domingo, 25 de diciembre de 2016

DAVID RIESMAN Y LAS MUCHEDUMBRES NAVIDEÑAS



Las fiestas navideñas están investidas por el magnetismo de lo social. En estas se sucede una secuencia de distintas jornadas en las que grandes muchedumbres se congregan para ejecutar un guion establecido. En  las sucesivas etapas de las fiestas, las gentes salen de sus domicilios para concentrarse en las distintas zonas de compra y ocio. Estas son iluminadas con una composición de formas y colores adecuados al rango del gran acontecimiento colectivo. Todo empieza con la intensificación comercial de los primeros días; el gran puente del seis y del ocho, en el que se manifiesta una apoteosis del ocio y de las compras; las comidas de empresa de los siguientes días y el comienzo de las vacaciones escolares; la explosión del imaginario en la lotería del 22; la cena de nochebuena y el día de navidad como repliegue al espacio familiar; la fiesta grande de la noche del fin de año, y la magia infantil de la noche de la cabalgata de los Reyes. 

En todos estos episodios la conexión entre los guiones establecidos y la gente es de una intensidad inusitada. La sociedad se moviliza y la energía de lo social comparece con todo su esplendor. Solo la pausa de la Semana Santa y la explosión festiva y de los cultos a los cuerpos del verano suscitan una energía equivalente. Las navidades son un estado de excepción festivo en el que la sociedad se regenera en los distintos episodios establecidos. En el puente y las jornadas de compras dominan los jóvenes y los activos laborales; en la lotería, preferentemente los mayores, que también son los beneficiarios de los encuentros familiares de la nochebuena-navidad; después recuperan el protagonismo los jóvenes en la nochevieja y de los niños en los reyes. 

Las actividades sociales ordinarias son suspendidas provisionalmente. Lo laboral se ralentiza y deviene intermitente. El aparato escolar se paraliza devolviendo a los escolares a sus espacios domésticos. Las instituciones estatales y administrativas se reducen a mínimos. Hasta el futbol se paraliza en España, generando un vacío manifiesto que se evidencia en el final de las fiestas, en la que los múltiples adictos expresan su ansiedad. Estos vacíos son compensados por la intensificación de las industrias culturales y los dispositivos audiovisuales. Estos son días de consumos catódicos desmesurados. En los sucesivos días de fiesta grande los whatsapp y las redes sociales adquieren una magnitud monumental.

En los días secuenciados de fiesta grande grandes contingentes de personas se desplazan entre los domicilios familiares diseminados y los espacios públicos comerciales y de ocio. La multiplicación de los desplazamientos pone en el centro de las fiestas al automóvil. Me gusta decir que estas fiestas muestran la pugna de las divinidades. El coche es la divinidad emergente de este tiempo. Así, miles de coches se hacen presentes en la incursión masiva a los espacios iluminados, para regresar después a los lugares de origen, garajes para los más privilegiados. También los desplazamientos determinados por el fraccionamiento y dispersión de la familia. El vehículo adquiere la preponderancia inusitada que representa en la vida cotidiana de tan avanzada civilización. Las colas de coches adquieren proporciones insólitas que expresan inequívocamente su relevancia. Los automóviles son el vínculo entre el estado de fiesta y el estado de normalidad laboral/escolar.

Esta muchedumbre manifiesta inequívocamente su condición de motorizada. Los accesos y los aparcamientos se saturan y el tiempo de paz provisional asociado al espíritu de la fiesta se quiebra por la multiplicación de los microconflictos de cada conductor con sus rivales en competencia por un lugar para instalar su vehículo en los codiciados aparcamientos céntricos. También en las zonas residenciales que registran la presencia de los intrusos familiares que comparecen en los hogares y acrecientan la competencia vecinal por el aparcamiento. Además,  se incrementa la insurgencia respecto a las autoridades que limitan los accesos y crean reglamentaciones restrictivas. Se pueden perdonar los recortes en los estatutos laborales o las prestaciones sociales, pero recortar la movilidad es imperdonable, suscitando una ira considerable en los conductores, que es la forma de ciudadanía dominante en el presente.

