“Estimada/o
Señora/Señor IRIGOYEN SANCHEZ-ROBLES
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Con el fin de seguir mejorando,
necesitamos su opinión sobre la Biblioteca Universitaria de la UGR. Le
rogamos que conteste a la encuesta en el siguiente enlace antes del 31 de
marzo de 2020 y podrá participar en el SORTEO de 5 tablets”
Este
correo de la biblioteca puede parecer extraño para personas alejadas del
medio universitario, que puedan considerarlo como un desliz. Sin embargo, un
mensaje así desvela dos cuestiones de fondo de las sociedades del presente y
de sus atormentadas instituciones. El primero es la explosión del juego, que
configura en una tendencia central, como la
gamificación. El segundo es la ausencia de participación en cualquier
actividad de la esfera pública. El distanciamiento de los
ciudadanos-jugadores es pavoroso. Solo se involucran en una actividad que les
reporte beneficios tangibles e inmediatos en primera persona. Pero en este
caso el mensaje es muy elocuente: se solicita la participación en una
encuesta estimulado por la posibilidad de conseguir un premio, que no es un
libro, sino una Tablet. La postmodernidad se hace presente esplendorosamente
en la antaño sede de la modernidad.
El sorteo
de premios se encuentra incorporado desde siempre a los programas de
televisión, pero en los últimos tiempos alcanza todos los espacios. El
presidente del fútbol Almería, un acaudalado jeque saudí, sortea dos
automóviles Audi entre los asistentes a cada partido. Su éxito es contundente
y el campo se llena por esperanzados aspirantes a tan sustancioso premio. Se
pueden poner múltiples ejemplos acerca de la expansión del juego, que sale de
los espacios restringidos en los que se ubicaba, y se extiende por todos los
confines de la sociedad, instalándose en todas las esferas, hasta en aquellas
reguladas por la declinante Galaxia de Gutemberg, como indica el correo que
abre este texto. En mis últimos años de profesor, me encontré en un estado de
perplejidad crónico, en tanto que presenciaba cómo se generaban iniciativas,
tales como clubs de debate y otras, que se resolvían mediante premios en
metálico. En el 2013 escribí un texto en este blog, La reconversión de la inteligencia”, en el que analizaba la expansión de la gamificación.
La
expansión del juego en el presente se funda en su deslocalización. Este se
ubica en todos los lugares mediante su arraigo en internet y en el teléfono
móvil. En los últimos meses se ha puesto en marcha una iniciativa de
Izquierda Unida para regular la presencia de las casas de apuestas y juego en
los barrios, con la intención de frenar su expansión. Pero el juego ha dado
ya el gran salto, adquiriendo la naturaleza de divinidad, en tanto que se
ubica en todas partes. La misma videopolítica asume los códigos del juego y
sus narrativas pueden reducirse a una competición de ganar-perder por parte
de unos actores protagonistas en un panóptico. El pactómetro de Ferreras en
la Sexta, invita a cada uno a apostar por las coaliciones entre los ilustres políticos concursantes.
La actividad central del fútbol es televisada mediante la financiación de sus
sponsors, las casas de apuestas, que promueven spots publicitarios
interpretados por actores progresistas.
La
deslocalización del juego es un proceso social que avanza a saltos, aunque es
imperceptible en la conciencia colectiva. Los mismos periodistas en la cadena
SER que escenifican los spots de las casas de apuestas son aquellos que
después producen sermones piadosos que remiten a la solidaridad y otros
valores en favor de la cohesión social. La vieja conciencia colectiva de las
sociedades, enunciada por Durkheim, se desintegra en las sociedades
posmodernas y postmediáticas. Aparecen las primeras formulaciones precisas acerca
de las “sociedades de la apuesta” o capitalismo de la apuesta”, que atribuyen
una centralidad al juego, desplazando así a otras actividades.
Tras la
gran emergencia de los juegos de azar mediante su deslocalización e
instalación en todas las esferas, se hace presente su naturaleza de factor
económico esencial en el nuevo capitalismo. En este, lo financiero asciende a
los cielos y ocupa un lugar axial. Pero, el aspecto más importante radica en
lo que se ha conceptualizado como capitalismo cognitivo. El factor fundamental
radica en que el sistema económico se focaliza, no tanto en producir valor,
sino de extraer valor de la potencialidad de las vidas humanas. El valor se
desplaza de los objetos a los clientes. Cada persona es transformada en un
haz de posibilidades que es preciso explorar y explotar.
