La sesión de
constitución del nuevo parlamento andaluz fue un elocuente acontecimiento
mediático que expresa la gran crisis política y psicológica de la izquierda,
con la que concluyen dos ciclos históricos que se ensamblan mutuamente: el
largo período de gobierno del pesoe y el ciclo 15 M, simbolizado por la
emergencia de Podemos como nuevo sujeto político portador de la esperanza de
que los intereses de los perdedores de la gran reestructuración neoliberal se
encuentren representados en las instituciones. Las imágenes de dicha reunión
muestran un catálogo rico y variado de gestos crispados que remiten a un trauma
de gran dimensión, no expresado verbalmente por los actores.
Los
resultados de las elecciones evidencian la reducción de los apoyos en ambos
contendientes en una coyuntura política tan importante. Sin embargo, la
ausencia de autocrítica se constituye en una divisa común. En los dos casos
representan un descalabro en las relaciones con sus respectivas bases sociales.
Pero este evento produce una involución en las cúpulas dirigentes que se
cierran sobre sí mismas, eximiéndose de cualquier responsabilidad y movilizando
los fantasmas del pasado, simbolizados en el retorno del espectro del fascismo,
que en su deteriorado imaginario se produce en una versión única que se
emancipa de los distintos contextos históricos. Una vez identificado el chivo
expiatorio, comparecen las escenificaciones de las liturgias que se
corresponden con tan amenazador espectro maligno, liberándose así del
escrutinio de su acción política y electoral.
El caso del
pesoe remite a un manual de psicología política. Susana se reafirma como
ganadora de las elecciones y se comunica con sus allegados mediante risitas
compartidas y un rico repertorio de gestos de burla, que denotan una regresión
infantil manifiesta, así como la ausencia de una respuesta a su delicada
situación. Esta puesta en escena evidencia que todavía no han aceptado la
pérdida del gobierno, manifestando la vivencia de un estrés postraumático
político químicamente puro. Entre la constelación de sus colaboradores destaca
la figura egregia de Verónica Pérez, una persona que acredita su capacidad de
convertirse en un cliché de la última generación del pesoe andaluz en su fase
de decrepitud. Privada de ser, en sus propias palabras, la autoridad, el
devenir de Verónica anuncia una depresión política que la incapacita en
cualquier tarea de oposición efectiva. El óbito gradual del sistema de
relaciones clientelares que han cultivado durante tantos años, supone un drama
que todavía no están en condiciones de metabolizar.
El caso de
Adelante Andalucía representa una escalada en su propia clausura
organizacional. Los diputados renuncian a cualquier reflexión y construyen una
ensoñación que los ubica en la primera línea de defensa frente al espectro del
fascismo que aterriza en tan democrática institución como un accidente aciago.
En este caso, el trauma adquiere la forma de fatalismo, de modo que se
escenifica un guion de comportamiento heroico frente a un pelotón de
fusilamiento. Así se expulsan los fantasmas de la propia responsabilidad en su incapacidad
de conseguir apoyos en los últimos años. El desplome del pesoe pone de manifiesto
la ineptitud incremental de esta coalición electoral de concitar adhesiones
entre los contingentes de votantes fugados del mismo.
La
trayectoria de Podemos en Andalucía representa un modelo de retroceso
inquietante. Aparecida en la situación de esplendor del post-15M suscitó la
convergencia de distintos grupos de la izquierda desgajados del fracaso
histórico de IU. Pero la efervescencia inicial resultó insuficiente en las
sucesivas elecciones. La única posibilidad era crecer en sus apoyos. Pero el
proceso ha tenido un signo inverso. La dirección nucleada en torno a Teresa
Rodríguez ha actuado en el sentido contrario, fomentando un proceso de
homogeneización que ha penalizado el pluralismo inicial. Los perdedores de las
sucesivas batallas internas han sido desplazados al estilo de esta formación
gobernada por un sistema mayoritario-exterminador. El pacto con IU ha
catalizado este proceso de multiplicación de pequeñas fugas en toda la red
partidaria y sus extensiones sociales.
