En los
últimos años se ha expandido una conciencia crítica en algunos sectores de la
profesión médica. La reforma sanitaria, en particular la de la atención
primaria de los años ochenta, generó un contingente de profesionales críticos,
principalmente ubicados en las primeras promociones de médicos de familia. Pero
esta generación accedió inmediatamente a posiciones de responsabilidad dentro
del sistema sanitario y su conciencia crítica fue absorbida por la institución.
En los términos que utilizo en este texto, se constituyeron en alternativa más
que en disidencia. El resultado fue la disipación de sus ideas inicialmente
críticas, a las que siguieron apelando simbólicamente en un escenario
completamente diferente al esperado. El ultrapragmatismo, acompañado de unas
dosis de cinismo continuadas, así como de precariedad intelectual, ha imperado
en esta exitosa generación, que ha mantenido sus posiciones en las sociedades
científicas, profesionales y la tecnoestructura del sistema durante más de
treinta años.
En los
últimos tiempos se ha intensificado la reestructuración del sistema sanitario a
la sombra de lo que se denomina como “la crisis”. Como consecuencia de los
distintos procesos en curso se producen varios malestares de distinta
significación que dan lugar a una nueva conciencia crítica. Pero no todos los
críticos son homologables. Entre los mismos cabe distinguir entre varias clases
muy diferenciadas según sus posicionamientos. Muchos basan sus censuras en la
restricción de recursos de las políticas sanitarias privatizadoras, en tanto
que otros proponen cambios de gran alcance en la institución médica. Estos
últimos son a los que se puede denominar como los médicos disidentes.
Hace algunos
años leí, en el número dedicado a la Sociedad Terapéutica de Espai en Blanc,
una reseña de Esther Jordana del libro de David Cooper “Quiénes son los
disidentes“publicado por Pre-Textos en 1978 http://espaienblanc.net/?cat=10&post=1759
. Con posterioridad leí el libro, en tanto que tenía mucho interés en descifrar
los discursos y las prácticas de la izquierda universitaria y médica en los tiempos
alegres del cambio de siglo. El problema de fondo consistía en explicar la
ausencia fáctica de oposición a las vigorosas reformas neoliberales que ya operaban
en ambas esferas.
La idea
central de Cooper es constatar que los disidentes de los países del Este eran
el resultado del Gulaj, entendido como un dispositivo de poder que fabrica sus
opositores convirtiéndolos en disidentes políticos, condición que implica un
apartamiento radical que conduce a su redefinición como personas
psiquiatrizadas. La aportación principal del libro es la constatación de que en
el mundo aparentemente democrático, se instaura el Mega-Gulaj de Occidente.
Este puede ser definido en palabras del autor “hay cientos de miles de personas
en el oeste que han sido sometidos a una invalidación sutil o abierta en tanto
que individuos, y ven negado su derecho a seguir, autónomos, su propio
camino…Toda poesis autónoma, toda creatividad, en el sentido más amplio, se
convierte en una disidencia, una manera desnormalizada de vivir la vida cotidiana
como invención libre “.
Así, Cooper
confirma la disidencia en las democracias occidentales. El modo de operar de
este singular Mega-Gulaj es condenar a los disidentes a la impotencia efectiva
sin necesidad de institucionalizarlos. Afirma que “el sistema es ese amplio
despliegue de estratagemas ideológicas, de estrategias y de tácticas, que se
derivan de un centro ineluctable y esencialmente inexistente del poder
estatal…hacia esa zona inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros”. Dicha impotencia se asienta sobre la
incomunicación con los normalizados, que en realidad son sujetos atados por un
conjunto de lazos con el poder. Disentir significa “sentarse en el otro lado,
en el otro campo, disensión quiere decir sentir y pensar de modo distinto a los
poderes establecidos”.
Desde los
años setenta, el sistema ha evolucionado confirmando la idea de Mega-Gulaj. El
crecimiento impetuoso del neoliberalismo, fusionado con las instituciones
emergentes de la nueva individuación –la gestión, las de conducción psi y la
medicalización- ha cristalizado en un dispositivo operativo que solidifica “la
zona inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros”. Una conceptualización
clarificadora de este dispositivo de poder es la del filósofo alemán Byung-Chul
Han. En su sólido libro “Psicopolítica” desmenuza los fundamentos del nuevo poder,
que bajo distintas vestimentas, incrementa la vulnerabilidad y la dependencia
de las personas.
