martes, 31 de julio de 2018

RECUERDO DE LA GRANADA TÓRRIDA

La inminente ola de calor, anunciada y televisada por las instancias rectoras de tan avanzado sistema audiovisual imperante, activa mi memoria de los veranos granaínos. La esplendorosa luz de las primeras horas se va intensificando con el avance de la mañana. A las doce, el sol deviene en un castigo creciente. Entonces se inicia el tiempo de recogimiento doméstico para protegerse en el mediodía y la larga tarde. El atardecer es la señal que anuncia el final del encierro vespertino. Las gentes salen a las calles para disfrutar del fresco de la noche. El amanecer es siempre prometedor, regalando unos tonos de luz fantásticos. Es el mejor momento del día. Pero se trata de un espejismo que se disuelve cuando el astro se asienta modificando sus efectos.

Parece inevitable la presencia de mis recuerdos de estos años, de los anocheceres, las noches y los amaneceres. Las músicas de la tierra estimulan la nostalgia que quiero compartir con quien se interese por esta enigmática ciudad. El flamenco es una de las expresiones de los misterios que alberga. Este verano experimento el retorno a una extraña melancolía granaína.








jueves, 19 de julio de 2018

LOS MÉDICOS DISIDENTES


En los últimos años se ha expandido una conciencia crítica en algunos sectores de la profesión médica. La reforma sanitaria, en particular la de la atención primaria de los años ochenta, generó un contingente de profesionales críticos, principalmente ubicados en las primeras promociones de médicos de familia. Pero esta generación accedió inmediatamente a posiciones de responsabilidad dentro del sistema sanitario y su conciencia crítica fue absorbida por la institución. En los términos que utilizo en este texto, se constituyeron en alternativa más que en disidencia. El resultado fue la disipación de sus ideas inicialmente críticas, a las que siguieron apelando simbólicamente en un escenario completamente diferente al esperado. El ultrapragmatismo, acompañado de unas dosis de cinismo continuadas, así como de precariedad intelectual, ha imperado en esta exitosa generación, que ha mantenido sus posiciones en las sociedades científicas, profesionales y la tecnoestructura del sistema durante más de treinta años.

En los últimos tiempos se ha intensificado la reestructuración del sistema sanitario a la sombra de lo que se denomina como “la crisis”. Como consecuencia de los distintos procesos en curso se producen varios malestares de distinta significación que dan lugar a una nueva conciencia crítica. Pero no todos los críticos son homologables. Entre los mismos cabe distinguir entre varias clases muy diferenciadas según sus posicionamientos. Muchos basan sus censuras en la restricción de recursos de las políticas sanitarias privatizadoras, en tanto que otros proponen cambios de gran alcance en la institución médica. Estos últimos son a los que se puede denominar como los médicos disidentes.

Hace algunos años leí, en el número dedicado a la Sociedad Terapéutica de Espai en Blanc, una reseña de Esther Jordana del libro de David Cooper “Quiénes son los disidentes“publicado por Pre-Textos en 1978 http://espaienblanc.net/?cat=10&post=1759 . Con posterioridad leí el libro, en tanto que tenía mucho interés en descifrar los discursos y las prácticas de la izquierda universitaria y médica en los tiempos alegres del cambio de siglo. El problema de fondo consistía en explicar la ausencia fáctica de oposición a las vigorosas reformas neoliberales que ya operaban en ambas esferas.

La idea central de Cooper es constatar que los disidentes de los países del Este eran el resultado del Gulaj, entendido como un dispositivo de poder que fabrica sus opositores convirtiéndolos en disidentes políticos, condición que implica un apartamiento radical que conduce a su redefinición como personas psiquiatrizadas. La aportación principal del libro es la constatación de que en el mundo aparentemente democrático, se instaura el Mega-Gulaj de Occidente. Este puede ser definido en palabras del autor “hay cientos de miles de personas en el oeste que han sido sometidos a una invalidación sutil o abierta en tanto que individuos, y ven negado su derecho a seguir, autónomos, su propio camino…Toda poesis autónoma, toda creatividad, en el sentido más amplio, se convierte en una disidencia, una manera desnormalizada de vivir la vida cotidiana como invención libre “.

Así, Cooper confirma la disidencia en las democracias occidentales. El modo de operar de este singular Mega-Gulaj es condenar a los disidentes a la impotencia efectiva sin necesidad de institucionalizarlos. Afirma que “el sistema es ese amplio despliegue de estratagemas ideológicas, de estrategias y de tácticas, que se derivan de un centro ineluctable y esencialmente inexistente del poder estatal…hacia esa zona inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros”.  Dicha impotencia se asienta sobre la incomunicación con los normalizados, que en realidad son sujetos atados por un conjunto de lazos con el poder. Disentir significa “sentarse en el otro lado, en el otro campo, disensión quiere decir sentir y pensar de modo distinto a los poderes establecidos”.

