Las palabras
de María del Mar Blanco a Manuela Carmena en el acto de homenaje a su hermano
asesinado hace veinte años representan la cima de la manipulación política. En
este campo, la escalada de la utilización de las víctimas como arma contra la
izquierda, alcanzan niveles de sordidez inusitados. Este es un tema que
proporciona al pepé una ventaja esencial, situando a la izquierda en una
posición de indefensión. Sobre los sentimientos colectivos de miedo, impotencia
y rabia, suscitados en los largos años de terrorismo de ETA, se fabrica un
relato que no admite racionalización alguna. Así se conforma una zona oscura
blindada a la reflexión y deliberación, desde la que se ejerce la condena a la pena
máxima a cualquier voz que se aventure a una interpretación diferente.
El conflicto
vasco adquiere una deriva fatal con el paso de los años, en tanto que las
sucesivas direcciones de ETA van disminuyendo su capacidad de analizar el
entorno y se orientan a unos objetivos imposibles de cumplir. De ahí resulta
una escalada de terror indiscriminado que genera unas heridas que se van
acumulando. Con el paso del tiempo los atentados múltiples van seleccionando
víctimas cada vez más débiles y marginales. Los sucesivos climas de opinión
pública que resultan de los mismos son volcánicos, concentrando y combinando
todos los sentimientos negativos imaginables. De este modo, el conflicto de
fondo se va difuminando para ceder el protagonismo a la acción terrorista, que
adquiere una centralidad creciente en detrimento de las posibles salidas.
Aún a pesar
de que las víctimas son múltiples y de toda condición, el pepé muestra su
capacidad para asumir el protagonismo, reapropiándose de las emociones
colectivas derivadas de los atentados, así como de las significaciones
compartidas que se generan al respecto. En un clima de opinión pública dominado
por el miedo, es factible introducir una interpretación definida por lo
emocional, que se encuentre así blindado a los matices e interpretaciones.
Cualquier voz que apele a una puntualización, es denostada con la sentencia inapelable
de “cómplice de los terroristas”. De este modo cristaliza en la conciencia
colectiva una zona oscura incompatible con la pluralidad de lecturas.
La izquierda
política, en el sentido convencional y amplio, se encuentra desarmada ante una
situación de esta naturaleza. En un clima así es arriesgado discutir la versión
oficial, enunciada en unos términos tan simples que solo queda como factor
diferenciador el tono. Así, muchos portavoces de la izquierda han sido
desplazados en esa zona oscura por sus tonos de condena en tonos de baja
intensidad, que se entendían como indicio de traición y condescendencia con el
enemigo demonizado. El resultado es la cristalización de un campo tenebroso, en
el que la inteligencia se acredita por su capacidad para eludirlo mediante
frases de doble sentido. Esta situación lóbrega tiene un efecto perverso
adicional. Se trata de que, al no existir distintas interpretaciones, el conocimiento
generado se autorreproduce a sí mismo, constituyéndose como un sistema cerrado
de representaciones, dando lugar a una situación que presenta rasgos de una
neurosis colectiva en el límite de la histeria.
En la zona
sombría de la cuestión del terrorismo, el conocimiento se reconstituye otorgando un importante espacio a los
conceptos defensivos, las fantasías y las distintas proyecciones irracionales.
De los distintos procesos de respuesta a los terribles atentados, resultan unas
cogniciones determinadas por las emociones negativas, en el que lo racional es
desplazado. Este conocimiento se constituye como un conjunto cerrado de
preceptos, que inevitablemente se encuentran determinados por la rigidez.
Cualquier enunciado que no reproduzca ritualmente su propuesta, es
descalificada severamente, asignándosele la etiqueta de la traición.
El paso del
tiempo muestra que es imposible renovar ese conocimiento abriéndolo a las
nuevas realidades. Cualquier proposición no encuadrada en el ritual de la condena
apocalíptica reporta el estatuto de sospecha de colaboración con el enemigo encubierto.
