MEMORIAS DE LA EXTRAVAGANCIA
La reforma
sanitaria derivada del mítico cambio de los años ochenta representó la
convergencia de varios procesos. Al tiempo que se integraban las distintas
redes asistenciales existentes en el final del franquismo para constituir un
servicio nacional de salud integrado, comenzaba la descentralización, derivada
del impetuoso proceso de constitución de las autonomías. En el comienzo de la reforma los nuevos
directores provinciales fueron reclutados entre los profesionales locales. En
general, estos la entendían como un asunto que iba más allá de lo sectorial,
así como de las regulaciones y los organigramas. Pero, tras los primeros años,
el INSALUD instituyó en su territorio la circulación de los directores. Un grupo de afines a la dirección nacional de
turno, circulaban por las provincias para ejecutar las directrices emanadas de
la misma.
Algunos de
los primeros directores locales fueron elegidos por su carisma profesional, aunque
simultáneamente comparecieron los primeros directores cuyo mérito principal era
su pertenencia al partido o sindicato. Una de las ambigüedades de la reforma
era el papel asignado a los profesionales, que oscilaba entre un colectivo adversario
que había que someter y una categoría de colaboradores necesarios. En Cantabria se
configuró una dirección sólida vinculada a la oposición democrática, que
sustentaba un concepto de amplio de la reforma, más allá de las normativas. Esta
fue la razón de que me contratasen como sociólogo integrado en un equipo
multiprofesional de apoyo a las reformas de atención primaria y hospitalaria. Se
sobreentendía que la innovación y la experimentación eran ingredientes
imprescindibles del cambio, que se tenía que manifestar en todos los niveles.
Pero este
proceso caótico se interrumpió bruscamente en los años siguientes. Creo
recordar que fue a comienzos del año 1987 cuando el director fue reemplazado por
uno nuevo, integrante del contingente de directores provinciales afines a la
dirección del INSALUD. La analogía colonial es inevitable. Se trataba de tipos
que ejecutaban las directrices centrales imponiéndose sobre el caos generado
por la preeminencia de los grupos profesionales locales. Así la reforma dejaba
de ser entendida como un proceso abierto que integra el fluido de las aportaciones
locales. Se trataba de poner orden y cerrar la organización. Los directores
circulantes entendían sus destinos como provisionales, en su circulación
determinada por las decisiones tomadas en la metrópolis. Así la tensión con los
notables locales era eliminada.
Recuerdo el
primer director circulante que arribó a Santander. Era un tipo rudo, procedente
del campo de la izquierda más radical. Había sido miembro del MC, uno de los
grupos más radicales en los años finales del franquismo. Era un médico
especialista, aunque no recuerdo bien cuál. Tenía un aspecto fiero. Sus largas
y descuidadas barbas indicaban que la estética formaba parte de sus puntos
débiles. Venía de Tenerife, en donde se había confrontado vigorosamente con las
élites profesionales locales, hasta el punto de estar procesado penalmente por
una pelea con un médico que terminó a puñetazos por las escaleras, con las
secuelas y lesiones inevitables en los contendientes. Cuando lo vimos por
primera vez confirmamos la factibilidad de la noticia. Su mirada, el tono de su
voz y su forma de expresarse en frases cortas que sonaban como disparos, remitían
a los malotes de las películas de guerras. De ahí resultó que muchos le
llamásemos Sandokán.
Como
director circulante, no tenía intención de arraigarse allí, lo que le confería
la licencia de resolver los conflictos mediante estrategias de choque. Vino
acompañado de sus afines, un subdirector amigo, así como de las parejas de
ambos, que eran enfermeras, siendo
colocadas en un puesto relevante del área gris de la organización que tan bien
conocían. La inspección médica, el staff y otras instituciones, albergaban a no
pocos ubicados en los márgenes de los organigramas. Así como se hacían patentes
las dificultades para definir la reforma, los directores circulantes, así como
otras categorías, entre las que se encontraban importantes sectores de
profesionales de izquierdas, no tenían duda alguna acerca de que el estado era
un bien común que amparaba sus necesidades. He visto cosas que pueden parecer
insólitas.
El
aterrizaje en Sandokán fue un ejercicio de coherencias. No se interesó por los
proyectos en marcha ni las especificidades locales. Su carrera dependía de los
premios otorgados por las autoridades de la metrópolis madrileña por el
cumplimiento de sus instrucciones. Cuando le informaron de la existencia del
equipo multiprofesional manifestó su perplejidad. Hasta entonces, los
directores se reunían frecuentemente con nosotros para exponer sus visiones y
problematizaciones acerca de la situación. De estas surgían intercambios y
demandas al equipo. Sandokán solo se reunió una vez con nosotros para
conocernos. Después la relación se constriñó a su secretaria.
En este
cuadro se produjo un acontecimiento insólito que todavía está presente en mi
memoria. Se trata de una situación que ilustra algunas de las cuestiones
esenciales que Maquiavelo enunció sobre el uso y la conservación del poder. En aquél tiempo, la reforma de
atención primaria se había puesto en marcha, junto a la especialidad de médicos
de familia, que suscitaban muchas esperanzas y energías. En las unidades
docentes se concitaban distintos proyectos y muchas preguntas acerca del
modelo, generando un ambiente abierto que estimulaba a algunos profesionales.
Recuerdo que
fui convocado a una reunión por el coordinador de una de las unidades docentes,
pues realicé algunas tareas de apoyo a un proyecto que realizaban varios MIR. A
esta reunión asistía por primera vez Sandokán. El coordinador era un médico de
familia muy entusiasta, en el mismo grado que ingenuo. Como era el primer
contacto con el director circulante recién llegado, había un clima de movilización
para causarle buena impresión y obtener su apoyo a los distintos proyectos en
marcha y pendientes. Así, prepararon bien la información para seducir a la
autoridad. También fueron invitados algunos MIR estrella, gente joven sólida y
motivada.
Nunca olvidaré
esa reunión. El contraste entre la recepción cálida de los médicos y el
comportamiento frío y distante del director fue monumental. Tras un tiempo de
información y conversación sobre varios temas, el coordinador le informó de que
tenían un proyecto sobre un congreso nacional en el que estaban interesados por
el trabajo que iban a presentar varios MIR. Le pidieron una ayuda económica
para este fin. Tras la petición, Sandokán levantó las manos en posición de
atracado. Con las manos en alto y una mirada y una voz de gánster de película
de los hermanos Cohen le dijo señalando el bolsillo interior de su chaqueta
“cógeme la cartera”. Todos los presentes se quedaron congelados. Él volvió a
repetir en un tono más fuerte “Te digo que me cojas la cartera”. La tensión
agarrotó a todos tras los dos minutos que el director estuvo con las manos en
alto. Nadie volvió a preguntar o deliberar.
Supongo que
nadie le volvió a pedir nada y su vida profesional fue cómoda, sometiendo a las
tribus profesionales locales. Quiso demostrar que estaba dispuesto a utilizar
la fuerza que emanaba de su posición y que no tenía interés alguno en aportar
nada personal. Era una versión sanitaria de la saga de Harry el sucio o el
ejecutor. De este modo, se quitó los problemas de encima. El campo de lo que se
podía hablar quedaba reducido a las cuestiones formales. Sandokán evidenciaba
su condición de director mercenario al servicio de las decisiones de la
cúspide. Era un verdadero director circulante que formaba parte de las fuerzas
especiales de la homogeneización. Así contribuía a sofocar las expectativas que
algunos profesionales habían depositado en la reforma.
En este
tiempo yo organizaba distintos cursos en la Escuela de Enfermería dirigidos a
profesionales, cuyos contenidos versaban sobre cuestiones importantes para la
reforma, y que no estaban presentes en los planes de estudio vigentes. Uno de
ellos en 1987 fue sobre la reforma sanitaria en curso. Para una de las sesiones
invité a Jesús de Miguel, el catedrático de sociología de Barcelona. Su
intervención causó un gran impacto. Presentó varias paradojas asociadas a los
servicios de salud y la profesión médica en su formato personal. Fue una sesión
estimulante.
La sesión
del final del curso correspondía—cómo no en España—al director. Se presentó con
su corte de esbirros en un tono de funeral. Su intervención fue un testimonio
brillante del atraso español. Entendió la intervención de de Miguel como un ataque
a los médicos y las enfermeras. Dijo cosas antológicas como “mientras nosotros
trabajamos con los pacientes, los señoritos sociólogos y profesores leen y
teorizan”. Fue una antología de exaltación del trabajo profesional sanitario
como trabajo manual y de desprecio al conocimiento.
Cuando
concluyó la tensión en la sala era máxima y el clima muy averso en su contra. Entonces
no me quedó otra opción que intervenir para recordarle que el sistema sanitario
y la reforma eran temas susceptibles de ser pensados e interpretados desde
distintas perspectivas, lo cual amparaba la pluralidad. También tuve que
defender la figura de de Miguel, un sociólogo cuya obra en ese tiempo trascendía
la sanidad y se inscribía en el cambio social. Tras mi intervención, su reacción
combinó la furia y la perplejidad, pues no entendía que un contratado le
replicase en público.
