El texto que
presento fue un clásico de mi clase de Cambio Social en los primeros años
noventa. Es un artículo de Fernando Castelló, un periodista lúcido que mostró
su capacidad de comprender y comunicar en un contexto de cambio de épocas, en
el que coexisten varios mundos. En este
escrito desvela la naturaleza del nuevo sujeto que resulta de la combinación de
varios procesos de cambio combinados. Me parece clarividente y altamente
recomendable. Es un texto de choque en el que es imposible no posicionarse.
Recuerdo que
en la clase le proporcionaba una copia a cada estudiante y se procedía a una
lectura. Después se procedía a comentarlo y discutirlo. La participación era
muy escasa y se generaba un clima de tensión, en tanto que se percibía que eran
juzgados. Tras tres años de experiencia decidí retirarlo, en tanto que los
efectos adversos superaban a los beneficios.
Cada generación se encierra en su mundo de significaciones y rechaza
otras miradas externas. Este hecho es fatal para la formación de eso que
convencionalmente se denomina como “sociólogos”.
El artículo
fue publicado en El País el 16 de septiembre de 1991, pero puede leerse hoy
como una pequeña joya que presenta el nuevo arquetipo individual prevalente en
la posmodernidad. Ciertamente esta versión ha generado nuevas versiones que
conservan sus rasgos esenciales. Me encuentro rodeados de fido didos por todas
las partes en un contexto de confusión.
Altamente recomendable y susceptible de comentar y discutir.
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Fido está a favor de Fido. Fido no está contra nadie. Fido es joven. Fido no tiene edad. Fido lo mira todo. Fido no juzga nada. Fido es inocente. Fido es poderoso. Fido viene del pasado. Fido es el futuro.Éste es el decálogo de Fido Dido. Éstas son sus tablas de la ley. La ley de Fido Dido, sus tablas de salvación personal en el naufragio general de las ideas que vivimos.
¿Quién es Fido Dido? Se trata de un personaje de historieta creado en 1985 por dos publicitarias de Manhattan y con proyección internacional, que pretende representar a buena parte de la juventud acomodada occidental. En España se le conoce sobre todo por los spots publicitarios de un refresco. Con su moral light y su aspecto cool (como la bebida gaseosa que anuncia) encarna al antihéroe del momento, heredero universal de su antecesor, el también antiheróico pasota posmoderno de comienzo de los años ochenta, que passaba de todo con su toque vestimental de monstruito del doctor Punkenstein (de negro por fuera y en blanco por dentro), su cabeza de chorlito y su cuerpo de jota.
Así como su antecesor sólo creía que no creía en nada, desencantado como estaba al ver que sólo algo cambiaba para que todo siguiera igual, Fido Dido va por la vida con un credo consolidado. Ha positivado la antigua decepción y su escepticismo heredado se ha convertido en un optimismo integrado ("Llega el momento en el que el escéptico, tras haber dudado de todo o cuestionado todo, no tiene ya de qué dudar; y entonces suspende totalmente su juicio crítico. ¿Qué le queda? Divertirse o embrutecerse, la frivolidad o la animalidad". Cioran). Su pensamiento ya no es nihilista pasivo, sino conformista activo, aunque débil, como diría Vattimo; su comportamiento ya no es pasablemente frío, sino tibiamente cool, como dicen Bruckner y Filkienkraut; su autonomía, como quiere Lipovestky, ha devenido egoísmo puro y simple, siempre "al acecho de su ser y su bienestar" en esta era del vacío y este imperio de lo efimero. Antihéroe acomodaticio a diferencia de los antiheroicos Ulrich, K, Roquentin, Bloom, conscientes del vacío, el absurdo, la náusea, la nada de sus existencias.
Fido está a favor de Fido. Sólo cree en sí mismo. Se apagaron en él las últimas ascuas de aquella fe de carbonero que nos hacía ver todo negro a los actores sociales de los sesenta en búsqueda de la claridad. Ni en dioses, reyes ni tribunos está el supremo redentor, porque Fido no necesita redención. No rinde culto más que al auto complacido Narciso (no al es forzado Prometeo, ni al dubitativo Hamlet, ni al sonambulista Segismundo, ni al atormentado Fausto), sólo atento a su propio Eco, y las aguas en que se mira buscándose son las del éxito, dinero y fama por encima de Belleza, Bien y Verdad, como querían los moralistas clásicos. Si acaso, las siglas de esos tres valores (BBV) coinciden con las de su talonario de cheques.
