Una de las
paradojas más sorprendentes de las sociedades del presente estriba en la
reafirmación de la ciudadanía y la democracia, que se constriñe en el ámbito
político-estatal, siendo simultánea a la
preponderancia creciente del mercado,
que propicia el desarrollo de un conjunto de dispositivos comerciales y
mediáticos que tienen como objetivo conocer completamente a los sujetos
compradores con el objetivo de modificar su voluntad. La magnitud de estas
estructuras ha ido creciendo acumulativamente, de modo que invade todas las
esferas sociales, exportando sus programaciones, tecnologías, saberes y
supuestos. Así la política y el estado son penetradas por la expansión de los
dispositivos comerciales. En este punto es pertinente preguntarse hasta qué
punto interfieren la formación de la voluntad política y erosionan la condición
de ciudadano.
En este
texto voy a expresar una posición que rompe el consenso vigente, que incluye a
la derecha, la izquierda -todas las izquierdas- y, hasta el mismísimo metafísico
centro. Me enoja contemplar cualquier acontecimiento mediático, de esos que
denominan como “debates”, apelando a la racionalidad de los participantes, y
que es interrumpido para dar a los espectadores “consejos comerciales”. La
mayor parte de estos son sencillamente mentiras gruesas. El caso paradigmático
de los de fármacos o productos como el Danacol alcanzan niveles de embustes
superlativos. Pero nadie, nadie, cuestiona estas áreas liberadas del control racionalizado
o la controversia. Se trata de un verdadero campo donde reina la excepción. En
tanto que políticos, científicos, filósofos u otras especies racionalizadas son
escrutados y cuestionados en sus esferas respectivas, la inteligencia
racionalizada se detiene en la frontera de la publicidad y los reinos
comerciales.
En 2001 fue
publicado un libro de Douglas Rushkoff “Coerción. Porqué hacemos caso de lo que
nos dicen”, en La Liebre de marzo. En este, problematiza esta cuestión
definiendo la acción de los dispositivos comerciales en términos de coerción. Durante muchos años
he recomendado este libro a los alumnos y en varias ocasiones ha suscitado
reflexiones y discusiones. Antes de seguir he de advertir a los lectores a
propósito del autor, que no es un filósofo crítico, sino un original ensayista
y analista del presente, considerado un experto en el cyberpunk. Es profesor en
la universidad de Nueva York. Siempre busco en el océano de los textos a
personas que tengan perspectivas originales. Con libros de Rushkoff me
encontrado gratamente en tres ocasiones distintas.
El hilo
conductor del texto remite a la cuestión de la influencia y la persuasión. Los
poderes comerciales generan estrategias con el fin de influir en las
percepciones y los comportamientos de los consumidores. La consecuencia es que
todos somos personas tratadas con técnicas. Insisto en la importancia de
formularlo así: tratados con técnicas. De este modo estos dispositivos
instituyen formas de comunicación persuasiva que se fundan en la observación y
la manipulación de la relación con las personas destinatarias. En los primeros
tiempos de estas instituciones, en las primeras versiones del marketing y la
publicidad, las personas eran consideradas como el efecto automático de su
estrato social. Se suponía que sus comportamientos se derivaban de sus condiciones
sociales. Así una persona se entiende como parte de un segmento de demanda o
target que determina lo esencial de su comportamiento.
La evolución
del mercado ha revisado esta cuestión, considerando la especificidad de cada
persona. Así se han instituido versiones del marketing “uno por uno” o
publicidades sofisticadas orientadas a públicos específicos. En la comprensión
de los comportamientos sociales, las viejas ciencias sociales van siendo
desplazadas por el psicoanálisis, las psicologías cognitivas y las
neurociencias, que proporcionan el soporte para visualizar a cada comprador, en
tanto que destinatario de una operación de persuasión que compatibiliza las
estrategias sociales con las individuales. Así se confirma la naturaleza
desigual de esta relación. Cada uno es inspeccionado y escrutado por un
conjunto de macrodispositivos que pretenden orientar su comportamiento.
El aspecto
más relevante que plantea Rushkoff radica en lo que denomina como “carrera
coercitiva”. Cuando las estrategias para influir sobre la cognición y la
voluntad individual no obtienen resultados, son reemplazadas por otras
tecnologías de la relación y la persuasión. Así las corporaciones comerciales
avanzan en la reconquista de la usurpación de la voluntad individual,
influyendo sobre la vida diaria de un modo mucho mayor que en cualquier época
anterior. Soy víctima de la persecución de movistar para que amplíe el
contrato. Tengo la convicción de que no se cansan. Siempre reaparece un
comercial portador de nuevas propuestas y métodos. Me encuentro agotado de
tanta resistencia en intervalos cada vez más cortos. Así, la renovación de los
métodos de persuasión es permanente, incrementando los niveles de coerción
efectiva que adquieren la naturaleza de acoso personal.
