La decisión
por parte de Iglesias-Montero de adquirir una vivienda pudiente en Galapagar
mediante un crédito bancario benévolo, pone de manifiesto la persistencia de un
rasgo singular del sistema político-mediático español. Me refiero al riguroso
frentismo. Los columnistas de la constelación de la derecha, en sus distintas
versiones, han abierto la veda contra los nuevos propietarios, en tanto que los
de la izquierda, en sus distintas modalidades, han guardado un prudencial
silencio acompañado de murmullos denotadores de un duelo. Cualquier columnista
osado que se posicione de modo diferente a los rígidos guiones establecidos,
asume la condición de traidor, con la condena moral subsiguiente. La fábula de
la calidad democrática se quiebra estrepitosamente por las lógicas derivadas de
este encuadramiento obligatorio. Cada cual tiene que acreditar su adhesión al
argumentario común establecido en su bloque. Así ha funcionado durante todo el
régimen del 78, y ahora se reproduce fielmente en sus postrimerías.
El asunto de
la compra de la casa y el crédito subsiguiente es una cuestión inequívocamente
privada. Pero el caso de los Iglesias-Montero presenta características
singulares. Su emergencia política tiene lugar en la televisión, medio en el
que la separación público-privado es problemática. En los años prodigiosos de
ascenso mediático, Pablo protagonizó varios episodios en los que exhibió su
privacidad, representando el arquetipo de chico de Vallecas despreocupado por el
equipamiento de su vivienda en favor de un estilo de vida distanciado de los
parámetros del consumo material. Recuerdo su presunción de cocina antigua desprovista
del equipamiento convencional y su informalidad vital puesta en escena con Ana
Rosa Quintana y Susana Griso, entre otras, que alcanzó el límite de lo
patético.
Su
ostentación televisiva sostenida denotaba su candidez, en tanto que los media
estaban esculpiendo su perfil para ser utilizado en su contra en el caso de que
persistiese en las veleidades de un cambio político que amenaza el estatuto
privilegiado de los intereses sociales fuertes. El líder de la nueva formación
política se introducía voluntaria y deliberadamente en la esfera de la prensa
rosa, cada vez más inseparable de la política, constituyéndose a sí mismo como
carne de dossier y de archivo, que se activará según la consideración de los
programadores. El cambio político
terminó siendo facturado en términos de un espectáculo público-privado, en el
que proliferaban bebés en los escaños, besos en la boca entre dirigentes o irrupción
de estéticas rupturistas con el universo estancado de las instituciones
políticas. Pablo adquirió la condición de maestro de ceremonias, llegando a
bromear acerca de emparejamientos entre miembros de partidos antagonistas.
No cabe duda
de que la vivienda es una cuestión esencial en la vida. Son muchos los
analistas que la han definido como “refugio” frente a un exterior convulso. En
los últimos cuarenta años han proliferado viviendas asociadas a nuevos
discursos y prácticas sobre el renovado concepto de habitar. La arquitectura ha
propiciado la revalorización del espacio doméstico como sede de una parte
fundamental de la vida cotidiana. La sofisticación de las sensibilidades
vinculadas al espacio privado se ha multiplicado. Así, se ha revalorizado la
vivienda como sede de la distinción social, conformándose como un territorio
que muestra inequívocamente las posiciones sociales y las desigualdades.
El viaje
entre los barrios castigados de Vallecas y San Blas y el hábitat confortable de
la Sierra, es más que comprensible. Esta pareja, en vísperas de convertirse en
padres, se encuentra saturada de actividades públicas y de una sobreexposición
mediática sin descanso. En el caso de Iglesias, además de liderar el partido y
el grupo parlamentario de modo cada vez más exclusivo, sigue manteniendo una
intensa y prolífica actividad editorial. La crisis profunda de la izquierda y
el colapso de los partidos comunistas tiene como consecuencia la conformación
de un público desprovisto de referencias y sumido en un estado de inquietud.
Así, los nuevos líderes de la izquierda, conectan con este segmento de mercado
que encuentra en sus libros razones para conjurarse contra la desesperanza de
un mundo oscuro. Anguita, Garzón, Pablo y otros se convierten en editores para
nutrir a este mercado seguro para huérfanos políticos. Además, Iglesias es un
editor audiovisual notable que impulsa proyectos muy exigentes para sectores
periféricos en las televisiones no convencionales.
Las razones personales
en favor de la escapada a Galapagar son consistentes. Pero sus contrapartidas
adquieren una magnitud macroscópica. La montería mediática que se desarrolla
sobre ellos es de una envergadura inédita en el mundo político. Ayer, Ok Diario
presentaba detalladamente con profusión de imágenes las casas en la misma zona
que eran más asequibles económicamente. Las páginas de los portales
inmobiliarios proliferan para reforzar el argumento del “chalet opulento”. Lo mismo ocurre con la benévola hipoteca, que
es comparada con las del mercado del crédito para resaltar su ventaja. La
candidez de Pablo al entrar en los territorios peligrosos de la prensa rosa,
ayuda a constituirlo como una entidad susceptible de análisis microscópico. Los métodos de la prensa rosa y del fútbol se
abaten sobre ellos sin piedad en busca de un detalle que permita construir un
argumento en su contra.
Pero el
aspecto ineludible de esta decisión radica en el contexto en el que se produce.
La mayor parte de los cuadros y dirigentes de la izquierda en los últimos
cuarenta años han mejorado sus condiciones de vida sustancialmente. Una de las
dimensiones de este progreso es la instalación en buenas casas en
localizaciones residenciales de mayor nivel social. Pero este cambio era una
parte de un movimiento general de mejora para la mayoría, que alcanzaron la
condición de propietarios arraigados en sus viviendas bien equipadas. La
vivienda se constituyó en el símbolo de la movilidad social generacional.
