He esperado
unos días para que disminuya la perplejidad derivada del cese de Joan Carles
March. Ahora parece pertinente una reflexión al respecto. Una de las cuestiones
derivadas del gen autoritario que portan las organizaciones en este tiempo es
la inexistencia de textos escritos que contribuyan a esclarecer su naturaleza y
sus procesos. Los protagonistas involucrados en distintas etapas guardan un
silencio sepulcral en el espacio público.
Así, sobre una organización específica, no sabemos nada más que su
definición oficial y las actividades que se registran. A este le acompañan
distintos testimonios que circulan en el ámbito privado, que constituyen un flujo
de murmullos sobre el fondo del silencio.
De este
modo, cualquier organización se constituye sobre el secreto compartido de sus
miembros, e incluso de sus víctimas. Así se conforma una verdad oficial que
encubre múltiples zonas oscuras inaccesibles para observadores externos. En las
crisis de las organizaciones se hace patente la explosión del fértil concepto
de “la espiral del silencio”, formulado por Elisabeth Noelle-Neumann. La
acumulación de silencios termina explotando en una crisis, que saca a la
superficie algunos secretos compartidos que han permanecido invisibilizados.
En los años
anteriores he escrito algunos post de este blog expresando mi posición acerca
de la escuela. De este modo he reforzado mi imagen de lo que se entiende como “un
bocazas”. Esta es una figura que no es capaz de mantener disciplinadamente la
espiral del silencio de la época. El cese de Joan puede interpretarse como un
acontecimiento crítico en la historia de la EASP. Tras sucesivas direcciones
burocráticas que tenían como objetivo reducir la autonomía de esta, limitar los
proyectos de la organización y controlar el presupuesto debido a las
restricciones de la crisis, la llegada de Joan a la dirección significa una
recuperación de la autoestima de la organización. El desempeño en esta etapa
consiste en aliviar el efecto de ser gestionados bajo el supuesto de que
funcione como una organización obediente a las líneas establecidas por la
autoridad.
En este
sentido Joan ha conseguido un éxito incuestionable. La cohesión interna se ha
incrementado y las distintas tendencias han sido integradas en un orden común. Así
se han paliado los efectos de las directrices innegociables provenientes de la
conserjería y se ha constituido un campo de una moderada autonomía. Joan ha
actuado siguiendo el modelo de un gobernador colonial, que atenúa las orientaciones
rígidas, que en este caso son conminaciones que emanan de la metrópolis
sevillana, para establecer un mínimo de negociación con los distintos notables
locales. El resultado evidencia que las heridas se han restañado y que se puede
identificar un alivio de los profesionales. Se trata de una dirección no
mecanizada, que permite cierta capacidad tácita de leer y ejecutar las directrices.
De ahí el dolor que se ha manifestado tras su cese, tanto en
el interior de la escuela como en su medio. Pero este malestar, que aparece de
modo manifiesto en twitter y otras comunicaciones similares, no se expresa en
documentos que puedan romper la espiral del silencio sustanciando una crítica
fecunda. La dispersión y los sobreentendidos dominan estas comunicaciones
fragmentarias. Por esta razón reproduzco
un post que escribí el 4 de julio de 2015, que se titula “La EASP en el magma”.
Pienso que el cese de Joan Carles reedita su interés.
LA EASP Y EL MAGMA
El magma es un territorio pantanoso que afecta a las
organizaciones públicas en la España postfranquista. Este fenómeno corroe las iniciativas
y los proyectos interfiriendo las capacidades de las mismas. El magma se
encuentra ubicado en el medio interorganizativo que depende de la clase
política, que coloniza las organizaciones públicas mediante la designación de
directivos subordinados a sus lógicas e intereses. Así, en el largo tiempo
posterior a la transición, apenas se han configurado organizaciones nuevas
vigorosas y sostenidas. Cualquier organización que se desenvuelva en este
medio, es fatalmente afectada por magma. La principal dimensión de este radica
en el contingente de gerentes y directores de las empresas del sector público
seleccionados y mantenidos desde las cúpulas partidarias. De este modo lo
expliqué en un post de este blog en 2013.
