La crisis
del Covid-19 ha puesto de manifiesto la debilidad cronificada de la
inteligencia española. Apenas se ha suscitado debate público alguno y los
analistas han manifestado su alineamiento y encuadramiento en los homogéneos
bloques institucionales. Los partidos políticos, las profesiones, la
universidad, los medios de comunicación y las organizaciones, han acreditado su
incapacidad de proponer, que se contrapone con su aptitud para aceptar sin
rechistar cualquier definición emanada de las autoridades. Como este es un tema
sanitario, corresponde a los expertos su gestión. Los demás debemos callar y
obedecer a sus prescripciones.
La magnitud
de la crisis no ha suscitado efervescencia intelectiva alguna. Todo es material
experto, que se presente en tono gris, y que no es objeto de deliberación
alguna. Esta es la cara oculta de una sociedad asentada en una UVI intelectual
y vital. Pero el aspecto más negativo es que las instituciones, en tanto que
muestran impúdicamente su homogeneidad, jerarquía e incompetencia, acreditan su
pericia en el arte de reducir a sus miembros al estatuto de seguidores
incondicionales. Un cuadro de esta naturaleza, es justamente lo contrario de lo
que es imprescindible para afrontar la situación en los próximos meses. Es
necesario multiplicar las inteligencias, y eso solo se logra en un ambiente
plural y múltiple, en el que estallen miles de propuestas e interacciones entre
las mismas.
Las
instituciones políticas representan justamente lo contrario. Muestran su grado
siniestro de homogeneidad, constituyéndose como una apisonadora de cualquier
inteligencia que pueda crecer en este desierto. En este ambiente, todo es
traducido a la competición electoral. Los acontecimientos, las crisis y las
respuestas, son sometidos a esta implacable ley de hierro. Los medios de
comunicación respaldan esta gran distorsión, traduciendo a la lucha por los
escaños todas las cuestiones que se suscitan. Así se constituye una gran balsa
de veneno sobre la que se arrojan todos los temas. El Covid-19 ilustra muy
elocuentemente esta perversión.
En este
ambiente sombrío y lúgubre desde la perspectiva de la inteligencia, Javier
Aymat representa una excepción. En el principio de la crisis del Covid se
posicionó críticamente, rompiendo la perversa tradición de muchos periodistas
de identificarse con una posición. Su mérito más relevante es la de romper la
barrera del experto. Su trabajo ha sido el de buscar activamente referencias, seleccionarlas,
organizarlas, sintetizarlas y comunicarlas. Así construye una posición personal
singular, que suena muy alto en el silencio del desierto de la uniformidad
delegada en los expertos. Esta excepción contribuye y estimula a muchas
personas a contrastar sus posiciones, más allá de las identificaciones
integrales. Esta es la razón por la que me fascinó, en el principio de la
cuarentena, su texto “La histeria interminable”, publicándolo en este blog.
Ayer publicó
en http://diariodetierra.comhttp://diariodetierra.com/la-profecia-autocumplida/ otro texto, “La profecía autocumplida”, en el que
reajusta sus posiciones introduciendo rectificaciones, matizaciones, puntualizaciones
y nuevos argumentos. El texto tiene las mismas virtudes que el anterior,
introduciendo en el espacio comunicativo reducido a las posiciones oficiales un
posicionamiento singular, que siempre aporta y estimula al lector. Su lectura
abre múltiples aspectos relegados en la interpretación oficial del complejo
autoridades-medios-expertos. A mí me ha abierto varias cuestiones que han ido
quedando en los márgenes con el paso de las semanas de confinamientos en
plural.
En este
páramo comunicativo, las aportaciones de Aymat han sido convertidas en una
odisea, suscitando la ira de los guardianes de la homogeneidad. Por esta razón,
para presentar este texto aquí he acudido a la mítica película de Kubrick
“2001, Una odisea en el espacio”. Muchas gracias Javier. Y bienvenido de nuevo
al desierto de lo real en la versión española.