Las fiestas en su conjunto reafirman la sociabilidad instituida, generando una energía social que alcanza todos los rincones de lo social. Es casi imposible mantenerse al margen, en tanto que lo colectivo deviene en reprobación coercitiva a los incumplidores. Me gusta contemplar a algunos de los disidentes de las fiestas que se refugian en playas andaluzas solitarias, donde las divinidades se debilitan. El dios sol, tan poderoso y convocante de las multitudes en el verano, ahora acaricia suavemente, aunque la luz es más hermosa ahora en el invierno. La fiesta muestra su intolerancia con quienes cruzan su frontera y se ubican en el exterior. Esta es la razón por la que se puede considerar --desde la mejor sociología, la sociología “no contaminada por humos industriales”, evocando a Juan Gérvas—que las fiestas navideñas pueden ser entendidas en la esfera del comportamiento colectivo.
Así se constituye un mecanismo gregario que modela los comportamientos y la percepción colectiva. 


David Riesman es un sociólogo norteamericano sólido. Su obra es una crítica a la abundancia material contrapuesta al debilitamiento de las comunidades y las relaciones sociales. Me han aportado mucho los autores que escriben en los inicios de nuevas épocas. Riesman es uno de ellos, y su obra puede ser ubicada en los comienzos del individualismo contemporáneo y las sociedades de consumo de masas. Sus textos escrutan lo emergente en contraste con el contexto del final de la época entonces vigente. De este modo sus visiones son muy ricas. Entre otros aprecio especialmente, junto con él, a Lefebvre, Baudillard o MacLuhan. 

Una de las aportaciones fundamentales de Riesman, en su libro “La muchedumbre solitaria” es la definición de dos tipos humanos: Los dirigidos desde adentro y los dirigidos desde afuera. Los primeros se rigen por su capacidad para reflexionar, construyendo sus prácticas sociales desde esta perspectiva. Los segundos son el efecto de los grandes dispositivos de la época y sus estrategias persuasivas. Su comportamiento es gregario y su modelo representa el efecto de uno de los fértiles conceptos de la sociología, como es el de grupo de referencia, formulado por Merton y otros autores.  El tiempo presente ha reforzado este concepto por el poder creciente de los dispositivos comunicacionales persuasivos. La imitación ha adquirido la condición de universal. 

Así se conforman las muchedumbres navideñas, que responden a los guiones establecidos, que reproducen las liturgias, los rituales, los significados y las prácticas sociales canonizadas. Las multitudes despliegan un repertorio de acciones que son el efecto del gran guiñol instituido por las grandes empresas. Así, las prácticas religiosas se disuelven entre los sentidos comerciales de la gran fiesta del consumo. Millones de marionetas ejecutan disciplinadamente sus papeles, y aquellos que innovan sus prácticas festivas representan solo una parte ínfima de las muchedumbres navideñas. Como todos los eventos asociados a las muchedumbres solitarias enunciadas por Riesman, concluyen en malestares de los que hacen inventario los expertos psi, tales como síndrome postvacacional y otras formas, que conforman una población tratada para superar su malestar. Aún peor son los endeudados atrapados por los bancos o las impetuosas empresas del préstamo que se hacen presentes en los spot publicitarios que financian las televisiones, las progresistas también. Me gusta llamarles “el complejo naciente de Cofidis”, que captura a los más débiles de la multitud festiva navideña comercial.

Lo social se hace presente en las mesas de las celebraciones navideñas. Los efectos de las fuerzas estructurantes del campo festivo-comercial se articulan con los sujetos participantes en los acontecimientos festivos, congregados en los hogares. Así lo social se condensa en el cuarto de estar habilitado para el evento. Las rupturas familiares; la galaxia de los mayores regidos por los afectos; la galaxia de las generaciones intermedias regidas por el éxito individual, que exhiben sus logros laborales, posicionales y vitales en  el comedor; el contingente de los débiles afectados por los fracasos. Así se conforman extrañas dinámicas entre las que cabe destacar la convergencia afectiva de los menospreciados: los jóvenes de larga duración bloqueados y los abuelos desechados.