La EASP, nacida en los años ochenta como un proyecto autónomo impulsado por distintos grupos participantes en la salud pública crítica de los años setenta, en la que coexistían varias interpretaciones del mundo sanitario de este tiempo, es sometida en los años noventa al proyecto y la lógica de los poderes imperantes, mediante la presencia de directores-gobernadores coloniales que bloquean el proyecto inicial y gobiernan la organización mediante la clonación del modelo de la nueva gestión pública, del que se obtiene una grosera versión local, además del arte de la distribución de prebendas entre las distintas élites preexistentes. Esto significa, en términos de la historia de la EASP, sumirla en el magma andaluz. Este es un medio del que parece inviable salir.
En el post anterior califiqué como “rectificación” el giro de la escuela, alejándose de sus supuestos iniciales para inscribirse en la poderosa reestructuración neoliberal que emerge en esos años. Las políticas sanitarias cancelan la reforma salubrista de los noventa para adoptar las versiones del new public management en los servicios de salud. Una de las características de este saber emergente es el establecimiento de una sencilla escala asentada sobre las categorías antiguo-moderno. Todo lo moderno es considerado bueno y cualquier resistencia es ubicada en lo antiguo, que se entiende como un tiempo concluido. De este modo, la tormenta de conceptos, significaciones, métodos y saberes gerencialistas-neoliberales es acogida e internalizada celebrativamente como un signo de modernidad.
Así, todas las conceptualizaciones y métodos procedentes de la salud pública y de las versiones de la atención primaria de los setenta, son enterradas para dar paso de forma aproblemática a las nuevas directrices. El máster, así como la programación docente de la escuela experimenta un giro radical que muestra la emergencia de los nuevos saberes. Ahora se hace presente la nueva gestión pública, que importa de la empresa postfordista sus supuestos y sentidos, así como su pesado maletín de herramientas. Los viejos módulos de planificación y salud son reformulados, cediendo el paso a una nueva generación de gerentes providenciales que cuentan sus casos milagrosos, que tienen la pretensión de generalizarse, al igual que las empresas globales estrella de la época, que presentan sus soluciones universales ante los optimistas y esperanzados alumnos. La proliferación de sesiones con directores portadores de soluciones se hace frecuente, significando algo equivalente a los fuegos artificiales de las fiestas.
Tal y como ocurre con la nueva gestión pública, tanto las teorizaciones como los métodos propuestos devienen en modas que se suceden vertiginosamente. Confieso que abandoné a la primera, cuando se proponía, con una prodigiosa puesta en escena, la gestión por procesos, con un envoltorio equivalente al que hoy puede ser el penúltimo paquete-producto de Movistar. El cliente era convertido en una realidad análoga a un producto que atravesaba una cadena de montaje de diagnósticos-tratamientos. Todos los contenidos tradicionales son reciclados según el aparato conceptual de la nueva empresa. La calidad se establece como el centro de nuevos saberes orientados a los destinatarios de los servicios, ahora clientes sofisticados a los que es esencial saber escuchar, para lo cual el marketing y la publicidad devienen en fuentes imprescindibles.
La mutación de los contenidos se acompaña de una rotación de los públicos involucrados en las actividades. El contingente ubicado en los distritos de atención primaria, que conformó la base de la docencia, se disemina penosamente por los servicios en busca de un nuevo destino. Este es reemplazado por un numeroso colectivo de médicos y enfermeras presto a formarse en los misterios de la gestión clínica. Junto a ellos, el crecimiento en los hospitales de estructuras directivas de apoyo a los gerentes proporciona un contingente de alumnos ajenos a las profesiones sanitarias. Un conjunto de economistas, psicólogos, abogados, sociólogos y otras especies profesionales pueblan las aulas de la escuela. Se trata del efecto llamada de la calidad, la nueva estrella advenida al sector sanitario. Junto a ellos comparecen los primeros profesionales de aseguradoras en busca de una formación acreditada en gestión. También los numerosos profesionales latinoamericanos y algunos europeos, que anuncian la conformación del mercado universal de titulaciones, productos académicos y de investigación.
