El próximo
mes de enero van a ser juzgadas las 14 personas que fueron detenidas en la
manifestación inicial del 15M en Madrid. Les piden 76 años en total por el
delito de manifestarse. Ocho años después del acontecimiento, los tribunales
juzgan a estos activistas en un contexto en el que la estela del mismo se ha
disipado. Así, estos representan los últimos del 15 M, cuyo espíritu declina
tras un breve tiempo de esplendor. Tras este, el espectro del régimen del 78
reaparece más vigoroso que nunca, ahora reforzado por los contingentes de los
nuevos partidos que invocan al mismo.
En el tiempo
transcurrido los cambios propuestos desde las plazas se han bloqueado. La
creación de dos nuevos partidos que se autodenominan como “la nueva política”,
ha tenido un recorrido muy corto. En poco tiempo han adquirido los atributos de
los partidos que han conformado el bipartidismo. Los elementos que parecían
renovadores, tales como las primarias, han sido reabsorbidos por las
estructuras partidarias, resultando una patética simulación. En los pocos años
transcurridos, los contingentes de víctimas –expulsados, desplazados,
silenciados y estigmatizados- han adquirido una magnitud inquietante.
El cambio
político ha sido radicalmente bloqueado en un sistema de partidos en el que
reina esplendorosamente el sistema mayoritario aumentado y corregido. Quienes
pierden las votaciones son privados de la palabra y de la visibilidad
mediática. Perder una votación implica una verdadera condena política y moral. Tania
Sánchez deviene en símbolo del castigo, siendo ubicada en la frontera del campo
visual del parlamento, así como tras una barrera física. En estos días se asiste
a la eliminación de los concejales de Podemos en el ayuntamiento de Madrid, que
son ejecutados con una contundencia insólita.
El 15 M fue
una explosión democrática en la que muchos de los privados de la palabra
tomaron el espacio de las plazas para reivindicarse en un contexto en el que
impere la pluralidad y la deliberación. Pero los núcleos directivos de los
nuevos partidos han instaurado un modelo que puede sintetizarse en votar y
callar. Votar sin deliberación no es democrático, sino justamente lo contrario.
Expresar cualquier duda o diferencia implica ser sancionado mediante la
asignación del estatuto de la traición. Los dirigentes vivos que comparecían en
las televisiones en los primeros años cargados de carisma, ahora comparecen
adoptando una severidad propia de un tribunal de inquisición en la persecución
del enemigo interno, así como con una zafiedad intelectual insólita. La frase
de “lavar la ropa dentro de casa” expresa su involución democrática.
Esta regresión
que tiene lugar en el mundo de la política y sus instituciones específicas, se
acompaña de una involución en toda la sociedad, acentuada en aquella institución
que deviene central: la judicatura. Docenas de personas son procesadas y
multadas por expresar opiniones políticas o formular críticas a las
instituciones del viejo orden. El paisaje social y cultural se torna más gris
que nunca. Asimismo, la estructura social se encuentra en proceso de congelación.
La sociedad dual que suscitó la revuelta del 15 M permanece incólume, en tanto
que los partidos de la nueva política ponen en escena un repertorio de
simulaciones mediáticas que no afectan a las cuestiones esenciales, tales como
las condiciones de trabajo, de acceso a la vivienda o la recuperación del
estado del bienestar.
En esta
situación, la defensa de los últimos del 15 M, adquiere una importancia
fundamental. Estos representan a las gentes que impulsaron esta movilización
para ser apartadas por las nuevas élites emergentes. Estas desarrollan políticas
de reconversión de la gente en espectadores mediáticos, cuya actividad se
reduce a mirar, aplaudir y votar, siendo objeto de las estrategias mediáticas con
la pretensión de emocionarlos. Las gentes de las plazas han sido negadas
contundentemente. En su nombre, las nuevas élites tratan de acumular escaños en
las esclerotizadas instituciones que han tenido la capacidad de reproducirse fingiendo
la implementación del mandato nacido en las plazas.
Por esta razón
apoyo públicamente a los últimos del 15 M. Este es su manifiesto
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Manifiesto
de apoyo a los 14 del 15M
Hace más de
una década del comienzo de una de las mayores crisis económicas del
capitalismo. Sus efectos más visibles fueron el empeoramiento de las
condiciones materiales de vida para la inmensa mayoría, pero también el aumento
del dominio de la economía, la mercancía y el dinero sobre aún más esferas de
la vida. Aunque todo esto no se produjo sin conflicto. Una ola de
movilizaciones recorrió el mundo e impugnó la marcha que se quiere imponer al
mismo.
