La huelga de
los MIR en Granada es un indicador del deterioro profundo del sistema sanitario
público. Este se encuentra representado en los imaginarios profesionales y
colectivos como una consecuencia de los recortes presupuestarios que se asignan
a la mitológica crisis. Pero esta regresión remite a causas más profundas que
se encuentran más allá de los indicadores. En términos históricos, el sistema sanitario público resultante de
las grandes reformas sanitarias de los ochenta, manifiesta su progresiva decrepitud
por efecto de las grandes transformaciones sociales operadas en su entorno, que
pueden ser sintetizadas en el ascenso fulgurante del mercado y la
reestructuración del estado. Desde esta perspectiva se pueden entender los
sucesivos acontecimientos críticos como un proceso de descomposición del
sistema sanitario asociado al viejo estado de bienestar, así como la emergencia
de un nuevo sistema de salud congruente con la reestructuración en curso.
La huelga de
los MIR no puede ser entendida como un mero conflicto de interés entre estos y
la empresa. Por el contrario, se trata de un efecto de los procesos
macrosociales que se desarrollan en los últimos treinta años. La preponderancia
del mercado y la reforma radical del estado se ubican mucho más allá de los
presupuestos menguantes. Las reformas se inspiran en un sistema de supuestos y
sentidos inverso al que portaba el histórico estado del bienestar. La
metamorfosis del concepto de valor, de
la salud, la empresarización y la clientelización, constituyen la espina dorsal
de las nuevas propuestas. Todas ellas implican la importación al sistema sanitario
de unas instituciones emergentes en su entorno. Estas imponen sus sentidos en
un campo en el que las antiguas profesiones dominantes son reconvertidas
drásticamente. La gestión es la institución estrella que impulsa los cambios,
escoltada por la constelación de los recursos humanos, el marketing y la
publicidad.
Las
vigorosas reformas neoliberales se asientan gradualmente en el campo sanitario
modificando sus estructuras, prácticas profesionales y culturas. Aún a pesar de
su voluntad de no ser perceptibles, sus efectos son demoledores. Las antiguas
organizaciones sanitarias experimentan un shock considerable, al ser colonizadas
por instituciones extrañas. Así se instaura un tiempo en el que las
organizaciones sanitarias no son ni las convencionales ni las nuevas. Este
tiempo de no estar ni aquí ni allí, genera varias clases de anomias que se
instalan en las realidades sanitarias. Sus efectos son verdaderamente letales
para los profesionales.
El lado
oscuro de la colonización gerencial del sistema radica en que una buena parte
de sus propuestas son, en términos operativos, ficciones. Estas se asientan en
el imaginario de la calidad que se instala simultáneamente a la disminución de
los recursos. La función de la institución-gestión es disolver un orden
organizacional en el que impera la autonomía profesional. La estrategia se
funda en subvertir las culturas profesionales convencionales. Las políticas
sanitarias modifican las significaciones, convirtiendo a los profesionales en
proveedores de servicios, así como a los pacientes en clientes. Como este
cambio no es plausible, produce una
desorganización considerable que debilita a los profesionales, en tanto que
habitantes de un mundo ficcional. Las ideologías de la excelencia y la calidad
se instauran sobre una reducción de plantillas, merma de recursos materiales,
recortes de servicios básicos, rebajas en los dispositivos de urgencias,
restricción de servicios hospitalarios y –utilizo una palabra elegante-
decrecimiento acumulativo de la atención primaria.
Una paradoja
fundamental en el proceso de reestructuración neoliberal español, que
constituye una pista esencial, es que los recortes se concentran en los equipos
y los profesionales. Estos son drásticos y concluyentes. Pero, al mismo tiempo,
se sigue invirtiendo en los edificios e instalaciones. La incentivación a la
construcción es el verdadero móvil de las políticas públicas del crecimiento.
Cada vez mejores instalaciones para plantillas más menguadas y en condiciones
incrementales de degradación laboral.
