La
televisión es un objeto mágico, en tanto que simultanea su ubicuidad absoluta
con el desconocimiento general acerca de la misma. Su emergencia como medio de
comunicación ha modificado integralmente la sociedad, las instituciones y la
vida, instaurando un nuevo arquetipo personal dominante: el espectador. La
televisión es un medio dotado de una potencialidad extraordinaria, de tal
intensidad, que ha logrado revalidar su centralidad en la galaxia de
comunicación tras la irrupción de internet y las redes sociales. Su relevancia
en la sociedad mediática se reproduce en las siguientes versiones de la
sociedad postmediática.
Las ciencias
sociales han subestimado el impacto formidable de sus efectos sobre todas las
esferas. Con la excepción de algunos autores, entre los que cabe destacar a
Marsall Mc Luhan, la han confinado en la esfera de la comunicación de masas,
sin comprender su formidable salto por encima de las fronteras artificiales que
las disciplinas y los paradigmas han constituido. La televisión es la
generadora de una nueva realidad artificial que modifica radicalmente la
realidad social. Su presencia actúa como un catalizador en los procesos de
crisis de la modernidad. Todas las versiones de la postmodernidad remiten a su
presencia formidable en la vida social, que desplaza a otras instituciones
esenciales, en particular a la educación.
Una de las
esferas sociales que la tele ha reestructurado radicalmente es la política. Los
actores políticos desarrollan sus actividades para comparecer en las pantallas.
Todo se subordina a lo que acontece en este escenario. El proceso de
pantallización de la política se ha intensificado en los últimos años. El
resultado de esta reconversión catódica es la acentuación de los liderazgos; la
reducción de los actores; la selección de los líderes según su potencial
mediático; la adecuación de las actividades a los formatos televisivos, y la
generación de una masa mediática de seguidores-espectadores, que alimenta los
estados de efervescencia catódica inducida por los acontecimientos que
articulan las narrativas televisivas.
Los partidos
han sido radicalmente modificados. Ahora son grupos de contendientes mediáticos
que se apoyan en sus expertos en comunicación política, y que se sustentan en
un sector de tertulianos-comentaristas que defienden sus posiciones. La
organización convencional ha sido
destituida por la televisión. También la militancia, que muestra inequívocamente
su ocaso. Cada cual tiene un capital mediático del que se sirve para maniobrar.
Este es el recurso esencial para conservar posiciones institucionales sólidas o
ampliarlas.
En los últimos
meses se han producido acontecimientos fundantes de la era de la videopolítica,
que han pasado desapercibidos desde las coordenadas analíticas convencionales. La
fragmentación de la derecha y de la izquierda, sigue la pauta de los conflictos
entre actores que disponen de un capital televisivo. En el caso de Podemos,
Carmena o Errejón se deciden a emprender un proyecto fundado es su cuantioso
capital televisivo. Apenas trascienden argumentaciones que sustenten un debate.
Quien posea
un capital televisivo puede emanciparse y apostar por mejorar sus posiciones. Así,
el declive clamoroso de Izquierda Unida que contrasta con el boyante capital
mediático de Garzón. El monopolio audiovisual de Pablo Iglesias/Irene Montero.
Las terribles palabras de este subrayando la ausencia de liderazgos regionales
en su partido. Aquellos que poseen localizaciones en las televisiones, las
tertulias o los programas de la tele, pueden romper con la disciplina del
partido. La crisis de Podemos es paradigmática, lo que se ha roto es el
monopolio mediático de su líder.
Al mismo
tiempo, la televisión redescubre el potencial del mercado audiovisual de la política,
construida mediáticamente según los códigos de las rivalidades de los actores y
las narrativas de sus trayectorias, en la que se suceden vicisitudes, avances y
retrocesos, derrotas y victorias. El caso de Pedro Sánchez es paradigmático.
Este modo específico de construcción audiovisual, cristaliza en un nuevo género
televisivo dotado de una gran potencialidad. Ferreras afirmaba hace unos días
que se puede homologar al mismísimo fútbol. La emergencia de este nuevo mercado
determina que muchas de las estrellas de la galaxia televisiva se desplacen a él.
María Teresa Campos fue pionera. Ahora Ana Rosa Quintana, Susanna Griso y otras
vedettes.
