Solo necesitamos mirar a nuestro
alrededor para ver que estamos de pie en medio de una montaña de escombros de
aquellos pilares
HANNAH
ARENDT
Las
elecciones autonómicas andaluzas han puesto de manifiesto la crisis de las
instituciones nacidas en el postfranquismo, que se articulan en torno a la
Junta de Andalucía. También las de sus distintos inquilinos durante este largo
período, la izquierda histórica que protagonizó la oposición al franquismo y
después la transición política, así como la nueva izquierda nacida por efecto
de la reestructuración global postfordista y neoliberal, que comenzando en la
década de los ochenta, se hace presente
en las instituciones autonómicas y municipales en el 2014.
La derrota
electoral no ha suscitado ninguna voz discordante ni interpretación crítica en
sus apretadas filas. Tanto el PSOE como Adelante Andalucía comparecen según los
requerimientos de la videopolítica imperante. Líderes acompañados por las
cúpulas, que se ubican en torno a él frente a las cámaras moviendo sus cabezas acompasadamente
para ilustrar sus palabras optimistas. Filmación de las reuniones de los
órganos directivos ubicados en grandes mesas cuadradas, en los que todos se
alinean con el monolitismo sin fisuras, en reuniones cuya información se
sintetiza -en ausencia de diferencias, matices o interpretaciones- en las
imágenes de las sonrisas y los aplausos. Este es el aspecto en el que estas
vetustas élites conectan con la nueva época,
en tanto que sus comportamientos se inscriben en la emergente categoría de
“fan”.
La debacle
electoral pone de manifiesto el ocaso de estas élites, encerradas en su propio
mundo autorreferencial, ajenas a las realidades de los distintos sectores
sociales penalizados por la gran reestructuración, e influidos por los
intercambios con los sectores sociales prósperos, en tanto que huéspedes prolongados
de las instituciones de gobierno. Esta jet
institucional se referencia en el paquete cognitivo politológico que incluye
las encuestas, las tendencias de voto, la selección de contenidos operada en
los medios, las redistribuciones de
escaños y las tácticas electorales. De ahí resulta una cultura politológica de
todo a cien que se fusiona con las viejas ideologías globales que sustentaron
su emergencia histórica. El devenir de los años de gobierno de la Junta, así
como la cultura politológica que emerge de la mediatización, ha transformado a
estas organizaciones políticas en verdaderas castas cerradas y distanciadas de
sus propias bases sociales. La hibridación entre sus identidades históricas y
la cultura de la videopolítica les confiere la condición de una extraña casta hermética, pero que al mismo
tiempo se hace omnipresente en el flujo mediático ante sus bases
convencionales, convertidas ahora en espectadores.
Las
elecciones ponen de manifiesto una crisis simultánea de, al menos, cuatro
castas distintas. A saber: la constelación pesoe nucleada en torno a la Junta y
su haz de organizaciones-satélites; la agrupada en torno a Izquierda Unida,
beneficiaria y administradora de los restos de la gestión institucional o los
excedentes de las políticas inasumibles por el gobierno autonómico; la que
cristaliza en el primer Podemos en 2014, bloqueada por su incapacidad para ejercer una
oposición efectiva y gestionar su pluralismo interno inicial, y la de los
sindicatos, cuyo devenir se inscribe en la noción estricta de derrumbe. Entre
estas cuatro castas existe un conjunto de vínculos e interdependencias muy complejas
que configuran el continente de la izquierda. Entre las grietas de este sistema
de vínculos se asienta una izquierda viva conformada por fragmentos vinculados
a movimientos sociales o sectores profesionales.
