En tanto que
en el parlamento y en la opinión pública tiene lugar una controversia sobre
algunos aspectos secundarios de la universidad, se intensifica y acelera su
reconversión neoliberal, que supone un cambio radical en la institución y las
reglas que la constituyen. Como en todas las reformas de última generación, los
cambios son aceptados como naturales e inexorables, entendidos desde la
perspectiva de ese extraño proceso que se denomina como “modernización”. Se
trata de reformas muy radicales en los contenidos, pero carentes de un discurso
explicitado. Estas reformas mudas pasan desapercibidas a sus confiados
destinatarios, facilitando así su ejecución sin oposición alguna.
Una de las
dimensiones esenciales es la mutación de la función de los profesores. El
ejercicio profesional es profundamente modificado. Ahora estos se asemejan a
los reponedores de los grandes supermercados, que tienen que retirar los
productos caducados para sustituirlos por otros idénticos, pero que han
renovado su fecha de caducidad. La institución central de la sociedad, el
hipermercado, transfiere a todas las esferas sus códigos. Así, una parte muy
importante de los productos académicos, los papers, son producidos adoptando el
precepto de la obsolescencia programada. Decenas de miles de artículos se
elaboran con la finalidad de cumplir con la institución central de la
evaluación. Cada uno se inscribe en el currículum de cada autor, sumando con
los producidos por su departamento y universidad.
Los papers
son productos ligeros, que se rigen por su ubicación y acumulación en el
historial de cada cual. Me gusta decir que su valor real es el gramo de papel o
su equivalente digital. Así suelo preguntar a cómo está el gramo de cada cosa.
El resultado es la multiplicación de la producción académica, que en la mayoría
de los casos evidencia la insoportable levedad del investigador. Me refiero
principalmente al pensamiento y las ciencias humanas y sociales. Es
insoportable enfrentarse a las toneladas de artículos clonados que producen las
distintas disciplinas y subdisciplinas convocadas por la
institución-evaluación.
Uno de los
efectos perniciosos de esta realidad estriba en el declive del autor y de las
comunidades científicas convencionales. Hasta hace pocos años las distintas
comunidades de investigadores ponían en común sus indagaciones, métodos, conocimientos
y reflexiones sin la presión de la temporalidad de la evaluación. El resultado
se expresaba en la publicación de libros que revisaban las cuestiones y abrían
nuevos horizontes para toda la comunidad. En estos procesos se decantaban
liderazgos académicos fundados en las aportaciones reconocidas por la
comunidad. Un autor relevante publicaba varios libros influyentes a lo largo de
su carrera investigadora. Estos se producían en una temporalidad determinada
por el proceso de creación del autor. En unos años predominaba la incubación
que antecede a la publicación de los textos.
Las reformas
neoliberales mudas han alterado estos
patrones. Ahora el modelo es una fábrica de conocimiento que tiene que
producirlo anualmente y que se encuentra
determinado por el imperativo del crecimiento. Si un año se ha producido cien,
el siguiente es obligatorio producir un excedente sobre esta cifra. Así se
construye una comunidad productivista que tiene que responder a los nuevos
requerimientos industriales. El éxito depende de la competencia de saber
aprovechar las oportunidades. Cada cual tiene que escribir sobre una agenda
temática que se modifica velozmente.
De este modo,
la emergencia de los papers infinitos y ligeros que son colocados en las
estanterías científicas para ser consumidos y reemplazados por los siguientes,
disipando su valor en el mismo momento de su publicación, en tanto que este es
transformado en los dígitos que conforman un espacio informático sobre el que
se asienta el nuevo poder académico global, que resulta de la “gestión del
conocimiento. En este espacio son homologados los textos de los antaño
maestros, con la montaña de papers transformados en materia prima para ser
citada en los siguientes eslabones de la carrera. En una ocasión pude escuchar
a un profesor de sociología decir que había publicado más que Max Weber. Esta
afirmación explica la transformación operada, sus criterios de valor así como sus
sentidos.
Esta forma
de producir el conocimiento de los atribulados profesores reponedores se
transfiere a la docencia. En los grados, pero principalmente en los máster,
proliferan los hijos de los papers de ocasión y trabajos- basura recurrentes
que ocupan la totalidad del trabajo de los antaño aprendices, ahora
transformados en productores. La vieja recomendación de los grandes maestros
universitarios a sus discípulos, que les conminaban a priorizar la lectura
sobre la escritura en el proceso de acumulación de conocimiento de cada cual,
es invertida tras la reforma productivista neoliberal. Ahora se trata de
cumplir con la obligación de escribir textos múltiples, en los que el decir
queda relegado. Muchos de los alumnos me formulan la pregunta clave que se
refiere a la cantidad: cuántas páginas que tienen que “rellenar”.
La vida
académica diaria se hace insoportable.
Cuando un contenido temático se pone de moda, se producen miles de trabajos
inodoros, incoloros e insípidos sobre el mismo. Como profesor estoy
dolorosamente harto del 15 M, en tanto que es el tema de numerosos trabajos que terminan en la basura y en los
indicadores de producción de cada participante en este extraño juego. Lo peor
es que un tema que produce tantas toneladas de material, no cristaliza en
alguna controversia que ayude a su mejor comprensión. No, su destino es generar
un producto que me gusta denominar como
la papilla del 15 M, que termina en el contenedor de la basura de este extraño
supermercado académico. El antiguo tiempo de la clase magistral es reemplazado
por el de exposición de trabajos fragmentarios de ocasión, que socializan a los
neófitos en la iniciación de la profesión de los profesores reponedores.
