Presentación

PRESENTACIÓN

Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
En un tiempo en el que predomina la desestructuración, en el que coexisten distintos mundos sociales nacientes y declinantes, así como varios procesos de estructuración de distinto signo, este blog se entiende como un ámbito de reflexión sobre las sociedades del presente y su intersección con mi propia vida personal.
Los tránsitos entre las distintas realidades tienen la pretensión de constituir miradas intrusas que permitan el acceso a las dimensiones ocultas e invisibilizadas, para ser expuestas en el nuevo espacio desterritorializado que representa internet, definido como el sexto continente superpuesto a los convencionales.

Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog.

viernes, 24 de enero de 2020

SEB,DA-SONG Y LOS NUEVOS NIÑOS DESARRAIGADOS






Las películas Sorry We Missed You, de Ken Loach, y Parásitos, de BongJoon-ho, ilustran acerca de los cambios sociales que operan en el presente, en los que la educación se colapsa por efecto de los mismos. Seb es un chico hijo de un extrabajador industrial, ahora uberizado por efecto de la mutación del trabajo. Es inevitable su colisión con la institución educación, cuyo modelo institucional es desbordado por la transformación del sacrosanto mercado laboral. Seb no será un trabajador industrial continuado, sino un rotante entre distintos empleos temporales, sometidos a unas condiciones crecientemente severas. La escuela se muestra incapaz de comprender sus comportamientos “desviados”, que son congruentes con sus condiciones familiares y sociales. El abismo entre ambos se hace manifiesto.

Loach muestra crudamente la cotidianeidad de Ricky, el padre de Seb, que tiene que aceptar una situación laboral que socava su vida y destruye su persona. La inestabilidad integral de su condición precaria, en la que cada día se renueva la situación, cercena su vida diaria, generando un estado personal en el que se acrecientan los problemas. En este desaparece la idea de futuro, sobre la que se funda la educación. Así que Seb presenta un cuadro de anomias que es congruente con su no-futuro. La escuela tiene un modelo institucional pétreo e inamovible. La temporalidad es su eje estructurante. Pero esta quiebra en una situación familiar en la que la inestabilidad es la regla y las tensiones conforman la normalidad. El distanciamiento de Seb del mundo escolar parece inevitable.

La película presenta los efectos de la uberización radical. Cuando una de las estructuras sociales, el trabajo, se modifica radicalmente, las demás estructuras sociales se resienten inevitablemente, reajustándose mutuamente. La promesa implícita en la escuela-institución, que es la de amparar la futura integración en el mercado de trabajo, queda aplazada indefinidamente. El resultado es la aparición de un repertorio de comportamientos que rehabilitan el concepto de anomia. Esta mutación desborda la capacidad de comprensión del sistema, que las entiende como problemas sectoriales o generacionales. Estos dan lugar a la invención de saberes y métodos que conforman a distintos expertos. Estos tratan estos problemas como si fueran sectoriales.

Pero Seb presenta un cuadro en el que se manifiesta el terremoto social de intensidad máxima que genera la desestabilización del trabajo. Su figura representa la síntesis de toda una época. Así se evidencia que los problemas globales no se pueden tratar parcialmente mediante los múltiples repertorios profesionales dela pedagogía y la psicología. Estas han multiplicado su intervención, generando estructuras expertas que manifiestan una eficacia inversa a su tamaño. Cuanto más crecen, menos eficacia ostentan. Las distintas tribus profesionales psicopedagógicas muestran inequívocamente su fracaso, que se funda en una manifiesta crisis de inteligibilidad. Los mundos sociales resultantes de la gran precarización-uberización desbordan cognitivamente a los dispositivos expertos constituidos para reconducirlo.

Porque ¿qué futuro le aguarda a Seb? La verdad es que se trata de una persona que es carne de custodia. Su destino es ser custodiado por instituciones que definen las distintas etapas para su integración en el sistema de rotación por el mercado de trabajo. En cada una de ellas surge inevitablemente la tensión entre vivir la cotidianeidad y adecuarse a las exigencias de las instituciones de custodia (educativas). La gran verdad es que estas le recortan su autonomía personal, le limitan su responsabilidad y le ubican en una situación en la que la pauta esencial es aceptar su condición de sujeto en espera. Tiene que aprender a esperar a que le llegue su turno de aspirante a un trabajo, que, en la mayor parte de las ocasiones, es un intervalo que antecede a otro tiempo de espera-formación.

Seb ilustra la miseria de la sociedad definida por sus dígitos prodigiosos, de renta, de dinero, de cosas que se hacen y se venden. Pero este esplendor oculta algo muy importante en su interior. Una de esas cuestiones es la vivencia del largo tiempo de espera, que para millones de personas representa un tiempo miserable que encubre la amarga verdad de que no hay nada estable para él ahora, ni tampoco mañana. Esta espera custodiada eterna es compensada mediante la oferta infinita de relatos audiovisuales disponibles y las cataratas de objetos-baratijas que conforman el mundo low cost, constituido para ellos. Por esta razón, Seb solo tiene la alternativa de vivir en los márgenes de ese sistema hermético y opresivo que se le impone. Su única esperanza es escapar ahora de este sinsentido que lo aprisiona, y al que tendrá que regresar mañana. Es un artista del momento. Solo puede aspirar a vivir pequeños momentos que se intercalan en el tedio que domina la situación de custodia.

