El
nombramiento de Manuel Castells como ministro de Universidades en el nuevo
gobierno progresista de coalición constituye una excepción en España. Se trata
de un notorio sociólogo e investigador que ha producido una obra escrita
extensa y densa. Su carrera profesional como analista ha tenido lugar en la
transición entre distintos escenarios históricos. Este es el factor que
revaloriza sus contribuciones al conocimiento. En sus obras se pueden reconocer
etapas, transiciones, rupturas y contradicciones, así como influencias de los
contextos académicos y sociales en los que se estuvo ubicado. Su pensamiento no
es liso y uniforme, sino más bien rugoso y enigmático, y en el que siempre están presentes zonas de
ambigüedad que permiten distintas lecturas.
De este modo
se forja la identidad de Castells como autor, que se condensa en su capacidad
de adaptación a distintos escenarios, así como la flexibilización de sus
repertorios conceptuales. Durante muchos años he seguido con un interés
inusitado su obra, en tanto que sociólogo preocupado por clarificar la
naturaleza de la nueva sociedad emergente, cuestión que conduce a descifrar las
significaciones del cambio tecnológico y sus impactos sobre la sociedad. Sus
textos constituyen una versión alfabetizada sociológicamente de la mutación
tecnológica, a diferencia de las interpretaciones mayoritarias, que hacen
abstracción de la estructura social en la que se inscribe. Pero sus teorizaciones
se encuentran dotadas de un nivel de plasticidad encomiable, lo que dificulta
las interpretaciones unívocas. Así, su obra adquiere un margen de maniobra
inusitado. Aunque él mismo se ha situado siempre al margen del debate
modernidad/posmodernidad, adquiere la condición inequívoca de autor posmoderno
interpretable.
Esta
densidad biográfica singular de Castells, que se inscribe en su vasta obra, se
hace presente en su condición de ministro, mediante la conformación de una
triple paradoja. A saber, representa el acceso a la cúspide del estado, para
gobernar la venerable institución de la Academia (universidad), de un outsider
externo que ha desarrollado su carrera académica en instancias extrínsecas a la
misma. Deviene en un ministro icono de la nueva izquierda narrativa, encarnada
en Ada Colau, para realizar una reforma universitaria cuyos supuestos, sentidos
y modelos son asimétricos con respecto a los propuestos por la izquierda
universitaria. Y, asimismo, significa la
presencia de un ministro manifiestamente globalista, pero defensor de una
versión sofisticada del nacionalismo catalán.
Castells se
instaló en París en los años sesenta, donde se desempeñó como profesor
universitario, promovido y acogido por la potente sociología académica
francesa. Sus textos sobre Sociología Urbana, tuvieron una reputación
incuestionable en esta época. En España, Siglo XXI y otras editoriales
publicaron sus libros, que tuvieron un impacto manifiesto en la inteligencia de
la izquierda en los años setenta. El joven Castells acumuló un prestigio muy
considerable, poco común en científicos sociales en estos años, enclaustrados
en la obsoleta universidad franquista.
En el
principio de los años setenta se crean las primeras facultades de sociología en
España, después de que el régimen comprendiese por fin que sociología y
subversión eran términos poco compatibles. La creación de estas instituciones
propicia la formación del núcleo fundacional de la sociología académica
española. Estaba formado por varios catedráticos ejercientes principalmente en
facultades de Derecho o de Ciencias Políticas. Este grupo se constituyó, al estilo universitario,
en miembros de tribunales que otorgaban cátedras a los aspirantes, entre los
que se encontraban algunos sociólogos que ejercían por libre en distintos
ámbitos. Entre estos, destaca la figura de Jesús Ibáñez, que aceptó sentarse
frente a un tribunal de oposición que valorase sus méritos. Este fue un
episodio memorable, en tanto que Ibáñez representó en este acto una transgresión
al modelo de tribunal evaluador.