En un estado
de transición permanente hacia el quimérico reino de la excelencia, todo
deviene en ficción. Entre estas sobresale una esencial. Se trata de la
expansión de la función-gestión que se extiende a todos los espacios del
sistema sanitario. Una legión de gerentes, directores, asesores, expertos en los
misterios de la calidad y otras ensoñaciones, se hace presente en todas las
realidades. El argumento sobre el que se funda esta conquista radica en otra
ficción: se supone que cada centro es una unidad autónoma que compite con las
demás. La función-gestión se asienta tras esta pretensión. Pero la verdad es
que este ejército de expertos en las instituciones de la empresa carece de
raíces en los centros sanitarios, en tanto que el sistema sanitario sigue
funcionando como una pirámide jerárquica convencional rigurosamente
centralizada.
De este modo
los gestores y expertos que se expanden en los centros son los brazos
ejecutores de los aparatos centralizados que los dirigen. La inexistencia
fáctica de autonomía los convierte en una extraña entidad cuya naturaleza es equivalente
a una burocracia convencional, cuanto no a una versión de los ancestrales
comisarios políticos. Aquí radica una de las perversiones más relevantes del
sistema sanitario. La acumulación de cargos y carguillos que devienen en
pesadas cargas. Esta ficción de la función gerencial constituye una farfolla.
De ahí el título de este texto. Pero, al contrario que en el caso de los
profesionales menguantes, las huestes gerenciales se sobreponen a las
restricciones de recursos y su presencia es creciente.
Las legiones
de gestores y asesores son reclutadas en los bajos fondos de la profesión
médica y la enfermería, privilegiando los perfiles de carreras profesionales
bloqueadas, que son compatibles con la adhesión política. También entre nuevas
profesiones vinculadas a la expansión de la empresa postfordista, economistas
principalmente. Así se conforma un personal estrictamente dependiente y
obediente, que simultanea su gratitud con la disposición a ejecutar las directrices
emanadas de las conserjerías, que se constituyen como un generoso patrón, a la
vez que un exigente jefe. Los nuevos legionarios de la gestión adquieren la
naturaleza de ejecutores de directrices, siempre atentos a las señales que,
como en el caso de todos los dioses, llegan desde arriba. Su vínculo laboral
precario contribuye a su condición de artistas de la docilidad.
Todos los
argumentos expuestos hasta aquí convergen en una cuestión esencial. La forma
específica de realizar la gran reestructuración de los sistemas sanitarios
procedentes del estado del bienestar es degradar el servicio. No se puede
entender las coherencias de las nuevas políticas sanitarias sin confirmar esta
cuestión. Así se produce un circuito fatal. Los sectores sociales vulnerabilizados,
incapaces de concurrir a mercados en los que puedan comprar servicios médicos,
son perjudicados mediante el deterioro del sistema público, de la atención
primaria y las urgencias principalmente, en tanto que las consultas de
especialistas siempre han estado deterioradas. La clave se encuentra en la
frase pronunciada por una artista anónima de la época, la diputada del pepé Andrea Fabra, dirigida a
los parados “que se jodan”. Este no es un lapsus lingüístico, sino la expresión
del inconsciente colectivo de los autores de la generación de reformas del
presente.
Desde esta
perspectiva se hace inteligible todo. Se trata de instaurar unos servicios
mínimos para aquellos que carezcan de la capacidad de comprarlos. En
coherencia, estos servicios baratos tienen que ser prestados por profesionales
baratos. Este es el papel que se ofrece a los MIR. Se trata de restaurar la
eficiente institución del viejo ambulatorio, en la que un profesional atendía a
cientos de usuarios ofreciendo prestaciones de baja calidad. Las razones de los
MIR para esta huelga apuntan a esta cuestión. Se defienden ante el desplome de
las urgencias reclamando su condición de profesionales.
La
estrategia para implementar esta regresión estriba en la expansión de la
precarización. Una legión de profesionales sanitarios, son contratados mediante
fórmulas flexibles en espera de que comprendan las claves de lo que se les
pide. Esto es que cubran el servicio apañándose como les sea posible en un
medio definido por la degradación general: de los pacientes y de los profesionales. Estos se distinguen
por sus diversas formas de contratación unificadas por la precariedad. Así se
construye un orden en el que se hace factible una obediencia impuesta y
obligatoria. Esta es la clave cultural que explica la sórdida situación
imperante en las urgencias.