Desde los años setenta, el sistema ha evolucionado confirmando la idea de Mega-Gulaj. El crecimiento impetuoso del neoliberalismo, fusionado con las instituciones emergentes de la nueva individuación –la gestión, las de conducción psi y la medicalización- ha cristalizado en un dispositivo operativo que solidifica “la zona inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros”. Una conceptualización clarificadora de este dispositivo de poder es la del filósofo alemán Byung-Chul Han. En su sólido libro “Psicopolítica” desmenuza los fundamentos del nuevo poder, que bajo distintas vestimentas, incrementa la vulnerabilidad y la dependencia de las personas.

Los sistemas sanitarios del presente, en coherencia con la gran reestructuración neoliberal en curso, operan según las reglas establecidas que establecen un pensamiento único que se impone en todas las esferas. Las transformaciones del Complejo Médico-Industrial favorecen la dependencia creciente de los profesionales y la preponderancia de la Industria, que incrementa significativamente su producción inmaterial, en tanto que sus productos representan conceptos sobre la enfermedad, la vida y la asistencia. Así se conforma una versión de un Mega-Gulaj médico, en el que cada uno se encuentra encuadrado en un sistema de conocimiento que es obligatorio de facto aceptar y exige una adaptación inevitable.

Desde siempre se han producido un conjunto de discursos críticos en el interior de la profesión. Pero la dinámica singular de configuración del sistema sanitario en España ha incorporado a numerosos profesionales  críticos a las instancias directivas desde la reforma sanitaria de los años ochenta. Este hecho ha determinado la neutralización de una posible disidencia y la creación de un escenario dominado por la ficción y la simulación. Aquellos que desarrollan políticas sanitarias inscritas en los modelos neoliberales y subordinadas a los intereses de la industria, exhiben discursos que contienen algunos elementos críticos. Esto es lo contrario a la disidencia, en tanto que no se encuentran verdaderamente en el otro lado, sino radicalmente en este.

La Federación de Asociaciones de Defensa de la Sanidad Pública ha desempeñado un papel de resistencia a las sucesivas reformas neoliberales. Pero sus actuaciones se han guiado por el modelo de la alternativa. La FADSP ha funcionado como una instancia que se constituía en alternativa al poder estatal, en el modelo caducado del estado de bienestar. De este modo, aparece marcada con una impronta oficialista, que reforzada por la correlación de fuerzas tan desfavorable en el interior del sistema sanitario, ha determinado la baja eficacia de sus acciones y la debilidad de sus esferas de influencia. Frente a un sistema de poder tan novedoso, consistente y sofisticado, la alternativa es ficcional. Ese poder, en condiciones de superioridad absoluta, puede permitirse la cooptación de sus propios críticos. Esta es una pauta constante en los treinta últimos años.

En la reseña de Esther Jordana aparece un concepto fundamental. En los dispositivos Gulaj, la disidencia no puede ser parte de la alternativa. Porque en un sistema así no hay “otro lado”. El poder trabaja en la perspectiva de solidificar “la zona inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros”. Los Congresos médicos ilustran acerca de la insignificancia de cualquier discurso crítico en un medio caracterizado por la repetición, la proliferación de lo idéntico y la saturación. La disidencia solo puede ejercerse en un no-lugar que es preciso constituir y llenar. Este es “el otro lado” en el que es posible pensar y contestar el pensamiento único cautivo a los intereses industriales y globales. El poder del Mega-Gulaj médico es un dispositivo formidable, flexible y heterogéneo, dotado de la capacidad de reintegrar cualquier idea crítica alternativa, recuperando a sus actores. Si estos rechazan esta asimilación, el dispositivo muestra su capacidad de ejercer una gama de estrategias de marginación, que pueden culminar en la expulsión de facto.

En los últimos tiempos se han ampliado los discursos críticos con respecto a las políticas sanitarias. Pero lo nuevo es que han cristalizado varias disidencias en el interior de la profesión, que cobijan a los discrepantes en instancias autónomas creadas por ellos mismos, en las que el control del dispositivo del Gulaj tiene escasa eficacia. Los Seminarios De innovación en Atención Primaria o No Gracias constituyen ejemplos elocuentes. Junto a ellos proliferan algunos blogs y distintas iniciativas que albergan definiciones de la realidad alternativas al pensamiento oficial patrocinado imperante. Algunas de estas tienen lugar en los márgenes del sistema sanitario.

