Este video
tiene un valor inestimable para mí. Es el comienzo de la película de Elia Kazan
“Viva Zapata”. La escena representa una relación de poder que trasciende el
contexto histórico en el que se produce. Representa la inevitabilidad de la rebelión,
cuando las estructuras de poder cierran todos los caminos a los intereses de
una clase social. En el caso de que esta no se produzca, la situación empeora
gradualmente para los afectados. El bloqueo de sus intereses se perpetúa y la
ausencia de soluciones efectivas genera una situación patológica, caracterizada
por la generación de distintas tensiones que no se expresan explícitamente.
Este video lo
he utilizado para abrir la clase de Sociología de los Movimientos Sociales en
la gran mayoría de las ediciones que tuvo lugar, antes de su desaparición
definitiva como consecuencia del nuevo y flamante Plan de Estudios. La
elocuencia de la escena es manifiesta. Un grupo de campesinos comparece ante el
presidente para manifestar la expropiación de facto de sus tierras. Este les
recibe amablemente, poniendo en escena una relación cordial paternalista. Pero
el diálogo que se produce es antológico. El presidente reconoce el problema,
pero les recomienda una actuación, a sabiendas de que carece de cualquier viabilidad.
Les remite a la instancia más inmovilista del sistema de poder: los tribunales.
Cuando es interpelado por Zapata, modifica drásticamente el tono, señalando al
replicante.
Esta
secuencia muestra inequívocamente una cuestión esencial. Se trata de la
ocultación de la naturaleza de las estructuras y las instituciones, que
favorece unos intereses en contra de otros. De ahí resulta el mensaje a los
afectados, que no es otro que el de aceptar la situación y esculpir su
conformidad. Para ello ayuda inestimablemente mantener unas dosis altas de fe y
esperanza. Seguir el camino marcado por este conjunto integrado de
instituciones, significa inexorablemente congelar la situación. La consecuencia
de esta aceptación de “la realidad” implica la autodestrucción política gradual
de los perjudicados. Su voz es vaciada integralmente, tal y como muestra tan
elocuentemente esta escena.
La única
alternativa posible es la rebelión. Esta puede adoptar múltiples formas, pero
en todas ellas se encuentra presente un factor común. Rebelarse es no aceptar
subjetivamente la situación ni los discursos que la respaldan. También
comprender que cualquier orden social es esencialmente un equilibrio construido
por los actores y sus intereses. Este equilibrio siempre es abierto, es decir,
susceptible de ser modificado mediante la intervención de cualesquiera de sus
componentes. Rebelarse, entonces, es una disposición interna que se funda en la
afirmación de que es necesaria y posible una alternativa al orden instituido.
Zapata
representa, precisamente, el arquetipo dela rebelión. Su historia de un viaje
complejo hacia el poder y de su retorno a la rebelión, trasciende el contexto
histórico de México de principio de siglo XX. Así, deviene en símbolo
permanente de la misma. En la clase de movimientos sociales, se establecía un
vínculo entre la rebelión de los campesinos en la revolución mexicana, y el
aciago devenir de los intereses no representados en las instituciones políticas
de la España del siglo XXI. Su exclusión de las instituciones de poder,
generaba distintos conflictos sociales que terminaban por ser sofocados por los
aparatos institucionales de esta época, que han modificado sus máscaras y sus
formas, pero que mantienen incólumes sus rasgos básicos.
En las
sociedades avanzadas del siglo XXI,
el ejercicio del poder se ha modificado sustantivamente. Las falsas soluciones
que se proponen, análogas a las de los campesinos de Morelos, se encuentran
respaldadas ahora por formidables maquinarias expertas e factorías
iconográficas. La realidad es falsificada de modo más eficaz, y el poder
adquiere una forma más benigna. Ahora, en las campañas electorales los
candidatos se fotografían con los paisanos y se prodigan como besadores de
todas las gentes posibles. Pero, los intereses no representados se perpetúan y
experimentan un deterioro manifiesto e impúdico.
Los
precarizados, los inmigrantes, la mayor parte de los jóvenes, los inquilinos
forzosos, los hipotecados y endeudados, los vecinos de las zonas urbanas
deterioradas, los estudiantes eternos en tránsito entre distintos ciclos
educativos para alcanzar la categoría final de aspirante a la rotación y la
condición de becario, así como otras categorías sociales del conglomerado
resultante de la descomposición de la antigua clase obrera industrial. Todos
ellos simultanean la condición de no representados de facto en las decisiones
políticas, con una expropiación de los discursos acerca de su condición,
realizada por los dispositivos expertos que se conforman en torno al nuevo
poder.
En esta situación,
el espíritu rebelde decae manifiestamente, siendo sustituido por una aceptación
de la situación y de su destino intervenido por la concertación entre los
falsos representantes en las instituciones políticas, los expertos
expropiadores y los profesionales de la comunicación que tejen las narrativas.
Así, las tensiones asociadas a la naturaleza de la exclusión política, producen
conflictos esporádicos que son reabsorbidos por las maquinarias
institucionales. Tras estos, se produce una vuelta a la vida personal caracterizada
por la combinación entre una infinita capacidad de adaptación y el arte de la
fuga de la realidad social.
En estas
condiciones, la rebelión deviene en la única forma pragmática de defensa de los
intereses sociales devaluados. Rebelarse, no es adoptar un comportamiento
violento, irracional y teatralizado. Por
el contrario, tiene como requisito, en un sistema en el que el poder es tan
sofisticado, de estar a la altura del mismo. Implica la firme convicción de que
los intereses degradados solo pueden ser defendidos mediante cambios en el
orden institucional. De lo contrario, no existe solución. Rebelarse, entonces,
es introducir en el ecosistema de comunicaciones, una alternativa que
fundamente el crecimiento de un contrapoder efectivo. Con otras formas que
Zapata en su tiempo, pero con la misma determinación. Ahora lo que se requiere
es la suma de la voluntad de modificar este sistema tan inquietantemente
injusto, con una inteligencia colectiva acreditada. Por esta razón, hoy más que
nunca ¡Viva Zapata¡
La visión
del video ha activado mis recuerdos de las clases de entonces. Recuerdo en
especial las sesiones en las que intervenían activistas de distintos
movimientos sociales. También en una ocasión en la que los estudiantes se rebelaron y decidieron hacer la puesta en común de trabajos en el hall de la facultad, que era el espacio más adecuado para estar en círculo. Me pregunto irónicamente acerca de las competencias que
se podían adquirir en estas sesiones. Mi respuesta es: competencias en el arte
de rebelarse, adquiridas precisamente en la institución especializada en la
neutralización de pensar, decir y hacer. Recuerdo la rebelión más importante que tuvo lugar en esta asignatura. Los estudiantes decidieron hacer la puesta en común en el hall de la facultad, que era el mejor espacio para estar en círculo. La respuesta del decanato fue inmediata y conminatoria. En una conversación con una autoridad académica que me reprochaba mi falta de autoridad, le dije que estaba encantado de que me hubieran desbordado. La perplejidad se instaló en su rostro en una dimensión infinita.
Muchos de los que habéis habitado esas clases recordaréis que imitaba A Marlon Brando-Zapata, poniendo su misma voz, para refutar las falacias múltiples que pueblan la vida contemporánea. Todavía lo sigo haciendo, ahora en privado.
Muchos de los que habéis habitado esas clases recordaréis que imitaba A Marlon Brando-Zapata, poniendo su misma voz, para refutar las falacias múltiples que pueblan la vida contemporánea. Todavía lo sigo haciendo, ahora en privado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario