En la
transición política y los años siguientes se configura un bipartidismo cuasi perfecto. Uno de los
aspectos más relevantes, no bien comprendido del mismo, es la pésima relación
entre las partes de esta pareja de hecho: el pepé y el pesoe. Estas se
mantienen en el tiempo por encima de los distintos dirigentes que las
protagonizan y se transfieren a las instituciones y a la totalidad del campo
político. Más allá de la rivalidad que se deriva de las sucesivas alternancias
gubernamentales, existen algunos aspectos singulares que se remiten al pasado y
adquieren una dimensión antropológica que se ubica por debajo de los discursos
en los subconscientes partidarios.
El pepé es
el partido de las élites tradicionales españolas. Agrupa en su seno a un
conjunto de estratos, castas y clanes que han ejercido el poder político,
económico y cultural, desde tiempos muy anteriores al franquismo. En este
régimen político, detentan en monopolio el control de los cuerpos de las
administraciones del estado y las instituciones. Estas son de facto extensiones
de estas clases. Así se conforma una categoría que aquí voy a denominar como
“los señores”, que genera una cultura acerca de su propia superioridad y
legitimidad de su control del gobierno, cuestión que se ubica por encima de las
contingencias de los sistemas políticos de turno y sus regulaciones. Los
señores identifican a la nación con sus intereses, lo que conduce al argumento
de la propiedad en la conducción del estado, así como a la descalificación de aquellos bárbaros que,
llegados desde el exterior de la patria de los señores, se entrometen en esta
crucial cuestión.
La
industrialización de los años sesenta y setenta generó una movilidad social
ascendente que se especificó en la aparición de una generación de
profesionales, funcionarios y técnicos que son absorbidos por las
administraciones y las empresas. Estos sectores nutren a la oposición
antifranquista y terminan convergiendo en el pesoe de los años de la victoria
del 82, que les otorga la dirección del estado, desplazando a los perplejos
señores. Estos perciben a los recién llegados, desde su perspectiva
aristocrática, como intrusos carentes de
credenciales necesarias para desempeñar este papel. Me parece adecuada una
palabra que utilizaba Pablo Escobar para designar a las personas que acumulaban
mucho dinero velozmente por medio de las actividades del narcotráfico. Les
llamaba “los levantaos”. La denominación implica que son venidos a más desde
posiciones muy bajas. Así adquieren la condición de ricos incompletos,
condición en la que contrastan sus cuantiosos capitales económicos con sus
menguados capitales culturales y sociales. Pues bien, este concepto es
pertinente para hacer inteligible el sentimiento de los señores hacia los
recién llegados, los levantaos, los pnn u otras designaciones que los
descalifican y socavan su legitimidad.
El
fundamento de las malas relaciones de pareja estriba en este factor antropológico-cultural.
Los levantaos son percibidos como gentes a las que el gobierno les excede, debido al inevitable
déficit de autoridad que se asocia a su origen y posición. De ahí resulta una
descalificación permanente, con independencia de las distintas etapas o
dirigentes. Se supone que los levantaos no pueden ejercer un gobierno fuerte,
en tanto que son esencialmente inferiores, lo que comporta su debilidad. La
autoridad es una cuestión en la que interviene la cuna. Este argumento que
estoy exponiendo resulta inteligible si se analiza cualquier sesión
parlamentaria de los últimos treinta años. Los tonos con que se dirigen a los
sucesivos levantaos que circulan por los gobiernos son verdaderamente
antológicos. La violencia psicológica en la pareja parece inevitable debido a
su fundamento antropológico-cultural. Una persona tan emblemática como Fabra lo
ilustra cuando denomina a sus adversarios como “unos inútiles”.