Su regreso al hogar le confronta con una realidad sórdida. Tiene que convivir con las crisis sucesivas de su padre, encerrado en una situación social en la que no hay alternativa. Pertenece a un mundo definido por su posición ínfima en la escala de consumo, en una situación en la que los objetos y las vidas sofisticadas se hacen presentes por todos los medios en la cotidianeidad, mediante las imágenes exuberantes de la abundancia y el confort. El quinto miembro de la familia, el televisor, les conduce a un universo inalcanzable para ellos. Así se construye un adolescente desarraigado, que vive entre varios mundos inaccesibles.

La fascinante película de Bong Joon-ho Parásitos, presenta otro infante radicalmente desarraigado, Da-song. Este caso es completamente diferente. Esta película me ha conmovido y ha interpelado a mi imaginación. No dejo de pensar en la sugestiva utopía de los pobres devenidos en expertos para los ricos. Ki-woo y Ki-jung, los hijos de la familia pobre, son personajes esplendorosos, que simulan experticia. Como afirma Guillermo Rendueles, los gerentes y terapeutas son los nuevos brujos de la tribu, revestidos de ornamentos tecnológicos y de máscaras técnicas.  La terapia que inventa Ki-jung me ha fascinado. Una familia pobre ejerciendo sobre una rica la relación más autoritaria e inhabilitante que existe en el presente: la experticia.

Pero no cabe duda de que el personaje central es Da-song, el hijo del acaudalado señor Park. Este es un infante sometido a un encierro doméstico que tiene como objetivo protegerlo del mundo. Vive recluido en su casa-palacio, rodeado de todos los lujos imaginables, en donde es vigilado, estimulado y convertido en depositario de unos afectos que se sitúan en la frontera de lo patológico. Da-song vive en una jaula de oro aislado radicalmente del mundo. Su figura representa la mistificación de la infancia y del concepto de felicidad, imperante en este tiempo para los acomodados en la abundancia.

La satisfacción total de sus deseos, alcanza un patetismo entrañable en la escena de la tienda de campaña. El niño decide dormir en una tienda de las que utilizaban los indios norteamericanos antes de ser exterminados. Bajo una fuerte tromba de agua se instala en ella y los padres se acomodan en un sofá para vigilarlo. Nadie contraría a Da-song. Cualquier conminación es entendida como una agresión autoritaria. Su mundo es una burbuja en la que se trata de eliminar cualquier idea de sufrimiento o cualquier forma de cuestionamiento de sus deseos.

La escena de la fiesta de cumpleaños es antológica. Todos transformados en indios para cumplir con la imaginación del infante enclaustrado y aislado del mundo, al que solo accede por sus mentores domésticos. Así, ese niño deviene en un monstruo que conoce el sufrimiento ni las limitaciones del mundo real. Así se conforma como un ser necesitado de terapia, objeto de los extravagantes expertos psi que pueblan la contemporaneidad. Da-song es un ser asistido por un dispositivo que trata de ocultarle el mundo existente.

Así se ilustra acerca de uno de los aspectos más singulares del tiempo histórico de la sociedad neoliberal avanzada. Este es el de la compartimentación severa. Los habitantes de los mundos de la abundancia se blindan y se recluyen en un espacio sólidamente cancelado a los demás. De ahí se deriva la consolidación de múltiples fronteras internas. Seguramente, Da-song nunca vivirá una situación abierta en la que tenga que compartir el espacio con gentes de otras clases sociales. Su vida es una sucesión de encierros amables, en los que las necesidades materiales se encuentran excluidas. Así se configura un ser que vive en un mundo distorsionado. Todo termina inevitablemente en la terapia.

Da-song es un sujeto encerrado en su paraíso imaginario, que se puede definir rigurosamente como una perturbación determinada por el exceso. Su mundo resulta de su imaginación y sus relaciones sociales convergen en la adulación. Su posición social se sobrepone a todo. Es un sujeto resultante de la abundancia entendida como un shock inevitable, que le mutila los sentidos. Su imagen del mundo es inevitablemente desfigurada. En este medio es inevitable la presencia de la imbecilidad. Sus padres, los acaudalados señores Park, la representan admirablemente. Especialmente su madre, Yeon-kyu, desempeña este papel mediante la excelencia.

Este es el corrosivo mensaje de Bong Joon-ho, que muestra la superioridad de aquellos que viven estimulados por la privación, y que tienen que habitar en un mundo social compartido con gentes de otra condición. La familia de Ki-tack, que vive en un sótano, se ve impelida a sobrevivir en la áspera superficie habitada por seres sociales plurales. Así se desarrolla su imaginación y sus competencias de adaptación. Estos son los que viven en un medio abierto, que excluye encierros institucionales y de clase, y que interpela a la inteligencia como única forma de prosperar y sobrevivir. Su encierro es solo nocturno en el sótano-vivienda, paliado por el el wifi pirateado.

Seb y Da-song son dos seres sociales del presente que ilustran acerca de los distintos “internados” generados para albergar a la infancia y la adolescencia. 


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