Pero si algo transforma radicalmente la escuela es la explosión de la asesoría. Esta es una función que desempeña un papel determinante en la financiación, que se impone desde la metrópolis sevillana. Esta no cree en la investigación, cuyos resultados se ubican en un tiempo demasiado largo y en los márgenes de su campo de definición de las situaciones. Así se conforma un área que produce trabajos de asesoría para las organizaciones sanitarias del sector público. Esta transforma radicalmente la escuela, en tanto que la inscribe en el medio interorganizativo que denomino magma, al tiempo que acrecienta su dependencia. Pero esta factoría de trabajos para los clientes-amigos tiene otra consecuencia fundamental. Para llevarla a cabo se procede a la contratación de numerosos profesionales jóvenes que devienen en ejecutores de proyectos y trabajos en serie.
Así, se acentúa la diferenciación interna y se configura una estratificación rigurosa de la organización. El modelo universal de la empresa postfordista sanciona esta situación. Se multiplican las formas de contratación y la diferenciación de condiciones, al estilo de las organizaciones surgidas por la expansión de la producción inmaterial en las que se localiza la nueva institución de la gestión. Así se conforma una versión de una “casta académica” con buenos contratos y condiciones de trabajo, que afecta a los veteranos, a los profesionales capaces de captar recursos en el exterior del magma y a los que tienen nexos privilegiados con los distintos poderes fácticos presentes en el ecosistema en el que se encuentra la escuela. Además, se conforman varias categorías intermedias determinadas por la proliferación de especializaciones y subcampos. Por último, comparecen los contingentes de un nuevo cognitariado circulante, sometido a contratos temporales muy duros, que se inscriben en una escala invertida de aquella que llegó hasta el estado de bienestar. Estos ejecutan las tareas de base sobre las que se producen informes, dictámenes, proyectos, trabajos monográficos, investigaciones o textos especializados para clientes externos.
En su fundación la escuela nació con vocación de ser una alternativa a la universidad, tanto en las metodologías docentes como en los procesos de producción de conocimiento. Uno de los componentes del magma son precisamente las universidades. Así, los principales cursos de la escuela, son reconvertidos a homologaciones universitarias. Ahora son máster y expertos supervisados por la burocracia universitaria, que realiza sus cálculos en décimas y centésimas de la moneda única: el crédito. Aún y así, la distancia entre los productos docentes de ambas organizaciones, sigue siendo muy considerable a favor de la escuela. En el campo de investigación, la situación es inversa.
Pero, el elemento diferenciador de una institución de estas características es su capacidad de reflexión y de generar ideas sobre las políticas sanitarias. En la fundación siempre estuvo presente esta aspiración que justificaba el proyecto. Pero pensar, deliberar, interrogarse o crear en común, supone como requisito imprescindible, la superación de las jerarquías, el pluralismo, la heterogeneidad, la autonomía y la libertad. Esto no es posible en el tiempo histórico actual en una organización inscrita en el magma. Así, los dogmas gerencialistas y neoliberales rellenan el vacío y son aceptados sin discusión.
