Tras el
carnaval mediático de La Manada, se registran sucesivos episodios de
violaciones grupales, a los que se confiere un espacio privilegiado, tanto en
los medios como en el imaginario colectivo. El resultado es el incremento de un
temor general, en tanto que este acontecimiento no encaja en la narrativa de
progreso instaurada tras el ascenso del feminismo en los últimos años. Estos
eventos son interpretados como fenómenos minoritarios y ajenos a la vida común.
Así se moviliza una conciencia punitiva, que se refuerza con las propuestas de
expandir los recursos en seguridad, intensificando la intervención policial y
penal.
En este
contexto, las violaciones grupales son construidas como casos excepcionales,
protagonizadas por individuos de perfil patológico, que viven más allá de la normalidad de la gran mayoría. De
este modo, son consideradas como un fenómeno exterior a la sociedad. Las
agresiones sexuales se entienden como un fenómeno extraño a la nueva sociedad
que ha experimentado los impactos del feminismo. Esta perspectiva privilegia la
percepción de que, tras las violaciones grupales, se encuentra un peligro
oculto, que es preciso combatir mediante la intensificación de la vigilancia
policial. Las fiestas populares reclaman la presencia de los gendarmes para
neutralizar la acción de los depravados. Se crean instancias de apoyo a las
agredidas y mecanismos de denuncia. El temor al enemigo oculto invade todas las
esferas de la vida.
Pero, este
enfoque carece de veracidad y verosimilitud. Las violaciones grupales no son
acontecimientos aislados, sino la punta del iceberg de las agresiones sexuales
que se encuentran instaladas perennemente en distintas esferas de la vida
cotidiana. Las viejas masculinidades se han replegado por el efecto del ascenso
del feminismo, que ha devenido en pensamiento oficial. Pero, su incomparecencia
en términos de discurso, no significa su desaparición. Por el contrario, viven
agazapados en múltiples espacios de la vida social. Cuando emergen, mediante
las declaraciones de cualquier persona de relevancia pública, son interpelados
por un coro de voces feministas que se moviliza para sancionarlo. Este se
repliega y abandona provisionalmente el espacio público, pero persiste en sus
posiciones propias del machismo convencional, que se ubica con comodidad en el
subsuelo mediático.
Así, se está
configurando una realidad extraña. Por un lado, el feminismo deviene
pensamiento oficial, y se instala en todos los órdenes como idea dominante.
Pero, por otro, persiste el pensamiento y las prácticas machistas, especificadas
en distintas versiones, que circulan por circuitos de comunicación
manifiestamente vivos. Este rehúye la confrontación pública, pero se reproduce
mediante múltiples canales que comunican diversos mundos sociales. Me gusta ver
las películas de Torrente en sesiones de tarde, en las que el numeroso público
reacciona muy significativamente en complicidad con distintos mensajes
machistas, algunos de ellos inequívocamente extremistas.
Pero, el
problema de fondo, radica en que el feminismo ha alcanzado altas cotas de
influencia en la educación, el estado y los media. El envés de estas
conquistas, es que construye un espejismo con respecto a su verdadera
influencia social. El machismo vive confortablemente en distintos ámbitos de la
vida social. La conservación de sus supuestos y sentidos, así como de sus
prácticas, se hace posible mediante su capacidad de replegarse cuando es
interpelado desde instancias oficiales. En un partido de fútbol arbitrado por
una mujer se produce una emergencia de la sociedad machista tradicional, que
muestra sin tapujos su vitalidad, pero que es capaz de disiparse cuando una
incidencia extrema lo hace visible mediáticamente El no-discurso machista, es
una forma de perpetuación dotada de una eficacia incontestable.
La
reconversión de facto del pensamiento feminista en pensamiento oficial, no le
convierte en hegemónico. Su preponderancia es incompleta y su antítesis
machista sobrevive y se reproduce en múltiples instancias sociales. El
feminismo, insertado en el estado y la educación, ha heredado los déficits y
las cegueras de estas. La más importante radica en el papel rector que se
atribuyen a sí mismos en la vida social. Pero, la veracidad de esta aseveración
es más que discutible. El autocentrismo de las estructuras oficiales es
patente. La verdad es que su influencia en la vida es, cuanto menos, manifiestamente declinante.