La deriva que adquiere esta situación acrecienta algunos rasgos verdaderamente
paranoicos, que en un clima de emocionalidad intensa requiere de una
sobreactuación manifiesta. Así se conforma un territorio clausurado a la
inteligencia, en el que proliferan los gestos rudos y la repetición. El
conocimiento se encuentra empaquetado en forma de dogmas, estereotipos,
prejuicios y otras formas que perturban su inteligibilidad. En estas
condiciones parece imposible escuchar o mirar hacia cualquier argumento nuevo.
Así se cierra el círculo de la incomunicación y la capacidad de afrontar
cualquier situación nueva.
La zona
oscura derivada de la interpretación vigente del terrorismo y las respuestas
que suscita, constituye un obstáculo muy relevante para el funcionamiento de la
democracia. Una parte muy importante de la vida política no se encuentra
racionalizada, sirviendo como base a la manipulación por parte, en este caso, de
la derecha. Tras el cese de los atentados y la disolución fáctica de ETA se
genera una situación completamente nueva que requiere de un tratamiento fundado
en la inteligencia. Pero, por el contrario, la derecha mantiene un discurso que
se inscribe en una espiral de histeria y que estimula el odio y el rencor. Las
apelaciones en los medios audiovisuales a este tema adquieren la naturaleza de
antológicos. Aquellos que no hagan suficiente énfasis en la condena son
descalificados e insultados.
De este
modo, la cuestión del terrorismo es realimentada continuamente. La razón
principal que mantiene viva esta hoguera es que forma parte de una estrategia
política que proporciona ventajas tangibles frente a la izquierda. El frágil compromiso del 78 puso en segundo
plano la reparación en la conciencia colectiva de las violencias de la guerra
civil y de la larga posguerra. Esta cuestión es situada en la frontera de los
consensos logrados en esta época. El terrorismo de ETA representa la
oportunidad para la derecha de ocultar el pasado para comparecer como víctima
en este nuevo ciclo de violencia. Así se cancela la cuestión de la posguerra y
el franquismo, siendo reemplazada por la nueva guerra, esta vez contra la
democracia liberada de cualquier origen.
El pepé
acredita su fuerza en la vida política diaria. Así, frente a los quejidos y
susurros de la izquierda con respecto a las víctimas del franquismo,
desentierra las violencias ejercidas desde el campo republicano con un vigor
inusitado. Cualquier apelación al pasado resucita el fantasma de Paracuellos,
que es esgrimido con una contundencia extraordinaria. La intensidad de la
respuesta del pepé se asocia a su determinación de defender su posición,
manifestando su ausencia de temor a la escalada. Por el contrario, la izquierda
muestra su ausencia de voluntad de remover las cuestiones de la memoria. Su
estrategia se concentra en evitar la confrontación y el escalamiento de
cualquier debate público.
De este modo
el conocimiento oficial sobre los conflictos y violencias que han asolado en
distintos tiempos históricos presenta una opacidad inquietante. En cualquier
tema en el que no haya consenso se renuncia a la discusión. El resultado de
este agujero negro en la conciencia colectiva es la debilitación de la misma.
De este modo es factible cualquier manipulación basada en la movilización de
los sentimientos. La historia oficial se define por su falta de verosimilitud.
Cualquier incauto que pregunte por las víctimas del GAL o cualquier otro
acontecimiento que no cuadre con los intereses de los manipuladores es remitido
al limbo. Así se fabrica una narrativa indescifrable, que contribuye a la
generación de un estado de confusión monumental. Como profesor de sociología
durante tantos años he podido comprobar la debilidad de la conciencia colectiva
acerca de cuestiones fundamentales.
Por esta
razón me impresionan mucho las actuaciones de María del Mar Blanco, devenida en
una profesional del dolor, que sirven a los intereses de su partido. Su función
es debilitar a la izquierda mediante la manipulación de los símbolos del dolor
de las víctimas. Me llama la atención su rostro y sus disposiciones corporales
rutinizados y cristalizados en máscaras que son presentadas cuando la ocasión
lo requiera. En el caso que comento aprovechó la oportunidad del vigésimo
aniversario del asesinato de su hermano para embestir a Carmena ante las
cámaras.
