El modo de
gobierno ejercido por Susana Díaz presenta analogías muy notorias con el de
Pedro Pacheco, carismático alcalde de Jerez desde 1979 a 2003. Los sucesivos
gobiernos autonómicos andaluces desde 1982 combinan elementos de gobierno
populista con otros propios de un gobierno tecnocrático. El ascenso de Susana
Díaz a la presidencia representa un giro hacia un gobierno en el que el
populismo y el personalismo adquieren una preponderancia incuestionable. El
viraje impulsado por la presidenta recupera muchos de los elementos antológicos
del modelo de Pedro Pacheco. Por eso me gusta referirme -en mi intimidad, por supuesto- a la presidenta como “la pacheca”, y sus
intervenciones públicas me evocan el tiempo de gloria del gobierno local
ejercido en Jerez por tan ínclito alcalde, suscitando sonrisas y risas, que en
ocasiones, se acompañan de un nivel de la perplejidad muy intenso.
Pacheco
comienza su mandato en un contexto de concentración de altas energías al
cambio, que propician el gran salto andaluz, que tiene lugar entre el 77 y el
82, mediante el que se obtiene una autonomía plena. El Partido Andalucista
desempeña un papel muy relevante en este tiempo fundante, consiguiendo un
gobierno municipal sólido fundado en su carisma personal. El vacío que dejan las
viejas estructuras y autoridades centralistas y caciquiles es rellenado por su
emergencia como un alcalde dotado de la capacidad de establecer una conexión
fuerte con la mayoría de la población que sustenta sus sucesivas mayorías
absolutas, ofertando un proyecto de futuro atractivo para sus contingentes
electorales, seducidos por las promesas de modernidad y prosperidad.
Así se
constituye como un alcalde imperecedero, que desafía la alternancia y minimiza
a la oposición. El modelo de permanencia sin fin como regidor se asienta sobre
la construcción de un feudo. Su
personalidad carismática es presentada con profusión en los medios locales y
regionales, prodigándose en múltiples intervenciones directas, más allá de los
espacios institucionales. Así conquista “la calle” como territorio en el que se
hace hipervisible mediante la relación abierta con múltiples gentes. Se trata
de una persona superdotada para esta función. En cualquier lugar es capaz de
representar el vínculo institucional
mediante el desparpajo, el gracejo y el ingenio, que preside su contacto con
los afines que lo aclaman en sus tránsitos callejeros.
Una vez
constituido este espacio político informal, subordina a este las prácticas
institucionales. Los plenos, las comisiones, las deliberaciones y los
dictámenes técnicos, quedan relegados a su figura, que se legitima en “la
calle”, en los múltiples encuentros personales en los que muestra su
potencialidad para gestionarlos emocionalmente. La gente se acerca le elogia,
le besa, le aplaude, le reprocha, le riñe o le regala los oídos. En los baños
de calle, como es natural, no se aproxima a él ninguna de las personas
críticas, en tanto que este no es el canal adecuado para expresar críticas. Así
“la calle” es un territorio construido para revalidar y reproducir su carisma
personal. En los encuentros callejeros fugaces, muestra su capacidad para
comunicar su proyecto imaginario, formado por grandes obras –el circuito de
Jerez es su obra emblemática- que testifican el advenimiento de la modernidad bajo
su conducción.
El segundo
elemento del modelo de gobierno populista de Pacheco es la construcción de un
entorno fiel y agradecido. Se trata de aprovechar todas las ocasiones para
contratar a personas de su partido o su entorno personal. Así se genera una red
de dependencias y de vínculos que se referencian como “el patrón”. Su versión
de gobierno clientelar le asegura una posición confortable, en tanto que la
visibilidad de sus logros oculta sus dilemas o problemas. La densidad y
diversidad de vínculos de dependencia es tan potente que la oposición es
expulsada de facto al exterior de ambos anillos, que conforman el pueblo
construido por el modelo clientelar cerrado y perfecto imperante en Jerez en
este tiempo.
Sobre la
constitución de este pueblo agraciado y agradecido, se funda este gobierno en
el que cualquier oposición es reducida inevitablemente a la miniaturización.
Pero un tercer elemento representa un factor esencial de esta forma de
gobierno. Se trata de las relaciones con los poderosos políticos, económicos o
sociales. Los intercambios con los grupos de interés fuertes, así como con las
corporaciones, se efectúan mediante una
lógica regida por la generosidad en la reciprocidad. Desde el comienzo mismo
queda meridianamente claro su comportamiento magnánimo hacia los grandes
poderes. Los propietarios del suelo y las grandes empresas inversoras, son recompensadas con esplendidez, sin
excesivas contrapartidas en los intercambios.
El circuito se denomina significativamente el de Opel-Jerez. Pero la habilidad
del alcalde para la gestión simbólica es máxima. Aprovecha cualquier conflicto
con algún poderoso para escenificar un incidente que suscite la adhesión del
pueblo construido que habita en la calle. El caso de su confrontación con los
Osborne es paradigmático. Así ratifica una identidad de izquierda ficcional,
que encubre su prodigalidad con los fuertes.