El arsenal
de métodos de rastreo, detección, captura, influencia y establecimiento de
vínculos, no deja de renovarse y ampliarse. Las tecnologías digitales
desempeñan un papel relevante en estos procesos. Todas las semanas recibo
conminaciones para descargar actualizaciones de programas que no uso en mi
Smartphone. El arte de la resistencia se contrapone a la sofisticación
creciente de la persuasión comercial. Cada persona queda convertida en una
entidad transparente para los dispositivos de la persuasión, que pueden
elaborar un repertorio de actuaciones sobre cada cual.
Pero la
cuestión central radica en definir la naturaleza de la relación entre las
personas y los dispositivos comerciales. Aquí Rushkoff propone una
interpretación inquietante. Los saberes y las tecnologías de la coerción
comercial tienen la pretensión de “bloquear el proceso cognitivo
individual…tienen la esperanza de desconectarte de ti mismo”. Comparto esta
interpretación. Las instituciones del mercado infinito devienen en una fábrica
de los consumidores mismos. Esta es la forma más eficaz de asegurar el
crecimiento. Se trata de fabricar sujetos débiles, susceptibles de ser
manipulados, seducidos y persuadidos mediante el manejo de relaciones
dialógicas y de correspondencia. En este contexto cabe entender la desconexión
de sí mismo, que me parece un modo brillante de definirlo.
Así, estos
dispositivos de coacción subordinan los intereses individuales a los de las
empresas productoras. Como dice Rushkoff “Al influir desmedidamente rebajan la
capacidad de la gente para hacer juicios razonados…socavan así nuestro
poder…existen múltiples procesos cognitivos naturales que pueden ser explotados
por quienes conocen su funcionamiento”. La reducción de la capacidad crítica
termina por convertir al seducido en un cómplice del dispositivo que lo
captura. Rushkoff afirma que “el peor efecto es la dificultad de distinguir al
manipulador del manipulado”. De este modo se genera un estado de opacidad y
confusión en el que las instituciones del mercado infinito terminan por imponer
a cada uno un conjunto de prioridades en sus vidas. La satisfacción, entendida
como un factor permanente y creciente, termina por socavar los cimientos de una
buena vida, en tanto que introduce una escalada imposible. De ahí resultan los
malestares crecientes que expresan inequívocamente que muchos de los sujetos
víctimas de la coerción amable no están bien con sí mismos.
La coerción
generalizada de los dispositivos comerciales termina por invadir todas las
esferas de la vida. En la esfera político-estatal se importan las lógicas y los
métodos de los mismos. De este modo, al igual que en el plano comercial la
voluntad de cada uno es interferida, el proceso de formación de la voluntad
política es intervenido en buena parte. En mi opinión, en estas condiciones
hablar de democracia es poco riguroso. Al igual que en el plano del mercado de
consumo las personas son ubicadas en relaciones que reducen su capacidad
racional, lo mismo ocurre en los procesos políticos y electorales. Me hace mucha gracia cuando la mismísima
Manuela Carmena, persona a la que respeto y estimo mucho, dice que trata de
“seducir” a los ciudadanos.
Si esto es
así se pueden explicar algunos acontecimientos que parecen extraños desde los
paradigmas convencionales de la ciudadanía y la democracia. El triunfo de Trump
es una manifestación en el plano político de la conquista de las mentes por
estos dispositivos de coerción que disminuyen el poder de las personas frente a
las fuerzas que los capturan. Esta relación perversa está ensayada en lo
comercial. Así los antiguos cinturones rojos de las ciudades industriales
europeas, feudos electorales de la izquierda, ahora devienen en base electoral
de la nueva derecha autoritaria. Tras estos acontecimientos se encuentra la
coerción convertida en obra de arte. Soy profesor y puedo contemplar los
estragos de los dispositivos comerciales sobre las mentes de los jóvenes,
muchos de ellos “desconectados de sí mismos” en la lúcida frase de Rushkoff.
¿se puede
hablar con rigor hoy de libertad y democracia? Mi respuesta es que el proceso
de ocupación de las mentes y el relevo por la gestión de las emociones se
encuentra muy avanzado. Se agradece cualquier comentario.
