En estos
días, en los que la convergencia entre el otoño y las inminentes elecciones supone
un impacto considerable sobre el estado de ánimo de muchos de los médicos y
enfermeras de atención primaria, parece necesaria una mirada desde cierta
distancia, en tanto que ambos acontecimientos remiten a una manifiesta
reducción de la luminosidad. Algunos portavoces de las corrientes críticas de
este nivel de asistencia, se lamentan por la reducción a mínimos de la cuestión
sanitaria en los programas, así como en las actividades comunicativas de la
campaña, que se desplaza a los formatos de la videopolítica, simplificando los
contenidos programáticos de una forma aterradora.
Ciertamente,
la atención primaria alcanza en período electoral la plenitud del estado de
denegación, en tanto que se encuentra ausente -total y completamente ausente- de los discursos políticos. Solo comparece escoltando
a la palabra hospitales, siendo reducida a unos estereotipos gruesos y unos dígitos
que remiten al reparto del gasto. La privación discursiva de la atención
primaria la configura como una cuestión de segundo orden, que los gestores del hipotético
nuevo gobierno resolverán mediante la rutina de un asunto secundario que afecta
a uno de los grupos de interés: los profesionales. En el momento del encuentro cara a cara, harán pronunciamientos
ensalzando su importancia. También en las celebraciones o los acontecimientos
litúrgicos en los que comparecen como autoridades en actos profesionales o
sociales.
El problema
de la atención primaria radica en la memoria que conservan de ella los
contingentes profesionales de los primeros años de la reforma, que han
trasmitido en las actividades docentes a las siguientes generaciones. Las
reformas sanitarias posteriores a la de los años ochenta, neutralizan y vacían
a esta, reduciéndola a una red inscrita en la órbita de los hospitales. Este
proceso radical de revisión, se realiza de modo eminentemente ágrafo, en tanto
que los argumentos a favor de las decisiones que la restringen y limitan, no se
enuncian públicamente. En este sentido forma parte de la nueva generación de
reformas que ocultan sus verdaderos objetivos.
El resultado
de los procesos en marcha de la penúltima reforma neoliberal del sector público
sanitario, es el desplazamiento de los saberes y los métodos de la atención
primaria salubrista, hacia la periferia del sistema asistencial. En este
sentido, se puede hablar en rigor de que las prácticas asistenciales devienen
en una experiencia confinada y en unos saberes ignorados y marginalizados. En
el reciente libro de Enrique Gavilán, algunos episodios respaldan inequívocamente
esta interpretación. De ahí el malestar profundo vivido por los profesionales
encerrados en el sótano de su experiencia, y a quien los gestores de la reforma
no intentan siquiera persuadir. Se supone que las medidas de restricción
acumulativa del día a día son suficientes para hacerles desistir de sus
proyectos. Asignarles cada jornada una cantidad de consultantes desmesurada,
erosiona todas sus actividades y su misma profesionalidad. En este sentido se
puede afirmar que la reforma neoliberal tiene un componente sádico manifiesto.
Pero,
volviendo al escenario electoral, se evidencia que las voces que conforman la
inteligencia profesional de la atención primaria no encuentran interlocutor
adecuado, ni en los partidos, ni en su majestad los medios. Así se genera una
decepción corrosiva, en tanto que en el horizonte no aparece ningún indicio
razonable de revisión de las políticas liquidadoras de la misma, convirtiéndola
en un subsector análogo al de la vieja medicina ambulatoria anterior a la
reforma de los ochenta. La soledad de los portavoces profesionales es patente.
Nadie entra en sus problematizaciones y cualquier cuestión suscitada
tangencialmente es contestada mediante una promesa vacía que apela a un futuro más
que improbable.
Es evidente
que la democracia española es muy frágil. Los partidos políticos, sin excepción
alguna, son muy endebles. Han sido convertidos en maquinarias de competición
electoral y en contenedores de candidatos a ocupar espacios del estado,
relativamente menguante en este tiempo. Se evidencia su incapacidad de ir más
allá de algunos preceptos generales, sin adentrarse en las profundidades
específicas de cada sector. En este sentido, no van más allá de relacionar
cualquier cuestión que se suscite con el presupuesto. Así devienen en máquinas
de convertir en dígitos cualquier realidad compleja. Ciertamente, cada partido
tiene sus expertos sectoriales, que encubren su incapacidad de abordar cuestiones
sectoriales complejas, cumpliendo la función de bomberos que apagan las brasas
de los malestares. Pero estos no asumen la función de ser interlocutores. Los
partidos no conversan con los profesionales.