En estas
condiciones, la vida institucional es relegada y la oposición reconvertida como
un mecanismo de obstrucción a la acción del alcalde providencial. También los
técnicos y funcionarios son ubicados en un espacio profesional que se encuentra
blindado a la reflexión, los dilemas, las alternativas y las opciones. Se trata
de prestar cobertura técnica a las decisiones de la autoridad validada previamente
en “la calle”, los medios, el espacio denso del “bosque clientelar” y los
pactos discretos con los poderes presentes. Cualquier propuesta que no
concuerde con las líneas emanadas de tan consistente autoridad es ubicada en el
campo de lo negativo, y quienes la formulen son percibidos como un tapón que
tiene la pretensión de paralizar la marcha del proyecto triunfante, emanado de
la autoridad benefactora. De ahí la dureza con que se prodiga con sus
opositores, así como la minimización de la administración local.
En un modelo
de gobierno así, la función de elaborar un proyecto, que siempre requiere de
deliberación y contraste entre las distintas aportaciones, queda manifiestamente relegada. Esta es la
razón principal por la que, una vez instituido el gobierno personalista y
populista, los miembros más relevantes del equipo fundacional, son sustituidos
gradualmente por personas afines al alcalde, caracterizados por su
incondicionalidad y obediencia. En este gobierno de reflexividad menguada no
hay equipos ni números dos. El líder acapara toda la atención y monopoliza las
decisiones y las actuaciones. Así se construye el estatuto de imprescindible.
Esta forma
de gobierno se descompone rápidamente cuando entra en declive. Su aparente
esplendor se disipa velozmente generando ruinas humanas e institucionales. Así
terminó Pacheco. Cuando es desplazado del gobierno pierde los tres pilares que
lo han sustentado. Carece de la capacidad de intercambiar con sus clientes
políticos, de modo que su posición se debilita radicalmente. Ahora se encuentra
en prisión, condenado por contratar ilegalmente a los suyos. En el
ayuntamiento no ha quedado nada de su
legado. Solo permanece en la memoria de algunos incondicionales. Ahora “las pagas”,
los empleos y las obras los adjudican sus antaño rivales de su oposición. Así
se conforma el drama del declive.
El gobierno
de Susana Díaz se sustenta sobre un modelo similar. Heredera de los gobiernos
de Chaves y Griñán, en un contexto de vacío por dispersión y fuga de una parte
importante de las élites partidarias regionales, requeridas por los juzgados en
varios casos judiciales de gran envergadura, tiene que responder a los temores
de los distintos contingentes de clientes políticos, que en Andalucía detentan
una dimensión muy importante. Los espacios de las instituciones regionales, las
diputaciones, los municipios, las empresas públicas y los sistemas de servicios
públicos, albergan a una población dependiente numerosa y diversa, que se
acumula desde 1982. Junto a ellos, los promotores de múltiples empresas de
ocasión a la sombra de las decisiones estatales controladas por el partido que
son beneficiarios del tráfico de activos económicos derivado de las decisiones
de la administración.
El liderazgo
de Susana se sustenta en el alivio de la incertidumbre de esta población de
tamaño considerable, ahora temerosa de un relevo político que ponga en peligro
sus intereses. Así asume el reemplazo con una energía incuestionable y elabora
un discurso que hace énfasis en su naturaleza ganadora. En la contienda
política lo importante es ganar. Esta es la única forma de garantizar los
intereses de los contingentes partidarios asentados sobre los territorios
institucionales. Sobre el vacío generado por el desplome de la élite partidaria
se constituye como una lideresa fuerte que hace explícita su voluntad de
salvarlos mediante la única forma posible: la victoria electoral.
En esta
situación de peligro partidario, en la que el agotamiento por ausencia de
proyecto y corrupción se suma a la emergencia de nuevos actores políticos,
reconstituye un liderazgo fuertemente personalista, asentado en un modelo que
reproduce el del alcalde de Jerez. Así se prodiga en “la calle”, faceta en la
que acredita una competencia sólida. Su gestión tiene lugar primordialmente en
el ejercicio del liderazgo en los encuentros programados con sus fieles; en los
intercambios con los clientes múltiples, y en su generosidad con los poderosos.
Al igual que en el caso de Pacheco, la administración queda reducida a un
apéndice del gobierno y la oposición a
un dispositivo de obstrucción. Estos son los perdedores, que en estas
coordenadas significan la encarnación del mal absoluto.
Así, su
hiperliderazgo alcanza cotas insólitas. En las últimas elecciones regionales
los símbolos partidarios fueron sustituidos por los personales de la lideresa.