Las disidencias se retroalimentan mutuamente y generan unos territorios en los que el control oficial disminuye. Así estimulan la producción y circulación de discursos críticos que no pueden ser reabsorbidos con facilidad por el dispositivo de poder. Este conjunto de resistencias heterogéneas y diversas no tiene la pretensión de constituirse en alternativa en el tiempo inmediato. Esta es la razón por la que se conforman como fértiles disidencias. El elemento principal del modelo de disidencia radica en su pretensión de subvertir el conocimiento y el orden oficial sobre el que se sustenta el dispositivo de poder imperante. Esto les permite constituirse como contrapoderes de hecho, que pueden llegar a ejercer alguna influencia en algún momento específico.
Sin ánimo de inventariar las disidencias en curso se pueden clasificar en distintos tipos.

 El primero encuadra a disidencias que pretenden recuperar la autonomía profesional frente a los agentes externos que han subvertido a la profesión médica. Juan Gérvas es uno de los disidentes más proverbiales. Tanto en los seminarios de innovación, como en Equipo CESCA, sus publicaciones en distintos medios, los numerosos actos que promueve en los márgenes de lo oficial y las redes, se configura como un verdadero contrapoder profesional. Sus propuestas son alternativas pero su intención no es ocupar un lugar en el sistema. Las estrategias de silenciamiento que se ciernen sobre él pueden formar parte de un manual de la disidencia.

La emergencia de No Gracias supone una rica experiencia de convergencia de discursos críticos. Abel Novoa adquiere también el perfil de un disidente estereotipado por la solidez de sus aportaciones y su papel en la formación de una nueva conciencia crítica. Su apelación  a la transición profesional en la recuperación de la autonomía constituye un desafío de una envergadura considerable al orden imperante. Los textos procedentes de No Gracias adquieren un valor considerable en el sistema de comunicaciones de los distintos profesionales críticos. A pesar de su aparente aislamiento, la lógica del contrapoder implica la asunción de no pocos de sus planteamientos.

La reestructuración a la baja de la Atención Primaria es un foco de respuestas, algunas de las cuales se ubican en la frontera de la disidencia. El blog de Sergio Minué, El Gerente De Mediado, es una fuente alternativa a las políticas sanitarias de la época. Su conexión con la inteligencia médica global y su solidez lo acreditan como una referencia imprescindible. Imagino las tácticas para tratar de atenuar o silenciar esta valiosa contribución incompatible con la desinteligencia de los promotores de las reformas sórdidas. 

El segundo tipo de disidencias se focaliza en un conjunto de grupos alineados en torno a lo que se entiende como Salud Comunitaria. El disidente dotado de más abolengo en este campo es Javier Segura. Tanto en su blog “Salud Pública y otras dudas” como en sus publicaciones y actuaciones, se sitúa más allá de la frontera de lo asumible por la atención primaria reformulada tras el informe Abril y reestructurada varias veces por la emergencia neoliberal. 

Así como en el primer tipo de disidencias referidas a la definición profesional el sistema percibe de forma más nítida esta amenaza, en el caso de las disidencias asociadas a la salud comunitaria se sigue la estrategia de ubicarlos en el confín del sistema, como un adorno que no afecta a su funcionamiento. En las próximas semanas contaré algunas experiencias personales que ilustran las capacidades del sistema para neutralizar discursos extraños a sus finalidades y canalizar las actividades modificando sus sentidos que le resultan sospechosas. 

En no pocas ocasiones es difícil determinar la diferencia entre una disidencia, una resistencia, una posición crítica o una simulación. En cualquier caso, la disidencia es un atributo del sistema, que crea las condiciones para su incubación. Lo que se puede afirmar, sin lugar a dudas, es que las disidencias son fenómenos extremadamente productivos, en tanto que estimulan el pensamiento al establecer diferencias. En sociedades como las del presente, se puede afirmar que la disidencia es una precondición imprescindible para el cambio positivo. En ausencia de estas el sistema se encierra sobre sí mismo generando un clima pésimo y reforzando las ataduras sobre sus miembros. Así, la zona inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros, se hace más sólida. Frente a un disidente solo cabe el elogio. Es lo que he tratado de hacer en este texto. Porque ¿qué sería de las realidades profesionales sin disidencias y disidentes?