Una sociedad
así es inevitablemente débil. La opinión pública no recibe las aportaciones de
los que optan por el silencio, evitando las coacciones histéricas de los
manipuladores del dolor. Es paradójica la convergencia entre la sociedad
posmoderna, que representa la abolición del pasado, con los grupos de interés y
partidos políticos que hacen del olvido una verdadera obra de arte. Así se
produce la evocación selectiva del pasado y su difuminación. Como afirma el
dirigente del pepé Pablo Casado “las cosas del pasado no interesan a nadie,
solo a los abuelos”. Mejor síntesis imposible.
6 comentarios:
Me gusta mucho como has profundizado en este tema. Tengo previsto escribir "España, un país de víctimas", para que me lo publiquen en los sitios habituales, y citaré este tuyo.
Gracias Domingo. Esta es una cuestión poco esclarecida tras tantos años de postfranquismo
Excelente aclaración de un arma de destrucción política en manos de la derechona y que tan buenos resultados les da. Por muchas simpatías que sientas y dolor que tengas por lo que aconteció con Miguel Angel, por mucho que se entienda la nueva ola de cambio social anti ETA a partir de entonces, no se entiende la actuación pepera en estos días ni la postura de su hermana ante Carmena, también víctima del terrorismo.
Gracias por tu comentario. La actuación pepera solo se puede entender desde esta perspectiva de liberarse de los fantasmas de las violencias del ciclo anterior, en el que su posición no era de víctimas precisamente.
El problema que tenemos es el encaje entre los planos de la reflexión y el de la acción. La estrategia en el segundo plano suele ser la que determina en cada momento el avance o retroceso de nuestras propuestas y organizaciones. Mi opinión es que hemos caído en la trampa del PP con MAB porque no llevamos adelante una ofensiva inteligente de pronunciamientos contra el golpe de estado del 36 y la dictadura, a pesar de que el momento es bueno, pues hay más actividad que nunca con lo de las fosas, la memoria histórica y demás. Entonces, al no mover con todas las fuerzas en el Congreso o en algunas CC.AA. y capitales importantes, donde se tiene mayoría, una iniciativa como podría ser, por poner un ejemplo, el señalamiento de una fecha que conmemorara la lucha contra la dictadura, pues se le deja al PP la iniciativa con lo de MAB y a nosotros nos descoloca. Si, por ejemplo, la izquierda, y en esto si podría formar mayoría con los nacionalistas catalanes y vascos, propusieran la fecha del 3 de marzo del 76, la de los asesinatos de Vitoria, con el Fraga de "la calle es mía" en el Gobierno, a los del PP se les iban a quitar las ganas de apropiarse de víctimas de ETA y, si lo pretendieran, la izquierda no tendría ningún inconveniente en sumarse, pues el golpe que estaría recibiendo la derecha sería mucho mayor. Pero claro, hubo quienes decidieron mantener al PP en el Gobierno, Podemos antes del 26J y el PSOE después. Así no es fácil elaborar ni la menor estrategia.
Gracias Domingo
Me parece encomiable tu optimismo crítico respecto a la izquierda. Comparto la idea de que es necesario tener una fecha o un acontecimiento de referencia. Pero, así como la derecha tiene energía y fuerza para defender su proyecto y sus símbolos, la izquierda se encuentra en estado de anemia. Cuando la derecha esgrime con fuerza la matanza de Paracuellos no es capaz de referirse a La de Badajoz, Gernika, Durango, La carretera Málaga-Almería y tantas otras. Entiendo que han renunciado y esperan solo no enfurecer a sus antagonistas. Esta es la clave: el consenso del 78 es para la derecha una pausa condicional, pero para la izquierda es una renuncia definitiva. En estas condiciones no es pertinente hablar de estrategia alguna. Esta es la razón por la que no reaccionan cuando son vejados e insultados en los programas de la tele. Esperan recuperar el consenso que entienden como la condescendencia de sus rivales. Esta inacción es posible porque la izquierda carece de cualquier proyecto simbólico, su programa se mide solo en euros.
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