Los sistemas
sanitarios del presente, en coherencia con la gran reestructuración neoliberal
en curso, operan según las reglas establecidas que establecen un pensamiento
único que se impone en todas las esferas. Las transformaciones del Complejo
Médico-Industrial favorecen la dependencia creciente de los profesionales y la
preponderancia de la Industria, que incrementa significativamente su producción
inmaterial, en tanto que sus productos representan conceptos sobre la
enfermedad, la vida y la asistencia. Así se conforma una versión de un
Mega-Gulaj médico, en el que cada uno se encuentra encuadrado en un sistema de
conocimiento que es obligatorio de facto aceptar y exige una adaptación
inevitable.
Desde
siempre se han producido un conjunto de discursos críticos en el interior de la
profesión. Pero la dinámica singular de configuración del sistema sanitario en
España ha incorporado a numerosos profesionales críticos a las instancias directivas desde la
reforma sanitaria de los años ochenta. Este hecho ha determinado la
neutralización de una posible disidencia y la creación de un escenario dominado
por la ficción y la simulación. Aquellos que desarrollan políticas sanitarias
inscritas en los modelos neoliberales y subordinadas a los intereses de la
industria, exhiben discursos que contienen algunos elementos críticos. Esto es
lo contrario a la disidencia, en tanto que no se encuentran verdaderamente en
el otro lado, sino radicalmente en este.
La Federación
de Asociaciones de Defensa de la Sanidad Pública ha desempeñado un papel de
resistencia a las sucesivas reformas neoliberales. Pero sus actuaciones se han
guiado por el modelo de la alternativa. La FADSP ha funcionado como una
instancia que se constituía en alternativa al poder estatal, en el modelo
caducado del estado de bienestar. De este modo, aparece marcada con una
impronta oficialista, que reforzada por la correlación de fuerzas tan
desfavorable en el interior del sistema sanitario, ha determinado la baja
eficacia de sus acciones y la debilidad de sus esferas de influencia. Frente a
un sistema de poder tan novedoso, consistente y sofisticado, la alternativa es
ficcional. Ese poder, en condiciones de superioridad absoluta, puede permitirse
la cooptación de sus propios críticos. Esta es una pauta constante en los
treinta últimos años.
En la reseña
de Esther Jordana aparece un concepto fundamental. En los dispositivos Gulaj,
la disidencia no puede ser parte de la alternativa. Porque en un sistema así no
hay “otro lado”. El poder trabaja en la perspectiva de solidificar “la zona
inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros”. Los Congresos médicos ilustran
acerca de la insignificancia de cualquier discurso crítico en un medio
caracterizado por la repetición, la proliferación de lo idéntico y la
saturación. La disidencia solo puede ejercerse en un no-lugar que es preciso
constituir y llenar. Este es “el otro lado” en el que es posible pensar y
contestar el pensamiento único cautivo a los intereses industriales y globales.
El poder del Mega-Gulaj médico es un dispositivo formidable, flexible y
heterogéneo, dotado de la capacidad de reintegrar cualquier idea crítica
alternativa, recuperando a sus actores. Si estos rechazan esta asimilación, el
dispositivo muestra su capacidad de ejercer una gama de estrategias de
marginación, que pueden culminar en la expulsión de facto.
En los
últimos tiempos se han ampliado los discursos críticos con respecto a las
políticas sanitarias. Pero lo nuevo es que han cristalizado varias disidencias
en el interior de la profesión, que cobijan a los discrepantes en instancias
autónomas creadas por ellos mismos, en las que el control del dispositivo del
Gulaj tiene escasa eficacia. Los Seminarios De innovación en Atención Primaria
o No Gracias constituyen ejemplos elocuentes. Junto a ellos proliferan algunos
blogs y distintas iniciativas que albergan definiciones de la realidad
alternativas al pensamiento oficial patrocinado imperante. Algunas de estas
tienen lugar en los márgenes del sistema sanitario.
