martes, 31 de diciembre de 2019

SIETE AÑOS DE TRÁNSITOS INTRUSOS. UN SOCIÓLOGO-ORNITÓLOGO


No dejaremos de explorar.
Y el final de la exploración será
 Llegar al punto de partida.
Y conocer el sitio por primera vez.
T.S.ELIOT

Se cumplen siete años desde el comienzo de estos Tránsitos Intrusos. Desde la perspectiva del dispositivo dominante sobre las vidas en el presente, las agencias de evaluación, se trata de un periodo temporal que puede ser denominado como un septenio. Parece pertinente hacer recuento y valoraciones de esta experiencia encerrada ya en esa unidad de tiempo enigmática, que se acoge al misterio del siete. Ciertamente, en estos años han cambiado muchas cosas importantes, tanto en mi vida, como en mi entorno. Algún amigo me ha hecho llegar su recomendación de que es el momento de dejarlo para reemplazarlo por otro proyecto acogido a este guarismo, que abra un nuevo ciclo que se pueda inscribir en ese paquete de tiempo siete.

Cuando escribí la primera entrada en diciembre de 2012, me encontraba inmerso en un tiempo abierto, que abonaba distintos caminos al futuro, tras el acontecimiento del 15 M. En esta situación proliferaban distintos proyectos nuevos, que se proponían la renovación radical de la sórdida sociedad española del régimen del 78 maduro, así como de sus instituciones deterioradas. Este clima social propiciaba una disposición singular de los lectores, que vivían en un medio en el que proliferaban  propuestas definidas por la asignación de un protagonismo indiscutible a un nuevo nosotros. En este ambiente se incrementaban indagaciones y reflexiones que asignaban centralidad a la gente, entendida como un mosaico múltiple y heterogéneo de actores de muy distinta naturaleza.

Viví una situación que presenta similitudes en el tiempo de la transición de los años setenta. Entonces se habló de “la sopa de letras” para designar a los múltiples proyectos políticos nacientes, resultantes de la ebullición política que propició la descomposición del franquismo. En los años siguientes, estos fueron absorbidos por las maquinarias de los partidos dominantes, que restablecieron el orden del monopolio de la voz concentrada en unos pocos actores políticos. Estos devinieron inevitablemente en oligarquías cerradas, en las que se confirma incluso el derecho a la sucesión. Esta concentración política genera una corte mediática y cultural que expropia todas las voces y gobierna mediante la interacción con los distintos grupos de interés. De ahí resulta el régimen del 78.

El estado de expectación política y social en espera de cambios propició el despliegue de un blog como este,  poco convencional y nada encuadrado en los distintos bloques que habitan en las instituciones. En este tiempo, la emergencia de Podemos suscitó muchas esperanzas en algunas personas participantes de las constelaciones sociales difusas que sucedieron al 15 M, entre las cuales me encuentro. Pero muy pronto, las instituciones del deteriorado régimen del 78 recuperaron el control de la situación y absorbieron a los nuevos partidos, que terminaron detentando un grado de oligarquización similar al de los convencionales. El conflicto político fue mediatizado y formateado por la institución central de este tiempo: la televisión.

Las experiencias de heterogeneidad de las candidaturas municipales del cambio, fueron derogadas por la emergencia de varias  docenas de líderes providenciales, que reformularon el cambio según el viejo modelo de lo que en este blog se ha definido como “el zorro”. Un pequeño grupo de libertadores instalados en las instituciones y devenidos en estrellas de la televisión, se reapropian de la responsabilidad del cambio y nos animan a concentrarnos en una nueva pirámide de votantes, seguidores y aplaudidores. La recesión política se hace patente mediante el decrecimiento de iniciativas locales y sectoriales y la adhesión al horizonte de espera que resulta de las expectativas generadas por las puestas en escena de la  videopolítica.

Este ambiente sombrío, define el entorno del blog en los dos últimos años, en los que las energías al cambio se transforman en esperanzas mediatizadas de la serie sin fin de la política televisada y sus huestes de héroes libertadores. De este modo retorna un tiempo de animismo de la izquierda, en el que la creencia de que es posible modificar las condiciones de vida de las poblaciones penalizadas por la reestructuración neoliberal, desde unas instituciones políticas tan deterioradas y lejanas a las personas, se impone como la penúltima ilusión catódica-virtual. En tanto que las instituciones de la individuación absoluta se imponen en todas las esferas, los públicos televisivos celebran las contingencias de la última jugada en la función perenne de la formación de un gobierno cada vez más provisional.

Este es un tiempo que cabe definir, retomando el canónico concepto de Minzberg sobre las organizaciones, como la apoteosis de los ápices estratégicos. En este nivel del gobierno –las cúpulas- se espera que se diriman los reequilibrios entre los intereses sociales. Esta concentración de la política implica la construcción de una pirámide de colaboradores y de beneficiarios. La vuelta a la jerarquía conlleva la reactivación del principio del alineamiento y encuadramiento en todas las esferas, que conforma una maldición eterna de la sociedad española. Todos alineados en torno a la visión de los libertadores. Cualquier matiz o atisbo de diferencia es interpretado como un favor al bloque enemigo.

En estas condiciones, este blog se encuentra en una situación más adversa que en su primera etapa. Mi cosmovisión presenta muchas diferencias con la prevalente entre los héroes libertadores, ubicados en el ápice estratégico iluminado por las cámaras. La principal radica en entender que lo que se entiende como contenido de la política estatal, es desbordado por las instituciones de la gubernamentalidad, que se instalan en un más allá de lo político convencional. Las reformas del presente se ejecutan mediante nuevas instituciones transpolíticas. La universidad es un ejemplo nítido al respecto. Este es un tiempo en el que se agranda el espectro luminoso de Laval y Dardot, especificado en su libro sobre el neoliberalismo.

