Vadeaba un perro un río llevando en
su hocico un pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó
que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne
mayor que el suyo. Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para
arrebatar el trozo a su compadre. Pero el resultado fue que se quedó sin el
propio y sin el ajeno: éste porque no existía, solo era un reflejo, y el otro,
el verdadero, porque se lo llevó la corriente.
Esopo.
Fábula del perro y el reflejo del río.
La
trayectoria política de Pablo Iglesias denota un viaje paradójico por el tiempo
transcurrido desde su emergencia en la resaca del 15M y la situación actual,
que puede ser calificada como un tiempo de expectativas fantasiosas,
manufacturadas mediáticamente, en un gobierno ineludiblemente débil. La
paradoja que lo sustenta se puede enunciar así: En tanto que desde las
elecciones generales de 2015, Podemos manifiesta un declive incuestionable, la
coyuntura política de extrema fragmentación le sitúa en el umbral de socio
preferente del gobierno.
El declive
partidario de Podemos se expresa en la declinación de su base electoral, en el
decrecimiento de su organización, que se manifiesta en un saldo favorable a las
salidas, así como su debilidad patente en una buena parte de las autonomías, y
la endeblez de sus vínculos con los movimientos sociales menguantes. También en
el estancamiento y fracaso manifiesto de las experiencias municipales sobre las
que pretendía constituir su suelo. Además, el hábitat político en el que se
desenvuelve el partido, experimenta un proceso de desertificación política, que
contrasta con la situación de los primeros tiempos, en los que comparecieron un
conjunto de iniciativas vivas protagonizadas por gentes que tenían la
pretensión de ser actores políticos.
Esta
mutación experimentada desde 2014 hasta el día de hoy, conforma una paradoja.
La debilitación del tejido partidario y de su entorno político-social tiene
como contrapartida su asentamiento en el mundo de la infoesfera política. La
mediatización del acontecer político implica la construcción de un próspero
mercado audiovisual, que concita a un segmento de la audiencia total. En este
mundo virtual se ha afincado Podemos, conquistando una cuota de protagonismo en
el relato del devenir de la política, entendida como un juego incierto entre
los distintos actores que lo protagonizan. En este mundo artificial, tanto el
partido como Pablo Iglesias, acompañado de su inseparable Irene Montero, ha
conquistado un papel de actor principal. Sus vicisitudes son tratadas
profusamente, haciendo énfasis en las pasiones de distinto signo que exhiben
sus amigos y enemigos.
Esta
transformación experimentada por Podemos tiene unas consecuencias sustanciales.
La fuerza partidaria que parecía sustentarse en la potencialidad exhibida por
distintos colectivos, grupos y personas, que manifestaban su voluntad de ser
actores políticos, ha sido diluida, para ser transformada en un conjunto de
espectadores, que viven las efervescencias inducidas por el devenir de los
acontecimientos televisados. A día de hoy el partido que reivindicaba la nueva
política se sustenta en la adhesión de una masa de espectadores/votantes/moléculas
de red social/aspirantes a ser unidades muestrales en los sondeos, así como
otras formas características de la videopolítica imperante.
Desde esta
perspectiva se puede comprender que la apuesta de Iglesias se polarice en la
presencia en el gobierno, en la certeza de que esta multiplicará su presencia
mediática. Se supone que este salto en el mundo de las cámaras y las imágenes,
reportará réditos electorales. Pero este mundo virtual se funda en una lógica
diferente. En tanto que Pablo se
presenta como “ganador” en los denominados debates electorales, el retroceso de
sus votantes es manifiesto. Su proyecto se funda sobre un catálogo de imágenes,
retóricas y gestos espectaculares, programados para su impacto en los
cautivados públicos audiovisuales de consumo del género político. Si se consuma
esta opción, veremos los primeros bebés en la mesa del consejo de ministros y
otras imágenes fantásticas derivadas del talento de los expertos más relevantes
de la era de la videopolítica, como son los asesores de imagen.
Por esta
razón, me parece pertinente interpretar esta situación como la penúltima
versión de la célebre fábula de Esopo, la del perro y el reflejo del río. El
bueno de Pablo suelta su exiguo hueso de los apoyos reales de los actores de la
sociedad, para apostar por el seductor hueso de su hiperpresencia televisiva,
en la que se prodigará en dar buenas noticias para reforzar el encantamiento de
los electores. Los antecedentes de la reedición de esta fábula se encuentran en
su afición a fotografiarse con los participantes de distintas movilizaciones.