En los años siguientes a la rectificación, el tejido interno de la escuela resulta de la coexistencia de numerosos proyectos vinculados con distintos intereses establecidos en su campo organizativo. Los ausentes en la refundación se han hecho presentes alcanzando cuotas de poder considerables. No obstante, en la organización se encuentran sobrerrepresentados los médicos de familia vinculados a distintos clanes locales y regionales. Por el contrario, el psoe se encuentra infrarrepresentado, lo que significa un diferencial con respecto a otras empresas públicas sanitarias. Así se conforman áreas de complejidad gobernadas por un régimen de excepciones y de cierta pluralidad de discursos. El pensamiento único presenta variantes que se manifiestan en personas que tienen el privilegio de decir más allá de lo encuadrado en el paquete de problemas y soluciones preconfigurado y cerrado.
En los últimos quince años el magma se ha modificado. El avance de la reforma neoliberal en la versión moderada andaluza implica la progresiva presencia de empresas. Estas resultan de la nueva concepción del sector público. De este modo, el creciente volumen de los intercambios entre las organizaciones públicas y las empresas implica la aparición de la puerta giratoria. El personal directivo que rota por las organizaciones del magma traspasa las fronteras para ubicarse en el territorio de las empresas colaboradoras con el nuevo estado relacional.
Voy a ilustrarlo con un ejemplo. Conocí a Miguel Jara en Gijón, compartiendo una mesa en unas jornadas de medicalización. Hace unos años me escribió solicitando una información. Se trataba de un gerente de un hospital público andaluz, que simultaneaba su cargo con el de relaciones públicas de una poderosa empresa farmacéutica. Efectivamente confirmé la información, reafirmando su papel de relaciones públicas de esa empresa, facilitada por su agenda personal derivada de su condición de gerente-circulante. Pero, en el curso de esta gestión, uno de mis informantes me contó que cuando estaba en la dirección del Hospital Clínico de Granada, participaba como miembro de una comisión mixta de dicho hospital y de una empresa madrileña contratada para preparar a la plantilla para el traslado a la nueva sede. El contrato era muy generoso en relación a la actividad de dicha empresa. Pues bien, después de estar presente en la comisión durante dos años como representante del hospital, pidió una excedencia. Dos meses después compareció en la comisión como miembro de la empresa. He seguido la carrera de tal emprendedor que regresó a lo público.
La denominada crisis económica modifica las condiciones del sector público, otorgando una cuota de poder mayor a los gobiernos. En Andalucía, la escuela queda integrada en el conjunto de empresas públicas regionales, con las que el gobierno se compromete a no realizar despidos. Como contrapartida, los presupuestos son congelados y no se financian proyectos expansivos. Para una organización productora de conocimiento es un golpe muy importante. Así culmina un largo proceso en el que los profesionales de la escuela son transformados progresivamente en empleados. Este es el destino de la casi totalidad de las empresas públicas, de modo que se cierra el horizonte abierto en la transición política, en el que se pensó la factibilidad de un sector público sólido, eficiente y sostenible.
Aún a pesar de las excepciones, de las distintas voces inteligentes, de algunas áreas y proyectos brillantes, el estado de la escuela se puede definir como la antesala de la decadencia. Tras el solemne edificio, las brillantes historias profesionales de algunos de sus componentes y el prestigio de la marca aparecen los primeros indicios de regresión. En el territorio pantanoso del magma el sentido se va disolviendo y se impone la voz de los propietarios. Por eso concedo tanta importancia a los actos institucionales, en los rituales marcan las distancias de una forma clamorosa. En los últimos años soy invitado a distintos congresos como ponente en la apertura de los mismos. No puedo ocultar mi asombro ante la entrada de las autoridades andaluzas, en una forma exuberante que remite al palio franquista. No es lo mismo en Euzkadi y en otros lugares, donde he podido verificar otra forma de estar de Rafa Bengoa u otros consejeros.
La escuela, que en sus treinta años de existencia ha generado dos mundos culturales que producen un shock variable en los médicos y enfermeras enclavados en las consultas que pasan provisionalmente por allí. Este extrañamiento adquirió la forma de salubrismo unos años hasta que fue reemplazado por el gerencialismo radical. Así se produce una inquietante modernización distinta a una nueva inteligencia. Cuando concluye un curso los profesionales suelen decir “ahora vuelvo a la realidad”.