viernes, 13 de julio de 2018

EL REY JUAN CARLOS EL PRIMERO Y LOS CÁRTELES DE COMISIONISTAS


La aparición en OK Diario de las cintas de la princesa Corina que relatan algunas de las las andanzas del rey Juan Carlos por los entramados de los mundos financieros, remiten a un ajuste de cuentas propio de una organización tan singular como es la del cártel. En este caso, se revela el papel axial del antiguo rey en la trama de los distintos cárteles de comisionistas de infraestructuras que han protagonizado la expansión económica de los años del postfranquismo. Distintos políticos se entrelazan con financieros, notables, aristócratas reconvertidos, gentes de la cultura, arribistas y especuladores variados unificados por su posición en un campo opaco y su voluntad de obtener beneficio en el negocio emanado de las decisiones del estado  enredado con el mercado.

La red de relaciones entre los beneficiarios de la expansión económica de los años felices del postfranquismo, adquiere un espesor creciente, que resulta de los acuerdos, coaliciones y convergencias entre actores e iniciativas en los niveles local, autonómico y estatal. En las posiciones centrales de esa densa malla de relaciones derivadas de los negocios se asientan grupos  cuya estructura se asemeja a los de los cárteles de la economía ilegal. El éxito de las transacciones depende de la posición de cada grupo con respecto a las empresas involucradas y el estado devenido en estado descentralizado-autonomizado, en el que los gobiernos regionales, las diputaciones provinciales y los ayuntamientos devienen en instituciones imprescindibles para sancionar con decisiones públicas los proyectos materiales dotados de presupuesto.

En este espacio adquiere una preponderancia inusitada la figura del comisionista. Cobrar comisiones es una cuestión tan fundamental que termina convirtiéndose en el principal móvil de las políticas públicas y de los proyectos de estado. Recuerdo en mis años de Granada que se denominaba como “proyecto de ciudad” a un conjunto de obras materiales que generaban unos costes desmesurados, determinados por las presiones de los múltiples y codiciosos comisionistas. Una parte de los mismos termina en el espacio negro de los tribunales en espera de sentencias que regulan los conflictos entre los cárteles locales.

Sobre esta trama de comisionistas múltiples se asienta una subsociedad opaca de acumuladores de dinero. Los discursos de la nueva democracia apelan a valores políticos muy alejados de las prácticas de los cárteles de comisionistas. Pero la relevancia de su papel en el conjunto de decisiones públicas, se encuentra avalado por su invisibilidad. De este modo se conforma una característica paradójica de este fenómeno: Es visible y secreto al mismo tiempo. Desde hace muchos años se multiplican los rumores acerca de la incansable actividad del monarca campechano y acumulador de dinero. En la Expo de Sevilla su papel desencadenó múltiples y sonoros susurros, cuchicheos y conversaciones a media voz.

La constitución de los cárteles de comisionistas no puede ser reducida al término corrupción. Por el contrario es algo más que eso. Se trata de la existencia de un espacio público que se sobrepone al convencional, determinando las decisiones públicas estatales. Los sujetos protagonistas de las transacciones a comisión, conforman una figura que se asemeja a la de los cárteles de la economía ilegal: el patrón. Este representa un arquetipo personal dotado de fuerza de intermediación en un sistema de relaciones, así como de cualidades tales como la información, la iniciativa y la fuerza para resolver situaciones de competencia con posibles rivales. Bárcenas, Pablo Crespo, Francisco Correa,  Álvaro Pérez o Paco Granados son un ejemplo paradigmático del patrón.

La preponderancia de los patrones se pone de manifiesto en los acontecimientos que conforman la vida social de los clanes políticos, empresariales y de los cárteles de intermediarios. La boda de la hija de Aznar es un episodio de rango similar a la elocuente primera parte de El Padrino de Coppola. En España la Pascua Militar del 5 de enero y su besamanos, congrega a los políticos del estado intervenido de facto por los comisionistas, los grandes empresarios, los patrones de los cárteles y otras figuras del conglomerado mercantil paralelo. Las imágenes son antológicas desde siempre.

La existencia de este espacio gris en el que se asientan los patrones y sus haces de relaciones y transacciones, sería inviable sin la colaboración de dos instituciones cuyo silencio es imprescindible. Una es el mundo de la universidad y de la cultura. Su distanciamiento con respecto a la actividad de los cárteles de la intermediación es sostenida y llega a niveles de escándalo. La segunda es la de los medios de comunicación, que desarrollan un papel complejo. En algunos momentos pueden desvelar informaciones derivadas del salto a este escenario de un acontecimiento que siempre tiene como origen un conflicto entre patrones, pero cada caso es tratado como un espectáculo que termina disipándose en el flujo de las noticias del día, siendo arrancado del contexto en el que se produce, el cual es definido con independencia de la suma de casos que han llegado a la superficie, que solo son un iceberg de las actuaciones de los cárteles.