Unas fiestas tan prósperas concluyen mediante una transición a la normalidad. Este es el tiempo de rebajas en el que la multitud es convocada a un nuevo ciclo de compras. En los últimos años este tiempo presenta inequívocos signos de agotamiento. Junto a él se reanuda la actividad escolar y los niños y jóvenes recuperan la normalidad, en la que la fiesta se concentra en el finde, que cada vez conquista más tiempo en la unidad semana. Pero la amenaza de los exámenes es inminente en la perspectiva de la nueva pausa de febrero.

También la vida laboral tras las fiestas que suceden tras la cena de empresa, que simulan ser como esas cumbres que intentan pacificar las guerras vivas. Se trata de aliviar temporalmente las hostilidades --verticales, horizontales y ubicuas—derivadas de la naturaleza de la empresa postfordista que estimula las competencias hasta extremos insólitos. La contrapartida es el retorno del fútbol que aviva las pasiones de las multitudes futbolísticas, diseminadas en los estadios, las audiencias y la presencia en los hoteles, aeropuertos o estaciones a las que van a pasar los ídolos.
El mes de enero representa la disminución del flujo de paquetes y el comienzo de misiones comerciales y mediáticas para capturar espectadores o compradores. Estas son las seducciones de tiempo lento que rigen la espera hasta la semana santa, en la que se produce una nueva convocatoria a la compulsión vacacional, de nuevo sobre un extraño contexto en el que lo comercial y lo religioso se recombinan de un modo misterioso. El mes de enero registra el cansancio y la saturación de las muchedumbres navideñas tras un mes largo de intensos activismos. El preciso pensar acerca del derecho al descanso comercial y a un mes libre de conminaciones consumistas.











jueves, 22 de diciembre de 2016

FLIRT SUR LA PLAGE, DE NUEVO

En diciembre de 2013 subí al blog este vídeo. Me parece magnífico, por eso lo subo de nuevo para los nuevos lectores que quieran contemplar una situación tan tierna. En estos tres años ha crecido la sensibilidad con respecto a los animales, este es uno de los elementos positivos de estos últimos tiempos.


martes, 20 de diciembre de 2016

PAULA SIBILIA Y LA INFANCIA: LAS PAREDES, LAS REDES Y EL MERCADO







El libro de la antropóloga argentina Paula Sibilia “Redes o paredes. La escuela en tiempos de dispersión” es muy estimulante, en tanto que remite a una crisis que es perceptible,  pero no  bien comprendida. Se trata de los efectos sobre la infancia y la adolescencia de la crisis de algunas instituciones esenciales de la modernidad. Sibila sitúa en el centro de su análisis a la escuela, pero la familia posnuclear se encuentra en la misma situación de obsolescencia. Así, la infancia se encuentra atrapada  entre dos tiempos, en una situación en la que no muere lo viejo, y el nacimiento de lo nuevo se produce simultáneamente a la pervivencia de lo que es obsoleto y no se renueva. De ahí resulta una crisis de inteligibilidad de gran magnitud que acompaña a un estado de tensión psicológica y cognitiva. Un malestar difuso y permanente se hace manifiesto en este tiempo confusional.

El argumento de Paula Sibilia apunta a la caducidad de un modelo de yo que se incuba entre paredes, bien en el aula, o en el cuarto de estudio doméstico de los niños, en la que son solicitados para tareas de introspección realizadas en silencio y aislados del exterior. Este modelo es desafiado por las redes sociales resultantes de la revolución tecnológica y la explosión de los medios de comunicación imperantes en la sociedad posmediática. Las redes sociales generan un mundo social intenso que atraviesa los muros de los encierros escolares y familiares. Esta sociedad virtual se funda en códigos contrapuestos con el orden escolar, solicitando a cada infante a la conexión permanente y a la hipervisibilidad total en un tiempo carente de pausa.

