En el orden de la dominación todavía
había lugar para el trabajo histórico de lo negativo. La desaparición de lo
negativo inaugura la era de la hegemonía. Desde entonces, en este imperio virtual
del bien, en esta positividad total, en esta realidad integral, el pensamiento
crítico ya no puede subvertir el sistema desde dentro. Es el fin de las
contradicciones, de las relaciones de fuerza: el fin de la violencia
revolucionaria. Tras la disolución de la negatividad en el corazón del sistema,
más bien habría que hablar de colusión, de consenso, de circuito integrado de
la globalidad. Pero -justamente a causa de este exceso de positividad-, también
ha llegado la hora de la agonía del poder. En el momento de su realización
definitiva, el sistema se vuelve incapaz
de superarse – Aufhebung como consecución- e inicia un proceso de disolución
–Aufhebung como liquidación-. Así, un proceso catastrófico ocupa el lugar del
trabajo de lo negativo. El sistema entra en una estrategia fatal de desarrollo
y de crecimiento, se muestra incapaz de impedir la realización de su destino,
sus implacables mecanismos de reproducción lo abocan a una suerte de
autodestrucción. Cabría decir se se autocanibaliza. De esta suerte, mientras la
negatividad se disuelve en el corazón del sistema, el poder provoca su propia
caída una vez concluida su realización y un inmenso trabajo de duelo sustituye
al trabajo de lo negativo.
Jean
Baudrillard. La agonía del poder.
Estas
lúcidas palabras de Baudrillard ilustran el fondo de la cuestión de la crisis
climática global, agitada estos días por los avatares de la extraña cumbre que
se celebra en Madrid. Esta concita la presencia de múltiples gentes que
enfrentan la cuestión de la catástrofe climática y realizan propuestas para su
reversión. Pero esta reunión deviene en un escaparate de la impotencia
ecológica y política manifiesta, en tanto que las proposiciones que se formulan
carecen de viabilidad, puesto que son ajenas a la lógica del sistema
tecnológico-productivo, que representa un modelo específico de relación con el
territorio, suscitando así una oposición de grandes proporciones, encabezada
por los poderes globales. La escasa factibilidad de las directrices emanadas de
este foro, se camuflan en un halo de bondad y positividad, muy propio de esta
época.
En este
inmenso abismo ecológico emerge la figura de Greta Thumberg, que reúne en su
persona las fascinaciones mediatizadas propias del presente, que la configuran
como una portadora de idolatrías de la era de la videosfera. En coherencia con
este tiempo, sus propuestas representan un diagnóstico certero de la crisis
ecológica global. Pero, el problema radica en que diluye las responsabilidades
de la situación catastrófica entre todo el género humano, atribuyendo un poder
irreal a las autoridades estatales, liberando así, tanto a los verdaderos
decisores, como a la lógica del sistema productivo, que nos convierte a todos
en irremediables cómplices como participantes en una norma de consumo.
Las ingenuas
propuestas de Greta eliminan de facto la noción de sistema, que es una
instancia congruente con sus múltiples beneficiarios, ubicados en distintos
niveles. Una vez suprimida este concepto, apela a la conciencia de cada cual,
conformando así un piadoso mensaje con 0% de negatividad. Este es
reinterpretado desde las coordenadas del pensamiento positivo, que lo libera de
cualquier idea de confrontación. En este sentido me recuerda a las viejas
películas de Marisol de mi infancia, en los que una niña pobre buena
conquistaba el corazón hermético de los poderosos movilizando su bondad y su
gracia.
De este modo
contribuye a la conversión del ecologismo en un sermón bonachón, desprovisto de
tensiones y de adversarios. Este queda convertido en una reprimenda amable, que
es susceptible de múltiples interpretaciones. Así que el mismísimo alcalde
Martínez-Almeida, aprovecha estas ambigüedades para vender la entelequia del
“Madrid Green”. Pienso en las gentes de Ecologistas en Acción que han vivido y
viven múltiples episodios sórdidos de conflictos ecológicos en los que se
evidencian los intereses bastardos, y en los que lo común queda subordinado
violentamente a lo particular. El fantasma del crecimiento desbocado y sus
beneficiarios, se cierne sobre los activistas ecologistas ubicados sobre el
suelo.
En cualquier
caso, valoro mucho a las personas como Greta que rompen con la congelación de
lo político y lo social en esta época de hiperconformismo destructivo.
Simpatizo con quienes emergen en el espacio público diciendo “no” al orden
instituido, asumiendo las consecuencias de su comportamiento en un medio
anestesiado. Las carencias de los
movimientos sociales y de las instituciones se hacen patentes frente a los
problemas. Así se configura un proceso fatal en el que las soluciones
enunciadas por estos tienden a acrecentar su impotencia, cronificándose como
problemas que suscitan una actividad de dispositivos expertos que se instalan
en las organizaciones internacionales, promoviendo proyectos fantasmales que no
se cumplen.