Las
disidencias se retroalimentan mutuamente y generan unos territorios en los que
el control oficial disminuye. Así estimulan la producción y circulación de
discursos críticos que no pueden ser reabsorbidos con facilidad por el
dispositivo de poder. Este conjunto de resistencias heterogéneas y diversas no
tiene la pretensión de constituirse en alternativa en el tiempo inmediato. Esta
es la razón por la que se conforman como fértiles disidencias. El elemento
principal del modelo de disidencia radica en su pretensión de subvertir el
conocimiento y el orden oficial sobre el que se sustenta el dispositivo de
poder imperante. Esto les permite constituirse como contrapoderes de hecho, que
pueden llegar a ejercer alguna influencia en algún momento específico.
Sin ánimo de
inventariar las disidencias en curso se pueden clasificar en distintos tipos.
El primero encuadra a disidencias que pretenden recuperar la autonomía
profesional frente a los agentes externos que han subvertido a la profesión
médica. Juan Gérvas es uno de los disidentes más proverbiales. Tanto en los
seminarios de innovación, como en Equipo CESCA, sus publicaciones en distintos
medios, los numerosos actos que promueve en los márgenes de lo oficial y las
redes, se configura como un verdadero contrapoder profesional. Sus propuestas
son alternativas pero su intención no es ocupar un lugar en el sistema. Las
estrategias de silenciamiento que se ciernen sobre él pueden formar parte de un
manual de la disidencia.
La
emergencia de No Gracias supone una rica experiencia de convergencia de
discursos críticos. Abel Novoa adquiere también el perfil de un disidente
estereotipado por la solidez de sus aportaciones y su papel en la formación de
una nueva conciencia crítica. Su apelación
a la transición profesional en la recuperación de la autonomía
constituye un desafío de una envergadura considerable al orden imperante. Los
textos procedentes de No Gracias adquieren un valor considerable en el sistema
de comunicaciones de los distintos profesionales críticos. A pesar de su
aparente aislamiento, la lógica del contrapoder implica la asunción de no pocos
de sus planteamientos.
La
reestructuración a la baja de la Atención Primaria es un foco de respuestas,
algunas de las cuales se ubican en la frontera de la disidencia. El blog de
Sergio Minué, El Gerente De Mediado, es una fuente alternativa a las políticas
sanitarias de la época. Su conexión con la inteligencia médica global y su
solidez lo acreditan como una referencia imprescindible. Imagino las tácticas
para tratar de atenuar o silenciar esta valiosa contribución incompatible con
la desinteligencia de los promotores de las reformas sórdidas.
El segundo
tipo de disidencias se focaliza en un conjunto de grupos alineados en torno a
lo que se entiende como Salud Comunitaria. El disidente dotado de más abolengo
en este campo es Javier Segura. Tanto en su blog “Salud Pública y otras dudas”
como en sus publicaciones y actuaciones, se sitúa más allá de la frontera de lo
asumible por la atención primaria reformulada tras el informe Abril y
reestructurada varias veces por la emergencia neoliberal.
Así como en
el primer tipo de disidencias referidas a la definición profesional el sistema
percibe de forma más nítida esta amenaza, en el caso de las disidencias
asociadas a la salud comunitaria se sigue la estrategia de ubicarlos en el
confín del sistema, como un adorno que no afecta a su funcionamiento. En las
próximas semanas contaré algunas experiencias personales que ilustran las
capacidades del sistema para neutralizar discursos extraños a sus finalidades y
canalizar las actividades modificando sus sentidos que le resultan sospechosas.
En no pocas
ocasiones es difícil determinar la diferencia entre una disidencia, una
resistencia, una posición crítica o una simulación. En cualquier caso, la
disidencia es un atributo del sistema, que crea las condiciones para su
incubación. Lo que se puede afirmar, sin lugar a dudas, es que las disidencias
son fenómenos extremadamente productivos, en tanto que estimulan el pensamiento
al establecer diferencias. En sociedades como las del presente, se puede
afirmar que la disidencia es una precondición imprescindible para el cambio
positivo. En ausencia de estas el sistema se encierra sobre sí mismo generando
un clima pésimo y reforzando las ataduras sobre sus miembros. Así, la zona
inalcanzable que rodea a cada uno de nosotros, se hace más sólida. Frente a un
disidente solo cabe el elogio. Es lo que he tratado de hacer en este texto.
Porque ¿qué sería de las realidades profesionales sin disidencias y disidentes?