El eslógan era “vota a Susana”. Pero el soporte que sustenta su proyecto
personal es muy frágil, en tanto que la victoria es imprescindible para
mantener al pueblo construido que la sostiene. Así se explica el clima convulso
que se manifiesta en la organización y sus entornos. La euforia se entremezcla
con el miedo, la crispación y las múltiples emociones negativas. En este
contexto, la división es percibida como un acto de traición, que es valorada desde
el fatalismo derivado de la obligación de ganar.
Desde esta
perspectiva se hace inteligible el tono de los discursos de la Pacheca. Sus
retóricas se acercan más a las de los profetas que a las de los líderes políticos
contemporáneos. Porque esta no se dirige tanto a la población general y los
actores económicos y políticos, como a su sólido dispositivo clientelar, ahora
atenazado por el temor. Se trata de transmitir la certeza de la victoria, que
solo puede adoptar la forma del cien por cien del gobierno. Por debajo de este
porcentaje se encuentra el abismo de los perdedores. De este modo sus
exhortaciones a la segura victoria
devienen en un viejo género que ella reedita: el sermón. Las prédicas
conjuran los fantasmas del fracaso a los atribulados receptores. Así se aleja
radicalmente de los tonos de los discursos y las formas comunicativas de las
élites de la edad de oro. Felipe González se dirigía inequívocamente a un público general mediante la exposición de
un proyecto de gobierno.
Pero el
elemento más característico de este gobierno populista y personalista es la
comparecencia de su equipo, que representa un retroceso monumental con respecto
a los equipos de la era González, en los que se conjugaban distintos dirigentes
dotados de una categoría profesional incuestionable. En los equipos de Susana
Díaz aparecen un conjunto de personajes verdaderamente antológicos que
constituyen un frikismo político inigualable. Se trata de la generación de
fontaneros procedentes de las juventudes que han madurado en las salas de las
sedes partidarias bajo la sombra de las instituciones. Algunos alcanzan el
estatuto de lo inverosímil en cuanto a su mediocridad y autorreferencialidad. Mario Jiménez, Miguel
Heredia o Micaela Navarro han producido eventos que han animado al género
mediático de la comedia parlamentaria. Pero el caso de Verónica Pérez se ubica
en el más allá. Hace unos días declaraba que “Susana tiene una capacidad detrabajo sobrehumana”. Puede estar tranquila la lideresa con este entorno de
guardianes de sus esencias.
El caso de
Pacheco es ilustrativo. Cuando pretendió traspasar el umbral de Jerez y creó el
PSA su fracaso fue completo. No podía ser de otra forma, en tanto que no tenía
nada para intercambiar. Cuando perdió su mayoría todo se derrumbó. La
posibilidad de una analogía con Susana es inquietante. Su salto a Madrid carece
del soporte clientelar que sustenta su gobierno andaluz. El argumento del
partido ganador cien por cien es imposible en el contexto actual. Por eso sus
prédicas se asientan sobre un desierto de la inteligencia que pone de
manifiesto la ausencia dramática de un proyecto político sustentado en el
futuro, así como su inocultable aldeanismo y localismo. Su equipo denota
dramáticamente su sus carencias. En estas condiciones su viaje al cielo, al
igual que el de Pacheco, es una aventura con un final inevitable en forma de perdedor. En el caso de
la Pacheca, sus intercambios con los poderosos suscitan apoyos explícitos de
estos en espera de un partido más sensato y dócil a su preeminencia. Así
construye sus amistades peligrosas. Por el contrario, se hace patente la
ausencia de apoyos en el mundo de la inteligencia. Los elogios de Eduardo Inda
y otros similares son paradigmáticos y portadores de malos augurios.
Fuera de Andalucía se la tiene a la faraona un cariño similar al que se profesaba a Espe fuera de los madriles, se puede decir que solo son profetas en su tierra, en contra del refrán que dice "que nadie es profeta en su tierra", pero al parecer a medio o largo plazo también el que inventó el refrán se va a salir con la suya, para bien de sus tierras y de las que no lo son.
ResponderEliminarGracias Futbolín
ResponderEliminarLo que menos necesitamos en esta tierra son profetas. Es un espectáculo contemplarla en el parlamento escenificando su desprecio infinito a la oposición, que ella entiende como perdedores ¡vaya versión de la democracia¡
Enhorabuena, por este magnífico retrato de la Pacheca. Esperemos que el discurso de Pedro Sanchez se abra camino
ResponderEliminarSu es cacique en su tierra, votos capturados cortijos cerrados, en España extensiones
ResponderEliminar¿Y qué me dices de Pérez Tapias? El hombre es inteligente, pero como digo habitualmente sirve para lavar la cara o incluso ser el último reducto de otros socialismo republicano, federalista, laicista, como un Borrell a la Andaluza y con menos seny, saludos de Fran
Gracias fran y Luis. Comparto tu opinión sobre Pérez Tapias. Me parece pertinente preguntarle la frase estereotipada de "qué hace un chico como tú en un sitio como este". Si Susana no gana la guerra va a ser muy cruenta.
ResponderEliminarSaludos