Esta
interpretación del conflicto me conmueve, en tanto que la entiendo como una
resistencia a la desprofesionalización. Lo que se les pide es que desistan de
ser profesionales y se comporten como autómatas regulando el tráfico de
pacientes. Este es el código que se impone hoy a una legión de contratados en
el sistema sanitario, sobre los que se descarga la responsabilidad de la
asistencia. Se trata de que asuman su condición de beneficiarios de un contrato
a cambio de su renuncia a la profesionalidad. Así opera la institución-gerencia,
que los esculpe como deudores con obligación de ser agradecidos, asumiendo la
responsabilidad asistencial en una situación en la que se exime al centro de la
suya.
En una
situación así estos son intimidados por la farfolla gerencial que asume la
única función verdadera que desempeña: la de capataces. Los directivos de los
centros devienen en mayorales de profesionales sanitarios. Por eso les
recomiendo que no se dejen intimidar por los métodos de nuevos conductores de
rebaños y se reivindiquen como profesionales. Para estos cada situación es una
situación abierta que requiere de su valoración y decisión. Esto se encuentra
más allá de las entendederas de los capataces.
Muchas
gracias por reclamar mejores condiciones para atender profesionalmente a los
pacientes.
Muchas gracias por este análisis tan brillante para desentramar la filosofía y estrategias que maneja la administración del sistema sanitario público y que sufrimos profesionales y pacientes.
ResponderEliminarNo sabes hasta que punto retrata el día a día de la atención primaria.
Soy médico de familia y me encantó leer este documento inteligente. Gracias.Solo le pongo un pero: hace falta su versión para pueblo llano, en lenguaje llano ,llano.
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros comentarios. Coincido con Roayzu en que este no es un texto adecuado para el pueblo llano
ResponderEliminarExcepcional artículo Sr. Irigoyen, no es texto para pueblo llano,pero ese pueblo tiene a Spiriman que explica lo mismo para que les llegue a todos. Sólo apuntar a los cooperadores necesarios, los gaenos leales a la administración,por miedo o prebendas. Un saludo
ResponderEliminarGracias por el comentario. Cada cual hace su lectura. Mi posición es muy diferente a la mantenida públicamente por Spiriman. El problema no es solo del sistema sanitario o está ubicado en Andalucía o en España. Se trata de un cambio histórico que se puede definir en trazo grueso como una contrarevolución neoliberal, que invierte las conquistas sociales de la era del estado del bienestar.
ResponderEliminarPero sí coincido con Spiriman en identificar y oponerme a las miserias de la casta directiva sanitaria, sus acompañantes políticos y los médicos cooperadores necesarios. Por eso fui, cuando vivía en Granada, a varias manifestaciones
También escribí el 26 octubre de 2016 un post en este blog analizando esta situación "Reconversión hospitalaria, temores colectivos y miserias institucionales en Granada".
Hola Juan, brillante análisis el realizado por ti y con el que coincido en su totalidad y me siento identificado con el, tu como buen Conocedor del Servicio sanitario das en el clavo de la trampa neoliberal imperante que nos asfixia. Me alegra sobremanera saber de ti. Un abrazo. Paco Palomares
ResponderEliminarMe alegra mucho tu aparición por un sitio como este Paco. Lo mismo que les pasa a los jóvenes MIR les ocurre a los jóvenes profes. Convertidos en contratados eternos y deudores de un sistema necio que cuenta sus productos al peso. En los últimos años en mi correo las agencias se hacían presentes todos los días con la intención de intimidarme. Lo mejor de la jubilación es desembarazarse de ellos.
ResponderEliminarUn abrazo
Como Mir en Urgencias en los años 80, me sentí mano de obra barata, encima sin saber hacer el trabajo. Estaba allí para formarme, se supone, no para resolver las urgencias. Más que como algo formativo lo recuerdo como la novatada que sufren los recién llegados.
ResponderEliminarFuí Mir en urgencias en los años 80. Me sentí estafado. Sin haberme podido preparar aún y teniendo que trabajar en un punto neurálgico del hospital. Algo que debía ser formativo convertido en una novatada que sufrían el Mir y el paciente. Lamentable.
