El video en
de la sesión parlamentaria en el que la consejera de salud de la Junta de
Andalucía explica el cese de Joan CarlesMarch es una pieza antológica. Se trata de un documento que muestra
prístinamente la imposibilidad fáctica de control del gobierno en el
parlamento. La ausencia de diálogo se hace patente, así como la incompetencia
de ambas partes sobre un episodio específico, que es sepultado por el excedente
semántico del poder de la época, que produce un discurso plano que se sobrepone
a cualquier realidad. La conversación es malograda por la referencia a los
informes escritos disponibles por ambas partes, que exhiben impúdicamente su
capacidad de neutralizar cualquier acontecimiento singular, en tanto que portan
la versión oficial insípida, que en este blog he denominado como “los gritos de
rigor”, y que es el discurso universal managerial de la calidad.
Las
alegaciones del representante de la oposición son denegadas mediante la no
respuesta. La consejera responde leyendo los papeles de sus escribidores en
espera de que su interlocutor, o en su defecto, el tiempo, se agote. Así exhibe
impúdicamente su voluntad de no responder ni entrar en el fondo de la cuestión.
Este episodio resulta muy elocuente acerca del funcionamiento del parlamento.
La democracia es degradada por ausencia de conversación. Todo queda a merced de
la mecánica de las votaciones. La opacidad alcanza su apogeo, acompañada del
tedio derivado del intercambio de discursos planos definidos por su vocación de
ser abstractos, como los de las iglesias o instituciones similares alejadas de
la idea democrática.
Tras la
monotonía que regula los intercambios orales que conforman la vida diaria plana
del parlamento, rota solo en las ocasiones excepcionales, cuando emerge un
acontecimiento que amenaza el statu quo institucional, se encuentran los
escribidores de los papeles exhibidos por los parlamentarios, que adquieren la
naturaleza, como el caso de la consejera que nos ocupa, de muñecos de guiñol.
Estos tecnócratas son los que verdaderamente gobiernan en la sombra, avalados
por sus coherencias y fidelidad con las pautas de gobernabilidad globales
imperantes. Su importante función estriba en homologar los pesos y medidas de
los problemas, de modo que trasciendan la sectorialidad y la politización. Así
las decisiones se encuentran blindadas a la deliberación. De este
funcionamiento resulta una crisis de la democracia que me arriesgo a calificar
como tragedia.
La ausencia
de respuesta es reforzada en Andalucía por un elemento psicológico primordial.
La carencia de relevo en el gobierno en los últimos casi cuarenta años ha
tenido como consecuencia perversa la conformación de la idea de que las
instituciones son un patrimonio de los ganadores. Así, la oposición se entiende
como un grupo de perdedores que carece de la legitimidad para ejercer el
control. Esta idea cristaliza en una extraña mezcla de arrogancia y desprecio, que
se expresa en un distanciamiento ostensible con respecto a su interlocutor, que
la consejera manifiesta en su intervención. Su comportamiento se encuentra
regido por la paciencia con los perdedores. De este modo el diálogo es
imposible, en tanto que los propietarios del poder no descienden hasta este
nivel.
El resultado
de esta situación es la configuración de un poder oscuro, la Junta de Andalucía
entendida como un conjunto de instituciones nucleadas por el gobierno, en las
que habitan varios clanes que mantienen un sistema de relaciones protegido a
las miradas exteriores. Esta opacidad se hace patente en la toma de decisiones,
que responde a la lógica inescrutable del equilibrio entre las camarillas
participantes. Este modo de gobierno, similar al de las iglesias e
instituciones similares, solo es susceptible de ser analizado mediante un sistema
de indicios y señales perceptibles desde el exterior por analistas
experimentados, dotados de la capacidad de descifrar las pistas para formular
hipótesis.
Pero la
psicología política de este conglomerado humano de propietarios del poder se
hace presente mediante la selección perversa de los cargos políticos
representativos, así como de los directivos de las administraciones públicas.
Esta se realiza bajo el principio riguroso de la obediencia y la limitación del
pensamiento y la iniciativa. El resultado inevitable es la multiplicación de la
mediocridad. Cada uno tiene que asumir que no es otra cosa que un delegado de
una máquina que funciona sobre el principio de la jerarquía. Esto confiere un
carácter singular a los cuadros del partido y a los a los cargos
representativos.
El ciclo de
vida de estas castas políticas y directivas se encuentra determinado por la
circulación. Un destino es siempre provisional, en espera del siguiente. Así se
conforma una carrera ascendente que queda interrumpida súbitamente por una
circunstancia. En julio de 2013 analicé en este blog, en un post titulado “Upin the air”, a esta población directiva inmigrante. Un cargo no puede tener
arraigo en la comunidad profesional de la organización en la que ejerce como
delegado. Esta es la única afirmación concreta que hace la consejera en su
intervención: los directores rotan.
Aquí radica
el elemento específico clave en la destitución de Joan Carles March. Este no es
un directivo rotatorio en busca del siguiente destino. Por el contrario tiene
una carrera profesional asentada sobre un suelo que ha cultivado durante muchos
años. Su lealtad se encuentra limitada por su propia posición profesional, que
alivia su dependencia de las decisiones de la conserjería. Tras su cese retorna
a su propia carrera. Así se pueden entender los gestos de independencia que
emite en la crisis de su destitución, que rompen con el silencio sepulcral característico
de los cesados circulantes.