Así, estos adquieren un estatuto de visibilidad mediática, con independencia de
los resultados del conflicto. Los casos de Coca-Cola o Amazon son elocuentes. En
la videopolítica lo que importa es lo que se ve, que se sobrepone a lo que
verdaderamente ocurre en sobre el suelo social.
El problema
de esta metamorfosis partidaria es que se pretende realizar cambios que afectan
a los intereses de los poderosos. El desierto político-social, conformado por
la extrema debilidad de los partidos, los movimientos sociales, organizaciones
sindicales y de la sociedad, no parece el hábitat adecuado para modificar el
equilibrio entre los intereses existente. Sustentados en una masa dispersa y
heterogénea, sometida a las intensidades emocionales políticas, inducidas por
las televisiones, las posibilidades de modificar las condiciones existenciales
de los perjudicados por el proyecto neoliberal vigente, son, cuanto menos
exiguas.
Cualquier
medida que perjudique los intereses dominantes, tendrá como respuesta una
escalada efectiva de grandes dimensiones, desde la que no se puede responder
desde el mundo evanescente de la infoesfera política. La masa mediática
congregada por esta no tiene la condición de ser sostenible en el tiempo, ni
acumulable. Así, no puede constituir un sujeto político estable. No, hoy no es
posible la repetición del relato del Zorro-libertador. En estas condiciones,
cualquier proyecto de cambio se encuentra en una situación en la que es inevitablemente
bloqueado por las fuerzas de la resistencia al cambio. Solo una red de sujetos
políticos constituidos en la interacción cara a cara y cuerpo a cuerpo, pude
responder.
En esta
situación es inevitable recordar las palabras de Baudrillard, escritas en los
años setenta, que definen rigurosamente
a la masa mediática resultante de las
distintas transformaciones operadas hasta el presente “Todo el montón confuso de lo social gira en torno a ese referente
esponjoso, a esa realidad opaca y translúcida a la vez, a esa nada: las masas.
Esta bola de cristal de las estadísticas está atravesada por corrientes y
flujos, a imagen de la materia y de los elementos naturales…Aunque puedan estar
magnetizadas, y lo social pueda envolverlas como una electricidad estática, la
mayor parte de las veces hacen tierra o masa precisamente, o sea que absorben
toda la electricidad de lo social y lo político y la neutralizan sin
retorno…Todo las atraviesa, todo las imanta, pero todo se difunde en ellas sin
dejar rastro…Son la inercia, el poder de la inercia, el poder de lo neutro”.
La evolución
de Podemos, ratifica su renuncia de facto a la constitución de un sujeto
político, para desplazarse al papel de gestor de una masa mediática de apoyo.
Esta es equivalente al reflejo en el agua de la fábula de Esopo. No es otra
cosa que una quimera. Pero esta línea, conduce a fabricar un catálogo de
retóricas visuales de impacto, que sustituyan al déficit de los apoyos
sustentados en el suelo social. En un gobierno con un respaldo electoral bajo
mínimos, induce a una inevitable rivalidad semiológica con Pedro Sánchez, que
también basa su acción en un conjunto de actos cuyo sentido es su impacto
mediático. Mi pronóstico es que el conflicto, antes o después, es irremediable.
Lo positivo
es que van a alimentar narrativas propias de reality show del auténtico, así
como la consolidación de nuevas categorías de expertos psi. El probable
conflicto mediatizado relanza una disciplina subordinada hasta hoy: la
psicología política. Así las tertulias pueden reforzar sus contenidos, con la
aportación de los expertos psi. No excluyo incluso, ver a algún psicoanalista
de ocasión haciendo interpretaciones de la rivalidad entre Pedro, Pablo y sus
discípulos más cercanos. El abrazo partido
ha sido el primer episodio de esta serie.
Cuando imagino como pueden ser las personas que hay debajo de los personajes públicos que no conozco personalmente, Pablo Iglesias siempre me recuerda a Felipe González.
ResponderEliminarSí existe algún parecido. A mí me gusta encuadrarlo en un tipo personal de "predispuestos para la metamorfosis política"
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