La EASP, nacida en los años ochenta como un proyecto autónomo impulsado por distintos grupos participantes en la salud pública crítica de los años setenta, en la que coexistían varias interpretaciones del mundo sanitario de este tiempo, es sometida en los años noventa al proyecto y la lógica de los poderes imperantes, mediante la presencia de directores-gobernadores coloniales que bloquean el proyecto inicial y gobiernan la organización mediante la clonación del modelo de la nueva gestión pública, del que se obtiene una grosera versión local, además del arte de la distribución de prebendas entre las distintas élites preexistentes. Esto significa, en términos de la historia de la EASP, sumirla en el magma andaluz. Este es un medio del que parece inviable salir.
En el post anterior califiqué como “rectificación” el giro de la escuela, alejándose de sus supuestos iniciales para inscribirse en la poderosa reestructuración neoliberal que emerge en esos años. Las políticas sanitarias cancelan la reforma salubrista de los noventa para adoptar las versiones del new public management en los servicios de salud. Una de las características de este saber emergente es el establecimiento de una sencilla escala asentada sobre las categorías antiguo-moderno. Todo lo moderno es considerado bueno y cualquier resistencia es ubicada en lo antiguo, que se entiende como un tiempo concluido. De este modo, la tormenta de conceptos, significaciones, métodos y saberes gerencialistas-neoliberales es acogida e internalizada celebrativamente como un signo de modernidad.
Así, todas las conceptualizaciones y métodos procedentes de la salud pública y de las versiones de la atención primaria de los setenta, son enterradas para dar paso de forma aproblemática a las nuevas directrices. El máster, así como la programación docente de la escuela experimenta un giro radical que muestra la emergencia de los nuevos saberes. Ahora se hace presente la nueva gestión pública, que importa de la empresa postfordista sus supuestos y sentidos, así como su pesado maletín de herramientas. Los viejos módulos de planificación y salud son reformulados, cediendo el paso a una nueva generación de gerentes providenciales que cuentan sus casos milagrosos, que tienen la pretensión de generalizarse, al igual que las empresas globales estrella de la época, que presentan sus soluciones universales ante los optimistas y esperanzados alumnos. La proliferación de sesiones con directores portadores de soluciones se hace frecuente, significando algo equivalente a los fuegos artificiales de las fiestas.
Tal y como ocurre con la nueva gestión pública, tanto las teorizaciones como los métodos propuestos devienen en modas que se suceden vertiginosamente. Confieso que abandoné a la primera, cuando se proponía, con una prodigiosa puesta en escena, la gestión por procesos, con un envoltorio equivalente al que hoy puede ser el penúltimo paquete-producto de Movistar. El cliente era convertido en una realidad análoga a un producto que atravesaba una cadena de montaje de diagnósticos-tratamientos. Todos los contenidos tradicionales son reciclados según el aparato conceptual de la nueva empresa. La calidad se establece como el centro de nuevos saberes orientados a los destinatarios de los servicios, ahora clientes sofisticados a los que es esencial saber escuchar, para lo cual el marketing y la publicidad devienen en fuentes imprescindibles.
La mutación de los contenidos se acompaña de una rotación de los públicos involucrados en las actividades. El contingente ubicado en los distritos de atención primaria, que conformó la base de la docencia, se disemina penosamente por los servicios en busca de un nuevo destino. Este es reemplazado por un numeroso colectivo de médicos y enfermeras presto a formarse en los misterios de la gestión clínica. Junto a ellos, el crecimiento en los hospitales de estructuras directivas de apoyo a los gerentes proporciona un contingente de alumnos ajenos a las profesiones sanitarias. Un conjunto de economistas, psicólogos, abogados, sociólogos y otras especies profesionales pueblan las aulas de la escuela. Se trata del efecto llamada de la calidad, la nueva estrella advenida al sector sanitario. Junto a ellos comparecen los primeros profesionales de aseguradoras en busca de una formación acreditada en gestión. También los numerosos profesionales latinoamericanos y algunos europeos, que anuncian la conformación del mercado universal de titulaciones, productos académicos y de investigación.
