Este es el
código que rige el nuevo mercado laboral resultante de la gran reestructuración
neoliberal en curso. Lo que se pide al candidato rotante por distintos puestos
de trabajo es que asuma que su persona queda reducida a la representación de su
currículum. Este se encuentra determinado por las categorías asignadas por las
agencias tecnocráticas que ordenan el tráfico de entradas y salidas de la
población activa. Hacerse nadie es aceptar subjetivamente esta situación e
imaginar que en alguna ocasión se recalará en un empleo estable. Así, el
candidato rotante, ubicado en una situación de inferioridad extrema, genera un
estado subjetivo de suspensión de sus expectativas y movilización de sus
capacidades de adaptación, en la espera del golpe de suerte que le permita abandonar
su condición precaria.
La posición
estructural de inferioridad implica maximizar su capacidad de adaptación, en
tanto que se encuentra en un medio que le solicita requerimientos renovados que
tiene que cumplir. El candidato rotante entre contratos temporales separados
por periodos de espera termina por renunciar a una identidad personal basada en
valores estables. Todo depende de las exigencias cambiantes del misterioso
mercado de trabajo, que modifica constantemente los paquetes de competencias
requeridas a los concentrados en la cola de espera. Así se genera un estatuto personal
que se asemeja a una situación propia de un novísimo campo de concentración, en
el que cada uno no depende de sí, sino de fuerzas externas incontrolables que
modifican sus exigencias constantemente.
La
precariedad termina por conferir a cada uno de sus huéspedes un estatuto
subjetivo en el que, en distintas proporciones y formas, la autoculpabilización
siempre se encuentra presente. Esta
desvalorización personal favorece la ausencia de la rebeldía ante esta
situación. La precariedad prolongada es un anestésico político extremadamente
potente. Porque esta es inseparable de una individuación severa, en la que la
salvación es individual, como si se tratase del naufragio de un barco. En una
situación de inestabilidad prolongada, los vínculos personales mismos terminan
siendo precarios. Así se construye un sujeto dotado de una individualidad radical,
desposeído de la socialidad tradicional propia de los mundos del trabajo.
Por eso, el
proceso largo e intermitente de integración en el mercado de trabajo, implica
una subjetividad basada en la renuncia. El sujeto precario asume que es un dígito
inscrito en las estadísticas y aprende el arte de construirse como tal. Este aprendizaje implica una reglamentación
subjetiva fundada en la despersonalización. Cada rotante es un expediente que
se inscribe en un medio informático, que representa un almacén de personas en
competencia perpetua. Su responsabilidad es actualizar su carpeta y estar
atento a los requerimientos de los empleadores al depósito de expedientes.
Así termina
por aceptar su condición y su dependencia de los criterios de valor del almacén
informático en que se encuentra inscrito. El ultrapragmatismo es inevitable, aliviando
así el sufrimiento derivado de esta condición. En el informe Petras algunos
jóvenes entrevistados decían que no le comentaban en detalle sus pésimas
condiciones laborales a sus propios amigos. Se sobreentiende entre ellos que
los curros son muy chungos. Su historia personal es escrita mediante las
categorías que estructuran el relato de las agencias reguladoras del tráfico de
entradas y salidas de los rotantes. Así, cada uno es desposeído de su propio
relato, siendo remodelada su identidad.
Es
deplorable contemplar el flujo de jóvenes que pasan por las fotocopiadoras para
reproducir su currículum, que forma parte de la obligación de hacerse visibles
a los empleadores. Este es el principio de su exposición por las rutas del
empleo. Lo decisivo es ser un viajero ajeno al desánimo. Si no se tienen
resultados es necesario asumir su responsabilidad individual. El déficit de
competencias individuales es la clave, de ahí que sea necesario mejorar la
formación requerida, la habilidad de optimizar su presentación y la mejora del
expediente. En el gran almacén de precarizados se multiplican los expertos en
estas lides. Es fundamental establecer una buena relación de subordinación a
los mismos. De este modo se reafirma el estatuto personal de nadie.
La situación
laboral de precarios y trabajadores intermitentes implica una condición de
inferioridad extrema, que reduce drásticamente su estatuto de ciudadanía. La
suspensión de su intervención en lo político y social es manifiesta. Sobre este
contingente de semiciudadanos gobiernan los poderes económicos en las vigentes
democracias. Junto a ellos, se acumulan otras condiciones de ciudadanía
restringida. Los endeudados, los hipotecados, algunas categorías de enfermos,
mayores y marginados, así como los ultradependientes
de los medios audiovisuales y los atemorizados. Todos ellos se encuentran
unidos por la ausencia de una narrativa propia. El relato acerca de su
condición es elaborado por los expertos que los tratan, que los constituyen
como un colectivo definido por sus carencias y necesitado de guía. En el caso
de los rotantes por el mercado de trabajo son considerados como imprescindibles
para el logro del crecimiento de la economía. Ellos son los sacrificados para
el sostenimiento del imperativo de crecer. Así se configuran como un segmento
de población necesaria para el conjunto de la economía, en tanto que su
sacrificio tiene consecuencias positivas para el conjunto social.
Así se
conforma una población relegada que es gestionada por las maquinarias políticas
y mediáticas. Concentrada en los contenedores de las dependencias múltiples se
fomenta la ilusión de que es factible la salida del almacén. Así, como la
población almacenada en las instituciones totales, la salida de alguno de los
internos es celebrada por los demás. Pero la salida es rigurosamente
individual. Hacerse nadie es un proceso de desasirse de las personas con las
que se comparte la situación de desventaja laboral y social, sujetándose
mediante un vínculo débil.