Gracias Juan por abrirme, una vez más, la parte del encéfalo que todavía no ha colonizado el mercado. Cada vez va quedando menos y la resistencia se hace más compleja. Se agradece que personas como Rushkoff visualicen mis sospechas de “las invasiones de los ultracuerpos”. Sí, ¿te acuerdas?, era el título de una pelicula de finales de los 70 que versionaba otra anterior de 1956, “la invasión de los ladrones de cuerpos”. El film original fue rodada en la época del “macartismo”, en plena histería anticomunista del gobierno de los EEUU. Más o menos la cosa iba de unas semillas procedentes del espacio profundo, el vacio cósmico, que por cierto esta lleno de matería oscura, que caen a la Tierra y dan lugar a unas plantas con una vainas de las que brotan copias exactas, clones, de las personas “infectadas”. Los que siguen sanos comienzan a mosquearse al ver el comportamiento de sus vecinos y familiares. Sienten que no son los mismos, que algo les ha transformado, se han convertido en personas frias, sin sentimientos, sin emociones. Esto les delata frente al comportamiento más imprevisible de los demás, todavía no convertidos en sujetos amorfos. Son percibidos como un peligro por los "sanos". La desconfianza se extiende, nadie se fia del que tiene al lado. Cuando he acabado de leer tu texto me ha venido, no se como, a la mente la película, me ha salido así, espontaneo, las invasiones de los ultracuerpos. Sorpresas que te da a veces la parte liberada del encéfalo!. Desde hace ya un tiempo he notado esta invasión, que me ha hecho sentir atontado, "enzombiado", saturado. De una forma más o menos racional he ido cortando y reduciendo el contacto con el espacio socioeléctrico (no twitter, no facebook, no linkedin, no TV, …) Me sentía progresivamente rodeado, observado, invadido, inquerido, cuestionado y pasivo. El tiempo dedicado a todos estos ojos insaciables de datos me impedía dedicarlo a otras muchas cosas, andar por la calle, mirar al cielo, jugar con mi hijo, hablar con otros, no hacer nada, dejar en fín que el cerebro estuviera más suelto. Hay tanto ruido silencioso que nos invade y nos ensordece. La invasión de los ultracuerpos es, ahora más que nunca y lo que está por venir, la invasión de los mercados, con unas técnicas que dejan a las semillas del espacio profundo en rídiculo sobre la capacidad de hacer clones de uno mismo, de acuerdo al perfil de uno mismo, que los ultracuerpos han definido para ti y que encima nos creemos que hemos hecho nosotros mismos. Aunque haya tantos perfiles como candidatos, el juego es el mismo. Ahí radica lo endiablado del tema, creer en algo que crees que eres, sin darte cuenta que han invadido tu capacidad de ser, creyendote que con tanta supuesta capacidad de elección uno es único. El drama actual es que cada vez es más dificil distinguir a los infectados de los “sanos”. La desconfinanza ahora la generamos los que andamos en proceso de desconexión-reconexión. Por deformación profesional quizás puedan servir algunas vacunas para combatir esta nueva invasión: reducir al máximo la colonización de las redes socioeléctricas, rejuntarse con algún grupo de personas a los que les guste mirarse directamente a los ojos, hablar con la voz y no con los teclados, de forma directa, sentir la sonrisa, la mirada real, apagar las camara de los moviles, dejar de mirar las miles de fotos acumuladas, recuperar los espacios de relación colectiva, encontrarse con más personas, salir de las casas, pasear, mirar más allá de las pantallas (las del cine tienen un pase), en fin más calor humano aunque huela mal. Las calles de mi pueblo en mi infancia olían fuerte, muchos animales de carga, pero las personas eran de carne y hueso. Ahora no huelen a nada,las calles, las personas siento que han desaparecido.
ResponderEliminarAntonio Escolar Pujolar
Gracias Antonio.Me parece pertinente tu enfoque. Me estimula el final, lo de que ya no huele a nada. Me recuerda el libro de Sánchez Ferlosio "Non olet". El dinero que no huele es el organizador del nuevo mundo. Un matiz importante es que el mercado destruye las comunidades naturales, pero no crea un desierto social sino un conjunto de comunidades efímeras y evanescentes donde el encuentro es provisional y basado en las afinidades. Por el contrario, la comunidad y los grandes colectivos de clase quedan en estado gaseoso. Un libro ya clásico de Forester "La extraña dictadura", en Anagrama, lo cuenta muy bien.
ResponderEliminarUn abrazo