Pero si algo transforma radicalmente la escuela es la explosión de la asesoría. Esta es una función que desempeña un papel determinante en la financiación, que se impone desde la metrópolis sevillana. Esta no cree en la investigación, cuyos resultados se ubican en un tiempo demasiado largo y en los márgenes de su campo de definición de las situaciones. Así se conforma un área que produce trabajos de asesoría para las organizaciones sanitarias del sector público. Esta transforma radicalmente la escuela, en tanto que la inscribe en el medio interorganizativo que denomino magma, al tiempo que acrecienta su dependencia. Pero esta factoría de trabajos para los clientes-amigos tiene otra consecuencia fundamental. Para llevarla a cabo se procede a la contratación de numerosos profesionales jóvenes que devienen en ejecutores de proyectos y trabajos en serie.
Así, se acentúa la diferenciación interna y se configura una estratificación rigurosa de la organización. El modelo universal de la empresa postfordista sanciona esta situación. Se multiplican las formas de contratación y la diferenciación de condiciones, al estilo de las organizaciones surgidas por la expansión de la producción inmaterial en las que se localiza la nueva institución de la gestión. Así se conforma una versión de una “casta académica” con buenos contratos y condiciones de trabajo, que afecta a los veteranos, a los profesionales capaces de captar recursos en el exterior del magma y a los que tienen nexos privilegiados con los distintos poderes fácticos presentes en el ecosistema en el que se encuentra la escuela. Además, se conforman varias categorías intermedias determinadas por la proliferación de especializaciones y subcampos. Por último, comparecen los contingentes de un nuevo cognitariado circulante, sometido a contratos temporales muy duros, que se inscriben en una escala invertida de aquella que llegó hasta el estado de bienestar. Estos ejecutan las tareas de base sobre las que se producen informes, dictámenes, proyectos, trabajos monográficos, investigaciones o textos especializados para clientes externos.
En su fundación la escuela nació con vocación de ser una alternativa a la universidad, tanto en las metodologías docentes como en los procesos de producción de conocimiento. Uno de los componentes del magma son precisamente las universidades. Así, los principales cursos de la escuela, son reconvertidos a homologaciones universitarias. Ahora son máster y expertos supervisados por la burocracia universitaria, que realiza sus cálculos en décimas y centésimas de la moneda única: el crédito. Aún y así, la distancia entre los productos docentes de ambas organizaciones, sigue siendo muy considerable a favor de la escuela. En el campo de investigación, la situación es inversa.
Pero, el elemento diferenciador de una institución de estas características es su capacidad de reflexión y de generar ideas sobre las políticas sanitarias. En la fundación siempre estuvo presente esta aspiración que justificaba el proyecto. Pero pensar, deliberar, interrogarse o crear en común, supone como requisito imprescindible, la superación de las jerarquías, el pluralismo, la heterogeneidad, la autonomía y la libertad. Esto no es posible en el tiempo histórico actual en una organización inscrita en el magma. Así, los dogmas gerencialistas y neoliberales rellenan el vacío y son aceptados sin discusión.
En los años siguientes a la rectificación, el tejido interno de la escuela resulta de la coexistencia de numerosos proyectos vinculados con distintos intereses establecidos en su campo organizativo. Los ausentes en la refundación se han hecho presentes alcanzando cuotas de poder considerables. No obstante, en la organización se encuentran sobrerrepresentados los médicos de familia vinculados a distintos clanes locales y regionales. Por el contrario, el psoe se encuentra infrarrepresentado, lo que significa un diferencial con respecto a otras empresas públicas sanitarias. Así se conforman áreas de complejidad gobernadas por un régimen de excepciones y de cierta pluralidad de discursos. El pensamiento único presenta variantes que se manifiestan en personas que tienen el privilegio de decir más allá de lo encuadrado en el paquete de problemas y soluciones preconfigurado y cerrado.