Su actitud vital es relajada (pone los pies sobre las mesas) como corresponde a su je m`enfoutisme. Su comportamiento existencial es cool, o sea, ni frío ni caliente, sino entre tibio y fresco, y padece / goza una fatiga a priori, como dicen Bruckner y Filkienkraut del sujeto posmoderno, que confisca al entorno el poder de extenuarlo; un alelamiento de la voluntad (alelado del mundanal ruido); un no tanto don't worry, be happy cuanto take it easy; un preferir la huida al enfrentamiento; una deserción con apariencia de integración; un entibiamiento de las pasiones, una languidez como dimisión del deseo, un sálvese quien pueda y yo el primero en el naufragio de los antiguos credos, aferrándome a mis tablas de salvación personales e intransferibles.
Fido ya no quiere cambiar el mundo como Marx ni cambiar la vida como Rimbaud (a los que no conoce, ni falta), sino quedarse como estaba en este panglosiano mejor de los mundos, y reivindica, sin apasionamiento, su derecho a pasar de la militancia a la desmovilización, del inconformismo al hiperconformismo, a aislarse en medio del rebaño social gregario. Hay quien ve en esta fuga fáustica hacia sí mismo á través de la insolidaridad una nueva forma de insumisión con apariencia de conformismo, una especie de rebelión por defecto de pasión. Y que así se convierte en un pilar del sistema democrático, cuya crítica internaliza a la vez que escapa a todo influjo carismático de líderes, chamanes, trujamanes y charlatanes, y programas más o menos demagógicos. "Descrispado, cool, profundamente alérgico a todos los proyectos totalitarios", señala Filkienkraut, "el sujeto posmoderno no está tampoco dispuesto a combatirlo". Fido no es otra cosa que un posmoderno de última hornada que, como dice de sí, sólo está consigo mismo y no está contra nadie ni nada. Ni siquiera contra la injusticia, la desigualdad, la intolerancia, la dictadura, el racismo, la opresión. Todo y todo el mundo es bueno. Ha hecho un pacto con sus mayores por el cual "yo os dejo hacer, vosotros me dejáis pasar".
Zapatero, a tus zapatos, se dice y, literalmente, para él, un par de zapatos vale más que todo Shakespeare. Camper diem sería su lema poshoraciano, reformulando al gusto actual el Carpe diem que hicieron suyo los cortadores hippies de la flor del día.
Fido es joven. O sea, puro y bueno por naturaleza transitiva, por clase social biológica, frente a la decadente clase adulta. E impone su dictadura del jovenariado en los gustos actuales. Dice Huizinga al estudiar al homo ludens (el lema de Fido podría ser mens prudens in corpore ludens) que "grandes ámbitos de la formación de la opinión pública están siendo dominados por el temperamento de los adolescentes y la sabiduría de los clubes juveniles", con su "infantilismo lúdico". Y Federico Fellini replica: "Sólo un delirio colectivo puede habernos hecho considerar como depositarios de todas las verdades a chicos de 15 años". Chicos cuya juventud, a diferencia de la de Baudelaire, no es un tenebreux orage, ni como la del suicida Jacopo Ortis de Foscolo pasa lenta "entre los temores, las esperanzas, los deseos, los engaños, el tedio...", sino "puta madre, da buti, que te cagas".
Su cultura es la cultura destellar de que habla Toffler. Encerrado en su campana aislante de los demás, de la que es badajo, recibe la información y la formación cultural a golpes ensordecedores que le hacen vibrar un instante y no le dejan huella aparente. El rock, el pop, el spot, el single, el fingle, el comic, el video, el clip, el slogan, el pub, el jeans... son los distintos formatos reducidos de esa transmisión cultural, acordes con su corto fuelle intelectual y su floja tensión estética. Fido es un arco distendido entre el animal y el superhombre, como diría Nietzsche desolado.
Su marco cultural es el rock (no duro), ese canto lleno de ruido y de furia cantado por un necio, y para él las guitarras son más expresivas que las palabras, las notas más que los conceptos, el contoneo rítmico más que la conversación. Como dice Paul Yonnet, el pueblo joven ha movilizado áreas cervicales hasta ahora mudas, el hemisferio cerebral no parlante sino sensitivo: "El hemisferio no verbal ha terminado por triunfar, el clip ha vencido a la conversación, la sociedad, por fin, se ha hecho adolescente".
Y, sin embargo, Fido no tiene edad. Sus atributos se expanden y panteízan en todos nosotros, en todas las clases biológicas, una vez que ha sabido imponerlos hegemónicamente. Su fe es la nuestra. Todos somos Fido de los ocho a los ochenta años. Fido ha penetrado en nosotros como un alien tentacular que nos posee.
