Agustín
García Calvo representa la grandeza de la inteligencia crítica en las distintas
Españas que he vivido. Su pensamiento trasciende la trivialidad de las visiones
centradas en las formas de estado, para focalizarse en el poder y sus efectos
sobre la vida. Sus textos críticos
siempre me han acompañado y sus libros de la editorial Lucina han ocupado un
lugar de privilegio en mis bibliotecas. Con el paso del tiempo su obra adquiere
mayor trascendencia, en tanto que resalta la acción destructiva del poder, que ahora
adquiere la forma de sentido común neoliberal que se instala en las vidas
desalojando cualquier atisbo de espontaneidad. Cada vez que pienso en el sujeto
programado del presente activo mi vínculo con sus escritos.
García Calvo
fue convertido en todas las épocas en un maldito dotado de un estatuto especial.
Su marginación de los foros académicos y
de las factorías de ideas para los poderes fácticos coexistía con la
publicación de sus escritos críticos en los periódicos más oficialistas. En las
cuatro ocasiones que he presenciado intervenciones suyas en distintas épocas,
bajo el éxito aparente de las adhesiones del público subyacía cierta
desconexión. Esta impresión la he vivido también con otros heterodoxos, algunos
citados en este blog, tales como Jesús Ibáñez, Juan Gérvas, Vicente Manzano, Carlos
Lerena, Guillermo Rendueles y otros. Esta extraña conexión se puede denominar
como “síndrome Chaplin”, en tanto que este fue el primero en el que advertí que
la adhesión masiva a sus películas encubría un distanciamiento entre los
sentidos de este y de los receptores.
Si algo se
puede reseñar de sus escritos de crítica al poder es su originalidad. También
su radicalidad, entendida en los términos estrictos de desvelar aquello que se
ubica por debajo de sus apariencias. Cada textillo es una apoteosis de
inteligencia que desborda las capacidades de muchos de los receptores, que aún
impresionados por su retórica demoledora, se encuentran involucrados en el esquema
referencial del poder, que se funda en la tríada de la asunción del principio
de la realidad, el dominio del futuro sobre el presente y la metafísica del
progreso.
Presento un
artículo editado en El País en 1993 sobre la salud. En este se posiciona en contra
de los chequeos y la explosión de la supuesta prevención, que se funda sobre la
propagación de un temor colectivo formidable producido por el complejo
médico-industrial. El código de este estado de alarma social radica en la preponderancia
de la idea de futuro sobre la del presente, que se subordina a aquél. Esta es
una idea central en García Calvo. A los jóvenes se les adoctrina acerca de la
importancia del futuro con la promesa de que este será esplendoroso, en
detrimento de su presente, que se va dilatando en el tiempo, adquiriendo la
naturaleza de una demora en la que se alimenta la esperanza en la llegada del
porvenir.
La relectura
del artículo del Maestro García Calvo me ha llevado a revisitar un texto de
salud pública extremadamente sólido y clarificador que me ha acompañado durante
años en las clases de sociología de la salud. Este es el de Luis David Castiel
y Carlos Álvarez-Dardet “La salud
persecutoria” publicado en Revista de Saúde Pública, núm 41, vol. 3 en 2007 https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=67240160019 . En este se define como “Salud
persecutoria” a un efecto secundario
producido por la exageración de los riesgos y la idea de dilatación de la vida,
que se sobrepone a la vida misma. La longevidad se constituye en la finalidad
central de todos los dispositivos de poder, desplazando a otros objetivos. Se
confirma así la idea de sobrevivida, como tiempo en el que las personas
devienen en dependientes de los sistemas sanitarios.
La atención
médica desplaza otras finalidades de la vida que adquieren la condición de
subordinadas al mantenimiento del estado de la salud. Así, la senectud deviene
en un estado de cierto vaciamiento de la vida en beneficio de la asistencia sanitaria.