Bajo el lema
“No somos mercancías en manos de políticos y banqueros”, miles de personas con
sensibilidades políticas muy distintas se manifestaron en Madrid el 15 de mayo
de 2011. Una veintena de personas fueron detenidas esa noche y otra veintena
decidió acampar en la Puerta del Sol de Madrid para mostrar su solidaridad con
las personas detenidas y exigir su liberación. Tras un brutal desalojo de las
personas acampadas en la plaza, cientos de personas volvieron a acampar al día
siguiente, y miles se acabaron encontrando en la plaza. Durante semanas se
organizaron asambleas abiertas en la plaza, movilizaciones y acciones de
protesta, y también ensayos de autoorganización que apuntaban a formas
diferentes de entender y de hacer. Ese movimiento, difuso y diverso, surgió de
la rabia y de la indignación, pero también de la esperanza. En su primera hora
se materializó con un gesto de solidaridad con las personas detenidas y en
respuesta a los abusos y la impunidad de la violencia policial, que solo respondía
al miedo del poder a la movilización en la calle.
Las personas
detenidas el 15M fueron puestas en libertad con cargos en espera de juicio tras
pasar 72 horas detenidas e incomunicadas en comisaría. Al salir escribieron un
comunicado en el que denunciaban las agresiones y vejaciones a las que que
fueron sometidas, tanto en el momento de la detención como durante los días que
pasaron en los calabozos1,
denuncia que no fue objeto de ninguna investigación ni por parte de la fiscalía
ni de ninguna otra institución gubernamental. Nada fuera de lo común, por otro
lado. Como tampoco son ajenos a la normalidad los cambios en la versión de la
policía y los hechos y cargos de que se iba acusando a los detenidos. Años de
instrucción de un juicio en el que no hay más pruebas que las declaraciones de
los policías, y años desde que esa fase de instrucción se cerró hasta que los
tribunales han tenido a bien fijar una fecha para el juicio.
En febrero
de 2019, ¡casi ocho años después!, 14 de aquellas personas que fueron detenidas
el 15 de mayo de 2011 se enfrentan a cargos de hasta 6 años de prisión (un
total de 74 años si sumamos todas las penas). No son las únicas. Hay cientos de
juicios a activistas esperando, muchos de ellos también desde hace 7, 8, 9
años. En casi todos los casos el esquema se reproduce como si siguiese un
guión: detención violenta, agresiones y humillaciones en comisaría, cambios de
la versión policial… Aunque en muchos casos hay numerosos documentos visuales
de las agresiones policiales, ninguno de ellos ha sido objeto de investigación
de oficio, muy pocos llegaron a jucio, y en ninguno de ellos ha habido ni
condena, ni responsablidad del Estado, ni reconocimiento de los daños causados
(ni siquiera en los casos más graves, como el asesinato de Íñigo Cabacas).
El objetivo
de la represión es claro: servir de escarmiento, asegurarse de que todo el
mundo sepa que por manifestarse, protestar, organizarse y luchar se puede
acabar apaleado, detenido y encarcelado. Y con ello mantener la impunidad,
esconder la verdad de quién ejerce realmente la violencia, crear un clima de
miedo que asegure la desmovilización y la sumisión a las condiciones dictadas
por la economía, ejecutadas por los gobiernos y blindadas por la policía y la
justicia. Y así, en todo el mundo la represión se recrudece, los estados de
excepción se amplían y la maquinaria judicial se engrasa para evitar cualquier
atisbo de nuevas protestas, de nuevas formas de autoorganización, de cualquier
impugnacion por pequeña y parcial que sea del mundo tal y como es, y tal y como
el poder económico puede permitir que sea.
Pero no les
resultará fácil someternos, y mucho menos callarnos ni encerrarnos. Frente a
los viejos y nuevos autoritarismos, frente a la represión de las luchas
sociales, frente a la nueva normalidad de la mordaza y las leyes de excepción,
siempre responderemos con la solidaridad.
Si nos tocan
a una, nos tocan a todas. En febrero de 2019 nos juzgan a todas. Y no nos
quedaremos ni calladas ni quietas.
Exigimos la
absolución para los 14 del 15M y la revisión de todas las causas judiciales
pendientes.
Asamblea
Popular de Lavapiés 15M
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