Esta
situación de déficit democrático, no es específicamente española, sino que
remite a los escenarios nacidos de la globalización, que trascienden al
estado-nación. En síntesis, se puede afirmar que la globalización ha
configurado un nuevo poder global, que se ubica por encima del nivel estatal, y
que se incardina en un espacio gris en el que convergen grandes corporaciones,
entidades financieras, grupos de comunicación y organizaciones internacionales,
todas ellas globales. Este núcleo irradiador funciona mediante la creación de
una red de nuevas organizaciones tecnocráticas que amparan a los nuevos
expertos en gobernabilidad. Estas producen el conocimiento que converge en un
proyecto global que representa los grandes intereses de las corporaciones.
Esta red de
nuevas organizaciones, compuesta por agencias múltiples de distinto signo,
fundaciones, universidades sostenidas por corporaciones industriales, foros, escuelas
de gestión, revistas especializadas, así como otras diversas formas, desempeña
la misión de producir los conocimientos que amparan las políticas públicas que
los estados deben implementar. Este formidable conglomerado de agentes conforma
un verdadero partido político hegemónico. Algunos lo denominan como “partido
transversal”. Este reúne las características propias de una divinidad. No tiene
existencia material, pero es ubicuo, emana directrices específicas y se encarna
en distintos actores, para adaptarse a diferentes contextos nacionales. Además,
sus propuestas son investidas por un consenso técnico, de modo que quien se
sitúe en el margen de estas recibe una descalificación integral e intensa.
El partido
transversal es la gran creación de la época. Se sobrepone a los partidos
políticos, a las universidades, a todas las organizaciones de la sociedad
civil. Su eficacia es incontestable. De este modo tutela a las viejas
democracias representativas y les hurta procesos de deliberación esenciales.
Cualquier cuestión tiene que pensarse y hablarse desde el interior del campo
cognitivo fijado por el partido transversal. Aquello que es posible, tiene que
ser compatible con los supuestos establecidos por esta deidad incorpórea, que
se encarna en un contingente de directivos, tecnócratas, gerentes, expertos,
periodistas, líderes audiovisuales, gentes de la cultura y otras categorías,
que adquieren la naturaleza de una nueva casta sacerdotal del partido
transversal omnipresente.
El partido
transversal entiende la salud como un factor que estimula a un inmenso mercado
de consumo inmaterial. Este representa una proporción creciente del conjunto
del mercado, y, por ende, de lo que se entiende como prosperidad, que es
convertida en la divisa de la época. Este gigantesco mercado desborda los
viejos sistemas de atención sanitaria de la extinta época del estado de
bienestar. La salud, entendida como bien de consumo, requiere de múltiples
dispositivos de estimulación al mismo, que rebosa la asistencia médica
tradicional. Así se constituye una contraposición entre la dinámica de este
mercado y la atención primaria convencional, que representa una medicalización
contenida, frente a la medicalización desbocada que requiere la dinámica de
este mercado.
Pero el
factor más relevante que conforma el desencuentro entre la vieja atención
primaria y el mercado desbocado de la salud, radica en la definición del
paciente/usuario/consumidor. Esta propone un sujeto anclado en un espacio que
contiene un sistema de relaciones estables. La longitudinalidad de la atención
es el núcleo de su proyecto. El mercado infinito propone un arquetipo personal
radicalmente asimétrico con este. Se trata de un sujeto flotante, definido por
sus movilidades, desanclado territorialmente, y cuya red de relaciones se hace
y deshace continuamente en el curso de su vida. La movilidad es la clave para
configurarlo como recurso humano, consumidor acreditado, sujeto dispuesto para
el crédito, así como sujeto apto para la conducción psi de su vida.