En las
relaciones de esta pareja pesa decisivamente también el pasado. En la república
y la guerra civil se dirimieron sus antagonismos mediante unas violencias de
gran intensidad. En la transición de los años setenta se generó la ficción de
que estos se habían reducido a mínimos y se exaltó el consenso. Pero este
conflicto no se ha disipado, sino que ha sido ocultado por debajo de los
discursos, pero la derecha mantiene su rencor intacto. De este modo, cuando se
apela a la memoria histórica, se activa el volcán de los sentimientos derivados
de la guerra civil. En los casi cuarenta años de democracia, se mantiene
incólume el imaginario del conflicto, que reaparece activado por distintos acontecimientos.
El pasado se
encuentra fatalmente presente. Cuando aparece una diferencia en relación a la
memoria, el pepé moviliza su encono y adopta un comportamiento de confrontación
y escalamiento. Por el contrario, el pesoe siempre cede y elude la intensificación
de la colisión. Como es propio de los comportamientos de muchas parejas, la
parte débil formula un reproche que la
parte fuerte rechaza mediante comportamientos desproporcionados que consiguen
amedrantarla. Así han pasado cuarenta
años de democracia condicionada, con los
republicanos enterrados en fosas comunes a día de hoy. La fuerza y la
agresividad de los comportamientos dominantes del pepé son sorprendentes, en
contraste con el repliegue y la discreción de los levantaos, en este caso intimidados.
En cualquier ocasión aparece la invocación a Paracuellos o la checa en unos
tonos guerreros insólitos. En contraposición,
el silenciamiento de la represión de la posguerra y la tragedia de los
republicanos, que solo puede suscitar murmullos casi inaudibles.
Los dos
factores estructurales determinantes de las malas relaciones, el antropológico
de la superioridad y la memoria selectiva del pasado, se intensifican tras la
victoria socialista del 82. Este acontecimiento significa un trauma presente en
el imaginario político de los señores. Son derrotados severamente por los
levantaos, dirigidos concertadamente por lo que, desde sus coordenadas, solo
son un abogadillo y un maestro. Por vez primera su representación política es
muy minoritaria frente al insólito ascenso de los débiles, los subalternos y
los incapacitados para el gobierno. Este trauma agudiza la cultura
aristocrática de superioridad y moviliza a todas las élites y dispositivos de
la derecha herida, que revive la contingencia de la derrota ante los
inferiores, así como el gobierno de estos durante catorce largos años.
Así comienza
a ejercitarse en la oposición en los años ochenta para neutralizar a los
intrusos. En este tiempo aparece un elemento que incrementa el resentimiento.
Los recién llegados renuncian casi inmediatamente a una parte esencial de su
programa, para gobernar para los intereses de las grandes empresas,
corporaciones y entidades financieras. Así se constituyen en un competidor
directo de las élites políticas de los señores, que pierden una importante
parte de su mercado de intermediación de intereses y distribución de recursos.
Además, los levantaos expanden el estado convirtiendo muchos de sus espacios en
puntos de localización de sus huestes. Así se inaugura una batalla interminable
de trincheras entre unos y otros por ocupar posiciones que favorezcan su
expansión. Instituciones tales como las diputaciones provinciales se
transforman en escenarios de batallas múltiples que impulsan sucesivas
conquistas y reconquistas.
La oposición
de los señores se fundamenta en la conjunción de varias estrategias en las que
intervienen distintos poderes económicos, grupos de presión y un formidable
dispositivo mediático. También desde las instituciones y cuerpos de élite se
conforma una “contra” considerable, que desde el interior reduce el poder de
los recién llegados. Sobre estos dispositivos movilizados, los señores
implementan una oposición durísima. Pero la fuerza de esta descansa no solo en
la potencialidad de sus instrumentos y la voluntad resultante de sus ideas de
superioridad, sino, principalmente, en su saber y experiencia en el ejercicio
del gobierno. Ellos conocen muy bien los bajos fondos del estado y el arte de
gobernar, de modo que pueden predecir lo que van a hacer los levantaos. Su eficacia es incuestionable y siempre
termina por constituir un asedio a los gobiernos de los débiles.
