Las imágenes
de la revuelta político-social que tiene lugar en Chile son elocuentes.
Evidencian los efectos crecientes de la tendencia dualizadora en la estructura
social, que desborda las instituciones políticas, y al estado neoliberal en
particular. Del avance de la dualización se derivan cuantiosos sectores
sociales no representados, o débilmente representados en el orden
institucional. El resultado es la conformación de unas tensiones que terminan
por estallar, produciéndose un conflicto abierto en las calles, en tanto que
las instituciones no contienen ni las voces ni los intereses de los infrarrepresentados.
Aún a pesar
de los déficits de las instituciones políticas, constituidas tras la dictadura
de Pinochet, y que arrastran varias hipotecas de gran envergadura, en la
sociedad civil, muchas organizaciones adoptan posiciones críticas con respecto
a las actuaciones del poder político, pronunciándose a favor de la movilización,
que comparece como el principal mecanismo de defensa de los marginados en las
decisiones gubernamentales. Los procesos
de elaboración de políticas públicas se realizan bajo los cánones impuestos del
entramado de nuevas instituciones globales de la gobernabilidad, que amparan a
los expertos que sustentan soluciones que privilegian los intereses de los
sectores sociales hegemónicos.
Me llaman
poderosamente la atención los pronunciamientos públicos del colegio médico, que
apoya la movilización inequívoca y públicamente, fusionando las demandas específicas
del sector salud con las generales de los afectados por la semiexclusión de las
políticas públicas privatizadoras. También la defensa, más allá de sus propias
condiciones laborales, de las instituciones de asistencia sanitaria,
atropelladas por la secuencia de decisiones gubernamentales referenciadas en el
conocimiento emanado de la business class global, que los condena a su red
asistencial a la condición de subsidiaria. Los dos videos son esclarecedores.
En España se
vive una situación diferente, pero, en términos de procesos de la estructura
social y el estado postbienestar, presentan algunos rasgos comunes. Pero la
diferencia es abismal en cuanto a las organizaciones de la sociedad civil, y
las profesionales en particular. Aquí sería insólito un pronunciamiento a favor
de una movilización general. Las movilizaciones sectoriales del sector salud,
tienen lugar en nombre de los intereses profesionales tangibles, minimizando el
problema de la desinversión creciente en el sistema público. Los médicos y las
enfermeras actúan estrictamente en el plano sectorial, desentendiéndose
totalmente del entorno político y social.
Me parece
pertinente remover esta cuestión, precisamente el día de la exhumación de
Franco, para certificar que, efectivamente, todo se encontraba atado y bien
atado, tal y como aseguró el dictador antes de su muerte. La transición
política alumbró unas instituciones articuladas en torno a la constitución del
78, que sustituyó a las leyes fundamentales. Pero las nuevas instituciones se
encuadraron en aquello que se denominó como “el consenso”, que implicaba una
renuncia al conflicto como recurso para reestablecer equilibrios entre los
distintos intereses sociales. El resultado es que los actores políticos,
sociales e institucionales, recurren en exclusiva a las instituciones
representativas para resolver las descompensaciones entre los intereses
divergentes. De esta forma, los intereses fuertes, que se cimentan en las actuaciones
de las corporaciones industriales y financieras, así como en los cuerpos de
élite del estado, predominan sin oposición alguna en el territorio abrupto del
nuevo estado.
La única
alternativa para los intereses débiles, es la movilización y la convergencia
entre las mismas. Pero La movilización social es puesta en una peculiar
cuarentena. Esta tiene fijados unos límites precisos, que radican en lo estrictamente
sectorial y reivindicativo. No existe ningún mecanismo de contestación a las
políticas públicas generales. El precepto sagrado del consenso, implica una
aceptación de facto de las soluciones avaladas por los expertos referenciados
en la business class global. Cuando algún sector afectado replica las
directrices estatales, es remitido al parlamento o sus clones autonómicos, que
carecen de la capacidad de ser verdaderamente plurales.
La
glorificación de esta forma de entender el consenso sacramental, implica otro
efecto perverso de gran envergadura. Se trata de la petrificación de la
constitución y las leyes. Cualquier propuesta de cambio que tope con este
obstáculo es neutralizada contundentemente. La clase política y mediática se
uniformiza en torno a la inmutabilidad de las normas imperantes. Tras un
período de convulsión, que se corresponde a la entrada de Podemos en el
parlamento, las aguas han vuelto a su cauce y las instituciones se cierran ante
los problemas derivados de las mutaciones que se producen en la estructura
social, que generan tensiones que terminan por expresarse en las calles.
En las
movilizaciones se producen inevitablemente incidentes críticos, que denotan la
exclusión política de algunos sectores sociales. Pero estos son interpretados
por los medios como indeseables, sin atender a sus causas. Si se analiza
cualquier movilización desde la perspectiva político-mediática, comparece
inevitablemente una condena inequívoca del conflicto. Así se favorece la
presentación de los conflictos a través de sus efectos indeseables, haciendo
omisión de los factores que los producen. En una sociedad que relega
progresivamente a muchos sectores sociales, la acumulación de tensión es
inevitable.
Precisamente,
en estos días, se ha podido contemplar el bochornoso espectáculo de la
ocultación de las grandes movilizaciones derivadas del conflicto catalán,
siendo sustituidas por la emisión del espectáculo de la violencia callejera
subsidiaria. Horas y horas de emisión morbosa, con el protagonismo creciente de
expertos en seguridad –algunos con cara de malos, al estilo de los psiquiatras
mediáticos que comentan los crímenes-. De esta suplantación de la realidad
resulta un relato que favorece el miedo como factor de consenso, en tanto que los
encapuchados constituyen la imagen perfecta del enemigo oculto.
Termino
regresando a Chile. El video que presento sería imposible en España. Imagino
los comentarios de las televisiones españolas si tuviera lugar una movilización
análoga aquí. Las cámaras buscarían los episodios que pudieran ser calificados
como disturbios, para desvanecerse el análisis del conflicto en términos
políticos, económicos y sociológicos. Siempre ha ocurrido en las huelgas
generales, que han terminado magnificando algún incidente. De ahí el valor de
las palabras de Mirna Schindler. Escuchándola me he preguntado si sería posible
importar gente de esta categoría ética y profesional. Como los médicos del
colegio médico.
Un fuerte y cálido
abrazo para todos los chilenos infrarrepresentados. Y una advertencia a los
españoles bloqueados y confundidos por la información que reciben procedente
del complejo político del consenso: No pocas piezas de la forma de gobierno de
Franco, continúan muy vivas. Una de ellas es la consideración de que el
consenso se encuentra por encima de la satisfacción de los intereses de las
partes. No, eso no es democracia, sino todo lo contrario.
Añado este video que sintetiza la voz de los infrarepresentados
Añado este video que sintetiza la voz de los infrarepresentados
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