Este es el contexto en el que se hace inteligible el papel de Juan Carlos “El Primero”. Asentado en la cúpula del estado, su posición le confiere una visibilidad del mundo de los cárteles, en tanto que se ubica en una posición privilegiada sobre la intersección de las dos configuraciones . Así deviene en un experimentado patrón, blindado frente a las consecuencias de los conflictos derivados de la redistribución de este industrioso y próspero mundo. Las imágenes de las comitivas de empresarios, patrones y altas autoridades estatales a los viajes comerciales, pueden ser comprendidas ahora desde su verdadera dimensión de la antología de la ilegalidad. En coherencia, todos le rinden pleitesía y le conceden el papel de rey de los comisionistas. La del AVE de Arabia Saudita, en la que se informa que cobró cien millones de euros, denota su posición de líder del estado oficial, y, al tiempo, del estado opaco intervenido por los clanes de beneficiarios.

Pero lo peor en esta historia radica en el desfallecimiento y la deserción de los grupos que hace algunos años, se alinearon con aquello que llamaron “el cambio”.  En un corto intervalo de tiempo han sido deglutidos por las instituciones “mixtas”, pero, sobre todo, por las televisiones. Estas los han domesticado paciente y eficazmente, de modo que han ido aceptando sus supuestos y asumiendo el sentido del espectáculo. Ciudadanos cambió de bando en una espectacular pirueta y Podemos se comprime para adaptarse a las instituciones de la democracia intervenida por los cárteles de comisionistas, desempeñando un papel testimonial. El famoso cambio exigía la proliferación de mil voces. Tan solo dos años después solo comparece un grupo reducido que representa la oligarquía morada, acompañados por las prédicas televisivas inconmensurables de Juan Carlos Monedero, que se va configurando como un telepredicador de izquierdas original y encomiable.

Así, un acontecimiento de este rango no ha suscitado ninguna reacción popular, en tanto que las organizaciones de defensa sectorial ante los efectos de la reestructuración neoliberal se encuentran agarrotadas. De este modo su reducción a la dimensión de fenómeno audiovisual garantiza a Juan Carlos El Primero su inmunidad frente a un clima mediático adverso que tiende a disiparse, al ser reemplazado por un nuevo escándalo que estimule los sentimientos y las emociones de los ciudadanos reconvertidos en espectadores.

Un indicador del bloqueo de las fuerzas que propugnaron el cambio es la activación mitológica del estereotipo de la república. Porque, en coherencia con la argumentación anterior, el problema radica en la intervención de facto del estado por la trama de cárteles. Este es un problema de mayor envergadura que requiere algo más que la llegada a un gobierno, cuya fuerza se encuentra lastrada por los clanes económicos. Repetir la cantinela del cambio en el modelo productivo, termina por socavar cualquier proyecto de transformación. Porque la economía sostenida en la sinergia entre las grandes empresas y los cárteles comisionistas no necesita imperativamente de la innovación tecnológica. Se crece, y se puede crecer, en las medidas asociadas a los paradigmas vigentes, con una desinversión creciente en ciencia y tecnología.

La filtración de los audios de Corina no es producto de la casualidad y se corresponde con reajustes en el mundo de los cárteles de beneficiarios de las inversiones públicas. No es de extrañar que la iniciativa corresponda a Inda. Al igual que en el caso Nos lo destapó para terminar defendiendo la sentencia que eximía a Cristina. Convertido en solo un espectáculo, cualquier curso de la acción y desenlace es posible. Los espectadores son seducidos por oleadas de informaciones que son procesadas en las tertulias y filtradas por los expertos adecuados. Así, todos los finales terminan como la peli de Caja Madrid, en la que Rato es el actor principal.

En estos días se informa de un proyecto presupuestado en ejecución de un submarino para la Armada española. No puedo evitar el efecto del poder metafórico de este hecho. Imagino que el mundo sumergido de los cárteles adquiere una intensidad suprema. Pero este no lo va a inaugurar Juan Carlos El Primero. Ahora toca consolidar la posición de sus vástagos en la red global de la economía del estado, las empresas y los cárteles. Mi esperanza es que todo termine, en unos años, en una serie de Netflix, sustentada sobre la tercera temporada de Narcos. Porque el cártel de Cali fue el acontecimiento que presenta más analogías con el episodio español de los cárteles de comisionistas.