Hacerse
nadie es un proceso esencial de configuración personal adaptándose a las
exigencias del gran almacén de expedientes. Cada uno es imprescindible en la tarea
de acoplar su persona a la naturaleza de un recurso humano disponible para el
mercado de trabajo. Es necesario acreditar la disposición a aguantar. Así cada
cual se hace a sí mismo nadie a cambio de la comodidad en las sucesivas
estaciones del viaje por los circuitos de la precariedad laboral. Cada uno
tiene que renunciar y saber comunicar su renuncia en las relaciones sucesivas y
reiteradas de los avatares de lo que los expertos en este tráfico denominan
como “busca activa de empleo”.
Ser nadie
conlleva la desposesión de la propiedad de ser autor. Por el contrario, el
sujeto rotante tiene que responder a las pruebas a que es sometido mostrando su
disposición a responder. Así se fabrica a sí mismo como un ser anónimo, cuyos
atributos se encuentran codificados en su historia laboral atravesada por las
discontinuidades. Así el anonimato trasciende el ámbito laboral para ser
transferido a toda la vida. En su ámbito íntimo termina por renunciar a la crítica
a las estructuras para asumir su historia personal en términos de suerte. De
ese modo, la salida también es individual y se atribuye a un golpe de suerte. El
tiempo lo debilita maximizando su estatuto de dependencia y disminuyendo sus vínculos
sociales.
El paso del
tiempo determina la asunción de formas de servidumbre voluntaria que conmoverían
al mismo Boétie. El arte de compensar las relaciones personales sobrecargadas
de asimetrías, forma parte de la personalidad del rotante permanente. Cada
relación es un contrato en el que tiene que aprender a gestionar su
insignificancia para ser aceptado. Lo peor es que tras muchos años de rotación,
el aprendiz de ser nadie celebra eufóricamente cualquier pequeño beneficio. No
quiero seguir para no contribuir a la psicologización fatal de los precarizados,
que siempre antecede a su descalificación.
...perfectamente definido como siempre Juan. No obstante es interesante establecer las relaciones entre poder y profesionalidad de los trabajadores en la empresa. La profesionalidad es un arma tremendamente poderosa capaz de blindar la personalidad del trabajador y las pautas de actuación con respecto al managment.La acumulación de experiencia y la producción de conocimiento en un sector determinado de producción y sus distintas fases y componentes materiales, técnicos y organizacionales por parte del trabajador(es) provee a estos de un poder y liderazgo de tipo instrumental que genera tensión y confrontación con el poder y liderazgo formal y autoritario. La profesionalidad es de facto un elemento de conflictividad con los intereses y objetivos, no manifiestos, del managment y de la organización, en este caso de la empresa.La profesionalidad y la consecución de objetivos de la misma implica empoderamiento de los empleados, y un espacio de poder donde poder desarrollar e imponer en el campo de batalla la personalidad y los criterios de actuación. La dependencia de la empresa de la profesionalidad de los trabajadores crea en si misma un marco de negociación informal donde la precariedad, la autoridad y la temporalidad encuentra ciertos limites.
ResponderEliminarHay q hacer énfasis en como la temporalidad de los contratos y la precariedad de condiciones laborales afectan al grado de profesionalidad de los trabajadores, imponiendo experiencias laborales discontinuas e inconexas, de manera la profesionalidad nobse conforma de manera estable y solida en el individuo. En la medida q hay falta de profesionalidad la vulnerabilidad es manifiesta y creciente. En España además esta relación quecestqblezco entre poder y profesionalidad esta mas presente q en otros países Occidentales. España q para el ámbito organizacional es también un país subdesarrollado, el managment es un colectivo q forma parte de del mismo no por la cualidades y experiencia técnica en un sector sino q la disposición y asignación de esos puestos se da por una cuestión pura de trafico de relaciones e influencia. Lo q los hace aun mas dependientes de la profesionalidad de los trabajadores en todas las escalas inferiores a sus puestos.
Un saludo,
RSC
Gracias RSC. No comparto tu argumento que hace una apoteosis de la profesionalidad. Pienso que esta es drásticamente reformulada en la empresa postfordista y en el sector público afectado por esta. El modo de ejercicio profesional se tiene que atener al cuadro de decisiones y prescripciones que emanan de las organizaciones tecnocráticas imperantes del tipo agencia. Estas componen los campos profesionales y reducen el ejercicio profesional a ser portador de un paquete de competencias y una caja de herramientas con la que ajustarse a las prescripciones de las organizaciones tecnocráticas y agencias transversales. Así, la autonomía profesional se reduce drásticamente. Los incentivos cierran el círculo.
ResponderEliminarSaludos
Un placer reencontrarte Juan. Esta entrada me parece un excelente análisis de uno de los peores fenómenos actuales: el de la precarización y sus consecuencias sociales y personales. Ya hay mucha gente convertida en nadie y solo es cuestión de tiempo que las conversaciones, el debate, la crítica desaparezcan de la escena social y el sermón, el monólogo y los soliloquios se hagan con nuestras mentes. Sociedades liquidas (más bien liquidadas) a punto de irse por el sumidero que tan pacientemente ha construido este neoliberalismo de macarra con corbata, cateto, zafio e ignorante que sin embargo ha triunfado en nuestras sociedades.
ResponderEliminarGracias Pedro. Comparto lo del neoliberaliamo macarra de corbata y las sociedades liquidadas. En particular los jóvenes precarizados que son moldeados como ceros sociales.
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