Los
resultados de las elecciones denotan la decrepitud de este conglomerado, que se
manifiesta principalmente por su incapacidad de leer las nuevas realidades. Su
acceso al gobierno en distintos grados les confiere un optimismo insostenible,
que se contrapone con la realidad vivida por sus supuestas bases sociales. Así
se cierra el círculo de la decadencia. Las movilizaciones en Granada de
protesta por la reconversión hospitalaria hacían manifiesta la orfandad del
antaño pueblo industrial, devenido tras la desindustrialización en un contingente
de segmentos precarizados, inestables y en distintas situaciones de
dependencia. En una situación continuada de retroceso social de las clases
trabajadoras, las castas de las izquierdas celebran clamorosamente sus eventuales
cuotas en las instituciones representativas, ajenas a los temores colectivos de
los votantes ubicados en posiciones crecientemente inestables.
De esta
escisión resulta la paradoja más relevante del tiempo presente: una parte
sustancial de las clases trabajadoras termina por expresar sus malestares en
movilizaciones ajenas a las izquierdas y otorgando su voto a los emergentes
populismos de derechas. Así, la izquierda se ve privada de su última ratio:
representar efectivamente los intereses de los sectores penalizados por el
capitalismo. En ausencia de este papel, queda reducida a un conjunto de grupos
que obtienen e intercambian mutuamente bienes públicos logrados mediante su presencia privilegiada en
las instituciones políticas. Estos construyen así su propio pueblo con los beneficiarios de sus
intercambios.
La pérdida
del gobierno por parte del pesoe tiene unas consecuencias de gran alcance. El
antecedente municipal es elocuente. Siempre que pierde un gobierno manifiesta
su incapacidad radical de hacer oposición. Esta incompetencia en el ejercicio
de la oposición se funda en su modo de gobierno, basado en la creación de una
vasta malla de vínculos sobre el que se asienta su red clientelar. Las campañas
electorales de Susana Díaz, la Pacheca en este blog, son verdaderamente
elocuentes. En los actos se hacen presentes todos los beneficiarios para
rememorar el vínculo. Pero, una vez perdido el gobierno, los socios se comportan de un modo
radicalmente pragmático en busca de intercambios con los nuevos huéspedes del
poder. El efecto de estas migraciones es el desmoronamiento de todo el edificio
clientelar, que es reemplazado por un árido paisaje estepario.
En la nueva
situación se evidencia que las adhesiones se encontraban basadas en el interés
en ausencia de cualquier rastro ideológico. La deserción de gran parte de los
contingentes de su poblado entorno durante tantos años, genera una inevitable crisis psicológica en el
partido, que tiene efectos paralizantes en la acción política. El
comportamiento desleal se multiplica y muchos de los antaño fieles se desplazan
hacia posiciones generosas con los nuevos ocupantes del gobierno. Recuerdo que
siendo miembro del Consejo Asesor de Salud de Andalucía me llamó la atención
que algunos profesionales vinculados a grupos de interés empresariales se
sintieran cómodos en este foro. Tuve la ocasión de comentarlo privadamente con
uno de ellos y me afirmó contundentemente que él estaba siempre en el lado del
gobierno, y en Andalucía este correspondía al pesoe.
Pero el
aspecto más relevante de las elecciones radica en que las fugas de votantes del
pesoe no son capitalizadas por Adelante Andalucía. Esta coalición pierde una
parte sustantiva de sus votos con respecto a 2014. Las terribles palabras de Teresa Rodríguez ilustran
acerca del imaginario político de la última versión de Podemos. Afirma que nos da igual tener tres diputados más o
menos. Así se emancipa de las decisiones de su propia base en las urnas, en
tanto que cada escaño que pierde se corresponde con cien mil votantes. De este
modo reafirma la cultura política de la vanguardia, en espera de la
identificación de las masas, convertidas en el escenario histórico actual en
espectadores.
La
comparecencia del primer Podemos en 2014, que concitó la convergencia de
distintos sectores de la izquierda sociológica desconectados en los tiempos
anteriores, suscitó grandes esperanzas en una nueva izquierda conectada con las
nuevas sociedades. Se esperaba que las sinergias entre los recién llegados de
distintos mundos políticos fomentase la capacidad de invención de nuevas
prácticas políticas y formas de organización. También que pudiera crear el
conocimiento necesario para definir el trayecto de aquí a allá. El resultado ha sido un fraude monumental. El
conflicto interno entre las tres partes ha mutilado el partido, que ha
experimentado un proceso letal de homogeneización y de encuadramiento en las
formas de acción política de la vieja izquierda comunista. El devenir de
Podemos, significa una remasterización de facto de la tercera internacional. En
las sociedades neoliberales avanzadas del presente esto es una garantía de fracaso por parálisis progresiva.