El aspecto más
negativo de la reconversión televisiva de la política es la conversión de los
segmentos politizados de la población en una masa mediática convencional. Esta
se define por su adhesión a sucesivos estados de excitación catódica que se
disuelven inexorablemente con la misma velocidad que su propia aparición. Los operadores
televisivos son quienes ofician esta ceremonia de la confusión. El problema
principal de este mercado audiovisual afecta principalmente a la izquierda. No
existe posibilidad de cambio en este mundo irreal del espectáculo mediático. La
masa mediática carece de cualquier poder de modificación de las realidades.
Tal y como
afirma Byung-Chul Han, el enjambre es la metáfora adecuada para comprender su
impotencia política. Dice “Las olas de
indignación son muy eficientes para movilizar y aglutinar la atención. Pero en
virtud de su carácter fluido y de su volatilidad no son apropiadas para
configurar el discurso público, el espacio público…Crecen súbitamente y se
dispersan con la misma rapidez…La indignación digital no puede cantarse. No es
capaz de acción ni de narración. Más bien, es un estado afectivo que no
desarrolla ninguna fuerza poderosa de acción”. (Pags 21-22).
Desde esta
perspectiva puede explicarse que el partido popular salga vivo de la explosión
de su corrupción intensiva, que es televisada generando un estado de indignación
que termina por disiparse. Esta no ha sido censurada por una sociedad exigente
articulada en sus instituciones, sino por la galaxia mediática audiovisual, en
la que se hacen factibles juegos de simulación, que homologan a gentes como
Eduardo Inda con Ferreras, en una extraña ceremonia de la confusión para el
aturdido espectador. En este bullicio se hace factible la torre de babel
televisiva, en la que cualquier discurso es fragmentado y vaciado.
El poderoso
mercado audiovisual del nuevo género-estrella, la política, que alcanza la
consistencia del fútbol o el corazón, determina la atracción de los
anunciantes, que son el motor económico de la televisión, y, por consiguiente,
el único dios verdadero. La publicidad es la deidad de este mundo congelado del
espectáculo político. Las soflamas de los nuevos comandantes mediáticos de la
izquierda son interrumpidas por los anuncios de las empresas de automóviles,
las farmacéuticas o los de la Mutua. Así se constituye un espectador en estado
de shock intelectivo, que solo puede resolverse por su propio distanciamiento.
El poderoso
mercado audiovisual determina que sus programadores y protagonistas obtengan beneficios
sustanciosos derivados del dinero que generan sus actividades. Este es un
aspecto fundamental. A modo de resumen, sin incluir sus actividades
empresariales y de gestión de sus patrimonios, estos son los ingresos de
algunas de las estrellas:
En el grupo del corazón:
MILA XIMÉNEZ,
180000 euros año por Sálvame y 160000 por El Debate de Gran Hermano Vip.
TOÑI MORENO,
175000 euros año por Hombres, Mujeres y Viceversa.
EMMA GARCÍA,
Un millón de euros año.
JORDI GONZÁLEZ,
2,5 millones euros año.
JORGE JAVIER
VÁZQUEZ, 3,5 millones año.
BELÉN
ESTEBAN; un millón año por Sálvame, más lo que cobra por Sálvame Deluxe.
MARÍA
PATIÑO, 250.000 euros al año.
KIKO HERNÁNDEZ,
250000 euros año por Sálvame. Entre sus actividades está la de Oficiador de
Bodas, por las que cobra 100000 euros año.
PAZ PADILLA,
500000 por Sálvame más 150000 por La que se avecina.
Estrellas especiales
SUSANNA
GRISO, 2 millones año.
ANA ROSA
QUINTANA, 4 millones año.
PABLO MOTOS,
4 millones como presentador. Como productor audiovisual factura 28 millones
euros año.
Las estrellas progresistas
PEPA BUENO, ganaba 250000 año en la tele, ahora en la SER
cobra aún más.
JESÚS VÁZQUEZ,
3,5 millones año
GRAN
WYOMING, 400000 euros año por El Intermedio.
Que cada
cual saque sus propias conclusiones. En mis tiempos de profesor, algún alumno
me comunicó su sentimiento de aflicción por la relación desigual entre mis
ingresos y mis conocimientos. Kiko Rivera, cobraba ya 70000 euros por realizar
un spot publicitario que resolvía en un par de horas. Este hecho evidencia la
verdad profunda de la estructura productiva del capitalismo de consumo,
agravada sustancialmente en España. El espectáculo cumple una función esencial,
el conocimiento, el saber y las capacidades racionales de las personas se
sobreentienden como amenazadoras. Por eso me reafirmo en el título de esta
entrada y me distancio de muchos de los conversos audiovisuales que me rodean
¡Es la
televisión estúpido¡