Porque IU
representa justamente a los sobrevivientes de su gran fracaso político,
evidenciado en la reducción de sus apoyos y su incapacidad de generar un
proceso de revisión de sus propios conceptos y métodos. Su regresión
acumulativa tras los primeros años de esperanza, ha determinado su
configuración como sede de un colectivo de supervivientes dotados de la
capacidad de adaptarse a cualquier contexto adverso, en tanto que su proyecto
político fundacional se ha disipado. De este modo, se ha producido un caso de
desviación de fines manifiesto. Desesperanzados en la tarea de constituir un
proyecto factible han apostado por acceder al gobierno mediante la oportunidad
fundada en la debilidad del pesoe en distintas coyunturas, que los hacía
necesarios como muleta. Las experiencias de gobierno han sido manifiestamente
siniestras, configurándose como un factor determinante en su propia
minimización política y electoral.
La
incapacidad mostrada por Podemos de Andalucía en los últimos años por
configurar una organización abierta a su entorno e inteligente, así como la
invención de metodologías políticas que incrementasen la eficacia de sus
actuaciones, ha determinado que su acción se concentrase en las instituciones
parlamentarias y municipales. De ahí resulta un estancamiento manifiesto, que
se deriva del conflicto cronificado y sórdido con el pesoe. En esta situación,
su pacto con IU ha tenido consecuencias fatales. La aspiración inicial de
construir una mayoría política y la frescura de sus primeros contingentes, han
sido neutralizados por el espíritu de la derrota que aportan los aparachics de
IU, insertados en todas las provincias y dotados de la capacidad de sobrevivir
en contextos convulsos a la selección de candidatos. También de sus métodos de
acción política esclerotizados y verticalistas.
La puesta en
escena dramática en la constitución del nuevo parlamento ilustra esta crisis de
racionalidad. Parece inviable analizar sus actuaciones desde paradigmas
racionalizados. Por eso el recurso al psicoanálisis como medio pertinente para
interpretar sus discursos y sus prácticas. Desde esta perspectiva se puede
considerar que el proyecto político que los sustenta es el resultado de la
combinación de elementos procedentes del derrumbe del proyecto inicial. Su
debilidad los aleja de lo empírico y privilegia la consolidación de un corpus
dogmático de baja definición. Así, su cosmovisión se asemeja a un sueño, en el
que sus componentes adquieren perfiles difusos. Todos los conceptos remiten a
realidades fantasmales que no se encuentran bien definidas.
En este
sistema espectral el capitalismo es ubicado en un infierno que permite la
ocultación de los rasgos constitutivos específicos del capitalismo
postfordista, global y neoliberal. Esta imprecisión determina que todos los
conceptos se referencian en el pasado, en detrimento del presente. Así la clase
trabajadora, las mujeres y todos los conceptos que articulan este imaginario.
De este modo se deteriora la capacidad de distinguir los procesos sociales en
curso, cuyos efectos son reintegrados en el esquema fantasmal inamovible. Este
modo de pensar los ubica en una posición de defensa cerrada del pasado
inmediato, que es justamente el tiempo en el que la gran reestructuración
neoliberal ha avanzado inquietantemente. Los alegóricos fascistas, a los que se
supone recién llegados, son ubicados en el exterior de los procesos políticos
que han reconfigurado el estado y la sociedad, debilitando manifiestamente a
las clases trabajadoras.
Este esquema
referencial caducado tiene consecuencias determinantes sobre la eficacia de la
acción política. La construcción de las categorías homogéneas y universales
constriñe las prácticas políticas a la actuación desde arriba de las cúpulas
que emiten comunicaciones, hacen llamamientos a la acción y comparecen en la
alegre escenificación de las tgelevisiones, que relatan el acontecer en
términos adecuados al pueblo convertido en espectador, en espera de que algún
libertador comparezca en la función. Así se configura lo que me gusta llamar
como “el arte de esperar”, que caracteriza a la izquierda desde mediados del
pasado siglo. La paciencia es el principal activo en la espera de la adhesión
de los cuantiosos contingentes de la clase trabajadora.