ResponderEliminarGracias. Tu testimonio es esclarecedor. A muchos les puede parecer insólito. No es mi caso pues sé la clase de institución que es un hospital. Nunca olvidaré la noche de mi ingreso por cetoacedosis diabética en el hospital clínico de Granada. En la sala de observación estábamos varios enfermos graves en mal estado junto a los que varios profesionales conversaban en tono elevado y acompañados de risas. Creo entender el sentido de la palabra novatada.
ResponderEliminarEn un hospital coexiste lo mejor y lo peor.
Sí, Juan, brillante análisis de las situaciones que se viven el sistema sanitario, Pues se describen al mismo tiempo las motivaciones y sentimientos de las personas, que las causas estructurales de tanto malestar, desánimo y mala atención. Importa porque cuanto mejor sabemos a qué nos enfrentamos menos difícil será plantearnos cómo responder.
ResponderEliminarCuanto más claro queda cuál es el campo de juego en el que se desarrolla este siniestro partido de la mercantilización de la salud, más importante me parece la recuperación de los valores de lo profesional para lxs sanitrixs, por encima de los cálculos fragmentarios de la evaluación y la ficción de la excelencia. No renunciar en la medida de lo posible a lo profesional, y como dices Juan, saber que cada situación clínica está abierta y debe ser pensada sopesando la mejor decisión. Y hacerlo desde esa posición de compromiso profesional sin recurrir tomar como refugio el protocolo guía o recomendación a que ilusoriamente nos dicen que debemos simplemente obedecer. No soy ingenua y sé que no es nada fácil, que todo empuja en la dirección contraria, la del mercado y la de que “el que venga detrás que arree”, pero también creo que no hay profesionalismo por fuera de esa perseverancia obstinada en usar el saber puesto en juego para atender a las personas. Gracias a lxs residentes en huelga por defenderlo con su reivindicación, y gracias a todas las voces que nos recuerdan en nuestra tranquila comodidad el deterioro de los servicios y las consecuencias para hoy y para mañana.
Me alegra mucho verte por este sitio. Gracias. Contrariamente a la opinión general, no soy pesimista. Tengo una visión muy "histórica". Lo que ocurre es que ha concluido una fase de progreso económico y bienestar y la gente mantiene las representaciones de ese tiempo. Ahora emerge otra formación social de signo contrario y no se percibe en su verdadera dimensión. Los críticos de hoy somos necesarios para un futuro en el que se haga inteligible la catástrofe neoliberal. En este sentido no me importa estar en minoría y me parece divertido contemplar a aquellos que ignoran el signo de la emergencia histórica neoliberal y proponen reformillas. Su perplejidad se incrementa a saltos.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Juan. Soy Carlos Santos desde Granada.
ResponderEliminarAnte todo felicitarte por este magnifico blog. Tu visión siempre abre nuevas ventanas para la contemplación.
A los que trabajamos en la Sistema Sanitario Público de Andalucía tu artículo es un retrato fiel de lo que viene pasando. La Farfolla Gerencial nos envuelve por doquier y los profetas de la calidad abundan por estos lares. Manejan un imaginario uniformado (estilismo, poses y lenguaje). La pena es que sus estatus y sueldos (productividad incluida) que reciben les hace pensar que vivimos en el mejor de los sistemas posibles.
Tu no eres pesimista. Yo si. Esta bola inmensa que nos apabulla ha hecho que veamos imposible cualquier enfrentamiento
De todas formas no hay batallas definitivas. Les deseo todo lo mejor a los MIR. Son savia nueva y están obligados a posicionarse y a enfrentarse a tanta "farfolla".
Un abrazo
Hola Carlos. gracias por tu comentario. Comparto tu análisis salvo en el término "profetas de calidad". Más que profetas son seguidistas que repiten como los loros y beneficiarios. En mi tierra se les llamaría "aprovechateguis".
ResponderEliminarDe acuerdo en lo de "bola inmensa". Esta es tan grande porque tiene sus raíces en lo global. Es una contrarevolución neoliberal que aún no se ha instalado en el inconsciente colectivo y no es percibida en su verdadera dimensión.
Los profesionales creen que se trata de un fenómeno pasajero, en esto se equivocan y las consecuencias recaerán sobre ellos. Los jóvenes lo tienen muy mal. Aunque parezca que han ganado esto no es así. Volverán las oscuras golondrinas.