En los últimos quince años el magma se ha modificado. El avance de la reforma neoliberal en la versión moderada andaluza implica la progresiva presencia de empresas. Estas resultan de la nueva concepción del sector público. De este modo, el creciente volumen de los intercambios entre las organizaciones públicas y las empresas implica la aparición de la puerta giratoria. El personal directivo que rota por las organizaciones del magma traspasa las fronteras para ubicarse en el territorio de las empresas colaboradoras con el nuevo estado relacional.
Voy a ilustrarlo con un ejemplo. Conocí a Miguel Jara en Gijón, compartiendo una mesa en unas jornadas de medicalización. Hace unos años me escribió solicitando una información. Se trataba de un gerente de un hospital público andaluz, que simultaneaba su cargo con el de relaciones públicas de una poderosa empresa farmacéutica. Efectivamente confirmé la información, reafirmando su papel de relaciones públicas de esa empresa, facilitada por su agenda personal derivada de su condición de gerente-circulante. Pero, en el curso de esta gestión, uno de mis informantes me contó que cuando estaba en la dirección del Hospital Clínico de Granada, participaba como miembro de una comisión mixta de dicho hospital y de una empresa madrileña contratada para preparar a la plantilla para el traslado a la nueva sede. El contrato era muy generoso en relación a la actividad de dicha empresa. Pues bien, después de estar presente en la comisión durante dos años como representante del hospital, pidió una excedencia. Dos meses después compareció en la comisión como miembro de la empresa. He seguido la carrera de tal emprendedor que regresó a lo público.
La denominada crisis económica modifica las condiciones del sector público, otorgando una cuota de poder mayor a los gobiernos. En Andalucía, la escuela queda integrada en el conjunto de empresas públicas regionales, con las que el gobierno se compromete a no realizar despidos. Como contrapartida, los presupuestos son congelados y no se financian proyectos expansivos. Para una organización productora de conocimiento es un golpe muy importante. Así culmina un largo proceso en el que los profesionales de la escuela son transformados progresivamente en empleados. Este es el destino de la casi totalidad de las empresas públicas, de modo que se cierra el horizonte abierto en la transición política, en el que se pensó la factibilidad de un sector público sólido, eficiente y sostenible.
Aún a pesar de las excepciones, de las distintas voces inteligentes, de algunas áreas y proyectos brillantes, el estado de la escuela se puede definir como la antesala de la decadencia. Tras el solemne edificio, las brillantes historias profesionales de algunos de sus componentes y el prestigio de la marca aparecen los primeros indicios de regresión. En el territorio pantanoso del magma el sentido se va disolviendo y se impone la voz de los propietarios. Por eso concedo tanta importancia a los actos institucionales, en los rituales marcan las distancias de una forma clamorosa. En los últimos años soy invitado a distintos congresos como ponente en la apertura de los mismos. No puedo ocultar mi asombro ante la entrada de las autoridades andaluzas, en una forma exuberante que remite al palio franquista. No es lo mismo en Euzkadi y en otros lugares, donde he podido verificar otra forma de estar de Rafa Bengoa u otros consejeros.
La escuela, que en sus treinta años de existencia ha generado dos mundos culturales que producen un shock variable en los médicos y enfermeras enclavados en las consultas que pasan provisionalmente por allí. Este extrañamiento adquirió la forma de salubrismo unos años hasta que fue reemplazado por el gerencialismo radical. Así se produce una inquietante modernización distinta a una nueva inteligencia. Cuando concluye un curso los profesionales suelen decir “ahora vuelvo a la realidad”.
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