viernes, 25 de octubre de 2019

CHILE EN EL DÍA DE LA EXHUMACIÓN DE FRANCO


Las imágenes de la revuelta político-social que tiene lugar en Chile son elocuentes. Evidencian los efectos crecientes de la tendencia dualizadora en la estructura social, que desborda las instituciones políticas, y al estado neoliberal en particular. Del avance de la dualización se derivan cuantiosos sectores sociales no representados, o débilmente representados en el orden institucional. El resultado es la conformación de unas tensiones que terminan por estallar, produciéndose un conflicto abierto en las calles, en tanto que las instituciones no contienen ni las voces ni los intereses de los infrarrepresentados.

Aún a pesar de los déficits de las instituciones políticas, constituidas tras la dictadura de Pinochet, y que arrastran varias hipotecas de gran envergadura, en la sociedad civil, muchas organizaciones adoptan posiciones críticas con respecto a las actuaciones del poder político, pronunciándose a favor de la movilización, que comparece como el principal mecanismo de defensa de los marginados en las decisiones gubernamentales.  Los procesos de elaboración de políticas públicas se realizan bajo los cánones impuestos del entramado de nuevas instituciones globales de la gobernabilidad, que amparan a los expertos que sustentan soluciones que privilegian los intereses de los sectores sociales hegemónicos.

Me llaman poderosamente la atención los pronunciamientos públicos del colegio médico, que apoya la movilización inequívoca y públicamente, fusionando las demandas específicas del sector salud con las generales de los afectados por la semiexclusión de las políticas públicas privatizadoras. También la defensa, más allá de sus propias condiciones laborales, de las instituciones de asistencia sanitaria, atropelladas por la secuencia de decisiones gubernamentales referenciadas en el conocimiento emanado de la business class global, que los condena a su red asistencial a la condición de subsidiaria. Los dos videos son esclarecedores.




En España se vive una situación diferente, pero, en términos de procesos de la estructura social y el estado postbienestar, presentan algunos rasgos comunes. Pero la diferencia es abismal en cuanto a las organizaciones de la sociedad civil, y las profesionales en particular. Aquí sería insólito un pronunciamiento a favor de una movilización general. Las movilizaciones sectoriales del sector salud, tienen lugar en nombre de los intereses profesionales tangibles, minimizando el problema de la desinversión creciente en el sistema público. Los médicos y las enfermeras actúan estrictamente en el plano sectorial, desentendiéndose totalmente del entorno político y social.

Me parece pertinente remover esta cuestión, precisamente el día de la exhumación de Franco, para certificar que, efectivamente, todo se encontraba atado y bien atado, tal y como aseguró el dictador antes de su muerte. La transición política alumbró unas instituciones articuladas en torno a la constitución del 78, que sustituyó a las leyes fundamentales. Pero las nuevas instituciones se encuadraron en aquello que se denominó como “el consenso”, que implicaba una renuncia al conflicto como recurso para reestablecer equilibrios entre los distintos intereses sociales. El resultado es que los actores políticos, sociales e institucionales, recurren en exclusiva a las instituciones representativas para resolver las descompensaciones entre los intereses divergentes. De esta forma, los intereses fuertes, que se cimentan en las actuaciones de las corporaciones industriales y financieras, así como en los cuerpos de élite del estado, predominan sin oposición alguna en el territorio abrupto del nuevo estado.

La única alternativa para los intereses débiles, es la movilización y la convergencia entre las mismas. Pero La movilización social es puesta en una peculiar cuarentena. Esta tiene fijados unos límites precisos, que radican en lo estrictamente sectorial y reivindicativo. No existe ningún mecanismo de contestación a las políticas públicas generales. El precepto sagrado del consenso, implica una aceptación de facto de las soluciones avaladas por los expertos referenciados en la business class global. Cuando algún sector afectado replica las directrices estatales, es remitido al parlamento o sus clones autonómicos, que carecen de la capacidad de ser verdaderamente plurales.

La glorificación de esta forma de entender el consenso sacramental, implica otro efecto perverso de gran envergadura. Se trata de la petrificación de la constitución y las leyes. Cualquier propuesta de cambio que tope con este obstáculo es neutralizada contundentemente. La clase política y mediática se uniformiza en torno a la inmutabilidad de las normas imperantes. Tras un período de convulsión, que se corresponde a la entrada de Podemos en el parlamento, las aguas han vuelto a su cauce y las instituciones se cierran ante los problemas derivados de las mutaciones que se producen en la estructura social, que generan tensiones que terminan por expresarse en las calles.

En las movilizaciones se producen inevitablemente incidentes críticos, que denotan la exclusión política de algunos sectores sociales. Pero estos son interpretados por los medios como indeseables, sin atender a sus causas. Si se analiza cualquier movilización desde la perspectiva político-mediática, comparece inevitablemente una condena inequívoca del conflicto. Así se favorece la presentación de los conflictos a través de sus efectos indeseables, haciendo omisión de los factores que los producen. En una sociedad que relega progresivamente a muchos sectores sociales, la acumulación de tensión es inevitable.

Precisamente, en estos días, se ha podido contemplar el bochornoso espectáculo de la ocultación de las grandes movilizaciones derivadas del conflicto catalán, siendo sustituidas por la emisión del espectáculo de la violencia callejera subsidiaria. Horas y horas de emisión morbosa, con el protagonismo creciente de expertos en seguridad –algunos con cara de malos, al estilo de los psiquiatras mediáticos que comentan los crímenes-. De esta suplantación de la realidad resulta un relato que favorece el miedo como factor de consenso, en tanto que los encapuchados constituyen la imagen perfecta del enemigo oculto. 

Termino regresando a Chile. El video que presento sería imposible en España. Imagino los comentarios de las televisiones españolas si tuviera lugar una movilización análoga aquí. Las cámaras buscarían los episodios que pudieran ser calificados como disturbios, para desvanecerse el análisis del conflicto en términos políticos, económicos y sociológicos. Siempre ha ocurrido en las huelgas generales, que han terminado magnificando algún incidente. De ahí el valor de las palabras de Mirna Schindler. Escuchándola me he preguntado si sería posible importar gente de esta categoría ética y profesional. Como los médicos del colegio médico.


Un fuerte y cálido abrazo para todos los chilenos infrarrepresentados. Y una advertencia a los españoles bloqueados y confundidos por la información que reciben procedente del complejo político del consenso: No pocas piezas de la forma de gobierno de Franco, continúan muy vivas. Una de ellas es la consideración de que el consenso se encuentra por encima de la satisfacción de los intereses de las partes. No, eso no es democracia, sino todo lo contrario.

Añado este video que sintetiza la voz de los infrarepresentados

 

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