La aparición
en OK Diario de las cintas de la princesa Corina que relatan algunas de las las
andanzas del rey Juan Carlos por los entramados de los mundos financieros,
remiten a un ajuste de cuentas propio de una organización tan singular como es
la del cártel. En este caso, se revela el papel axial del antiguo rey en la
trama de los distintos cárteles de comisionistas de infraestructuras que han
protagonizado la expansión económica de los años del postfranquismo. Distintos
políticos se entrelazan con financieros, notables, aristócratas reconvertidos, gentes
de la cultura, arribistas y especuladores variados unificados por su posición
en un campo opaco y su voluntad de obtener beneficio en el negocio emanado de
las decisiones del estado enredado con
el mercado.
La red de
relaciones entre los beneficiarios de la expansión económica de los años
felices del postfranquismo, adquiere un espesor creciente, que resulta de los
acuerdos, coaliciones y convergencias entre actores e iniciativas en los
niveles local, autonómico y estatal. En las posiciones centrales de esa densa
malla de relaciones derivadas de los negocios se asientan grupos cuya estructura se asemeja a los de los
cárteles de la economía ilegal. El éxito de las transacciones depende de la
posición de cada grupo con respecto a las empresas involucradas y el estado
devenido en estado descentralizado-autonomizado, en el que los gobiernos
regionales, las diputaciones provinciales y los ayuntamientos devienen en
instituciones imprescindibles para sancionar con decisiones públicas los
proyectos materiales dotados de presupuesto.
En este
espacio adquiere una preponderancia inusitada la figura del comisionista.
Cobrar comisiones es una cuestión tan fundamental que termina convirtiéndose en
el principal móvil de las políticas públicas y de los proyectos de estado. Recuerdo
en mis años de Granada que se denominaba como “proyecto de ciudad” a un
conjunto de obras materiales que generaban unos costes desmesurados,
determinados por las presiones de los múltiples y codiciosos comisionistas. Una
parte de los mismos termina en el espacio negro de los tribunales en espera de
sentencias que regulan los conflictos entre los cárteles locales.
Sobre esta
trama de comisionistas múltiples se asienta una subsociedad opaca de
acumuladores de dinero. Los discursos de la nueva democracia apelan a valores
políticos muy alejados de las prácticas de los cárteles de comisionistas. Pero
la relevancia de su papel en el conjunto de decisiones públicas, se encuentra
avalado por su invisibilidad. De este modo se conforma una característica
paradójica de este fenómeno: Es visible y secreto al mismo tiempo. Desde hace
muchos años se multiplican los rumores acerca de la incansable actividad del
monarca campechano y acumulador de dinero. En la Expo de Sevilla su papel
desencadenó múltiples y sonoros susurros, cuchicheos y conversaciones a media
voz.
La
constitución de los cárteles de comisionistas no puede ser reducida al término
corrupción. Por el contrario es algo más que eso. Se trata de la existencia de
un espacio público que se sobrepone al convencional, determinando las
decisiones públicas estatales. Los sujetos protagonistas de las transacciones a
comisión, conforman una figura que se asemeja a la de los cárteles de la
economía ilegal: el patrón. Este representa un arquetipo personal dotado de
fuerza de intermediación en un sistema de relaciones, así como de cualidades
tales como la información, la iniciativa y la fuerza para resolver situaciones
de competencia con posibles rivales. Bárcenas, Pablo Crespo, Francisco
Correa, Álvaro Pérez o Paco Granados son
un ejemplo paradigmático del patrón.
La
preponderancia de los patrones se pone de manifiesto en los acontecimientos que
conforman la vida social de los clanes políticos, empresariales y de los
cárteles de intermediarios. La boda de la hija de Aznar es un episodio de rango
similar a la elocuente primera parte de El Padrino de Coppola. En España la
Pascua Militar del 5 de enero y su besamanos, congrega a los políticos del
estado intervenido de facto por los comisionistas, los grandes empresarios, los
patrones de los cárteles y otras figuras del conglomerado mercantil paralelo.
Las imágenes son antológicas desde siempre.
La existencia
de este espacio gris en el que se asientan los patrones y sus haces de
relaciones y transacciones, sería inviable sin la colaboración de dos
instituciones cuyo silencio es imprescindible. Una es el mundo de la
universidad y de la cultura. Su distanciamiento con respecto a la actividad de
los cárteles de la intermediación es sostenida y llega a niveles de escándalo.
La segunda es la de los medios de comunicación, que desarrollan un papel
complejo. En algunos momentos pueden desvelar informaciones derivadas del salto
a este escenario de un acontecimiento que siempre tiene como origen un
conflicto entre patrones, pero cada caso es tratado como un espectáculo que
termina disipándose en el flujo de las noticias del día, siendo arrancado del
contexto en el que se produce, el cual es definido con independencia de la suma
de casos que han llegado a la superficie, que solo son un iceberg de las
actuaciones de los cárteles.
