Tras
resultar perdedor en la asamblea de Vista Alegre 2, el relegamiento de Iñigo
Errejón recorre todas las etapas previstas. La ley de hierro del sistema
mayoritario, practicada en su interior por los partidos del régimen del 78, se
transfiere a los nuevos en su integridad. Tras la tempestad de las asambleas o
congresos, aparece la calma, el silencio y el monolitismo, reforzado por los
hiperliderazgos mediáticos. Los perdedores salen de la escena y son desplazados
al espacio del mutismo forzoso. Después de votar, el advenimiento de la
unanimidad absoluta. Cualquier palabra o gesto que emitan los vencidos es
interpretado en el espacio de visibilidad de la sociedad postmediática como una
deslealtad con el proyecto de los ganadores, que compiten con sus adversarios
externos mediante la emisión de un repertorio visual y discursivo radicalmente
monolítico.
El
apartamiento de Errejón sigue los moldes históricamente establecidos por todos
los partidos. Los socialdemócratas, en particular, son extremadamente
contundentes con los sucesivos perdedores en las votaciones congresuales. Pero
en el caso de Podemos, la depuración de los errejonistas remite a la tradición
de los viejos partidos comunistas. En este caso, la intensidad del apartamiento
adquiere cotas inusitadas. El perdedor es separado drásticamente, siéndole
asignado un estatuto de invisibilidad proporcional a la magnitud mediática de su
disentimiento precongresual. Esta posición implica una condición de silencio
sepulcral vigilado, al que se asocia un castigo simbólico por los pecados
cometidos. Así se hace presente una vieja pauta de las iglesias, que adjudican
a sus disidentes un estigma que conforma un estado de penitencia forzoso.
De este modo,
Íñigo es desplazado del centro de la economía visual de la organización, que se
agota en el grupo que rodea al líder en los trayectos efectuados bajo las
cámaras de las televisiones, las actividades institucionales o aquellas en las
que distintos miembros del grupo de confianza del líder ganador actúan como
delegación de este, tales como encuentros con otros partidos o fuerzas sociales
o asistencia a eventos mediáticos. El desalojo de Errejón o Tania Sánchez de
posiciones espaciales de visibilidad en el congreso de los diputados, o el de
los perdedores en Madrid en su correspondiente parlamento, constituye un
castigo simbólico que remite inequívocamente al inconsciente organizacional, que
en este caso no es nada novedoso, entroncándose con las tradiciones de la
izquierda comunista. Su reciente destitución como tertuliano de la cadena ser,
es un evento que denota la preponderancia de la organización, entendida como
totalidad que se sobrepone a sus miembros, y que es propiedad exclusiva de los
dirigentes vencedores.
Por esta
razón parece inevitable establecer una asociación entre el estatuto simbólico
de Dubcek, dirigente comunista checoslovaco que tras la primavera de Praga fue
relegado de las responsabilidades partidarias y estatales, siendo ubicado en
una empresa forestal donde se ocupaba de una actividad tan elocuente como es la
jardinería. Este es un buen lugar para esperar la próxima primavera, que en
este caso llegó treinta años después. En el caso que nos ocupa, su edad puede
favorecer la esperanza de que el futuro depare una reversión del modelo
organizativo que sustenta hoy Podemos. En el caso del dirigente checo, la
jardinería le alivió la larga espera, proporcionándole la dosis de calma
necesaria para mantener su equilibrio personal. La floricultura representa un
verdadero arte que desarrolla su actividad adaptándose a los imperativos de la
naturaleza y sus tiempos incuestionables.
La posición
de jardinero (in)fiel y forzada de Errejón es extremadamente delicada y
requiere del cultivo de distintas virtudes minimizadas en la vigente sociedad
del espectáculo, donde el tiempo fluye a una velocidad vertiginosa. Porque
acreditar permanentemente su destreza en el arte de callar, que tan bien
definió el abate Dinouart, es una empresa casi imposible en una coyuntura como
la actual, en donde las situaciones fluyen permanentemente y combinan sus
efectos, proporcionando una gran relevancia a los agentes políticos que actúan
en ella. Permanecer callado en régimen de obediencia monacal en una situación
así, trasciende cualquier virtud política.
Pero Íñigo
no solo tiene que permanecer en silencio, sino que, además, debe manifestar en
el espacio público su adhesión a la secuencia de decisiones de la cúpula
partidaria, que actúa implacablemente siguiendo las exigencias del modelo de
gobierno interno mayoritario, que descarta la tentación de cualquier atisbo de
proporcionalidad. En esta galaxia organizativa, tras la votación, cualquier
porcentaje adquiere la condición de cero. La obediencia a los dictados de la
dirección debe renovarse permanentemente, tras los giros sucesivos que se
derivan de sus actuaciones en una situación tan abierta, en la que la táctica
adquiere todo su esplendor. La exigencia del seguidismo absoluto es un
imperativo que pone a prueba la aceptación de la derrota en la asamblea, que
conlleva el silencio forzoso amenazado por las tácticas de los medios o los
rivales en búsqueda de grietas.
Los
repertorios de gestos, así como los tonos de las declaraciones, deben ser
administrados por la prudencia extrema, con el fin de desmentir el estatuto de
sospecha de ser un agente interno de los enemigos externos. En estos últimos
meses, el rostro y las disposiciones corporales del nuevo jardinero forzoso, constituyen
un verdadero tratado de comunicación no verbal. Porque la sospecha permanente
le acecha sin remisión. Los vencedores esperan su sometimiento absoluto sin
contrapartidas o su tránsito hacia el más allá partidario. En un medio organizativo
donde impera el dogmatismo, el hiperliderazgo y la jerarquización, es preciso
renovar cada día la acreditación de la obediencia debida, así como la adhesión
a la uniformidad sin fisuras.
