Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

viernes, 8 de mayo de 2020

EL COVID-19 Y LA MALDICIÓN DE PROUDHON


La crisis del Covid-19 ha acelerado el tiempo histórico, generando una ruptura que determina la aparición de un gobierno fuerte. La salud amenazada genera un pánico colectivo acompañado de una creciente fobia a la proximidad del otro. Así se otorga al gobierno la licencia para intervenir regulando drásticamente el espacio público según el principio de la distancia social, que separa a las personas.  El resultado es la aparición de una forma de gobierno de somatocracia inquietante, en la que el poder reglamenta estrictamente la cotidianeidad, mediante la separación física de las personas. Más allá de lo estrictamente sanitarista, se configura un poder insólito amparado en los temores colectivos.

El ejercicio del gobierno somatocrático descansa sobre una casta profesional de epidemiólogos, salubristas y otras especialidades médicas de emergencias. Esta casta se funda en los saberes asociados a la gestión de las poblaciones, clasificada según parámetros biológicos. En el imaginario salubrista, la vida queda reducida a la ejecución de varias funciones esenciales. Así, se constituye en una casta hermética con respecto a la vida, siguiendo la estela histórica de otras castas sacerdotales que han ejercido en distintas formas de teocracias. La imposición del estilo de vida saludable, fue el anticipo de la sistematización de la separación de las personas en el espacio público, penalizando severamente a los portadores de etiquetas patológicas, así como a los mayores.

El gobierno somatocrático se funde con la tendencia más importante de las nuevas sociedades, como es la seguritización. La seguridad es la demanda más arraigada en grandes sectores de la población, reforzada por los medios. En las últimas décadas, los ricos erigen barreras espaciales para separarse de los pobres, que son calificados como una amenaza para la seguridad. Ahora comienza una época en la que los enfermos y los viejos, son portadores de amenazas para los jóvenes y sanos. La gran operación del dispositivo de gobierno epidemiológico es separarlos efectivamente, movilizando todos los medios de coerción disponibles en los arsenales del poder. En estos días se construyen empalizadas sofisticadas para aislar a los útiles para la producción y el consumo de la humanidad doliente definida por la terrible frase que desvela el sustrato del nuevo poder médico-epidemiológico: “Mayores con patologías previas”. Estos se configuran así como la última versión de los condenados de la tierra.

La nueva casta ascendiente comienza el ejercicio del gobierno mostrando su patético descentramiento con respecto a la vida. Por poner un ejemplo, propone aulas de quince alumnos separados por las distancias de seguridad. El problema radica en mantenerlos inmóviles durante varias horas, y así todos los días. Los maestros tendrán que movilizar toda su capacidad de coerción y maximizarla, para ser desbordados con el paso del tiempo por los cuerpos vivos de los aislados. Así los amantes, los participantes en fiestas y otras actividades esenciales de la vida social. Esta estirpe medicalizada desvela su radical proyecto de individualización mediante la utopía de abolir la vida, en un extraño estado de excepción permanente que instituya derogaciones en los cuerpos. He leído sus recomendaciones de inmovilizar la lengua y restringir sus funciones, dada su propensión a explorar los cuerpos próximos y aventurarse por sus misteriosas cavidades.

Esta deriva de la salud como fundamento de un nuevo totalitarismo incrustado en las vidas, me ha hecho recuperar la vieja sentencia de Proudhon acerca de la condición de ser gobernado. Casi dos siglos después, algunos de sus conceptos adquieren una intensidad que hubiera producido su perplejidad. La digitalización y la mediatización conforman herramientas para un poder mucho más eficaz que cualquier iglesia, estado u otro dispositivo de poder de su época. Su lectura resulta inquietante en estos días en que las ventanas devienen en fronteras. Los predicadores alcanzan los espacios más íntimos y el espacio personal se restringe manifiestamente. Me gustaría ver su cara si le pudiéramos explicar lo que significa hoy “rastrear”.

Ser gobernado es ser observado, inspeccionado, espiado, dirigido, sometido a la ley, regulado, escriturado, adoctrinado, sermoneado, verificado, estimado, clasificado según tamaño, censurado y ordenado por seres que no poseen los títulos, el conocimiento ni las virtudes apropiadas para ello. Ser gobernado significa, con motivo de cada operación, transacción o movimiento, ser anotado, registrado, contado, tasado, estampillado, medido, numerado, evaluado, autorizado, negado, autorizado, endosado, amonestado, prevenido, reformado, reajustado y corregido. Es, bajo el pretexto de la utilidad pública y en el nombre del interés general, ser puesto bajo contribución, engrillado, esquilado, estafado, monopolizado, desarraigado, agotado, embromado y robado para, a la más ligera resistencia, a la primera palabra de queja, ser reprimido, multado, difamado, fastidiado, puesto bajo precio, abatido, vencido, desarmado, restringido, encarcelado, tiroteado, maltratado, juzgado, condenado, desterrado, sacrificado, vendido, traicionado, y, para colmo de males, ridiculizado, burlado, ultrajado y deshonrado.




1 comentario:

valtika dijo...

Usted y su blog son una isla de lucidez y vida en medio de esta farsa basurista y manipuladora de cerebros, en la que estamos inmersos... Gracias.