El nudo del análisis de Sibilia remite a una complejidad inevitable: el mundo nuevo de las redes no es una fase superior al vivido entre las paredes familiares y escolares. Por el contrario, constituye a un nuevo sujeto dotado de otras dimensiones incompatibles con el orden familiar/escolar convencional. El mundo virtual emergente desplaza lo educativo generando un sujeto caracterizado por la conexión múltiple e intensa, así como por  la visibilidad integral ante los demás. Pero los otros, en el nuevo orden de las redes, adquieren una preponderancia absoluta. El éxito de cada cual resulta de la aprobación de los demás. Cada uno se rige por una acomodación compulsiva a los imperativos del mundo de los otros. Así se constituye un sujeto en acción permanente que adquiere una vulnerabilidad de gran magnitud en tanto que ser dependiente.

Los infantes se encuentran inmersos en un tiempo rápido en el que son requeridos por los  estados sucesivos y vigorosos de su whatsapp. En este mundo virtual se suceden vertiginosamente un torrente de imágenes, palabras y gestos que tienen como objeto captar la atención de los demás. Así se configura un sujeto egocéntrico que pugna por su conquistar y retener su protagonismo. Se trata de maximizar el número de seguidores y atraer la mirada de los otros sobre sí mismo. La identidad personal resulta de la capacidad de emitir y responder al instante cuando el flujo comunicativo se incrementa. Este sujeto hiperconectado carece de descanso. Siento una especial compasión cuando los veo circular por cualquier vía pública pendientes de su pantalla. 

Los nuevos niños generan una energía desmedida para ser visibles y aceptados mediante la construcción de su perfil atractivo en el espacio de las pantallas hiperconectadas. El valor de cada uno es otorgado por los otros mediante comentarios y visualizaciones, registradas en los conjtadores de las redes. Así la explosión de los selfies. Primero se presentan, después maximizan su imagen mediante el Photoshop  y muchos terminan modelándose mediante el recurso a la cirujía. Así se construye un sujeto dotado de un arte escénico insólito. Saber posar es la competencia esencial de una existencia fundada en ser mirado.

Los efectos de este mundo virtual vivido 24/24 horas sobre su estancia en las instituciones es demoledor. Estas le reclaman a actividades pausadas de reflexión o introspección, siempre vinculadas a la lectura de textos y libros. Se trata de constituir un yo profundo y “verdadero” mediante la apelación a su capacidad de razonar. Pero los mecanismos psicológicos y sociales imperantes en las instituciones caducadas, así como sus tiempos inevitablemente lentos, son dinamitados por el nuevo mundo vibrante de las redes que congregan a los sujetos modelados en el arte de esculpir sus apariencias. En una situación así, yo soy lo que deciden los otros conectados y ese yo se tiene que revalidar y actualizar permanentemente. Este es el “estado de dispersión” que apunta Paula Sibilia, y que afecta severamente al orden escolar y familiar.

Pero las instituciones de la modernidad, desbordadas por el poderoso mundo virtual, así como desconectadas con este, se contraponen con la explosión del mercado, que construye un conjunto de vínculos sólidos con este mundo de las redes infantiles y adolescentes. Los más importantes son la idea de éxito, que gobierna a ambos espacios, así como la presunción de la existencia de un yo interior “verdadero” no socializado, que se expresa en el imperio cotidiano de un “me gusta” que se ubica en el exterior de la racionalidad y lo colectivo. Como profesor soy testigo del crecimiento intenso de este yo que se hace presente en las aulas de modo impetuoso. También la importancia de lo emocional que desplaza a lo racional. Así se configura una sensibilidad exterior al código genético que rige las instituciones.

El sistema educativo es inexorablemente portador de un gen de limitación de la incertidumbre y de la responsabilidad de los alumnos, desarrollando distintas estrategias para que estos interioricen la dependencia institucional. Esto se instaura así desde el preescolar hasta los máster, solo cambian las formas, pero la naturaleza del estudiante es la de ser un ser dirigido. El contraste con el mundo de las redes es enorme. Estas instituyen un yo discontinuo débil, una subjetividad independiente de determinaciones institucionales, un orden preferentemente visual, así como un sentido de la vida basado en la autoclasificación permanente en las pantallas que exponen las competencias de los yoes. Así se constituye una sociabilidad alternativa que coexiste penosamente con la sociabilidad resultante de las instituciones de la socialización.