Fido lo mira todo. Fido no juzga nada. Todo vale. Fido es un objetivo discreto que pasea su mirada en derredor sin tomar partido. Nada le es ajeno, aunque nada le merece un juicio. Es como un avefría posada en el campanario, una vaca paseando su mirada por el prado, un carnero degollado de ojos abiertos a la nada.
Y, además, Fido es inocente. Mientras todos, al igual que para Hegel los héroes de la tragedia griega, somos a la vez inocentes y culpables, pues nos movemos entre el sino trazado por los dioses y el libre albedrío prometeico, Fido sólo es inocente. No se corresponsabiliza con crimen de lesa humanidad alguno; como Segismundo, se pregunta qué delito cometí y se responde que ni siquiera el de nacer. Su tranquilidad de conciencia le da la fuerza de la razón, o de la sinrazón, no importa, a la vez que la fortaleza, porque Fido, aunque parezca lo contrario, es poderoso. Poderoso en solitario, pero también en conjunto, pues hay muchos, millones, Fidos Didos que influyen en las cosas a través de su voto y de sus actitudes aparentemente conformistas, aunque realmente contestatarias. Una contestación poderosa, por inhibición, a todo intento no ya revolucionario, sino de cambio en el statu quo y, sobre todo, en su modus vivendi particular.
Fido no es de hoy. Fido viene del pasado. Pero, al contrario de lo que decía Marx (¿recuerdan?), "la tradición de todas las generaciones muertas (no) gravita como una pesadilla sobre su cerebro vivo", ni más poéticamente se dice como Borges que "sobre la sombra que ya soy gravita la carga del pasado: es infinita". Viene del pasado, si' pero ligero de equipaje, y sólo es un fruto inocente, un hijo no deseado de una conjunción copulativa histórica inmediata. Su pasado reconocido es reciente, casi actual, pues no tiene memoria ni asume responsabilidad anterior alguna de sus desconocidos ancestros (la Historia es una de sus asignaturas pendientes).
Pero, sobre todo, Fido es el futuro. Un día todos seremos Fido Dido. Fido nos penetrará todas las almas con su fe acomodaticia actitud vital posfreudiana y sin complejos ni traumas, su individualismo gregario (todos los Fidos se juntan) y su hedonismo.
Ícaro, con miedo a volar ("lejos, pues, del sol poneos en tanto hayáis de cera los conceptos", advertía Epicteto); Aquiles, el de los pies para qué os quiero; incumplido Prometeo sin más fuego que el mechero; Edipo sin enigma ni complejos; Hércules flojo sin olor a cuadra; Teseo sin polvo en las sandalias; Orestes sin furia. y con sangre de horchata; Sísifo sin piedra ni montaña; Ulises paralítico sin Odisea ni Ilíada... Electra electrodomesticada; Pandora sin caja ni esperanza; Diana con las flechas despuntadas; Antígona sin lágrimas...
Corra a comprar su Fido Dido (o Fida Dida) en las rebajas.
Fernando
Castelló es periodista.
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Todos tenemos algo de Fido, cierto, unos más que otros:
ResponderEliminarhttps://www.porquelodicestu.com/es/galeria#page-1
El problema es y será un problema de acción colectiva. Desde que vivo en un municipio de la Sierra de Cádiz he tenido la oportunidad de participar en un cineclub que se organiza en un Instituto, en una asociación de Ocio y Discapacidad, en un grupo de Teatro, en un grupo de lectura de la biblioteca, en un club de senderismo, en un colectivo de poesía, en una peña futbolera y en infinidad de prácticas deportivas... etc. Pero muy pocos espacios de participación política más allá de los tradicionales partidos y sindicatos. Un amigo de la capital nos comentó que formaramos un círculo de podemos, pero decidimos centrarnos primero en tener trabajo y tampoco lo tenemos claro.... Pero aún así esa es la única opción que nos queda?
Y viniendo nosotros de la ciudad somos los que tenemos que tomar la iniciativa. No debería precedernos. Quizás lo suyo sea montar una cooperativa de suministro de alcohol para que se diviertan los fidodidos libertarios.
Gracias Liron Careto. Tu comentario es un tratado de sociología completo. El capítulo final sería "la lógica de la dominación". Habría que añadir que el alcohol tiene que ser de garrafón superbarato, y que eso también crea puestos de trabajo ¡atentos¡
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