Estos
métodos de producción de conocimiento, devenidos en producción de currículum,
que terminan por formatear la vida docente, conformando las bases materiales
del arte del plagio. El espíritu de producir para los indicadores de cada cual
en detrimento de saber, conforma los sentidos de estudiar para los estudiantes
humanoides convertidos en extensiones informáticas. Para muchos de ellos
cumplir con los trabajos implica utilizar muchas horas muertas de rebuscar en
el yacimiento académico y sus depósitos de reciclados, para salir del paso.
Así, el antiguo rol pasivo de estudiante oyente confeccionador de apuntes se
transforma en hacedor de minipapers fragmentados. Los efectos de este trabajo
sobre sus ejecutores es tan destructivo como el anterior. Pero cabe añadir que
en el obsoleto sistema tradicional, era posible encontrar a algún profesor
autor que tenía algo que decir.
La
consecuencia es la transformación de los profesores reponedores en policías de
la gestión del conocimiento. Es menester vigilar a los neófitos para que no
plagien. Así la proliferación de herramientas informáticas. En los últimos años
hemos pasado del Ephorus al Turnitin, anticipando lo que nos espera. Lo extraño
en las ciencias humanas es la conformación de una misteriosa sociedad en la que
la mayoría no tiene nada que decir, pero se vigilan los unos a los otros. Lo
paradójico es que en ese escenario, aquellos que siguen teniendo algo nuevo que
decir se encuentran en un medio hostil, en tanto que sus aportaciones se
disuelven en la gran montaña de papers y los indicadores que de ella resultan.
La cumbre de lo absurdo radica en que cuando alguno de los habitantes del mundo
de la gestión del conocimiento dice algo nuevo, es obligado a reponerlo
inmediatamente con otro producto, aunque este sea una copia o esté dotado del
prodigioso 0%.
Recuerdo que
hace algunos años un exalumno con el que tuve una buena relación vino a
visitarme para entregarme personalmente el texto de su tesis doctoral que había
sido publicada. Cuando le dije que lo leería y le haría un comentario me
interrumpió enérgicamente pidiéndome que no lo hiciera, porque consideraba que
era muy deficiente. Muchos de los productos académicos responden a la lógica
del trámite burocrático que tiene lugar en una casta que gestiona el océano de
papers. El valor real de un texto lo determina, en algunas ocasiones, el
mercado editorial, considerando que el producto tiene una rentabilidad,
entendida como posibles lectores compradores.
El efecto
del proceso que transforma los modos de producción del conocimiento en gestión
del conocimiento, es el declive de la docencia centrada en la vigilancia de la
originalidad de los trabajos, y la investigación nucleada en torno a la
producción de cadenas de papers de usar y tirar. Así se explica la decadencia
de los profesores convertidos en extensiones informáticas de un medio gobernado
por las agencias. En la universidad que conocí hace ya tantos años, los
carismas académicos basado en el valor atribuido a una obra magistral eran
manifiestos. Ahora las élites académicas carecen de carismas y detentan su
posición en tanto que controladores de redes intra y extraorganizativas. En las
ciencias sociales se hace patente esta realidad en la que es cada vez más
difícil discernir acerca del valor de una obra. Desdeestas coordenadas se hace inteligible el silencio sepulcral corporativo ante el plagio del rector audaz. El valor de un texto no resulta tanto del reconocimiento de la comunidad científica, sino de su valor curricular del mismo, que no afecta directamente a los plagiados, en tanto que no anula su mérito.
Max Weber,
yo te pregunto ¿qué hiciste el año siguiente de la publicación de “economía y
sociedad”? ¿y de la “Ética protestante y el espíritu del capitalismo? En ambos
casos ¿publicaste ese año otro libro con mayor número de páginas? Ya sé que la
respuesta es no. Así que te consideran inservible por la fecha de tus libros
¡qué viejuno¡
soy una profesora, no soy reponedora, aunque me quieren obligar a ello. pertenezco al Mov de Ciudadanos hacia la República Constitucional. Saludos y gracias por el Blog. Patologías de la expresión y la libertad. Imagino que te interese dados tus valores y análisis.
ResponderEliminarHay que leer cien veces la vida y los libros imprescindibles por cada capítulo escrito.
https://mcrc.es/
Julia
Gracias Julia. Comparto lo que hay detrás de los libros imprescindibles y lo de leerlos cien veces. El problema radica en las tecnologías de poder utilizadas por las reformas neoliberales. Se construye una coacción monumental sobre los profesores y se l destruye el tejido social individualizándolos, principalmente por medio de la evaluación. El cada cual a lo suyo tiene unas consecuencias demoledoras.
ResponderEliminarPara "decir algo" en ciencias sociales, siempre queda el viejo truco de pensar qué se quiere decir, y seleccionar después con cuidado una bibliografía y un aparato de citas en APA que lo apuntale. Es perverso y hace que que el proceso investigador pierda sentido, pero cuela muy bien, para lo académico.
ResponderEliminarSaludos
MTR
Gracias MTR. Me parece muy preciso tu comentario. Eso es así en la mayoría de los casos, dando lugar a una ciencia social que se niega a sí misma. Algunos amigos externos a la academia hablan de la sociología académica como un espacio comprometido con la realidad social. No entienden bien cuanto les digo que los sociólogos españoles académicos somos verdaderos anestesistas.
ResponderEliminarSaludos