La lectura
del libro de Enrique, “Cuando ya no puedes más”, me ha suscitado muchas dudas y ha removido
todos mis esquemas. Inevitablemente, durante su lectura he viajado hacia mi
pasado, en tanto que mi desempeño profesional como sociólogo se encuentra
vinculado a la reforma sanitaria que generó la nueva atención primaria en los
años ochenta. Mi tesis doctoral fue el resultado de distintas investigaciones
sobre la misma. Desde entonces, he seguido con mucho interés sus distintas
vicisitudes y etapas. He participado en diversas actividades promovidas por EASP,
SEMFyC, PACAP, SIAP y otros agentes. Mi visión acerca de su desarrollo y
presente, es muy diferente a las distintas versiones oficiales, e incluso con
casi todas las heterodoxas que se producen en este campo.
En estos
años he tenido la oportunidad de conocer personalmente a Enrique Gavilán. Siempre
me he preguntado acerca de su decisión de abandonar su blog, en el que se
manifestaba una inteligencia poco común. Este es un libro imprescindible, en
tanto que alfabetiza discursivamente una crisis difusa que se encuentra
presente entre distintos profesionales, cercados por las maquinarias gerenciales
instaladas sobre la misma, que ejecutan estrictamente los guiones específicos
de la nueva gubernamentalidad neoliberal. De ahí resulta una reestructuración
radical de toda la red asistencial, que modifica sustantivamente todos los
supuestos y sentidos asociados a las reformas sanitarias que la implementaron.
En el texto se sintetiza un sufrimiento compartido por otros profesionales.
La atención
primaria, tras dos décadas de expansión, ha generado grupos profesionales que
detentan unos intereses manifiestos. La última reforma neoliberal muda, que se
viene ejecutando implacablemente desde los años de lo que se denominó como la crisis, afecta directamente a estos
intereses, promoviendo un declive incuestionable de lo que fue considerado como
la estrella de la reforma sanitaria de los noventa. Unos grupos de interés tan
sólidos como los afectados, se encuentran en un estado de adocenamiento
intelectivo acumulativo, de modo que no han sabido reaccionar ante las
políticas públicas que ellos entienden como “recortes”, pero que desbordan
manifiestamente este concepto. Estas reformas implican una reprofesionalización
severa de los afectados.
Aquí estriba
el valor del libro de Enrique, que trasciende a las respuestas que suscita, que
se agotan en un clima de quejas y nostalgias ante la impetuosa secuencia de
acontecimientos que amenazan a la atención primaria, entendida en los términos
de su formulación original. Este es un testimonio en primera persona acerca de
los efectos de las políticas sanitarias del nuevo estado post-bienestar, en sus
distintas versiones, algunas de las cuales nos faltan por ver todavía. Estas
penalizan a distintas poblaciones, entre ellas a las rurales. Desde el enclave
de un pueblo, el libro desvela los mecanismos de la gradual retirada del
estado, que imprime a los servicios permanentes que presta, una naturaleza
inequívocamente asistencialista, que le asemeja a cualquier ONG. La elocuencia
del texto es, en algunos episodios, estremecedora.
Por esta
razón, mi lectura privilegia la indefensión política de los médicos ante el
dispositivo sanitario que avanza sin obstáculos hacia una dualización estricta de
la asistencia sanitaria. Los profesionales enclavados en las zonas que albergan
a poblaciones en declive, son testigos y víctimas del proceso de
descapitalización de la red asistencial. La estrategia oculta e invisibilizada
de esta reforma, radica en proponer un modelo sofisticado de atención, para,
inmediatamente después, reducir incrementalmente los recursos que lo hacen
factible. Así, el profesional vive una situación de escisión radical entre la
realidad vivida, que determina lo que es posible hacer en un contexto de
carencias crecientes, y la realidad instituida en el modelo de organización
oficial. Este shock, vivido persistentemente, termina por debilitar a los
profesionales, que terminan por autoculpabilizarse y generar pautas de
adaptación que implican un sometimiento acrítico a las conminaciones de la
maquinaria gerencial. En el caso de la no aceptación de esta realidad, como es
el caso que nos ocupa, conlleva altos costes personales que desencadenan una
crisis de grandes proporciones.
En distintos
pasajes del texto se explica profusamente este sometimiento, así como las
ventajas derivadas del mismo. El retrato de los médicos consentidores, que
vacían su trabajo para evadirse de los problemas reales, es significativo. En
el caso de mantener los sentidos profesionales, como en el caso del autor, las
defensas personales terminan por desplomarse, conformando una crisis
profesional de gran dimensión, que es la antesala de la crisis personal, que
con tanta lucidez desarrolla en el libro. El problema de Enrique, así como de
otros muchos profesionales, es su negativa al mandato principal derivado de la
gran reestructuración de la atención primaria en curso: este es el imperativo
de desaprender, que se forja como un concepto esencial en este tiempo de
mutación social en el tránsito hacia una sociedad neoliberal avanzada. Lo que
se pide esencialmente es desaprender el oficio de médico. Si tuviera que
subtitular el libro, diría que es la historia de un médico rural que se negó a
desaprender su profesión.
La mayoría
de profesionales críticos de atención primaria, se guían por esquemas mentales
asociados al sistema público que forma parte del viejo estado de bienestar.
