En aquel tiempo, el mundo de los
espejos y el mundo de los hombres no estaban, como ahora, incomunicados. Eran,
además, muy diversos; no coincidían ni los seres ni los colores ni las formas.
Ambos reinos, el especular y el humano, vivían en paz; se entraba y se salía
por los espejos. Una noche, la gente del espejo invadió la Tierra. Su fuerza
era grande, pero al cabo de sangrientas batallas las artes mágicas del
Emperador Amarillo prevalecieron. Éste rechazó a los invasores, los encarceló
en los espejos y les impuso la tarea de repetir, como en una especie de sueño,
todos los actos de los hombres. Los privó de su fuerza y de su figura y los
redujo a simples reflejos serviles. Un día, sin embargo, sacudirán ese letargo
mágico.
El primero que despertará será el pez. En el
fondo del espejo percibiremos una línea muy tenue y el color de esa línea será
un color no parecido a ningún otro. Después, irán despertando las otras formas.
Gradualmente diferirán de nosotros, gradualmente no nos imitarán. Romperán las
barreras de vidrio o de metal y esta vez no serán vencidas. Junto a las
criaturas de los espejos combatirán las criaturas del agua.
Borges. Los
animales de los espejos. El Libro de los Seres Imaginarios.
La sociedad
postmediática ha multiplicado los espejos, convirtiéndolos en una verdadera
invasión de todas las esferas de la vida y la sociedad. En mis paseos por el
centro de Madrid y el Retiro observo fascinado a algunas personas que deambulan
solas y mantienen una relación indisoluble con su móvil-espejo. Se fotografían
en todos los lugares y ensayan sonrisas con pretensión de ser sofisticadas, así
como un catálogo de muecas que les homologuen con las divinidades expuestas a
todas las miradas, desde sus olimpos electrónicos. El viejo dicho de Freud,
“Mirar y hacerse mirar”, deviene en el eje de la vida.
Pero este
progresado pueblo de los espejos, extiende la ubicuidad de estos a todas las
actividades y todos los rincones del sistema. La fotogenia es una competencia
esencial para prosperar en el mundo de la empresa, la ciencia o la política. El
nuevo gobierno que se inaugura mañana mismo, se encuentra definido por una
constelación de imágenes, seleccionadas en los archivos, y en los actos
protocolarios de toma de posesión. En este mundo de espejos múltiples, no pocas
personas valiosas quedan sumidas en un estado de consternación visual, al
contemplar las series de imágenes que los identifican.
Las imágenes
de los espejos terminan por desplazar a los discursos y las acciones, que se
subordinan al nuevo orden visual. La inteligencia y la imaginación se polarizan
en la invención de situaciones en las que las imágenes adquieran un esplendor
inusitado. Así se construye un pueblo, el de los espejos, que sanciona un
sistema social representado en las imágenes. El problema radica en que estas
son inevitablemente polisémicas. Así que los maestros y los docentes de todas
las clases se encuentran sumidos en un estado de perplejidad supremo, que es la
antesala del estado de miedo.
Un orden
social fundado en la apoteosis visual, propia del pueblo de los espejos,
configura una clase dirigente coherente con este. Quizás aquí radica una
explicación acerca de los grandes déficits de inteligencia que la caracteriza
frente a los grandes problemas del tiempo. Estoy en la espera de mañana, para
ser sorprendido por la nueva imaginación de los asesores de imagen en la
creación de un acontecimiento visual que impacte sobre los espectadores
involucrados en los juegos de los espejos.
Entretanto,
me encuentro alarmado por la discordancia encarnada en el nuevo ministro de
universidades, Manuel Castells, en el que su imagen se contrapone a su bagaje
intelectual y profesional. De este modo queda convertido en material apto para
la manipulación grosera en el juego de los espejos, en tanto que su poder
seductor es manifiestamente restringido. Solo es portador de inteligencia sin ornamentos. En
esas condiciones, puede ser percibido muy por debajo de su potencialidad por el
extraño pueblo de los espejos y sus operadores.
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