Además, la
selección perversa de los directivos genera una paradoja que tiene
consecuencias emocionales críticas. Algunos directivos sanitarios, ubicados en
instancias directivas superiores a las del director de la EASP, tienen recursos
personales manifiestamente menguados en relación a los de Joan, así como los de
otros profesionales de la escuela. Así se conforma un conflicto sórdido
gobernado por las emociones negativas. En mi post acerca del cese, privilegié
esta perspectiva, en tanto que conozco a los protagonistas de esta incidencia.
Una persona, como se dice en Andalucía “muy chica”, ubicada en lo alto de la
pirámide directiva, termina siendo devorado por sus pasiones negativas, nacidas de la insoportable constatación de su
levedad profesional. Ejercer la autoridad sobre profesionales sólidos es una
cuestión muy complicada desde la perspectiva del ejercicio del poder regulado
por el principio de la jerarquía política.
Pero en el
fondo de la no-conversación en la comisión parlamentaria aparecen los indicios
de uno de los problemas más relevantes en el cese. Tras la afirmación de que la
escuela debe orientarse más hacia lo estrictamente asistencial, comparece la
vieja cuestión de la atención primaria.
Esta es invocada como centro del sistema asistencial desde el comienzo
de las reformas sanitarias, generando grandes expectativas. Con el paso de los
años se confirma su papel periférico con respecto a los hospitales, que crecen
y se diversifican. Los de última generación son denominados como “de alta
resolución”, lo cual siempre me hace sonreír.
Este proceso
de pauperización de la atención primaria, así como la situación de la
asistencia sanitaria en la sociedad de la postcrisis, está generando un proceso
de acumulación reflexiva en distintos grupos vinculados a la atención primaria.
Así se propicia la generación de varias líneas que trascienden las posiciones
esencialistas del principio de la reforma, para ubicarse en el presente. El
conocimiento generado en estos procesos interactivos nutre a una nueva
intelligentsia médica que se hace presente en la escuela. Del mismo modo, en el
mundo de la salud pública también se produce una nueva generación de revisiones
y propuestas.
La EASP es
una organización plural que alberga distintas perspectivas. La dirección de
Joan Carles instituyó un equilibrio entre las mismas. Su relevo puede ser un
anuncio de retorno a la hegemonía de lo asistencial, que es entendida como un
modo de privilegiar la gestión y la medicina especializada, es decir, los
hospitales. De este modo se acentúa la tendencia a ser una organización
satelizada por las escuelas de management, que imponen sus postulados con
independencia de las singularidades de los campos en los que se aplican. En los
últimos años que impartía clases en el módulo de administración y gestión del
máster, la obligada lectura del programa me producía vértigos debido al
excedente de las ideologías de la gestión.
La
diversidad de la escuela, en la que están representadas y coexisten varias corrientes – el pujante neoliberalismo
progresista con sus versiones ciudadanistas, el neoliberalismo gerencialista convencional, las nuevas
tendencias en salud pública, los fértiles posicionamientos críticos de la
atención primaria, así como las distintas perspectivas tradicionales que
subsisten con el paso del tiempo- se encuentra amenazada por una dirección que
penalice el renacimiento de nuevos enfoques para privilegiar el management
irreflexivo y el sucursalismo respecto a la OMS y sus satélites extraviados. El peligro estriba en
entender a la escuela como receptora pasiva de las orientaciones emanadas por las
autoridades globales.
En resumen,
a pesar de su relativo estancamiento, la EASP es mucha escuela para tan pequeña
conserjería. Este es el trasfondo de la cuestión. No se puede dirigir un centro
de profesionales que produce conocimiento como un almacén. Tampoco imponer la
versión del neoliberalismo social detentada por el pesoe andaluz, tan rácana
intelectualmente, paupérrima en su consistencia y subordinada a las necesidades político-electorales de las sucesivas coyunturas. La nueva consejera, delegada
de los propietarios, destituye a un sospechoso de la veleidad de aportar su
propia perspectiva. La única posibilidad es seguir el modelo de los
escribidores de los papeles del guiñol parlamentario. Estos siempre representan
explícitamente la verdad oficial. Así, el modelo último sobre el que se referencia
esta toma de decisiones es muy antiguo: se trata del cortijo.
Más de lo mismo...
ResponderEliminarEL VENDEDOR DE PESTIÑOS
http://elgarrotin.blogspot.com.es/2017/11/el-vendedor-de-pestinos_2.html
Gracias. Tengo dudas acerca de que lleguen al estatus de vendedores de pestiños.
ResponderEliminar...y parece ser q esta es la Andalucía que quiere la mayoría...les debe ir muy bien con los subsidios y con la espina doblada...
ResponderEliminarGracias Pacoxxi
ResponderEliminarPienso que las cosas son más complicadas que lo de los subsidios y la espina. El neoliberalismo social andaluz privilegia e intercambia con las grandes empresas, tiene un intercambio permanente con los sindicatos y ejerce su contro férreo sobre las organizaciones públicas. De ahí resulta un modelo que le garantiza un suelo para seguir ejerciendo el gobierno. El problema que planteo es que abraza a todas las organizaciones sometiéndolas a un orden que penaliza la autonomía, la iniciativa y la innovación. El mantenimiento durante tanto tiempo de esta congelación tiene resultados catastróficos sobre la economía y las organizaciones.