La
política-futbolín es la política que se practica en el tiempo del régimen del
78 maduro. Su advenimiento se deriva de la jubilación de la generación de los
políticos que protagonizaron la transición en el final de los años setenta.
Estos han sido sustituidos progresivamente por una nueva cohorte generacional,
que procede de los mundos organizativos internos y autorreferenciales de los
distintos partidos, específicamente de sus extensiones juveniles. Así, las
nuevas promociones heredan los activos políticos que les legaron sus
antecesores, entre los que se encuentran los imaginarios congelados. Se trata
de una nueva generación de herederos que asumen el control del patrimonio
recibido.
La vieja
generación se forjó mediante la gestión de una situación inédita, el declive
del franquismo y la ingeniería política imprescindible para crear un nuevo
estado. Tras pilotar este cambio y hacer una constitución, fue menester
realizar una ingeniería institucional en el estado, las autonomías y los
ayuntamientos. Se puede afirmar que esta generación tuvo que inventar una nueva
realidad jurídico-política. Esta invención se hizo en común, mediante distintas
aportaciones procedentes de todos los partidos que se encontraban en la escena.
Juntos tuvieron que resolver situaciones singulares, generando soluciones.
Mi posición
con respecto a ese proceso de cambio es inequívocamente crítica, en tanto que
se limitó principalmente a la ingeniería político-institucional. La ausencia de
un proyecto fundado se evidenció desde el primer día, siendo la causa principal
de su deterioro acumulativo con el paso de los años. El relato de la fundación
de la democracia española es triunfalista y épico. Pero este soslaya algunas
cuestiones esenciales que permanecieron incólumes a esta obra de ingeniería
política, y que se han presentado con posterioridad saliendo a la superficie.
Me refiero a las grandes invariantes históricas de las clases altas españolas,
que emergen tras los primeros tiempos de euforia, así como las carencias
monumentales de la izquierda. Pero se puede reconocer un espíritu relativamente
abierto a esta generación, capaz de ensayar salidas respetando estrictamente
los límites impuestos por los intereses de las clases altas.
La
generación de herederos es completamente diferente. Esta tiene su origen en
personas cooptadas por los partidos e instituciones del estado. Su ascenso a la
primera línea del estado tiene lugar en el sórdido proceso de reestructuración
neoliberal que se instaura sobre la desindustrialización. Esta ha generado una
crisis múltiple que ha cerrado las instituciones, blindándose ante los cambios
institucionales. Estos son los constitucionalistas, que entienden la
constitución y el declinante orden político heredado como una fortaleza que hay
que conservar. El prometedor ascenso de Podemos y Ciudadanos en sus primeros
años, parecía inaugurar un tiempo de revisión de las oxidadas estructuras
políticas y del estado, gravemente degradado por el devenir de varias décadas
de retroceso constante. Pero esta esperanza, pronto se disipó, en tanto que los
nuevos actores políticos fueron absorbidos por las instituciones deterioradas,
siendo acomodados en el interior del recinto de la fortaleza amurallada de las
instituciones nacidas el 78.
En este
contexto se pueden entender las prácticas políticas de esta generación. La
metáfora del futbolín es adecuada para definirla. Un futbolín es un espacio
donde tiene lugar un juego que desempeñan seres inanimados, rígidos, monótonos
y petrificados. Estos solo pueden ejecutar las jugadas programadas por los
jugadores externos que controlan los mandos. Pero la limitación de las jugadas
es manifiesta. Cada jugador no puede realizar movimiento alguno y tiene que
actuar bajo la determinación de su inmovilidad. En este juego, los
jugadores-estatua solo pueden responder a los estímulos externos, careciendo de
la capacidad de crear jugadas o ensayar nuevas combinaciones. De este modo, el
futbolín se asemeja al campo político definido por la suprema pauta del
bloqueo.
Entre la
nueva generación de jugadores de futbolín político, destaca manifiestamente
Isabel Díaz Ayuso. Esta representa la inmovilidad propia de un algoritmo
político. Su figura representa las sinergias de todas las medias que definen a
un arquetipo individual de la derecha. Cuando accedió a la cúpula del pepé
andaluz el actual presidente Juanma
Moreno, escribí en este blog un texto en el que me preguntaba si era humano. Le
denominé “Ñeco”, un muñeco inanimado que seguía las directrices nacionales. Era
un representante de la generación que vivió en la nube de las Nuevas
Generaciones, protegida por los próceres del partido. Era una sombra de Javier
Arenas, un producto clonado que carecía de cualquier originalidad.
Los
políticos de esta generación se corresponden precisamente con el concepto de
simulacro, enunciado por Baudrillard. Son algo más que un juego de apariencias,
de máscaras, de copia o falsificación del original. Se trata de la superación
de lo real, en tanto que no es posible copiarlo. Su naturaleza remite a lo
hiperreal, que desborda la falsificación de lo real y deviene en un
significante de referencia. Es sólo un significante abstracto carente de vida
propia, en el que lo real se volatiliza. Así su inserción en el extraño mundo
mediático político, que conforma un medio en el que verdaderamente no ocurre
nada. Los encerrados en el recóndito mundo de los partidos del régimen del 78,
devienen en muñecos forjados por las representaciones de sus antecesores, y
encerrados en el interior de la muralla de la constitución, entendida como un
libro sagrado que petrifica la creación, la innovación, el pensamiento y las
comunicaciones.
