martes, 31 de julio de 2018

RECUERDO DE LA GRANADA TÓRRIDA

La inminente ola de calor, anunciada y televisada por las instancias rectoras de tan avanzado sistema audiovisual imperante, activa mi memoria de los veranos granaínos. La esplendorosa luz de las primeras horas se va intensificando con el avance de la mañana. A las doce, el sol deviene en un castigo creciente. Entonces se inicia el tiempo de recogimiento doméstico para protegerse en el mediodía y la larga tarde. El atardecer es la señal que anuncia el final del encierro vespertino. Las gentes salen a las calles para disfrutar del fresco de la noche. El amanecer es siempre prometedor, regalando unos tonos de luz fantásticos. Es el mejor momento del día. Pero se trata de un espejismo que se disuelve cuando el astro se asienta modificando sus efectos.

Parece inevitable la presencia de mis recuerdos de estos años, de los anocheceres, las noches y los amaneceres. Las músicas de la tierra estimulan la nostalgia que quiero compartir con quien se interese por esta enigmática ciudad. El flamenco es una de las expresiones de los misterios que alberga. Este verano experimento el retorno a una extraña melancolía granaína.








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