Unos años más tarde viajé a Lisboa con Carmen, que ya conocía la ciudad. Nuestras emociones explotaron al llegar a la plaza del Rocío y otros escenarios urbanos de la revolución de los claveles. Pero el proceso revolucionario ya había sido encauzado y los líderes del 25 de abril se encontraban en el exterior del sistema político recién fundado y normalizado tras su compulsivo origen. Pero nuestro imaginario nos permitió rememorar nuestros ensueños de mediados de los años setenta, que habían modelado nuestras percepciones.
Pero, con independencia de nuestras figuraciones rupturistas, la ciudad nos enamoró. Pudimos vivir varias lisboas diferentes en nuestras derivas en los márgenes de las rutas turísticas. Carmen siempre quiso volver, hasta en los últimos días guardaba la nostalgia de la ciudad. En una tarde preciosa del otoño ha retornado el recuerdo, la melancolía y la saudade de Lisboa. Acompaño este comentario con un video del Grandola Vila Morena y otro de Amalia Rodrigues. El fado sigue presente en mi banda sonora. Es una de las músicas que me ha ayudado a sobrellevar mi larga presencia en una institución tan sórdida como la universidad.
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