En 1996 los
levantaos son desalojados del gobierno nacional y se abre un periodo de
expansión del pepé. Cuando en el 2000 alcanzan la mayoría absoluta explota su
imaginario y gobiernan haciendo manifiesta su superioridad y el desprecio por
los subalternos. La borrachera del rodillo alcanza los niveles de una
alucinación incomprensible desde las coordenadas del análisis político
convencional. En la apoteosis de la mayoría absoluta producen una distancia de
la sociedad que adquiere una envergadura insólita. En este tiempo de grandes
movilizaciones, tales como las del Prestige, la guerra de Irak, el agua en
Aragón y otras, el explosivo imaginario de la superioridad les impide percibir
la realidad. En las instituciones escenifican su desprecio y descalificación a
los vencidos en las elecciones y elaboran el relato acerca del fin de la
historia nacional.
En una
situación así, la derrota del 2004 tiene un impacto monumental. Los levantaos
renacen e instituyen un gobierno de ocho años. Se quiebra el relato triunfal de
la nueva España que de nuevo empezaba a amanecer en los albores del siglo
XXI. En esta ocasión, los inferiores se
presentan en versiones más congruentes con su discurso. Así se crea un estado
de depresión colectiva en las huestes de los señores, que activan todos los
dispositivos utilizados en el anterior período de ausencia del gobierno. Esta
derrota tiene como consecuencia la construcción del pesoe como un enemigo de
cierta consistencia, que los ha derrotado en dos ocasiones consecutivas, gobernando durante 22 años.
De este
modo, se moviliza permanentemente la repulsa al fantasma de los levantaos. La
cohesión de la derecha alcanza la perfección. Aún a pesar de que las distancias
ideológicas y programáticas se reducen considerablemente y de encontrarse
integrados en las instituciones europeas que conforman un partido único
transversal de facto, se mantienen unos niveles de agresividad insólitos. Los
prohombres procedentes del campo de los levantaos, que ahora se alinean
inequívocamente en posiciones integradas en el capitalismo global, siguen
siendo objeto de la misma hostilidad. El caso de Felipe González, Almunia y otros es
patente, no suscitan ni una palabra de reconocimiento. Tras la victoria sobre su pareja se mantienen los malos tratos en un
grado superlativo. Esta ha sido convertida en un enemigo imaginario
sobredimensionado y sujeto de cadena perpetua.
El retorno
al poder con mayoría absoluta en el 2012 restablece la cultura de la
superioridad y de derecho legítimo de propiedad del gobierno. En el parlamento,
los señores se desempeñan con un desdén y agresividad desproporcionada con
respecto a una oposición tan débil. Pero los los dos traumas vividos de gobiernos de los levantaos mantienen movilizada
la inteligencia partidaria y sus maquinarias mediáticas de facturación de la
realidad. Atribuyen el 15 M a una conspiración del pesoe y exponen otras
fantasías que entienden a los usurpadores como rojos devenidos en una nueva
versión maléfica: los progres. Descargan sobre la oposición toneladas de proyectiles y
gobiernan para un proyecto estratégico que reduzca las opciones de la protesta
social resultante de la intensificación de la precarización, la desposesión y la pauperización de una parte considerable
de la población.
El temor a
una tercera edición de su exilio del gobierno determina la puesta en marcha de
una estrategia muy proactiva y agresiva, destinada a neutralizar a su pareja de
hecho. Esta es sobreestimada y convertida en un fantasma amenazador. Para eso
se interviene en el campo político, propiciando la laminación del electorado del pesoe,
mediante la estimulación de sus adversarios del campo de la izquierda. El
acceso a las televisiones del grupo fundador de Podemos es paradigmático.
También el apoyo a un partido de derechas que genere un escenario que haga
posibles las jugadas múltiples, que minimicen las posibilidades de su enemigo
imaginario: el pesoe.