Tras la “histeria interminable”, parece que los hechos han convertido el apelativo “negacionista” en un difícil espejo para aquellos que mantienen que las fuentes oficiales, tanto a nivel mediático como institucional, nos están contando la verdad sobre esta pandemia.
De hecho, las medidas se sostienen sobre datos apocalípticos que nunca se cumplieron. Descubierta que la letalidad del virus es mucho más baja; ¿cuáles son los factores que aumentan realmente las cifras de víctimas?
Los oscuros intereses de la OMS ya a la luz, la pavorosa falta de escrúpulos para desinformar por parte de los medios, la guerra de intereses desde China, la crisis económica venidera, la violación de libertades y la censura de las grandes multinacionales tecnológicas y del Estado, los daños psicológicos y físicos a la población… ya son evidencias imposibles de negar.
La buena noticia es que hay esperanza; la verdad oculta suele ser terriblemente dolorosa cuando se libera. Pero una vez libre de máscaras no hay marcha atrás hacia una nueva realidad.
Rectificación
Aunque en mi anterior reportaje hablo de “un virus de esta envergadura”, también cuestiono el hecho de que realmente sea el coronavirus el que haya colapsado los hospitales. Sin embargo, ha sido el Covid-19, sin duda, el que ha colapsado el sistema sanitario sea o no agravado por el confinamiento.
Por tanto, tampoco es comparable la saturación hospitalaria a otros años porque es evidente que esta vez ha sido mucho mayor.
Por otra parte, el Covid-19, aun siendo un coronavirus, es un virus nuevo.
3 comentarios:
Juan, me vuelves a dejar sin palabras, la verdad. Mil gracias a ti por tu reflexión. Después de atravesar el desértico panorama de independencia de los medios y el efecto hipnótico que tiene en la mayoría de la población, encuentro semejante recompensa en tu artículo.
Hacer ese viaje en el vacío del espacio exterior, entregar tiempo y esfuerzo tiene este tipo de sorpresas; encontrarse pequeños mundos como el mío que son muy extensos en libertad. Los otros, ya sabes, cuanto más grandes, más encerrados en intereses políticos y empresariales.
Espero haber tenido ese efecto que tan generosamente me atribuyes; haber hecho contrastar posiciones y estimular nuevos enfoques. También es cierto que ha sido gracias a que me he podido apoyar en profesionales que se han expresado por sus propios medios (o por medios extranjeros). Profesionales de todos los campos que han dejado atrás su interés personal en favor de la honestidad. Es decir, los únicos que son realmente capaces de mejorar sus profesiones mejorándose a sí mismos.
Y en ese desierto que uno comienza cuando no hay intereses económicos lo bueno es que me he encontrado a muchas personas sedientas de dar una salida a sus dudas y a su cordura encerrada en tanta carnicería mediática. Es algo que, además, me da esperanza porque, aunque sea poco a poco, creo que va creciendo de forma imparable.
Otro aspecto que me ha encantado de tu artículo, y te lo digo con sinceridad, es que hayas comentado que rompo la barrera del experto. Me encanta porque realmente me siento que no soy experto de este tema pero, no siéndolo, desde mi posición de simple ciudadano, me niego a la tiranía del experto que no actúa desde la libertad (por mucho conocimiento que su posición le dé) y, por lo tanto, no actúa teniendo como último fin el mejorar la sociedad.
Porque la pregunta, un tanto inocente quizás, sería: ¿Los expertos dependen fundamentalmente de sus propios intereses o su interés fundamental está en construir una sociedad mejor?
Me temo que la mayoría de las veces ambas tendencias son opuestas. Me temo también que esa es una decisión personal y que la balanza no está muy equilibrada que digamos.
Si trasladamos esa regla de tres al desierto mediático, expertos periodistas son muchísimos. La gran mayoría seguramente saben mucho más que yo de este tema y de muchos otros. Tienen una red infinita de contactos, una organización detrás, una infraestructura, una facilidad de medios...