Vivir entre estos dos mundos es muy difícil. A día de hoy los infantes conquistan los espacios fronterizos cotidianos, como el dormitorio, antaño dedicado al estudio y ahora reconstituido como sala de conexiones virtuales. En la escuela adquiere un esplendor inusitado el patio, los pasillos y los exteriores de los edificios, zonas declaradas libres de comunicación, habitadas por los concentrados en sus pantallas portátiles. Las fronteras entre ambos mundos no dejan de ensancharse. 

Pero, el mundo de las paredes que tan bien define Sibila, se extiende a los transportes. No cabe duda de que los niños del presente son la generación más transportada de la historia. Sus tránsitos cotidianos entre el domicilio, la escuela y otras instancias, se encuentran determinados por la (pen)última revolución urbana que altera las localizaciones. Las colas de los coches en los que son transportados por sus progenitores son un elemento de la cotidianeidad urbana. También los autobuses que circulan por los itinerarios cotidianos. Me pregunto cuánto tiempo pasan encerrados en esas cabinas en espera de sus paredes de destino. El nuevo mundo de las redes ofrece la posibilidad de la fuga virtual de los encierros entre paredes y cabinas.

El libro de Paula Sibilia no ofrece soluciones ni recetas y remite a la capacidad de la escuela de revisar sus códigos instituidos y generar una inteligencia que le permita regenerarse en una situación tan adversa y compleja. Como me encuentro de cuerpo presente en estas instituciones tengo dudas de gran envergadura al respecto. De ahí que en este comentario resalte el papel del mercado. La expansión compulsiva de este subordina a todas las instituciones, define en exclusiva los guiones de las vidas y modela las subjetividades. Así, el mundo vigente se encuentra gobernado por una élite de vendedores de productos y servicios que desarrollan una inteligencia coherente con sus finalidades. 

El esplendor de los consumos, la exaltación de las emociones y los estilos de vivir modelados por la variedad y riqueza de las experiencias subjetivas remiten a una ficción para la gran mayoría. Los modelos propuestos son inalcanzables para casi todos. De ahí los malestares y los estados patológicos que los acompañan y que se hacen presentes en los nuevos problemas sociales. Porque la vida centrada en el éxito permanente y en la estrategia de las apariencias es ficcional. Los niños que habitan el vigente capitalismo de ficción son débiles. Esta es la gran verdad del tiempo actual. Tras la protección extrema de la familia y la involución del espacio de la calle, en la que los infantes ya no están, se manifiesta la vulnerabilidad de los mismos expuestos a los peligros percibidos por la sociedad de la abundancia material. 

Me pregunto acerca de si otra educación es posible. Mi respuesta es que con esta familia posnuclear psicologizante y este sistema educativo es inviable. La verdad es que esta situación y esta sociedad mercadocéntrica no me gusta.



jueves, 15 de diciembre de 2016

MAGIAS MUSICALES

Las músicas fuertes se comparten en lugares especiales que carecen de un nombre específico. En estos lugares se producen magias, liturgias, fusiones y rituales  compartidos. Se trata de espacios iniciáticos donde tienen lugar cultos sofisticados y en donde la vida adquiere una intensidad insólita. En el tiempo presente son el reverso nocturno de la absorbente vida productiva. Las energías que se manifiestan en estos lugares animan las vidas de sus misteriosos pobladores, los cuales, tras el amanecer, siguen siendo clasificados por los factores socioprofesionales convencionales que predominan en el mundo desprovisto de magias de la producción y la carrera profesional. Estas músicas y estos lugares forman parte de lo mejor de la vida.

El primer video que presento es de una película de culto para mí. Es Exils de Tony Galtif. Me encanta este director francés. Exils se basa en una idea muy creativa. Se trata de un viaje a la inversa de dos jóvenes franceses de origen argelino, que retornan a su origen. Sus miradas francesas experimentan  choques culturales en las  sucesivas formas del sur que van atravesando. El video es su encuentro con el flamenco duro en un local de culto de Sevilla. Me parece fascinante.