El problema
de fondo radica en que no existe, tal y como se propone desde el estado, la educación y las piadosas
ciencias sociales, una sola sociedad. En los últimos treinta años, se vienen
configurando varias sociedades, que coexisten entre sí, se superponen y
presentan un sistema complejo de intersecciones y fronteras. Las agresiones
sexuales se producen preferentemente en estos espacios de la vida liberados de
la lógica del estado. La reducción de la sociedad al mundo de las empresas y
las organizaciones formales, tal y como propone el pensamiento oficial, significa
una distorsión muy importante.
Uno de los
libros que más influencia ha ejercido en mí es el de Alain Minc, “La nueva edad
media”. Fue editado en castellano en 1994, por Temas de Hoy. Este ensayo
introduce una visión certera acerca de las consecuencias de la gran
desregulación del capitalismo desde el tiempo de caída de la Unión Soviética y
los países del socialismo real, así como del ascenso de la globalización. Estos
acontecimientos confirman la expansión de las economías ilegales, así como
distintas formas de economía desregulada, que tienen como consecuencia la
creación de distintas microsociedades dentro de la sociedad total.
Estas son
definidas por Minc mediante el término de “sociedad gris”, que apela a los
espacios sociales que no son gobernados por las normas jurídicas prevalentes en
los estados convencionales. En ellas imperan otras formas de gobierno asociadas
a las mafias, fundadas en la ley del más fuerte. Estas sociedades se
multiplican, se diversifican, se interseccionan y se hibridan con la sociedad
oficial, generando una gama de situaciones diversas. Esta ruptura implica la
generación de espacios sociales que remiten al viejo concepto medieval de tierras desconocidas o tierras ignotas.
Se trata de espacios que no pueden ser visibilizados en su integridad, pero sí
percibidos mediante algunas de sus manifestaciones. De ahí se deriva la
expansión de los temores colectivos. Estos se fundan en la percepción de la
existencia de algo extraño y oculto que desborda la capacidad de control por
parte del estado. La corrupción extensiva, infinita y capilarizada ilustra elocuentemente
este concepto.
Sin ánimo de
hacer inventario de la rica variedad de espacios grises, quiero afirmar que las
viejas virilidades, en general, habitan confortablemente
en estos territorios múltiples y heterogéneos. Un enfoque lúcido, innovador y
perspicaz es el de Sayak Valencia, una transfeminista mexicana, que en su libro
“Capitalismo Gore”, desvela la transformación radical del mismo estado
mexicano. Propone un conjunto de categorías que resultan muy fértiles para
comprender las significaciones de las violencias de género, y, en particular,
las agresiones sexuales, especificando los contextos en que se producen.
Una de ellas
es la que se refiere al sujeto endriago.
Este es el ejecutor de las prácticas gore, que sincronizan cuatro lógicas
entrelazadas: la carencia por su posición económicamente marginal; la del
exceso de deseos hiperconsumistas del mercado; la de la frustración por la
imposibilidad de satisfacer esos deseos, y la trivialización y sublimación de
la violencia. Estos representan las exigencias de la masculinidad hegemónica,
combinadas con el culto a la violencia. Frente al argumento de que las
prácticas gore se circunscriben a México o estados fallidos periféricos, la
misma Sayak apunta que estas prácticas se extienden a los territorios
fronterizos y vulnerabilizados de las metrópolis europeas. El caso de La Manada
es paradigmático.
Las
violaciones grupales no son, entonces, una amenaza que procede del exterior de
las sociedades. Por el contrario, se encuentran instaladas en distintas zonas
sociales grises, que se reproducen en los márgenes de las regulaciones
jurídicas estatales. Estos espacios grises albergan microsociedades que remiten
a lo primitivo, en donde la ley del más fuerte no encuentra obstáculos, y en
donde se producen relaciones sociales y solidaridades estables. Minc apunta una
cuestión fundamental. Esta es que los algunos procesos económicos sistémicos
producen nuevas marginaciones. No se trata de los marginados convencionales,
definidos por sus carencias materiales, sino de otras marginaciones de índole sociocultural.