Así, la
atención primaria es considerada como una antigualla, válida para poblaciones
ancladas en espacios definidos por sus desventajas. A los grandes contingentes
de consumidores acreditados, se les ofrece una gama de asistencias cada vez más
amplia, en la que las fantasías de la telemedicina ocupan un lugar simbólico
primordial. Esta representa la desmaterialización, que es el componente más
importante de este mercado. De ahí resultan las coherencias de las políticas
presupuestarias imperantes en los últimos tiempos, que penalizan severamente a
la atención primaria, desplazándola al área gris de los servicios sociales,
definidos por su carácter compensatorio.
El partido
transversal hereda los métodos de las antiguas iglesias, estados, burocracias y
otras formaciones sociales. Establece una guerra de desgaste para erosionar las
resistencias a su proyecto y administra su avance amparado en la calma. La
consumación de sus reformas requiere tiempo, hasta que las resistencias se
reduzcan a niveles que pueda gestionar. Las pensiones públicas, que comparten
con la atención primaria su estatuto de incompatibilidad con el partido
transversal, experimentan ahora la última forma de desgaste de las
resistencias: la mochila austríaca. Estas son las claves ocultas de este
tiempo.
La atención
primaria, en su formulación original de estrategia para la salud colectiva, así
como las sucesivas versiones determinadas por distintas revisiones, se
encuentra sentenciada por el partido transversal. La forma convencional de
oponerse a éste, se ha manifestado escasamente eficaz. Pero, desde mi
perspectiva, sí es posible oponerse a sus dictámenes con una eficacia
creciente. Pero es necesario inventar formas de resistencia nuevas, que tengan
el mismo rango de consistencia que este proyecto de poder tan innovador y sutil.
No se pueden descartar acontecimientos que catalicen la convergencia de las
resistencias y cristalicen en nuevas formas de oposición política. El futuro
nunca se encuentra definitivamente cerrado ni escrito.
Volviendo a
la cotidianeidad electoral, me gusta jugar a adivinar las relaciones de los
actores políticos con el partido transversal, porque este sí que es unitario,
aunque no monolítico, amparando distintos tonos, voces y matices. Es la nueva
versión de “tres personas distintas, pero un solo Dios verdadero”.
Interesante reflexión, que me suscita las siguientes anotaciones.
ResponderEliminarLa atención primaria es políticamente invisible. Para los políticos es una cuestión de tercer orden, o algo inexistente, salvo como teórica barrera de contención del gasto sanitario. Y solo interesa a los medios como noticia amarillista. Entendida como “nuevo modelo”, convivió —y todavía sigue conviviendo— malamente con el “viejo” o tradicional. Sus protagonistas fueron pasando de la ilusión inicial a la sobrecarga asistencial progresiva, del afán de entrega total al único y legítimo deseo de sobrevivir.
Desgraciadamente, la medicalización nunca ha estado contenida, ni con los “medicamentazos”, ni con la presión sobre los prescriptores, ni con los tímidos mensajes a la población. Siempre estuvo desbocada. Hay contradicciones en la financiación de fármacos e inducción al consumismo sanitario desde la propia administración. La cultura de la demanda de medicamentos (al libre albedrío, como en un mercado), singularidad hispana merecedora de estudio por la sociología de la salud, pone el resto para alcanzar el caos medicamentoso.
No sé si hace falta un libro blanco de la atención primaria, pero creo que es preciso una reconversión urgente o, sin más, imitar algún modelo foráneo que sea más racional. Nuestro modelo ya ha tocado fondo hace mucho, se ha quedado obsoleto (es al fin y al cabo una antigualla), y no vale permanecer brazos de cruzados.
Es cuanto se me ocurre en estos momentos. Un saludo.
Gracias por la reflexión. Coincido en general, aunque pienso que no son los políticos quienes tienen el timón de las reformas. Estas se diseñan y se impulsan desde "el partido transversal", una instancia opaca, global, con rostro técnocrático-económico. Los políticos son una instancia atrapada entre los imperativos de las instituciones globales y el electorado. Ellos tienen que curtirse en el arte de lo posible de aplicar estas reformas.
ResponderEliminarDe acuerdo con el caos farmacéutico, que en España es una verdadera religión animista. Me impresiona todavía pasear por zonas urbanas degradadas y contemplar en medio del declive de los edificios el esplendor de la farmacia, que sobresale sobre todo en el paisaje urbano.
Saludos