Una
situación así es muy dura, en tanto que no será recompensado por su conducta
leal y sometida. Por el contrario, las incertidumbres partidarias y las
dificultades estimulan la activación del estatuto de la sospecha de su pasado,
que constituye un horizonte de espera en la previsión de su abandono o traición.
Así los vencedores adquieren la condición de verdugos de sus propios conmilitantes
vencidos. Lo más insufrible radica en que el núcleo dirigente ganador reelabora
un relato que afecta al pasado y que arranca de la memoria a los vencidos. El
caso de Tania Sánchez es paradigmático. Ha sido borrada de la narrativa
partidaria y sometida a varias ceremonias acumuladas de degradación.
En una
situación en la que el cambio político se encuentra bloqueado, en la que los
obstáculos para avanzar manifiestan su dimensión colosal, es preciso movilizar
todos los recursos partidarios y del entorno. Todas las inteligencias son
imprescindibles, de modo que su interacción puede multiplicar la inteligencia
colectiva de la organización, que constituye el recurso esencial para su
eficacia. En este contexto, se hace irreemplazable la pluralidad, los matices,
los juegos de posicionamientos, la proliferación de argumentos que se
complementan, se contradicen y se refunden. La heterogeneidad fue la esperanza
del primer Podemos. Las aportaciones solo pueden proceder de distintas fuentes
en un medio abierto y favorable a su producción.
Pero, tras
Vistaalegre 2, la situación tiende a ser la contraria. La homogeneidad
creciente impone sus reglas y los excluidos se acumulan según distintos
patrones, que inauguró Equo, mediante un pacto fatal que proporcionaba un par
de sillones en las instituciones a cambio de la renuncia a su identidad. La
ausencia de discusiones y contraste de discursos no se puede ocultar, y se hace
presente en múltiples acontecimientos. Aquellos que no se adhieren con
convicción al grupo ganador son desplazados. Así se consolida una secuencia de
abandonos silenciosos. Pienso en Carolina Bescansa y otros. Son aquellos que
experimentan su condición de superfluos para un grupo dirigente nucleado en
torno al superlíder, que se encuentra cargado de certezas. Cualquier decisión
táctica, como la del autobús, carece de discusión interna. Cualquier
posicionamiento diferente es ubicado en el campo de los enemigos. La
reflexividad menguante de la organización se corresponde con la emergencia de
un grupo dirigente que deviene en una guardia pretoriana.
Pero el
colmo de los males que pueden asolar cualquier jardín y a sus jardineros,
estriba en que los posicionamientos oficiales pueden alcanzar buenos resultados
en términos electorales. El bloqueo del cambio político, los reposicionamientos
fatales de ciudadanos y el pesoe, así como la crisis política entendida como un
impase, favorecen el crecimiento modesto de podemos. Así se constituye un escenario en el que se
minimiza el papel de la agencia del cambio. La propuesta de moción de censura
sintetiza esta nueva situación. El silencio requerido frente a la secuencia de
las decisiones partidarias queda reforzado en esta coyuntura de concentración
de las energías contenidas por el impase político. Es un tiempo en el que se
maximiza la cohesión simbólica y se minimiza la reflexión. Mala estación para
los jardineros sumidos en el ostracismo, porque en poco tiempo se manifestarán
inequívocamente las carencias del proyecto.
En la
situación de efervescencias simbólicas que se inicia, en el que se alternan los
estados eufóricos con los depresivos, la reprobación implícita asociada a los
errejonistas puede alcanzar cotas importantes. En este estado no es posible
iniciar un proceso de reflexividad interna. Los múltiples clanes internos
locales y la masa crítica partidaria concentrada en las audiencias televisivas
y las redes se encuentra inserta en una espiral de energía intermitente que
refuerza la unidad entendida en términos de monolitismo. En procesos como estos
comparecen los recién llegados atraídos por los beneficios de las cuotas
institucionales, así como aquellos que en distintos ámbitos desertan de la
jardinería para transitar a la comodidad de la mayoría oficializada. Estos
factores refuerzan el poder efectivo de la cúpula uniforme y hermética. Pero
tras la sucesión de fríos y largos inviernos, así como de veranos devastadores,
no se puede descartar la llegada de otra primavera que rehabilite a los
jardineros. En el caso de Dubcek y algún otro llegó por fin. El futuro nunca
está escrito.
Sinceramente creo que en el caso de Iñigo y como ejemplo de la lógica partidista, (que es la que es y lo seguirá siendo por mucho tiempo) me da a mi la impresión que es de los mas suaves y mejor llevados en política, besos y abrazos después de la tempestad en el vídeo adjunto, pero bueno es cierto que jamás llueve a gusto de todos, incluso llueve poco y a destiempo. Saludos Joan
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=8VmYGYsBlNM
Gracias Futbolín. Pienso que podemos es dirigido por un grupo de personas entre las que ya no está Errejón. Además, es considerado como un rival. Le han asignado un destino complicado en el futuro, el avispero de Madrid. Pero ya le han avisado advirtiéndole que iu presentará un candidato.
ResponderEliminarSaludos