El sujeto asistido por controles médicos permanentes y el consumo de fármacos,
experimenta un vaciamiento acumulativo de su vida diaria, en la que algunas
prácticas de vida son gradualmente subordinadas a los resultados de su estado
de salud definido por los especialistas y sus taxonomías. La morbilidad se
apodera así de la vida en la sociedad medicalizada.
Mis últimos
veinte años han sido los años de la insulina. Soy etiquetado por el sistema
sanitario como un sujeto dependiente de responsabilidad limitada, y mis
terapeutas tienen la pretensión de gobernar mi vida, reduciéndola a los rigores
del tratamiento. En las derivas diabéticas de este blog, cuento la forma en la
que trato de preservar la autonomía en lo que denomino mis reservas de vida, frente
a la intromisión de los especialistas que se fundan en la idea de que este es
un tiempo de sobrevida para mí. Esta disputa se reproduce hasta hoy, en tanto
que preservo mi autonomía y todavía soy lo bastante fuerte para sobreponerme a
la descalificación del sistema sanitario basado en la idea de la sobrevida. En
la construcción de mi autonomía, García Calvo ha desempeñado un papel muy
importante, inspirando mis modelos de resistencia a ser convertido en un cuerpo
subordinado a los avatares de la reproducción de mi historia
clínica.
La
reconfiguración de los sistemas sanitarios basados en la idea de la sobrevida y
la construcción del pueblo dependiente de los salvados por las tecnologías y la
intervención médica, privilegia a los hospitales como recintos sagrados en los
que tiene lugar la salvación de los condenados. Los imaginarios colectivos de
las sociedades medicalizadas vigentes rinden un culto agradecido a estas
instituciones. Pero sus prodigios terapéuticos conforman una población que
experimenta un variado repertorio de sufrimientos en sus largas y dilatadas
trayectorias de sus “sobrevidas”. Este es el envés de las sociedades en las que
la salud se aproxima al mito de lo sobrenatural.
Recuerdo una
conversación con un jefe de servicio de cuidados intensivos en la que afirmaba
que la gran mayoría de los que salían de allí lo hacían en un estado
deplorable. Siempre que escucho los discursos que exaltan la gloria de los
imaginados como salvadores de vidas termino recordando a Bataille. La gloria
siempre se acompaña de una cara oculta ineludible. Esta es la multiplicación de
las gentes necesitadas de cuidados médicos, pero también de otros bienes
relacionales que tienden a ser escasos en las llamadas sociedades del
bienestar. La vejez no puede definirse como la etapa en la que la asistencia
médica desplace a una vida rica en afectos.
Este es el
contexto por el que defiendo la pertinencia del texto del maestro García Calvo,
aunque entiendo que a algunos les puede parecer exagerado. De nuevo el dilema
de Chaplin. Su película de culto para mí “El Chico”, ¿puede ser considerada
como una comedia, tal y como es percibida por la mayoría de los espectadores?
Rotundamente no. Se trata de un drama lúcido y entrañable.
Este es el
texto de García Calvo https://elpais.com/diario/1993/02/12/sociedad/729471612_850215.html
¡No se
chequee usted, hombre! Vida es olvido
¿Para qué va
a andar V. haciéndose más análisis ni radiografías ni ecografías ni mamografías
ni electrocardiogramas ni tomándose la tensión ni midiéndose el colesterol?
Déjese ya de esos jueguecitos, señor, señora. Y, si no ha empezado V. todavía,
¡no empiece!: porque ése sí que es un vicio serio, ni tabaco ni heroína que se
le compare: a la menor, la burocracia profiláctica se le pone en marcha, y si
empieza usted, no acaba; o no acaba hasta que acaba. Vivimos bajo un régimen de
terror, señor, señora; y ese terror de los terroristas con que le horrorizan
los Medios de Formación de Masas no es más que películas para distraerle: el
terror de veras es ése que los mismos Medios le cultivan, el terror de que le
vaya a hacer traición su propio cuerpecito serrano, de que se le insubordine
dentro algún elemento incontrolado que amenace con desbaratarle la constitución
de su Persona, que con tantos trabajos venía usted organizando y sosteniendo.