Isabel Díaz
Ayuso tiene el privilegio de desempeñar el papel de reina en esa insustancial
comunidad política. Su aspecto le confiere una legitimidad logarítmica en la
derecha del nuevo siglo. Es una imagen perfecta de representación del
imaginario político-mediático. La fotografía que acompaña este texto es
elocuente. Se sitúa en el centro en un espacio que se define por sus asimetrías
y jerarquías. Se trata de presentarse como la jefa de sus obedientes vasallos,
que juntos conforman una corte. Esta sí que es la de los milagros, en tanto que
ha acreditado su sobrada capacidad de extraer activos financieros del
estado-empresa que gobierna.
Pero, el
aspecto más relevante radica en sus propias palabras. En sus intervenciones
orales expresa con una precisión inconmensurable los preceptos del imaginario
político en el que adquirió la posición que ocupa. Así, no se puede esperar que
responda o que dialogue con los desconcertados opositores. Ella responde
poniendo en escena sus propios enunciados, disolviendo las fronteras entre laregión frontal y la posterior. Reproduce los tópicos del bienestar entendido
como sumatorio de automóviles, así como otras perlas procedentes del arsenal de
su mundo. No es capaz de generar nada distinto a la sopa ideológica de su
partido, que la ha alimentado durante los largos años de espera a que llegase
su oportunidad.
Esta es la
razón por la que deviene en la auténtica princesa de los seres inanimados que
pueblan los espacios del futbolín político. Su éxito se funda en no reconocer a
su interlocutor. Entiende la oposición como una fila inánime de muñecos que
tratan de meter la bola entre sus huecos, y su tarea meter la bola entre los
agujeros que dejen sus contrarios. El resultado es la imposibilidad del diálogo
en este tablero, en el que los jugadores repiten las jugadas programadas,
siendo imposible crear otras. De este modo adquiere el privilegio de ser la
protagonista principal con la prensa, a la que nutre con sus aparentes
excentricidades. Las extensiones mediáticas de esta política recluida en el
interior del imaginario de la constitución, la privilegian manifiestamente. Es
objeto permanente de los dimes y diretes que conforman la cotidianeidad de la
videopolítica. Reconozco que es una superdotada en este papel.
Mi
fascinación por su figura es manifiesta. Expresa nítidamente las verdades que
conforman la papilla ideológica de su partido. Su límite son los de los
argumentarios establecidos por los operadores. Recuerdo sus embestidas a
Errejón en el parlamento de la comunidad. En sus intervenciones nos regalaba
verdaderas perlas. Le reprochó su infidelidad con Pablo Iglesias, al que definía
como la persona “a la que se lo debía todo”. Así desvelaba su esquema de
interpretación basado en su experiencia, y al que atribuye universalidad. Un
partido es un líder político que sitúa a los suyos en posiciones confortables
que les reportan visibilidad mediática. Esta es su gran verdad y que rige sus
relaciones con Casado, otro representante privilegiado del tedioso mundo de los
futbolines. Las imágenes televisivas de sus encuentros son antológicas. Ella
sabe escenificar admirablemente su sometimiento, al igual que su jerarquía
cuando se encuentra al frente del gobierno de la comunidad.
Así cumple
con algunos preceptos que conforman el núcleo invariante de la derecha –y
también de otra forma, de la izquierda-. Se trata de ser sumiso con los más
fuertes y duro con los más débiles. A esta importante competencia, tan
instalada en la sociedad española de todos los tiempos, se le denomina “saber
mandar”. Este es un arte que se forja en los largos tiempos de espera a que
llegue su oportunidad. Es el activo más relevante de las nuevas generaciones de
la política-futbolín, instalada sobre las deterioradas instituciones del
régimen del 78, que tras el bloqueo de su renovación en los últimos años,
adquiere un perfil en el que lo patético alcanza la apoteosis. En este reino de
fantasía prospera Isabel Díaz Ayuso, un ornamento semiológico del régimen, una
verdadera princesa del futbolín.
3 comentarios:
Es Ayuso por fuera agraciada y desgraciada por sus adentros. El futbolín si la máquina es buena y los jugadores están bien moldeados en su pétrea naturaleza es muy divertido, a mi en mis comienzos del bachillerato me gustaba mucho y me convertí en un experto en arrastres y disparos y los goles tenían una sonoridad impactante por el ruido de la madera, hasta que mi padre al ver que llegaba mas tarde del Instituto de lo habitual averiguó en que perdía el tiempo y me lo prohibió terminantemente :-))
Saludos Futbolín. Estoy de acuerdo en que el futbolín es divertido, pero es ofrece muchas menos posibilidades que el fútbol en abierto. La cantidad de jugadas posibles es muy limitada y el juego es monopolio de los que gobiernan los mandos. Los jugadores son inmóviles y obedientes a sus manipuladores. Por el contrario, los jugadores de fútbol real tienen que tomar decisiones continuamente, sobre un conjunto de posibilidades en cada jugada. Ayuso es un muñeco de futbolín cuya acción se encuentra limitada al guión que le asignan los que manejan los mandos.
Tienes razón por supuesto, no tiene mucho que ver con el fútbol real pero lo que nos divertíamos dos contra dos con arrastradas pases y molinetes y por una peseta 8 bolas, creo recordar,en 1962, no tiene precio¡¡ que tiempos¡¡¡ :-))
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