En estos
días de ruido mediático se activa mi memoria y me invade la sensación de haber
vivido anteriormente la situación en la que me encuentro. Esta es la razón por
la que se incrementan mis necesidades de distanciarme y ausentarme. Uno de los
lugares simbólicos que ha influido más en mi persona es la Francia de los años
sesenta. En aquél tiempo, esta era un referente mitológico. Leía autores
franceses, escuchaba músicas de este país, veía sus películas fascinantes y admiraba a sus artistas. Los Pirineos eran
simbolizados como una barrera formidable que separaba a dos mundos antagónicos.
En los años
de la transición política, entendía esta como un acercamiento a la legendaria
Francia. Pero pronto comencé a apercibir que las diferencias iban mucho más
allá de la coyuntura histórica especificada en el binomio franquismo-
democracia. Mi posicionamiento crítico con respecto al régimen del 78, se
encuentra relacionado con la constatación de la persistencia inmutable de los
Pirineos. Recuerdo que, en los años ochenta, me conmovió la escueta y corta
vida del excelente periódico Liberación,
que fue promovido según el modelo de del Libération
francés, con la presencia de mi admirado Andrés Sorel, una de las voces de la
semiextinta intelligentsia crítica
española. Una sociedad democrática que no puede sostener un periódico crítico
denota un síntoma fatal de precariedad política e intelectual. Entonces
comprendí que tenía que retroceder mucho más atrás para comprender las
diferencias entre los mundos que separan los Pirineos.
En los
últimos años de profesor, regresé al viejo cine de la nouvelle vague francesa. Las películas de Truffaut, Renais, Godard
o Malle, me hicieron disfrutar mucho. Llegué a ser un activista en favor de
“Los cuatrocientos golpes”, una película antológica. En este tiempo, el ascenso
del neoliberalismo ha generado nuevas analogías entre ambas sociedades,
contribuyendo a la minimización de los Pirineos. Pero, a pesar de esta
convergencia determinada por la dinámica del capitalismo global, persisten las
diferencias que se remontan más allá de la misma revolución francesa.
La crisis
del régimen en España ha destapado las miserias soterradas por las retóricas
del postfranquismo. Cuando algún amigo me refuta esta idea, sacando a flote las
desventuras francesas, derivadas de la combinación letal de la postmodernidad,
el postfordismo y la sociedad postmediática, le respondo utilizando un
argumento contundente. Este se refiere a la población francesa que vive en
coherencia con la vieja Ilustración. Mi estimación, a ojo de buen cubero, es de
cinco o seis millones. Esta población sustenta muchos proyectos políticos,
sociales y culturales, constituyendo un confortable guetto ilustrado. En
España, no solo la cantidad de población dotada es significativamente menor,
sino que se concentra en su gran mayoría en unas pocas ciudades.
La llegada
de los erasmus estimuló mi curiosidad por escrutar a los franceses. Mi
decepción era mayúscula cuando no sabían quiénes eran Barthes, Débord u otros autores de este rango. Muchos
de ellos tampoco conocían a los sociólogos postfordistas o de la sociología
clínica, de los que yo me nutría desde hacía muchos años. La máquina neoliberal
de homologación detenta una eficacia inquietante. Francia, al igual que la
vieja Europa, ha iniciado un camino que activa sucesivas alarmas. La recesión
de la educación es un indicador elocuente.
De ahí que
mi evasión provisional de hoy sea hacia mi memoria musical, en la que los
Pirineos adquirían una majestuosidad determinante. La música de Leo Ferré me
cautivó durante años. Hoy me da un poco de vergüenza presentarla aquí, en tanto
que suscita el desdén de muchos jóvenes, lo cual indica la profundidad de la
mutación estética que ha operado desde los años sesenta.
En esta excursión no puede faltar Georges Moustaki
https://www.youtube.com/watch?v=R0WbDTusbhk&t=49s
Otro clásico de la época "Les feuillees mortes"
Termino retornando a una versión francesa de Yves Montand del clásico Bella Ciao
Hasta aquí llega mi nostalgia de esta mañana de otoño en Madrid
Gracias Juan por compartir tu nostágico viaje.
ResponderEliminarQueen razón tienes en el artículo. Y la música maravillosa. Una pena como tu dices " la mutación estética" e intelectual que padecemos. Gracias por el artículo.
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