Castells,
debido a su posición científica y académica en la sociología francesa, no
aceptó sentarse frente a un tribunal para ser examinado por el núcleo fundador
de tan enigmáticos sociólogos, cuyas obras, en la mayoría de los casos, no
resistían comparación con la suya propia. Entonces, cerró su etapa de
especialista en sociología urbana publicando en Alianza Editorial su Sociología
de los Movimientos Sociales Urbanos, y optó por aceptar la oferta de la
universidad de Berkeley en California, que reconocía sus aportaciones y le
proporcionaba una posición abierta al futuro. Allí inició una larga y fértil
etapa, en la que su línea se concentró en el informacionalismo y la nueva
sociedad red, publicando sus tres volúmenes de “La era de la Información”, y
convirtiéndose en el quinto autor más citado en Ciencias Sociales a escala
global.
En este
tiempo de expansión y reconocimiento global, la sociología académica española
mantuvo sus pétreas fronteras con él. No publicó nada en La REIS ni en otras
revistas nacionales, y la relación con él fue inexistente. Así se reafirmaba la
naturaleza de la Academia como institución cerrada, análoga a la Iglesia, en el
que la CRUE representa semejanzas con la Conferencia Episcopal. En ambas
instituciones, el repudio de lo que es considerado como díscolo, es manifiesto.
Así, un científico social con reconocimiento global, arraigado en el mercado de
libros, es denegado mediante ceremonias y rituales caracterizadas por la
opacidad. Castells es considerado y tratado como el portador de un pecado
original, en tanto que no se reconoce, ni siquiera en el tiempo de constitución
del tribunal, como un vasallo.
Llegado el
siglo XXI se instala en Barcelona, en donde se integra en la Universidad Abierta,
que representa un modelo institucional ajeno a la Academia dura. En este tiempo
escribe libros y se prodiga como autor presente en los medios y en las
instituciones. Su influencia no solo no decae, sino que se expande como lo que
me gusta denominar como “analista de guardia”. Los largos años de presencia en
Barcelona, no disminuyen las distancias con las instituciones. No es invitado a
las facultades de sociología ni a los congresos disciplinares. Se mantiene esta
extraña relación de destierro disciplinar.
La crisis
que se manifiesta en el 15 M de 2011 revaloriza a Castells, que agiganta su
presencia mediante las interpretaciones que realiza desde sus esquemas referenciales.
Así se agranda la diferencia con la sociología académica, ajena a la sociedad
española por su focalización en la administración de sus pequeños feudos académicos
y sus escasos clientes institucionales. Los textos sobre las redes de indignación
y el devenir del informacionalismo, lo consolidan como experto disponible para
los distintos poderes sociales.
De este
acontecimiento del 15 M nace una nueva izquierda que elabora un nuevo storytelling, que contrasta con el
desgastado e inamovible relato comunista. Este es la invención de una nueva
historia, que se sobrepone sobre la realidad concitando adhesiones múltiples de
las distintas gentes en estado de naufragio que conforman la base de la
izquierda. La gente, arriba y abajo, la casta, los círculos, la horizontalidad,
la rotación de los cargos, así como otros elementos son tejidos en una
narrativa que dirige la acción política. El éxito es inmediato y los resultados
electorales, tanto en las municipales como generales, auguran un futuro
prometedor a los inventores de esta historia-narrativa.
Pero, tal y
como apunta perspicazmente el mismo Salmon, “El
storytelling…..pega sobre la realidad unos relatos artificiales, bloquea los
intercambios, satura el espacio simbólico con series y stories. No cuenta la
experiencia pasada, traza conductas, orienta el flujo de emociones, sincroniza
su circulación…..establece engranajes narrativos según los cuales los
individuos son conducidos a identificarse con unos modelos y conformarse con
unos protocolos”(pag.38). El ascenso de esta narrativa culmina en los
ayuntamientos del cambio. Tras este acontecimiento, el relato se descompone
frente a la emergencia inexorable de la realidad y la nueva izquierda narrativa
va perdiendo su misterio.