Esta
incidencia tuvo como consecuencia mi descalificación y aislamiento. Su
secretaria me decía que cuando recibía informes preguntaba si había algo mío. En
caso afirmativo decía que lo sacase pues no lo quería leer. Todo terminó con mi
no renovación al final de junio del 88. Entonces ya tenía contrato con la
Escuela de Salud Pública de Granada, a la que me incorporé en septiembre. Allí
viví un proceso que tenía analogías en lo que se refiere a los directores
circulantes. Tras varios años de dirección del grupo fundacional, la conserjería
de salud se reapropió de la institución naciente sometiéndola a su proyecto. Para
ese fin se sucedieron distintos directores circulantes que actuaron como
delegados coloniales.
Los
directores circulantes, así como otras categorías de fuerzas especiales, son
los verdaderos beneficiarios de las reformas bloqueadas de la España de la
reforma sanitaria. Su papel de sofocar la innovación e instituir la
homogeneización burocrática es fundamental. Se pueden distinguir varios ciclos
de reformas y de directores circulantes. Tengo un gran interés por este tema,
puesto que, tras unos años intensos de servicios mercenarios, la mayoría son
destituidos y arrojados a las tinieblas exteriores de lo que denominan gestión.
Conozco varios casos. La política y su envés, la gestión, es una máquina
sacrificial que devora a sus mercenarios. Ignoro cuál fue el final de Sandokán,
pero seguro que pasó por varias provincias, para terminar una vez concluido su
ciclo de director, en alguna de las empresas que rodean el mundo sanitario, o
el retorno a su plaza original.
Para los directores circualantes los sociólogos somos verdaderos emblemas de la extravagancia, ubicados en los márgenes de las máquinas organizativas en las que ellos están inscritos.
En este artículo sobre los Sandokanes gestores-de-cualquier-cosa-que-se-tercie, que tanto abundan en todo el mundo, una errata tan apropiada como memorable, 'conserjería' de salud. La incorporo a mi vocabulario para futuros debates.
ResponderEliminarHola Juan, buenos días. Continuo leyendo con interés tu blog, en especial lo que dedicas a temas sanitarios, de la gestión y política saniatrias. Comparto la mayoría de tus puntos de vista, no en vano a mi también me tocó padecer la especie de los gestores circulantes, desde la época del que creo fue su iniciador en Cantabria el simpar Temes, que, ese si, terminó en una empresa especializada en "externalizaciones" a donde se retiró definitivamente. "Sandokán" terminó, pucherazo mediante,con una plaza ad hoc en el sobresaturado servicio de CCII de Valdecilla, y su mujer en otra creada al efecto también a su medida. En asambleas posteriores el susodicho tuvo que escuchar cómo se le pasaba factura por tan provechosa carrera. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias Iñigo y Antonio.
ResponderEliminarIñigo: Más que gestores de cualquier cosa son gestores de la nada. Esa sí que es una burbuja prescindible.
Antonio: Me has recordado a Temes ufff. Cuando escribo sobre el psoe y suscito la idea del partido del dinero, siempre me acuerdo de él. Alguien tendría que investigar rigurosamente los movimientos de esta élite de gestores. Se desplazan según el dictamen de las sucesivas elecciones autonómicas. Temes es paradigmático. Empezó en Galicia, se desplazó a Cantabria y, cuando estos territorios quedaron en el bando del pepé se marchó a Madrid. El fin del gobierno Leguina en los noventa los empujó hacia el sur. Este apareció en Cordoba. Ahora se asientan en las tierras del Tajo, Guadiana y Guadalquivir. Es una historia increíble.La mayoría de los elegidos son recompensados por la industria.
Hace años Miguel Jara me pidió que le confirmase una información sobre uno de esos gestores arribados en Granada. En la indagación que hice, no sólo se confirmó la información requerida, que consistía en que era gerente de un hospital público y delegado comercial de una empresa farmacéutica, sino que apareció otra cuestión añadida. Para el traslado del hospital clínico de Granada al nuevo campus de la salud habian creado una empresa mixta entre el hospital y una empresa madrileña. Tenían un presupuesto muy alto y una actividad casi nula. Habían creado una comisión entre ambas partes para supervisar el proceso que se reunía una vez al año. Pues bien, el gerente, que acudió un par de años en representación del hospital dimitió y se presentó a la reunión por parte de la empresa. No es un tópico afirmar que el sistema público andaluz es bueno, porque hace milagros en torno a su supermoderna puerta giratoria.
Un abrazo fuerte para los dos