De este modo,
la eficacia cero de los nuevos expertos en medio ambiente, que se desplazan de
cumbre en cumbre como si estuvieran condenados a un devenir eterno, es aliviada
por su impacto mediático. Para los mediua es un tema sustancioso que presentan
en formato de sermón audiovisual y narración heroica de sus protagonistas. Así,
Greta es convertida en un icono y su discurso es despiezado en múltiples
titulares y frases de impacto. También sus gestos, que la privilegian como una
superdotada de la videosfera. Su mirada a Trump o sus puestas en escena la
elevan a la cima del olimpo televisivo, minimizando los significados de sus
mensajes. El espectáculo de la corte de devotos y expertos pillastres que la
acompañaba a la manifestación de Madrid fue apoteósico, constituyendo una
imagen certera del deterioro del logos en la era de la videosfera. Desde el
viaje del pueblo hebreo tras Moisés no se conocía un carisma semejante.
En este sentido, en el caso de la catástrofe
climática, me parece pertinente un concepto fértil de Ignacio Ellacuría, el filósofo
y teólogo rector de la universidad de El Salvador asesinado en 1989. Este es
“el mal común”. Se trata de un efecto fatal asociado al modo de operar del
sistema, que denomina como civilización
del capital, que tiene consecuencias negativas en todos los órdenes. Este
término expresa la contraposición entre la negatividad de la realidad,
determinada por la vigente estructuración de la realidad histórica, y la
realidad de lo que tendría que ser desde la perspectiva del interés común.
Ellacuría lo define como un mal que va adquiriendo formas concretas históricas
que afectan a todo el cuerpo social, apoderándose de toda la vida de las personas.
En el
discurso de Ellacuría, el mal común no estriba en las decisiones de autoridades
o en la conciencia individual de las personas, sino que se trata de una
negatividad encarnada en las estructuras sociales, que termina por condenar a
una gran parte de las poblaciones. Este
es un proceso histórico específico, que tiene sus raíces en las ideas, las
instituciones, el modo de producción y las relaciones sociales determinadas por
el mismo. Se manifiesta en un estado de deprivación de distintas categorías de
las poblaciones, no solo definido por la carencia económica, sino que esta es
trascendida por otras carencias inmateriales.
El mal común
implica la centralidad de una fuerza configuradora y organizadora de los
procesos económicos, políticos, sociales y culturales. Esta se asienta en las
corporaciones globales, las nuevas instituciones de la gobernabilidad y los
grupos mediáticos globales. Este entramado es quien protagoniza la presión
sobre los estados nacionales, para cumplir con los programas elaborados por
estos, y que responden a sus intereses. La situación global es el resultado de
la actuación de este complejo de poder global. Las organizaciones
internacionales se inscriben en este orden global.
El efecto
principal de este concepto de Ellacuría, es la desaparición gradual de la
solidaridad, así como del concepto de humanidad. Los múltiples episodios
dramáticos que tienen lugar en el presente, resultan del modo de operar del
entramado global de poder que ampara el mal común. La ciudadanía es una condición
disuelta por la explosión del consumo y la mediatización. El mal común es un
orden social que moldea las relaciones sociales, y, por ende, a las personas
mismas, generando una dinámica inevitablemente deshumanizadora.
Esta
conceptualización permite construir una perspectiva más realista con respecto
al medio ambiente y la crisis climática. Este es un ámbito en el que se evidencia la
radical crisis de la inteligencia, la preponderancia de intereses oscuros y la
falsificación de las instituciones. Se trata de un espacio privilegiado que
testimonia el colapso científico y ético de las instituciones de producción de
conocimiento. De ahí resulta un estado de neutralización de las mentes, que en
muchos casos adquiere la condición de imbecilidad inducida. La falsificación,
la ocultación y la simulación tienen efectos fatales. Pero todas estas se
subordinan a la gran trivialización acerca de este tema que ponen en escena los
medios audiovisuales. En estos días he podido ver cosas patéticas que acreditan
la premonición de Baudrillard que abre este texto.
Pero, el
aspecto más pernicioso radica en que la supremacía de los nuevos expertos
fragmenta la realidad. La crisis climática no es independiente de las guerras
regionales, de la escalada armamentística, de la persistencia cronificada de
carencias en múltiples lugares del planeta, de la inquietante mutación
antropológica que implica el modelo hegemónico impuesto por el complejo global,
así como otras cuestiones críticas. No nos podemos “concienciar” acerca del
peligro del planeta tierra haciendo abstracción de las guerras, genocidios,
hambrunas y otros episodios que afectan a las poblaciones. Se trata de adquirir
una conciencia crítica imposible de escindir. En este aspecto, la posición de
Greta es mucho más endeble que la de Ignacio Ellacuría.
2 comentarios:
Hola Irigoyen!
Te escribe Alva. No sé si te acuerdas de mi pero fui alumna suya en su último año de docencia junto con José Angulo, el cántabro. Le sigo en su blog y me hace muy feliz ver cómo sigue activo y deleitándonos con su visión sociológica.
Un abrazo enorme desde Granada!
Hola Alva
Me acuerdo perfectamente de ti y de tu talento. Tu trabajo para la asignatura permanece en mi memoria. Desde mi perspectiva actual de librepensador sin ataduras, temo que te esculpan como a una aspirante a hacer carrera en esa extraña fábrica de méritos y simulaciones. He leído el tfg de Jose recientemente. Os recuerdo a los dos y a tu maravilloso perro como gentes resistentes a renunciar a la autonomía personal y al desarrollo de la inteligencia. Saber que lees el blog me reconforta muchísimo.
Un abrazo macroscópico desde los madriles
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