Una de las
sobrevivientes del naufragio de las últimas elecciones municipales es Ada
Colau, que conserva la alcaldía de Barcelona y revaloriza su posición en el
deteriorado grupo de inventores del relato de Podemos. Esta necesita inventar
una Barcelona imaginaria que avale su gestión y le otorgue sentido simbólico-político.
Este es el locus sobre el que se produce el encuentro con Castells. Este
produce un pensamiento dotado de una plasticidad óptima para su reinserción en
cualquier proyecto, tanto efectivo como imaginario. De este modo se forja la
relación que convierte al veterano investigador y analista en ministro.
Pero, al ser
designado como ministro de universidades, se consuma la brecha que se ha conservado
durante tantos años. Los próceres de la comunidad científica sociológica, así como
el sínodo de rectores, se reconstituyen como instancia de oposición sorda ante
tan extraño ministro, que llegó hasta allí sin ser avalado por ningún tribunal
ni agencia evaluadora. Se abre así un espacio dominado por los secretos y donde
lo oculto alcanza una dimensión esplendorosa, que hace ininteligible la
realidad a observadores externos desconocedores de los secretos constituyentes.
La comunicación se bloquea por los poderosos filtros construidos en el pasado,
que generan sentimientos explosivos.
Pero esta
paradoja del outsider-jefe político se encuentra acompañada de otra monumental.
El modelo de universidad que propone Castells es ajeno a la universidad
española, que realiza sus reformas neoliberales conservando una parte esencial
de sus rasgos tradicionales burocrático-feudales. El proyecto de Castells
encaja con la poderosa corriente que domina el presente, que es la del
neoliberalismo progresista. La ausencia de concordancia con la vieja izquierda,
así como con la izquierda narrativa, es patente. Se puede pronosticar que el
futuro inmediato va a registrar tensiones poco inteligibles para los analistas
mediáticos.
Por último,
Castells, reconocido autor globalista, es un defensor singular e inteligente
del nacionalismo catalán. Esta paradoja cierra el círculo de la complejidad de
su última etapa como gestor político. Desde mi perspectiva, me interrogo acerca
de cómo vivirá los consejos de ministros, el control permanente de los
operadores mediáticos, las narrativas de guiones simples y chuscos que rigen las acciones, las sesiones
parlamentarias tragicómicas, la ínclita oposición…¡qué pensará en su intimidad¡
Como afirma un castizo, Castells es demasiado pollo para tan poco arroz.
5 comentarios:
Lo que más me preocupa de Castells o de cualquier persona que se instale en cualquier poder de ámbito estatal en un país como España, sea el Ejecutivo, el Representativo o el Judicial (por no hablar del militar o de cualquier otro vinculado a fuerzas represivas, es que automáticamente resultará dominado por un concepto, "España", que siempre prevalecerá frente a cualquier otra pauta de comportamiento político, desde la democracia liberal hasta una teórica dictadura del proletariado. Solo la descomposición de España puede acabar con una herencia autoritaria y criminal de siglos que envenena la sociedad por dentro, profundizada hasta el peor drama de todos los posibles durante el XX.
Sí, el nacionalismo español es muy fuerte y enraizado, ciertamente, como todos los nacionalismos, es un veneno. Los Chunguitos fueron elocuentes con su célebre canción
Dame veneno q quiero morir dame veneno
Q antes prefiero la muerte
Q dormir contigo dame veneno ay para morir
Dame veneno q quiero morir dame veneno
No te imaginas la cantidad de veneno que fluye por Madrid estos días
Hola Juan. Te sugiero que investigues la relación entre Manuel Castells y George Soros
Hola. Muchas gracias. No creo que me depare sorpresas esta indagación. En este mismo texto señalo "la plasticidad" de su obra, lista para ser facturada en cualquier proyecto. También su condición ilustre de lo que se entiende como neoliberalismo progresista, que es la corriente prevaleciente en la izquierda del gobierno en sus dos versiones, así como en la casi totalidad de lo que se puede denominar como movimientos sociales. A escala microscópica, hablando de mí mismo, en mi trayectoria biográfica he aprendido lo que es dejarse querer.
La posmoneolibprogre ¿Izquierda?...
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