En este medio adverso seguimos. No es la primera vez que ocurre en mi biografía, en tanto que mi circunstancia me ha forjado, salvo en algún breve período, como un francotirador inclasificable. Las viejas canciones de Jorge Cafrune son elocuentes para autodefinirme “Yo soy pájaro corsario que no conoce el alpiste”, o “Yo nunca tuve tropilla, siempre montao en ajeno”. En un tiempo en el que el alpiste va a crecer al modo del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, mi condición de independiente adquiere riesgos ineludibles. Un profesor de sociología de mi departamento, les decía a los alumnos que mis clases eran originales y sugerentes, pero que tuvieran precaución, en tanto que estaba loco. No subordinar el comportamiento y el pensamiento a los beneficios comunes de las castas, es una señal estigmática de deterioro mental en la sociedad española de antes, de después y de siempre.

El deterioro de las instituciones y la ausencia de un pensamiento crítico en la sociedad española, que se ha producido desde el origen del postfranquismo, y en distintos grados hasta el presente, ha determinado una sectorialización de las gentes que se encuadran en eso que se llama izquierda. Así se construye un refugio confortable sectorial que cumple la función de protección de la cruel intemperie que es lo social global, que es reestructurado por el avance hacia una sociedad neoliberal avanzada. Cada sector construye sus discursos y sus resistencias sin vínculos laterales con los demás. Esta es una de las condiciones del éxito del neoliberalismo.

Desde la perspectiva de este blog se hace patente esta situación. Los públicos lectores se segmentan según el sector. Así, una cosa es la precarización de los médicos, otra la precarización de los profesores e investigadores, y otra la de los distintos contingentes de uberizados. Así se constituye el arquetipo personal del refugiado. Este es una persona que vive y lee el mundo desde las coordenadas del sector en el que se encuentra asentado. Me gusta decir que soy visitante de refugiados. Esta condición se define por una mentalidad arraigada en un medio. En twitter se confirma contundentemente esta maldición de “cada uno en su sitio”. La consecuencia es que lo global se configura como un territorio vaciado, ocupado por las élites políticas, que son valoradas por sus medidas sectoriales por las distintas clases de refugiados. Este es uno de los hándicaps del blog desde su comienzo.

La nueva situación política tiene como efecto el movimiento impetuoso de distintos grupos, que, al modo de los pájaros, buscan espacios confortables en los que abrevar. Este blog pretende ser un punto de observatorio de los movimientos de aves, que van a editar la última versión de la genial película de Pasolini “Pajaritos y pajarracos”. Aves de todas las clases van a poblar el espacio político en los próximos meses. De ahí que el avistamiento de estos movimientos migratorios me configure inevitablemente como un ornitólogo. Me gusta decir que, como sobreviviente de tantas etapas de la sociedad española, he terminado por especializarme en clasificador de pájaros de distintas categorías. Así el título de este texto: un sociólogo ornitólogo.

Por lo demás, el blog tiene unos números que no había imaginado nunca, y que desbordan mis previsiones iniciales con mucho. Me abruma el número de visitantes y la diversidad de procedencias. Muchas gracias a los lectores. Para una persona no encuadrada como yo, y ahora desanclada, en un medio segmentado en distintos campamentos de refugiados, en donde soy percibido inequívocamente como un extranjero, este flujo de visitantes me reconforta. Esta situación no me desubica, en tanto que reclamo mi identidad de especie del desierto, habitante de un medio en el que es difícil la sobrevivencia.

Mientras tanto sigo en Madrid, aunque visito con frecuencia distintas ciudades costeras. Aquí ya he cavado mi laberinto subterráneo de túneles, pasarelas, escondites y puntos de observación. Cuando estoy algún tiempo fuera, regreso ansioso de poner a mi cuerpo en esta jungla urbana. Madrid es un lugar en la que se puede vivir el presente postcolonial. Me fascina viajar en el metro por el sur de la ciudad. La humanidad múltiple aparece ante mis sentidos en su inmediatez. El mercado de trabajo coaccionado se hace presente con todo su esplendor. Siempre me acuerdo de Frantz Fanon y sus condenados de la tierra, que fue el primer libro crítico que leí. En las ciudades del Cantábrico la distorsión es inevitable por minimización de lo postcolonial y la preponderancia de lo local.

En estos días pienso en las poblaciones que protagonizan las incidencias críticas de este tiempo. Ahora resplandecen los de Hong Kong, Chile y los cercanos a las fronteras-muralla. Me gusta situarme en cualquier lugar de la orilla del Mediterráneo y mirar el mar, imaginando el contraste entre los turistas programados y los que protagonizan un viaje fatal huyendo de su infierno local. Allí se puede pensar sobre la diferencia. Siempre termino maldiciendo a los refugiados sectoriales y mascullo con rabia “menos, salud, menos educación, menos bienestar…y más filosofía”. Supongo que se entenderá el sentido de esta reflexión.

Un abrazo a los lectores. Este es el último texto del septenio fenecido. El próximo inaugura el siguiente paquete temporal.










1 comentario:

  1. Bueno seguiremos por aquí a expensas de que la salud nos acompañe otro septenio, me temo que no se diferenciará demasiado del anterior y el caso es que me gustaría que ya que me van quedando (por exceso de cumpleaños) pocos o ninguno se esos septenios, este país dejase de ser un auténtico "muermo revuelto", jajaja, Feliz 2020 Juan.

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