Es imposible hablar de flamenco sin remitirse a Paco de Lucía. En las entrevistas le preguntaban acerca de su nombre en espera de descubrir alguna sofisticación. Él respondía diciendo que como en su Algeciras natal había muchos Pacos, estos se distinguían por el nombre de sus madres. La suya era Lucía. Es imposible escuchar su música en un tiempo de trabajo. Es totalmente absorbente.



Por último un lugar de culto al fado en Lisboa. El video forma parte de la película de Carlos Saura. Me parece insólito el nivel que alcanza el rito.


jueves, 8 de diciembre de 2016

CARMEN, EL 5 DE DICIEMBRE Y EL TRÁFICO DE PAQUETES



El 5 de diciembre era el cumpleaños de Carmen. Para nosotros se trataba de un día extraño, pues no nos gustaba hacer celebraciones en los días establecidos socialmente. Por el contrario, celebrábamos cualquier día en el que surgiese cualquier acontecimiento inesperado que estimulase nuestros sentimientos y estados personales. Así la vida diaria estaba abierta a múltiples estímulos gobernados por el azar y la espontaneidad. No obstante, en  ese día, el aniversario se hacía presente inevitablemente. Este determinismo social acabó por vencer mi resistencia y en los últimos años le hacía regalos en tan insigne fecha, a pesar de mi convicción de que la vida no puede ser limitada a los calendarios y las convenciones. En una relación de pareja cualquier día puede llegar a ser grande.

Desde que Carmen desapareció, ese día se hace presente con una intensidad mucho mayor que antaño. Los recuerdos inundan mi memoria como una riada y la ausencia adquiere un inusitado vigor. Ahora no puedo esperar a un día especial imprevisto en el que podamos celebrar nuestra vida compartida. No queda otra opción que aceptar las determinaciones de los calendarios y sus fechas dotadas de inevitables coerciones. Así que todo termina en una escisión inevitable entre su recuerdo permanente y la vida diaria, que ofrece pequeñas maravillas y posibilidades todos los días. 

Pero es inevitable todos los años retornar al 5 de diciembre que activa la memoria, paradójicamente un día antes del puente que une dos fechas festivas convencionales que estimula la huida masiva de las gentes que abandonan la gran organización para vivir una experiencia de fuga cronometrada hasta el siguiente lunes, en el que todos terminan por regresar a la vida mecanizada y regida por las obligaciones derivadas de la vida laboral, ahora convertida en carrera profesional, y las de la consecución de su diferenciación y singularidad en su estilo de vida, que debe renovarse incesantemente en tanto que es requerido por el imperativo de la visibilidad permanente.

A Carmen le divertía escuchar mis definiciones acerca de mi condición de un traficante de paquetes furtivo, que hacía las compras en otras fechas que las señaladas en la temporada de caza comercial, en la que los traficantes de paquetes se congregan en manadas que invaden los templos sagrados de la economía del crecimiento. Para nosotros, la economía del regalo se regía por otros criterios. Cualquier día laico-comercial era adecuado para agasajarnos. Así, también nos diferenciábamos en la actividad social más importante de nuestro tiempo: el tráfico de paquetes, que se inicia justamente en estas fechas.

Por eso estos días son de contrastes, de paradojas y reflexiones que anticipan las inmediatas determinaciones navideñas. Carmen se reía cuando bromeaba acerca del peligro de aproximarse a un esquiador después del puente, por el riesgo de que sus tensiones internas, agudizadas por las inestabilidades calendarias, terminasen por estimular el uso de sus esquís como armas frente a los más próximos en la muchedumbre circulante. 

El caso es que este día 5 me he despertado sin encontrar su cuerpo próximo a mí. Esta es la música que seleccioné en el momento de su despedida. La inevitable Cesarea Evora de la que tanto disfrutamos en múltiples días de nuestras vidas y que ahora alimenta mi nostalgia.