No Les basta
con procurar por todos los medios que grandes porcentajes de las poblaciones
caigan de hecho corrompidos por cánceres o torozones de corazón o demencias
profundas o gripes o sidas ya puestos al alcance de cualquiera, no: tienen que
conseguir que el resto de las poblaciones (que siguen siendo, ¡por los clavos
de Cristo!, la mayoría, a pesar de todas las promociones) vivan continuamente
acongojados por el miedo del tumor, o de la peste o del alifafe o del reventón,
o sea que no vivan, no sea que, si se les deja vivir tranquilos (y pensar, por
tanto, claramente), vayan a descubrir que el Señor no era necesario.
Bien saben
Ellos que la enfermedad no consiste en otra cosa que en la conciencia del
propio cuerpo; y para eso está la prevención sanitaria y el chequeo periódico y
la profilaxis universal.
Por tanto,
no se deje engañar, señor, señora, ni se meta en la cuenta de sus Estadísticas:
dígase usted que, lo que sea, sonará, y que, mientras le dejen vivir los
dioses, no le hagan los hombres la puñeta.
Y, si le
entra mucho miedo de cuando en cuando, aguánteselo como pueda, que también el
miedo, a fuerza de no hacerle caso, se desgasta; y, por ejemplo, vaya a. verse
con cofrades formales que le hagan hablar de cosas, de otras cosas, o, en
último término, vaya a buscar a esa vieja amante, que está tan convencida de
que es V. un cabrón con pintas (o que es V. una puta redomada, en el caso
inverso), que, a fuerza de gritarle los delitos de su alma, no le deja pensar
en su salud ni por un momento.
Sin duda
no hay salvación
Y no le
venga V. con objeciones baratas a nuestra propuesta: no publicamos este anuncio
para los que están ya condenados a la ocupación del propio cuerpo y que la
conciencia se les haya hecho enfermedad real, sino para usted, señor, señora,
que tiene todavía humor para hojear este robusto Rotativo y hasta leerse el
presente anuncio: es a usted, que puede toda vía tener dudas (sin dudas, no hay
salvación), a quien se le propone no chequearse ni analizarse, olvidarse todo
lo posible de sus mecanismos y dejarse caer en una confianza de que hay una
madre más sabia que nosotros que nos recoge entre los, pliegues de su manto.
Y fíjese
que, por esta gestión, hasta el Estado debería damos algún premio: pues ¿no
andan clamando Ellos por la excesiva afluencia de público demandante de
atenciones sanitarias y recetas de botica, por el abarrotamiento de
ambulatorios y consultas? Pues ¿entonces?: aquí Les proporcionamos un ahorro
incalculable de personal, locales y servicios: ¿no tendrían que apoyarlo y
agradecerlo?
Pues no,
señor, señora: todo eso forma parte de la misma hipocresía con que se mesan los
cabellos y desgarran las vestiduras por las hambrunas de Somalia y las
guerritas de Servocracia, siendo Ellos y sus Medios de Formación los siervos
del Desarrollo, que está necesitando y promoviendo, en Sus márgenes, esas
miserias y banderías.
Lo que Ellos
necesitan de veras es que usted se ocupe y se distraiga: que viva usted en la
continua profilaxis, que viva en el Futuro, que es el reino de Ellos; o sea que
no viva, que no piense, que no sienta.
Así que
usted elige, señor, señora: o dedicarse a la seguridad de su salud o salvación
futura, o abandonarse a lo que sea y dejarse vivir, a ver si, por un descuido,
le dejan todavía.
Cómo entender la vorágine consumista de servicios sanitarios diagnósticos y terapéuticos sin la asumida culpa primigenia que “nos construye” temerosos de la muerte y del control de nuestros impulsos, es decir, temerosos de la vida.
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