Así se conforma una gama de situaciones en la que se recomponen las viejas
virilidades asociadas explícitamente con formas de violencia.
Estas
sociedades se interseccionan con la sociedad oficial mediante distintas
pasarelas. Pero, principalmente, comparecen en las fiestas. Este es el espacio
sobre el que transita la tangente entre las distintas sociedades. Así, no es de
extrañar que las demandas procedentes de las mujeres soliciten seguridad y
protección en el espacio y el tiempo de la misma. La fiesta, constituye un
espacio social cuya significación va mucho más allá de la tibia y confusa noción de ocio. En una sociedad de
gubernamentalidad neoliberal, predominan los dispositivos disciplinarios que
movilizan a las personas para la competencia en todos los órdenes. La
cotidianeidad es devorada por estos. En este contexto, la fiesta adquiere una
significación nueva. Representa la posibilidad de escapar durante algún tiempo
de los rigores de la acumulación de méritos, no solo laborales.
La fiesta
representa la tangente sobre las que se encuentran los distintos mundos
sociales. Es el espacio de concurrencia de la pluralidad de las sociedades
existentes. En el mismo, los mundos ocultos salen a la superficie y exhiben sus
imaginarios, rituales y prácticas. Así, en este contexto de fugas compartidas,
en el que se produce la simultaneidad de distintas efervescencias, tiene lugar
la comparecencia de las viejas masculinidades. En este sistema de relaciones
sociales, el machismo sale de su cuarentena mediático-educativa. Los cazadoresfurtivos de hembras despliegan sus estrategias en un medio favorable. Las artes cinegéticas privilegian la captura
en grupo.
Los
endriagos de Sayak Valencia se hacen presentes en este espacio. Junto con
ellos, emergen distintas categorías de varones replegados a la intimidad frente
al avance del feminismo en las tierras del estado, la educación y los medios.
Así se configura una extraña forma de resarcimiento, que permite recuperar la
expresión de sus imaginarios. La consecuencia es la multiplicación de una
amplia gama de agresiones sexuales, que se acumulan como un iceberg. En la cima
se ubican las violaciones grupales.
Estas son
las tierras ignotas en las que tienen lugar la mayor parte de las agresiones.
Estos contextos no son reconocidos en su integridad. Desde el feminismo oficial
se apela a la exaltación mística del consentimiento en las relaciones sexuales.
Este se entiende como un contrato racional que se emancipa de cualquier
contexto. Pero, en estas tierras desconocidas, las relaciones sexuales
adquieren una diversidad inusitada. En muchos de estos casos, el consentimiento
es, cuanto menos, difícil de determinar. La gran mayoría del catálogo de
agresiones sexuales, tiene como autores a los próximos inmediatos. En la cima
de este sistema de relaciones y de prácticas se encuentran las violaciones
grupales.
La respuesta
a las violaciones grupales no puede producirse desde la negación de las tierras
extrañas en las que se produce. Exige la capacidad de comprender más allá del
mundo de la educación y el estado. Las propuestas de exaltación de la
intervención policial-judicial, así como la creación de un feminismo punitivo,
carece de cualquier factibilidad. Es preciso pensar las nuevas sociedades que
surgen de la descomposición de la vieja sociedad industrial.
1 comentario:
Una vez más, gracias por su análisis.
Aunque no tiene una relación directa con lo descrito en el mismo, y las consecuencias inmediatas no son tan graves (ah, pero y las futuras?), le envió un titular del diario de mi localidad, Oviedo, donde con la nueva corporación parece que hemos dado un paso hacia la reinstauración del rancio ambiente de La Regenta.
https://www.lne.es/oviedo/2019/08/27/ayuntamiento-asegura-reina-fiestas-dignifica/2520797.html
Un muy cordial saludo.
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