Los años de
la crisis penalizaron severamente a los sectores más débiles de los
hipotecados. Son los años de los desahucios y de la agudización de la crisis
habitacional. Los grandes sectores sociales afectados por la conjunción de los
retrocesos en el empleo, los servicios públicos y la vivienda, fueron
abandonados de facto por la izquierda convencional. Sus intereses no se
encontraron representados en las instituciones políticas. En esta situación se
produce el 15 M con su ciclo de movilizaciones. En el final de este se conforma
Podemos como un nuevo partido que pretende representar estos intereses. Las
televisiones y las redes integran las energías al cambio político. En estos
años mediáticos Pablo, Irene y otros miembros de Podemos devienen en símbolos
de las aspiraciones de los contingentes de personas cuyas condiciones son
degradadas.
Las elecciones
sancionan la importancia del novísimo partido en el que Iglesias desempeña un
papel primordial. Setenta y un pompis se asientan en los escaños del Congreso
generando una euforia y estado de expectación considerable. Sin embargo, los
efectos del ascenso a los cielos mediáticos y las instituciones se detiene
gradualmente. El paisaje político queda petrificado, en tanto que no se
visibiliza una alternativa política de gobierno. Mientras tanto, continúan y se
intensifican los efectos del retroceso. La precariedad salvaje, los salarios
menguantes, la congelación de las pensiones, el deterioro de los servicios
públicos convertido en crónico, pero, sobre todo, el encarecimiento de la
vivienda en todos las formas, de modo que se sanciona como un bien fuera del
alcance de grandes sectores de población. Para la mayor parte de los jóvenes,
“compartir piso” significa de facto su inmovilización en un dormitorio, al
estilo de las viejas pensiones.
En este
cuadro se inscribe la decisión de Pablo e Irene de cruzar la frontera
social-habitacional para instalarse en el territorio de los sectores sociales
acomodados. Siguiendo este argumento se puede colegir que se trata de un error
mayúsculo. Se trata de una afrenta de gran calado a los inmovilizados y
desesperanzados contingentes electorales y mediáticos que nutren a Podemos. La
compra del chalet representa un impacto terrible en el imaginario de aquellos
que aspiran al cambio. Este es un hecho especialmente impertinente, que puede
activar emociones negativas que lo perciban como una cooptación por parte de
las dos instituciones que limitan la vida de las gentes perjudicadas por la
reestructuración: las del suelo y las del crédito.
Pero lo peor
estriba en el estado de los ilustres Pablo e Irene al no ser sensibles a esta
situación de recesión para las nutridas gentes que se concentran en los lugares
sociales penalizados. La dinámica oligárquica de los grupos del partido en las
instituciones y de su misma dirección, junto con la trascendencia de sus
actuaciones en las instituciones de la videopolítica, han tenido consecuencias
devastadoras sobre sus capacidades de percibir, inteligir y sentir. La única
explicación verosímil radica en algún mal secreto que, en forma de producto químico,
se encuentra en los escaños de las instituciones. Este consigue introducirse
por contacto en los pompis y termina por difundirse por el cuerpo, llegando
finalmente a la cabeza.
La respuesta
de los ínclitos dirigentes de convocar a sus votantes, que ellos llaman
inscritos e inscritas, ejemplifica lo que es una verdadera casta. Porque
sometidos al fuego enemigo de la cacería mediática es altamente probable que
sancionen el prodigioso salto residencial. Pero una herida de esta envergadura en el imaginario colectivo que nutre el
partido tiene consecuencias fatales. La colisión de emociones siempre termina
mal. El resultado inevitable es una brecha entre el partido –los inscritos y
las inscritas- y sus bases sociales. De este modo, se reedita el argumento de
Sansón y Dalila. El templo del partido se derrumba para encubrir a los
caudillos.
Quién
hubiera pronosticado que lo que empezó en las plazas como revuelta contra las
instituciones termine en una oligarquía tan asentada sobre los escaños y
afectada por la maldición de los pompis. El viaje residencial de
Iglesias-Montero va en la dirección inversa al de los inmovilizados en el tránsito
entre los trabajos sucesivos y la soledad de los dormitorios en las nuevas pensiones, que ahora se adornan de la palabra "compartida".
Gracias por su reflexión. Comparto sus argumentos.
ResponderEliminarSobre este asunto me están llamando la atención la cantidad de errores ante los medios que está cometiendo Irene, que parece ser la principal protagonista de la decisión de compra.
ResponderEliminarEl problema es que solo hablan con sus compañeros leales y con los seguidores fans en la entrada o salida de los actos públicos. La mayoría de comunicaciones son ante las camaras para nutrir a los ciudadanos-espectadores. Pasado un tiempo van perdiendo la perspectiva. Terminan adquiriendo el famoso "síndrome de la Moncloa" pero sin haber llegado a ella.
ResponderEliminarY para redondear el desastre, los líderes de Podemos plantean para la consulta una doble opción de respuesta éticamente inaceptable, pues los que quieran votar NO serán culpables de que Iglesias y Montero no sólo dejen de dirigir Podemos sino, además, de que pierdan sus escaños y, por tanto, más de 8.000.- € de ingresos mensuales, lo que, a la postre, quizás les obligue también a vender su chalet por no poder pagar la hipoteca.
ResponderEliminarLa consulta es catastrófica desde cualquier perspectiva. Se ha instalado una direeción autodestructiva. Pablo sigue fielmente la estela de Anguita y camina hacia un confortable gueto del 12% como techo. Ánimo
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