Desde estas referencias, se entiende la cadena de decisiones políticas y
gerenciales, como sucesivos errores, dotados de un alto grado de irracionalidad e incoherencia.
Pero, la línea seguida por los distintos gobiernos en la última década,
presenta coherencias consistentes con la dirección de las transformaciones en
curso. La atención sanitaria, es considerada principalmente, como integrante de
un gran mercado expansivo. Este precepto se contrapone con la idea de
universalidad, que se subordina a otras prioridades. Asimismo, abre la puerta a
una asistencia rigurosamente dualizada, en la que se conforman gradualmente dos
redes asistenciales radicalmente contrapuestas. Las poblaciones de baja renta y
poder adquisitivo son penalizadas por unos servicios sanitarios inspirados en
la idea del low cost.
El libro
representa un testimonio vivo de una población en franco declive. En distintas
ocasiones describe elocuentemente distintas situaciones que definen sus
condiciones sociales y sus limitaciones. La relación existente entre los
recursos asistenciales menguantes y la población que habita el espacio del
declive, constituyen uno de los puntos fuertes del libro. Los retornados al
pueblo tras su desdichada experiencia urbana, representan la vanguardia en la
producción de un malestar generalizado, en tanto que regresan con su paquete de
expectativas urbanas instalado en sus mentes. El retrato de esta población
superflua para la producción y el consumo, ha suscitado mi atención. En
especial, la naturaleza de sus demandas, que bajo la apariencia de la salud,
esconden situaciones sociales determinadas por la recesión continuada.
En varias
partes, comparece un asunto que no termina de tratar abiertamente. Se trata de
los pacientes exigentes, aquellos que
exhiben sus cartillas como argumento para imponer sus demandas. En algunos
casos, se puede interpretar que están proyectando sobre el profesional las
insuficiencias de todas las políticas públicas. Así, este contingente de
usuarios carga de tensión a las consultas. En los últimos tiempos se producen
comportamientos regidos por la desmesura, que generan una cadena de
microconflictos que erosionan el funcionamiento de los encuentros entre los
profesionales y los pacientes.
Estas
tensiones subrepticias asociadas a las consultas, tienen sus raíces en los
mismos macroprocesos sociales que conforman a los médicos como seres que viven
un mundo escindido. Análogamente, los pacientes son reconfigurados por las
grandes maquinarias mediáticas, expertas, principalmente psi, como seres
sociales que habitan realidades muy lejanas a aquellas que ofrecen y toman como referencia. Vivir en esta situación
de escisión genera tensiones internas que se cronifican inevitablemente. Estas
comparecen en todas las relaciones sociales, haciendo muy compleja la
interacción. Se puede afirmar que manejarse en una consulta en un contexto así,
implica tratar múltiples situaciones que conllevan un alto grado de dificultad.
En la situación de una población rural en declive, el médico se encuentra en
una situación propicia de convertirse en un chivo expiatorio.
La conclusión
más contundente que se puede sacar del libro, es la dificultad extrema, por no
decir imposibilidad, de desempeñar el rol profesional de un médico, tal y como
se encuentra definido por las asociaciones científicas y profesionales. En esas
condicione, ejercer como médico comporta una carga heroica que no puede ser
mantenida ni generalizada. En congruencia con el argumento expuesto hasta aquí,
tampoco se puede esperar que esta situación se modifique sustancialmente desde
la “política chica”, que se practica en instituciones políticas que se subordinan
a los grupos de interés que rigen el mundo. No cabe descartar algún cambio,
pero no del signo del proceso.
Aquí radica
el dilema que suscita el libro. Para los médicos rurales que, como Enrique,
desobedecen el mandato del desaprendizaje integral, es preciso asumir un modelo
asistencial a la baja, que acepte que su eficacia es inevitablemente baja. Pero,
a pesar de los factores adversos, pienso que su presencia es imprescindible
como contrapunto al complejo productor de la mala salud, que resulta de la
adición de las malas condiciones económicas y sociales; la baja motivación; la
mediatización nociva; la acción de las industrias farmacéuticas y de la
alimentación, que colocan sus baratijas; y las administraciones evasoras. El
cuadro de esta situación resulta manifiestamente adverso. Pero la
retirada de este campo favorece al complejo de la mala salud si no encuentra
resistencia alguna. En este contexto es preciso reconstituir un nuevo modelo
asistencial, que puede obtener resultados muy importantes, escritos en minúsculas,
pero que están dotados de un alto valor profesional. Estas actuaciones se
encuentran vinculadas a modelos de atención primaria en medios sociales todavía
más adversos que las poblaciones rurales descartadas que describe Enrique.
El libro
descubre realidades que conforman lo que se ha denominado como “Cuarto Mundo”. En
última instancia narra un viaje a este universo, contemplado desde la
perspectiva del Primer Mundo. Los avatares de un modelo sofisticado de atención
en este medio producen efectos letales en quienes quieran aplicarlo. El primero
es la decepción, tras la que comparece una secuencia de situaciones de crisis
que suceden en escalera. Hacer inteligible esta situación es el prerrequisito para
resistir y mantener un horizonte de esperanza. En este sentido, “Cuando ya no
puedes más” contribuye a ello. Gracias Enrique por abrir este melón.
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