El problema
radica en que, cuando un proyecto político no es factible en un horizonte
temporal razonable, el deterioro es inevitable. Aquí radica la crisis de los
partidos comunistas, de IU y ahora de Podemos. Porque ¿cuántos ciclos
electorales son necesarios para abrir una reflexión acerca de los fines, los
métodos y los resultados? Teresa Rodríguez, que suscitó en 2014 esperanzas en
distintos sectores acerca de la factibilidad de construir un proyecto político
viable y anclado en la sociedad andaluza, ha mostrado impúdicamente ahora su
reconversión al proyecto de los maestros de “la espera”. El resultado es su
encierro creciente en el mundo de sus propios seguidores en el proceso de
conversión en una organización tan autorreferencial que pierde su capacidad de
intercambiar con su entorno. Su sustento es la espera a una situación en la que
los fieles serán recompensados por la multiplicación de los cargos públicos.
Porque la
conquista del gobierno de Andalucía por parte de la derecha se ha fundamentado
en su capacidad de movilizar a sus bases y en la destreza de aprovechar la
oportunidad del desamparo de una parte de las poblaciones resultantes de la
desindustrialización, la precarización, la reestructuración del estado del
bienestar y la expansión de las instituciones de la severa individuación. Estas,
huérfanas de representación, afectadas por los temores colectivos crecientes y
convertidas en esperanzadas audiencias, apuestan por cualquier opción que
rebaje su miedo. Los mitologizados fascistas no son otra cosa que el sector más
identitario del partido popular en sinergia con la descomposición de la
sociedad del bienestar. Un factor fundamental de esta radica en la muerte de
los sindicatos, reconvertidos en paradigma de desviación de fines, en tanto que
su propia sobrevivencia se sobrepone al ejercicio de defensa de los
trabajadores.
El
advenimiento del gobierno de la derecha significa la llegada de un proyecto que
complementa y finaliza las reformas iniciadas muchos años atrás por el pesoe,
con la complicidad de IU cuando ha colaborado en el gobierno. Los cuadros políticos
que van a ejecutar las políticas proceden de una constelación de sindicatos y
asociaciones procedentes de la descomposición de los sindicatos de clase. Me
imagino a un contingente de maestros, profesores de todos los niveles,
profesionales sanitarios y otras especies similares que van a ocupar los cargos
directivos en la implementación gradual de las políticas neoliberales cien por
cien.
El cuadro en
que se referencia esta izquierda desplomada, fundamentada en su imaginario
convulso por la emocionalidad de la derrota, implica que la oposición se
articulará en torno a lo simbólico. Se espera la aparición de los demonios que
instauren la privatización de los servicios públicos y la involución con
respecto al feminismo. Los gestos de Teresa y sus compañeros en la sesión de
constitución así lo acreditan. Mi pronóstico personal es manifiestamente
pesimista, en tanto que la derecha no va a encontrar una oposición solvente. Se
puede esperar el incremento de las movilizaciones desesperanzadas, la sordidez
en los conflictos en las instituciones y la movilización de las audiencias
televisivas en el reality político.
La única
esperanza radica en la generación de un proyecto político sólido, la
constitución de una trama organizativa que reconozca y estimule el pluralismo,
la movilización de la inteligencia y la renovación de los actores principales.
Sin estas condiciones todo quedará reducido a la confirmación de los códigos de
acción política de la izquierda en las últimas décadas, que consiste en esperar
que la gente responda al penúltimo llamamiento de las cúpulas que protagonizan
el milagro de encontrarse encerradas en sí mismas y comparecer en las series de
la videopolítica. No, así no. Desde la perspectiva del psicoanálisis la
confirmación de la última versión del porvenir de una ilusión.