La fusión
con Izquierda Unida ha reforzado este proceso de congelación. Esta ha
transferido sus imaginarios, sus modos de inteligir y hacer a los
sobrevivientes de la primavera del 2014. Recuerdo las primeras presentaciones
de Podemos en esa fecha, en la que comparecían gentes plurales muy conectadas a
contextos políticos vivos. Componían un cuadro esperanzador, en tanto que
aparecían como portadores de cierta heterogeneidad análoga a las sociedades de
este tiempo. Las intervenciones de Teresa Rodríguez representaban la voz de los
desplazados de los beneficios de la modernización andaluza, ejecutada por el
pesoe con la colaboración de izquierda unida. Podemos aparecía como otra cosa.
Alimentaba la esperanza de recomponer el nuevo conflicto social y responder a
las instituciones individualizantes del mercado infinito.
Pero los
años transcurridos testifican la gran recesión política de Podemos. Su encierro
en el Parlamento protagonizando un conflicto sórdido con Susana Díaz y sus
colaboradores. La impotencia política se hace patente en este tiempo. El
bloqueo de esta organización le lleva a converger con sus antecesores,
Izquierda Unida, carente de un proyecto político solvente, distanciada de las
gentes perjudicadas por la reestructuración neoliberal, desconectada de lo
nuevo emergente, ajena al futuro, y encerrada en el pasado. Así se constituye en un fragmento del régimen
del 78, encerrada en el objetivo de acceder al gobierno como socio, para gozar
de los beneficios de esta posición. En la última ocasión les concedieron su
petición de gestionar la conserjería de infraestructuras, que es el ministerio
sagrado de este orden político.
La ruina
cognitiva se hace patente tras las elecciones y se remite a explicar la
situación resucitando la fantasmagoría del fascismo y el imaginario de los años
treinta. Así convoca a los náufragos múltiples perjudicados por la ausencia de
pensamiento y debate sobre el tiempo presente. El autoritarismo creciente se
instala sobre el soporte de las nuevas instituciones de la gestión, la
psicologización, la medicalización, la mediatización, la explosión del juego y
la constelación del azar, la futbolización…En estos moldes se instala el
autoritarismo del mercado. En este orden las instituciones políticas desempeñan
un papel secundario.
Termino
aludiendo a una de las ironías de la historia. Todo régimen prolongado en el
tiempo, como el que ahora fenece, transfiere sus códigos a su oposición. La
mediocridad acumulativa de los años del pesoe, que culmina con el gobierno de
Susana Díaz, se instala en los protagonistas del relevo. Así, el susanismo, la
última versión cutre del régimen, acompañada por el valderismo –una forma
inocua de oposición- es reemplazado por fuerzas dirigidas por gentes análogas.
Juanma Moreno, sobre el que me he preguntado en este blog acerca de su
verosimilitud, en tanto que parece ser otra cosa que una persona, un algoritmo
construido por los magos de la nueva politología. El bueno de Juanma es el
perfecto retrato del arquetipo de un heredero, que carece de atributos propios.
Es un efecto de sus antecesores y la duda acerca de su competencia para
impulsar un gobierno es más que pertinente. El caso de Marín desborda la
imaginación de cualquier escritor. Es el hombre sin atributos perfecto. Me lo
imagino como un capataz de un gran supermercado controlando a los atribulados empleados
mediante una mezcla de coacción basada en la fuerza y el ejercicio de una
simpatía astuta.
En una viñeta de El Roto una afirmación sintetiza esta situación. Dice "Ideas secas. Peligro de incendio". Esto es exactamente así “Ay,
Andalucía”