Yo soy un simple periodista en paro, con un blog diminuto, con un viejo portátil que se apaga cada dos por tres... Pero tengo una libertad de moverme en el espacio que ellos no pueden ni soñar. Y es ahí donde entiendo que yo y otros tantos rompemos la barrera del experto.
Así que también entiendo esa maravillosa expresión en la que hablas de la ira de los guardianes de la homogeneidad (en este caso la de los guardianes de la comunicación).
Comprendo también su ira, pero yo estoy muy lejos de ser el responsable de su verdadera frustración que es, precisamente, estar atados de intereses. Así que más vale que dirijan esa ira hacia arriba, que es lo realmente honesto y difícil (lo sé porque he estado ahí). Ir contra mí es lo más fácil porque soy un blanco fácil sin infraestructura, un simple periodista fuera de toda órbita.
En fin, me he adelantado un poco en lo que voy a hablar en mi propio artículo. Pero no lo puedo evitar porque tu texto me ha abierto un poco más el campo de visión con respecto a lo que está ocurriendo ahí fuera.
A todo esto, lo has enmarcado todo en "2001 Una odisea en el espacio" lo cual me ha dejado aún más conmovido. No sabes hasta qué punto.
Me siento muy pequeño al lado de todas las cosas que has comentado de mí pero te lo agradezco infinito también. Siempre es estimulante mirar hacia arriba y tratar de descubrir nuevos límites de libertad, emoción y pensamiento.
Espero que nos vayamos encontrando en ese desierto espacial al que me das la bienvenida.
Un abrazo enorme, espero que algún día real
Gracias Javier
Uno de los problemas de estas sociedades en las que vivimos es que no se delibera y no se piensa. Cuando aparece una buena idea, esta es aceptada y asumida en su integridad. Así se genera la masa acrítica de expertos y operadores mediáticos que constituyen la uniformidad.
Los dos vamos a la contra de tan infausta práctica. Me gusta decir que soy, no solo sociólogo, sino problematizador. Es decir, que frente a una idea o representación social lo que hago es convertirla en un problema. Así se hace factible pensar sobre sus términos para resolverlo, en el caso de que tenga solución. Pero lo importante es darle vuelta a las cosas. Estoy convencido de que es funesta la aceptación, y la problematización es la vía adecuada para incrementar las inteligencias.
Todos mis "héroes" son problematizadores. Jesús Ibáñez, Juan Gérvas y tantos otros que hacen este imprescindible trabajo. Cuando leí tu primer trabajo sobre el Covid me encantó tu posicionamiento, en tanto que problematizador. Estabas trasladando a los lectores un problema abierto sobre el que cabía pensar y deliberar. Por eso lo publiqué, porque pensaba que era un estímulo al bien escaso de la inteligencia, tan maltratada en la España del presente.
Espero que sigas en esta línea.
Un fuerte abrazo
Por supuesto que sí, Juan. Ahí seguiré. En verdad no puedo dejar de seguir. Me mueven las ganas de abrir esa grieta en la aceptación ciega para que entre algo de luz y luego cada uno vea a su manera, de forma crítica e individual.
Es ese espíritu problematizador del que hablas, como si fuera la bola de demolición que trata de romper esa sólida uniformidad del pensamiento único (tan lleno de vacío propio).
Es esa ceguera que el otro día me comentaba el Dr. Karmelo Bizkarra; "se ha hecho realidad en esta crisis aquello que promulgaba el nazi Göbbles; una mentira dicha mil veces se convierte en verdad". La mentira mil veces repetida, obviamente, ha venido de los medios.
El resultado; un pueblo entregado al confinamiento y llevando en su mayoría los tan nefastos y sintomáticos tapabocas.
Pero ahí seguiremos tratando de romper esa uniformidad e incitando a que cada persona encienda su propia luz para abrir una esperanza ante cualquier oscuro panorama.
Y muy contento, en todo caso, de que seas compañero en ese viaje.
Un abrazo enorme
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