En ciertos
oasis el desierto es sólo un espejismo
Mario
Benedetti
En estos
días se ha suscitado un escándalo público, amplificado mediáticamente, derivado
de la sentencia de la manada. Se multiplican las críticas y las voces que
cuestionan esta decisión, haciéndose manifiesta la escasa inteligibilidad social
de la misma. Pero esta se produce en un mundo especial segregado de otros
mundos sociales: la judicatura. Esta es una institución cerrada al exterior, de
modo que procesa la información según sus esquemas culturales y reglas,
construyendo así un mundo social singular. Este establece una forma de definir
los acontecimientos, en la que los tipos y conceptos penales desempeñan un papel determinante en la
composición de los mismos. Esta perspectiva jurídica pone de manifiesto una
distorsión considerable en numerosos casos. El resultado es la confirmación de
una institución- oasis, que oculta el desierto de la vida que le rodea.
Las
carencias de esta visión de oasis jurídico son manifiestas en relación con la
complejidad de los hechos, la multidimensionalidad de los contextos sociales en
los que se producen y el espesor de los actores que los protagonizan o acompañan
como testigos. Estos factores son relegados por la preeminencia de los moldes
normativos, que desempeñan un papel esencial en la construcción de la realidad
expresada en las sentencias. En este texto voy a exponer una perspectiva
sociológica que recupera los factores marginalizados en los procesos
judicializados regulados por el derecho penal y las prácticas profesionales de
los jueces.
La cuestión
más importante se deriva de una ficción común a otros oasis profesionales. Esta
es la consideración del arquetipo de persona racional, que supone que el sujeto
decide individualmente tras una reflexión en la que moviliza sus capacidades
racionales. Se entiende que esta pauta afecta a todas las esferas de la vida.
Pero los hechos desmienten este piadoso aserto. Muchos acontecimientos son
inexplicables desde esta perspectiva y los principales poderes sociales
apuestan crecientemente por estrategias de comunicación y seducción muy
alejadas del molde racional. La publicidad y la propaganda se inspiran en otros
códigos lejanos al raciocinio de las personas. Precisamente hoy he comentado en
twitter una publicidad de Vodafone que apela a sentir, intuir…y no pensar…para
alcanzar lo que deseas.
Pero el
sesgo más importante del oasis judicial radica en la ignorancia de los
contextos en los que se producen los hechos. Se sobreentiende que cualquier
acontecimiento implica la concurrencia de sujetos racionales cuyos
comportamientos se ajustan al cálculo liberado de las emociones. En el caso que
nos ocupa, el contexto es un factor determinante. Se trata de un acontecimiento
tan singular como es una fiesta de la envergadura de San Fermín, en la que la
energía colectiva y las efervescencias múltiples imperan en el territorio de la
fiesta. Los participantes ejecutan guiones de prácticas festivas en un ambiente
de euforia que propicia la preponderancia de los sentidos.
En un
contexto festivo de esta naturaleza, se hacen patentes varias amenazas sobre
las mujeres. Así se conforman estados que hacen factibles distintas violencias
latentes y manifiestas. El estado de fiesta colectiva hace inevitable la
presencia de personas y grupos que desarrollan estrategias que se asemejan a la
caza. En particular a la caza furtiva, en tanto que las cazadas se encuentran
protegidas en tanto se encuentren en el espacio interior de la fiesta. Las
agresiones sexuales siempre tienen lugar en el espacio exterior en el que
desaparece la protección de la presa. Las tácticas de caza se caracterizan por
su territorialidad, y convergen en el desplazamiento de la víctima hacia la
periferia.
Desde esta
perspectiva se hace inteligible la situación que describe la sentencia. Se
trata de un grupo cazador, inevitablemente furtivo, de hembras. Su
predisposición se encuentra prístinamente descrita en las comunicaciones con
sus colegas, ante los que exhiben sus hazañas cinegéticas-sexuales. Al igual
que los depredadores de la naturaleza, la selección de la presa adecuada es un
factor fundamental. Se trata de encontrar un objetivo factible. En este caso
una chica sola, exhausta tras las horas de prácticas festivas, y ubicada en un
tiempo y espacio periférico a la fiesta. Sus defensas son muy débiles.
Pero la
extraña perspectiva del oasis judicial se materializa en la decisión de
rechazar como prueba los audios y videos de comunicaciones de los protagonistas
con su público. Así se hace invisible el móvil de este acontecimiento. Porque
las conversaciones de antes y después, así como los antecedentes, demuestran
inequívocamente que se trata de una cacería premeditada, buscada, trabajada y
metódica por parte de sujetos motivados y experimentados. Encontrar a una
“gorda” sin protección era la cuestión fundamental que manifiestan
explícitamente los protagonistas.
Una vez que
quedan descartados los antecedentes, el trabajo del tribunal se concentra la
descripción minuciosa de los hechos. Pero la mentalidad jurídica, regida por la
uniformidad de los tipos penales que se sobrepone a los acontecimientos,
deviene en un obstáculo para comprender la complejidad y la fluidez de las
situaciones. En estas condiciones, todo depende de los videos grabados por los
cazadores como material para interpretar esta situación. Así, la cuestión del
consentimiento adquiere una centralidad absoluta. La perspectiva judicial, que
entiende inevitablemente el consentimiento como un acto consensuado,
racionalizado y verbalizado por sujetos definidos por su racionalidad, adquiere
una naturaleza que oscila entre lo cómico, lo trágico y lo siniestro.