Este es el
contexto en el que se hace inteligible el papel de Juan Carlos “El Primero”. Asentado
en la cúpula del estado, su posición le confiere una visibilidad del mundo de
los cárteles, en tanto que se ubica en una posición privilegiada sobre la
intersección de las dos configuraciones . Así deviene en un experimentado
patrón, blindado frente a las consecuencias de los conflictos derivados de la
redistribución de este industrioso y próspero mundo. Las imágenes de las
comitivas de empresarios, patrones y altas autoridades estatales a los viajes
comerciales, pueden ser comprendidas ahora desde su verdadera dimensión de la
antología de la ilegalidad. En coherencia, todos le rinden pleitesía y le
conceden el papel de rey de los comisionistas. La del AVE de Arabia Saudita, en
la que se informa que cobró cien millones de euros, denota su posición de líder
del estado oficial, y, al tiempo, del estado opaco intervenido por los clanes
de beneficiarios.
Pero lo peor
en esta historia radica en el desfallecimiento y la deserción de los grupos que
hace algunos años, se alinearon con aquello que llamaron “el cambio”. En un corto intervalo de tiempo han sido
deglutidos por las instituciones “mixtas”, pero, sobre todo, por las
televisiones. Estas los han domesticado paciente y eficazmente, de modo que han
ido aceptando sus supuestos y asumiendo el sentido del espectáculo. Ciudadanos
cambió de bando en una espectacular pirueta y Podemos se comprime para
adaptarse a las instituciones de la democracia intervenida por los cárteles de
comisionistas, desempeñando un papel testimonial. El famoso cambio exigía la
proliferación de mil voces. Tan solo dos años después solo comparece un grupo
reducido que representa la oligarquía morada, acompañados por las prédicas
televisivas inconmensurables de Juan Carlos Monedero, que se va configurando
como un telepredicador de izquierdas original y encomiable.
Así, un
acontecimiento de este rango no ha suscitado ninguna reacción popular, en tanto
que las organizaciones de defensa sectorial ante los efectos de la
reestructuración neoliberal se encuentran agarrotadas. De este modo su reducción
a la dimensión de fenómeno audiovisual garantiza a Juan Carlos El Primero su
inmunidad frente a un clima mediático adverso que tiende a disiparse, al ser
reemplazado por un nuevo escándalo que estimule los sentimientos y las
emociones de los ciudadanos reconvertidos en espectadores.
Un indicador
del bloqueo de las fuerzas que propugnaron el cambio es la activación
mitológica del estereotipo de la república. Porque, en coherencia con la
argumentación anterior, el problema radica en la intervención de facto del
estado por la trama de cárteles. Este es un problema de mayor envergadura que
requiere algo más que la llegada a un gobierno, cuya fuerza se encuentra
lastrada por los clanes económicos. Repetir la cantinela del cambio en el
modelo productivo, termina por socavar cualquier proyecto de transformación.
Porque la economía sostenida en la sinergia entre las grandes empresas y los
cárteles comisionistas no necesita imperativamente de la innovación
tecnológica. Se crece, y se puede crecer, en las medidas asociadas a los
paradigmas vigentes, con una desinversión creciente en ciencia y tecnología.
La
filtración de los audios de Corina no es producto de la casualidad y se
corresponde con reajustes en el mundo de los cárteles de beneficiarios de las
inversiones públicas. No es de extrañar que la iniciativa corresponda a Inda.
Al igual que en el caso Nos lo destapó para terminar defendiendo la sentencia
que eximía a Cristina. Convertido en solo un espectáculo, cualquier curso de la
acción y desenlace es posible. Los espectadores son seducidos por oleadas de
informaciones que son procesadas en las tertulias y filtradas por los expertos
adecuados. Así, todos los finales terminan como la peli de Caja Madrid, en la
que Rato es el actor principal.
En estos
días se informa de un proyecto presupuestado en ejecución de un submarino para
la Armada española. No puedo evitar el efecto del poder metafórico de este
hecho. Imagino que el mundo sumergido de los cárteles adquiere una intensidad
suprema. Pero este no lo va a inaugurar Juan Carlos El Primero. Ahora toca
consolidar la posición de sus vástagos en la red global de la economía del
estado, las empresas y los cárteles. Mi esperanza es que todo termine, en unos
años, en una serie de Netflix, sustentada sobre la tercera temporada de Narcos.
Porque el cártel de Cali fue el acontecimiento que presenta más analogías con
el episodio español de los cárteles de comisionistas.
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