morir dame veneno
    Q antes prefiero la muerte
    Q dormir contigo dame veneno ay para morir
    Dame veneno q quiero morir dame veneno

    No te imaginas la cantidad de veneno que fluye por Madrid estos días

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  3. Hola Juan. Te sugiero que investigues la relación entre Manuel Castells y George Soros

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  4. Hola. Muchas gracias. No creo que me depare sorpresas esta indagación. En este mismo texto señalo "la plasticidad" de su obra, lista para ser facturada en cualquier proyecto. También su condición ilustre de lo que se entiende como neoliberalismo progresista, que es la corriente prevaleciente en la izquierda del gobierno en sus dos versiones, así como en la casi totalidad de lo que se puede denominar como movimientos sociales. A escala microscópica, hablando de mí mismo, en mi trayectoria biográfica he aprendido lo que es dejarse querer.

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  5. La posmoneolibprogre ¿Izquierda?...

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