Aquí radica
el núcleo de la sentencia, que es una decisión fundada en la interpretación de
unas imágenes fragmentadas e inevitablemente polisémicas, que permiten
distintas lecturas. La exclusión de los antecedentes privilegia la
interpretación de los miembros del tribunal, fundada en unos esquemas
perceptivos y valorativos ubicados en un medio extravagante, que he definido
como un oasis para resaltar la barrera de gran magnitud que lo separa de una
sociedad dinámica.
En estas
condiciones el problema operativo termina configurándose en la distinción
cuasiteológica entre abusos y agresión. El método termina por descentrar el
problema y producir un gran sesgo. Tomando en cuenta todos los antecedentes y definiendo
la situación como un acto de caza, se evidencia que la secuencia del portal es
el asalto definitivo a la presa, que no se encuentra en condiciones de
responder. La visión basada en interpretaciones implica un acto sádico con
respecto a la víctima, escrutando los sonidos o supuestas señales débiles de
consentimiento o rechazo. La lógica perversa que sigue la investigación termina
concentrándose en la presa y no en los cazadores.
La hipótesis
de la orgía es un indicador elocuente del distanciamiento de los miembros del
tribunal con la vida. En una orgía todos los participantes gozan explícitamente
y, en la mayoría de las ocasiones, todos terminan manifestando su satisfacción.
El sexo es compartido y construido por todas las partes. No, esto es una
violación salvaje ejecutada por un grupo que se estimula mutuamente en busca de
un incentivo para los voyeurs amigos. En una situación así la escalada de la
violencia es inevitable. El final es concluyente: los cazadores abandonan a la
víctima privándole de la única herramienta para su defensa: el móvil.
En esta
historia convergen varios tipos de machismos que sobreviven a la modernización.
Los machismos rancios exhibidos por miembros del tribunal y los machismos
cutres de los cazadores. Este es un exponente elocuente de la contramodernidad
española que subyace bajo el escaparate oficial. Los conceptos chuscos sobre la
mujer entendida como cuerpo con tres agujeros y varias protuberancias. Los
lenguajes del mundo social de los cazadores son antológicos. El concepto “la hemos
guarreado” en distinción con la violación, es verdaderamente asombroso,
descubriendo las significaciones compartidas en el mundo social de los
depredadores.
Termino con
una ironía para el limbo-oasis judicial y sus jergas arcaicas. Recuerdo una
película del oeste de mi juventud cuyo título no recuerdo. El protagonista era
James Coburn. Este estaba siendo buscado intensamente por un asalto a un banco.
En su huida pasa por un rancho donde se encuentra con una hermosa mujer. Tras
intercambiar algunas palabras la coge en sus brazos y la desplaza al establo a
pesar de su resistencia. En este se sitúa sobre ella y la comienza a penetrar.
En esto aparece el padre de la chica con un rifle y mostrando una indignación
suprema le dice ¿pero qué es esto? Coburn, poniendo una carita de bueno
antológica le responde “es un asalto con arma amigable”.
Esta
anécdota remite a la distancia entre los lenguajes y las prácticas en
situaciones en las que el sexo se encuentra involucrado. En esta sentencia los
niveles de fuga de los hechos alcanzan la condición de obra de arte. Lo único
consistente que he escuchado estos días es la protesta de muchos jueces por la
intromisión de muchos de los que habitamos en el desierto. Claro, desde el
extraño mundo del oasis les debemos parecer salvajes incapaces de comprender
sus estrambóticas sentencias. Ayer escuché la sentencia que absuelve al “sheriff
de Coslada” al rechazar las pruebas que atestiguaban su culpabilidad. De nuevo
la consternación.
Una reflexión tan acertada, compasiva y moderna deberia ser parte del escrito de sentencia y ser explicada en las facultades de derecho.
ResponderEliminarEs trágico al mismo tiempo que algunos comportamientos violentos se expliquen por la condicion animal del ser humano.
"...machismos que sobreviven a la modernización...machismos rancios de los miembros del tribunal y machismos cutres de los cazadores", escribe Irigoyen. ¡Después de tantos años de "modernidad"!
Gracias Luis
ResponderEliminarLo peor es que hemos entendido la modernización como un proceso total y unívoco que afecta al todo social. El efecto de este sesgo es que, al igual que los jueces, el concepto nos dificulta la comprensión de las realidades. Desde hace muchos años trabajo en lo que algunos denominan "contramodernidad", una corriente poderosa, relativamente subterránea y que coexiste con las esferas racionalizadas. Sin entender este concepto se califica a la manada y otras contingencias como casos aislados. De ahí lo del oasis y desiert. Yo he vivido y vivo en varios oasis pero ser consciente de ello me proporciona una visión del desierto.
En este sentido esto debería ser explicado también en las piadosamente modernas facultades de sociología