Esta
divinización del azar se relaciona íntimamente con la desestabilización del
trabajo, de la vida y de la sociedad. La precarización de la existencia supone
la configuración de un entorno móvil e incierto de modo perpetuo. Cada cual
vive permanentemente en un mundo transitorio e indeterminado. En esta
situación despega el azar y el juego como nueva divinidad. Se supone que cada
situación concreta encierra una oportunidad que es menester explotar. Así se
conforma la gran llamada al activismo. Hacer es lo decisivo, no dejando pasar
las oportunidades ocultas. Esta convocatoria a emprender en todos los
órdenes, conlleva inevitables riesgos que es preciso asumir y gestionar.
En este
contexto se conforma el novísimo sujeto jugador del presente que alimenta el
capitalismo de la apuesta. Las lúcidas palabras de Igor Pelgreffi ilustran
acerca de su naturaleza y desvelan la cuestión fundamental: “La casi hipnosis a la que el web-gambler se abandona
voluntariamente prolonga y sustituye al tradicional estado de atracción fatal
del jugador, reconfigurando íntimamente la condición de sujeto-que-juega y
que tienta-a-la-suerte en el interior de una zona gris, al igual que en
muchos dispositivos mediáticos análogos, no sabemos cuánta parte tiene que
ver con la interactividad y cuanta con la interpasividad […]Lo que está en
juego en esos procesos es la reconfiguración de la forma de nuestra
subjetividad. En el web-gambling,
uno se cree interactivo, mientras que en realidad está parcialmente
teleguiado por la red, de la que incorpora los automatismos […] De modo que,
en esta relación compleja de acciones y retroacciones, las nuevas tecnologías
acaban por provocar otras tantas nuevas dependencias, más problemáticas en
tanto en cuanto se insertan bajo la piel, en el tejido conectivo de un
capitalismo informacional que crea una sociabilidad completamente nueva”.
Esta es la
gran cuestión, la reconfiguración de un nuevo sujeto-jugador que responde
privilegiando el azar en un entorno vital cambiante y sujeto a la
contingencia, y que, por consiguiente, no puede controlar. Así, se encomienda
al azar unas cuotas crecientes del futuro. En coherencia con esta premisa, el
juego se extiende por todo el tejido social, penetrando en todos los espacios
y reconfigurando las viejas instituciones de la modernidad. Estas son
corroídas por las lógicas subyacentes al sujeto jugador, que desarrollando
muchas actividades, tiende a ser interpasivo y dependiente de los
automatismos asociados a los nuevos dispositivos y máquinas. En coherencia,
las nuevas instituciones centrales, tales como la gestión, la
publicidad-directora de estilos de vida o las de conducción psi, comparten
este código esencial: conseguir un sujeto que responda automáticamente a los
estímulos programados.
Así, el
juego consuma el concepto de posmodernidad tecnológica, en tanto que el
sujeto inscrito en un entorno inestable, al carecer de certezas, se aventura
a predecir el futuro apostando por una de las probabilidades. La intuición y
la astucia se imponen sobre otras formas de inteligencia. Así se esculpe la
especulación como actividad central. Especular implica apostar activamente
por una posibilidad de anticipar el futuro. Esta es la clave que explica
muchos de los cambios operados en las viejas instituciones de la modernidad.
En la política se hace manifiesta mediante la dura selección de los
apostadores, que dependen del éxito de su apuesta. De ahí resulta la
deificación del éxito, que siempre es provisional y dependiente de la
siguiente apuesta.
En la
educación y la universidad, los cambios apuntan a la priorización del
sujeto-especulador, sobre el profesional sólido convencional. Las narrativas
que se transmiten en las aulas, remiten al éxito como valor obligatorio, en
la versión de ganar-ganar que se deriva de la institución central de la
gestión-management. Este no depende siempre de factores controlables, sino de
la propensión a apostar, especular, que anteceden a la palabra emprender. Así
que el mensaje que abre este texto, no es marginal, sino que acompaña a los
nuevos sentidos de la educación reconfigurada por el declinar del mercado
laboral universal, y el consiguiente ascenso de la especulación y el juego.
El bróker es un arquetipo esencial, referencia para todas las profesiones.
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