Además, se
organiza la oposición al estado de ruinas múltiples del envejecido sistema, en donde la cleptocracia avanza sin obstáculos. La iniciativa de la información de las corruptelas y la descomposición es asumida
las propias agencias de la derecha. El papel de Inda es paradigmático. Así le
roban todas las opciones de reconstituirse sobre recursos vivos y es relegado a
un actor secundario sin capacidad de iniciativa. La escisión de su campo
electoral y la privación de la iniciativa en la crítica a las instituciones,
constituyen un creativo guion del asesinato político perfecto.
Desde esta
perspectiva se pueden comprender los movimientos de los actores políticos en el
presente. Para el pepé se trata de terminar con su enemigo imaginario y
neutralizar a las fuerzas que pueden desalojarlo del gobierno. La violencia
adquiere todo su esplendor. Ahora se trata de realizar una operación de caza de
su pareja, que puede terminar con su muerte, que conlleva ser disecado, o la
vida en cautividad. Este es el significado de la propuesta de la gran coalición que priva a los levantaos de la representación de los intereses de sus bases sociales, expulsadas ahora de la mítica senda a la recuperación. Así, es
arrinconado, recortado su campo electoral, cercado mediáticamente, investigado exhaustivamente
y objeto de una descalificación desproporcionada. Cuando se evidencia un caso
de puerta giratoria de los señores, sus terminales mediáticas difunden inmediatamente
otros casos de puertas giratorias pesoístas de segundo orden. Así se minimiza
el impacto del asunto de Soria al ser activados los casos patéticos de las
exministras Pajín y Aído, o del clon pepero que representa Magdalena Álvarez.
Los
levantaos se encuentran en trance de regresar a su estado anterior de "agachados o tumbados".
Sus carencias cognitivas les impiden comprender las nuevas realidades. El
argumento expuesto aquí ayuda a entender el devenir de esta singular pareja.
Por ejemplo, cuando Rajoy toma decisiones y elude el control parlamentario, es
coherente con sus premisas. La más importante es la convicción de la
superioridad de los suyos frente a la debilidad de los subordinados. Así, lo
que parecen lapsus y desvaríos, son actos coherentes con sus supuestos. El más
importante es este: A los inferiores ni agua. Los perversos levantaos forman gobiernos débiles con la chusma.
La operación
de cacería del pesoe muestra la importancia de las fantasías, proyecciones e
imaginaciones que coexisten con los análisis racionales. La historia de esta
pareja es imposible de comprender en su integridad sin entenderla también desde esta
perspectiva. Me atrevo a dar un consejo al pobre Pedro y sus acompañantes:
Llamad al 016 y denunciar el caso. Hay alguna probabilidad de que alguien pueda
escuchar esta historia mostrar su interés
Estoy muy de acuerdo con lo que expones hay grandes similitudes con relaciones enfermizas de pareja, sobre todo de parejas provenientes de diferente “nivel social”, yo de todas maneras creo que la irrupción del 15m y las fuerzas que mas o menos operan en su nombre es una reacción bastante espontánea de los hijos de la parejita y de algunos otros familiares que ya estaban hasta las mismísimas de tanta trifulca familiar para acabar siempre en la cama común de las votaciones, hecho que alumbró la frase exitosa de que eran los dos cónyuges la misma o parecido tipo de deposición y el matrimonio recibió el nombre de PP$OE, que luego esa irrupción fuese empleada y también demonizada por algunas televisiones forma parte del espectáculo que siempre debe continuar.
ResponderEliminarPor cierto y sin que venga a cuento de lo anterior, hoy mismo voy a probar esas conservas de Olasagasti, un abrazo Juan
Gracias Juan
ResponderEliminarEstos vuelven siempre con sus maltratadores.Es patético verlos en las tertulias de las televisiones ultras. Los insultan, menosprecian, se burlan de ellos, les interrumpen...En fin, todo un espectáculo. Así reproducen el sueño de que se va a regresar al orden bipartidista donde les tocará una tercera ronda
Un abrazo