El declive
del PSOE en su tercera edad propicia las dudas de muchas de las personas que
forman parte de su entorno, que en esta situación de creciente incertidumbre, proceden a revisar la relación entre los
costes y los beneficios derivados de su apoyo. Así, el partido se desatornilla
con respecto a su propio entorno, disminuyendo la calidad y la intensidad de los
vínculos con quienes lo respaldan. De este modo se hace presente el espectro de
Olson, que constituye una amenaza inédita en los tiempos de marea alta de gobierno.
Recién llegados a este en el 82, reciben
un aluvión inmenso de adhesiones. Su retorno en 2004 concita la conexión con
distintos sectores, profesionales,
técnicos, de la cultura, de los medios y de la administración, unificados por
la experiencia adversa de los años de gobierno de mayoría de Aznar.
En el tiempo
actual todo es diferente. Un partido con opción a gobernar suscita un conjunto
de adhesiones que conforman un anillo técnico-político que sustenta el gobierno,
proporcionando personal cualificado a distintas instancias del mismo. Ahora la
masa crítica técnica y profesional que los ha acompañado en las dos etapas de
gobierno se encuentra dispersa en otros destinos derivados de “la puerta
giratoria común”. Muchos de los componentes de esta “galaxia de los exadheridos”
se toman una prudencial distancia y guardan un elocuente silencio. Una gran
parte de los que durante largos años han representado el apoyo a la opción de
progreso, entonces encarnada en el partido, hacen un verdadero arte del
distanciamiento y la condicionalidad con respecto a la relación con este.
Algunos de ellos, junto a la mayoría de las nuevas generaciones que se
incorporan, se desplazan en la dirección de lo que representa Podemos. Pero
todos se encuentran en el modo olsoniano de cálculo individual.
Así, la masa
crítica técnico-política que ha sustentado al pesoe se descompone, salvo en el
caso de los feudos del sur, en donde también aparecen los primeros indicios de
declive en la intensidad de las adhesiones. Este debilitamiento de los apoyos y
disgregación de los socios de los tiempos de bonanza tiene como efecto el
desnudamiento del partido. Este moviliza sus apoyos incondicionales,
principalmente los militantes congregados en las sedes, los beneficiarios
fuertes de la acción de gobierno y los núcleos duros de los exdirectivos de
organizaciones públicas en situación de reciclabilidad menguada. Esta es una
situación de marea baja, en la que las lealtades y los activos del partido se
reducen a mínimos.
Este
distanciamiento de muchos de los antaño socios produce un estado de crispación en
los incondicionales, que propicia el argumento de la traición. Esta es la razón
que explica los tonos de los discursos del pobre Pedro y sus acompañantes.
Hablan a gritos a los contingentes partidarios abandonados por aquellos que se
beneficiaron de su posición de gobierno. El ejemplo de Julio Rodríguez, el
general del JEMAP, ilustra este estado de crispación interna, articulado en
torno a la deserción y la traición. En el imaginario partidario, este no era
sino un acompañante de Carme Chacón. Esta misma también abandona el escenario.
De ahí el sentido de los tonos y los contenidos de las palabras de los
dirigentes en la tercera edad.
La soledad
del partido en el juego de las identificaciones y distanciamientos en el
escenario mediático es patente. Solo quedan los apoyos de los miembros ilustres
de la vieja guardia, convertida ahora en el partido socialista del dinero. En
el escenario político solo son defendidos por los medios afines al pepé, que
les ofrecen la continuidad como subalternos en una patética prórroga del
bipartidismo. Esta situación menguante tiene efectos sobre la capacidad del
partido para conocer su entorno y definir una línea de acción. En su ausencia, sus
discursos se desplazan a la satanización de los emergentes, el duelo por las
traiciones y la deificación de las identidades históricas, que siempre apelan
al pasado. Así se conforma el bucle del declive, en el que los distanciamientos
producen la congelación del discurso que, a su vez, alimenta la soledad.
El declive
es patente. En la ciudad que habito se acaban de encontrar con el gobierno
municipal, por efecto de la corrupción del gobierno del pepé, que ha terminado
disuelto por los jueces y la policía. El relevo ha constituido un indicador
elocuente del declive y de la tercera edad. El acto de proclamación del nuevo
alcalde, el pobre Paco Cuenca, fue un acto ritual, burocrático, carente de
cualquier energía. El pesoe en Andalucía ha desplegado un manto de silencio
acerca de la corrupción. A pocos kilómetros, en Santa Fe, han competido intensamente
con el modo de gobierno del pepé, también en otros municipios, conformando lo
que me gusta denominar como “la maldición de Armilla”, municipio granadino en el que se
suceden gobiernos municipales insólitos.
Entonces, el
relevo municipal se realiza en ausencia de cualquier ceremonia, manifestando la
carencia inapelable de un proyecto. Nadie espera la revitalización de las
instituciones ni la recuperación de otro modo de gobierno. Parece como si el
pobre Paco hubiera salido de un sótano en el que hubiera estado aislado los
largos años de ausencia en el gobierno, más que de oposición. Recién llegado a
la alcaldía rescata todos los fantasmas que le condujeron a la oposición. Son
esas ideas falsas y desgastadas, sostenidas en el curso del tiempo e
inasequibles al contraste con la realidad: Las mitologías ferroviarias; las
vetustas cosmogonías de los barrios; la capitalización de las inversiones de la
junta; los juegos denominados como participación ciudadana en los distritos y
la actualización del discurso vacío del progreso en la versión cutre local. No
va más. No hay nada nuevo, nada.
El desfallecimiento
partidario en su tercera edad se manifiesta en el discurso que se agota en las
excelencias de su versión del pasado, así como en la defensa de sus esencias
condensadas en la socialdemocracia. Frente al laberinto del presente no produce
ninguna idea. Así la comunicación política está acotada a los tópicos del
pasado en la versión de la vieja guardia enriquecida y envejecida trágicamente.
Los duendes partidarios de la primera edad se hacen presentes en las pantallas
para avalar su subalternidad al pepé. Los dirigentes de la segunda edad guardan
silencio desde sus posiciones en las instituciones europeas, las grandes
organizaciones del gobierno mundo o las empresas y corporaciones globales. El último
dirigente dotado de competencia, Rubalcaba, permanece ajeno en estado de
disipación. Así se constituye una realidad partidaria inverosímil. El partido
emite un discurso sencillamente increíble. Su imagen se asemeja a las de las asociaciones de excombatientes de cualquier signo, unificados por relatos que remiten a la memoria.
El resultado
de estos procesos es la laminación de su electorado y de la masa crítica
partidaria a la que he aludido anteriormente. Los activos del partido se
reducen, pero lo peor es la ausencia de ninguna idea convocante, ni de
dirigentes capaces de formularla. Es en este proceso de laminación en el que
comparece el espectro de Olson. Durante muchos años he impartido clases con
muchas de las ideas aportadas por este autor para explicar algunos eventos
asociados a los movimientos sociales. La
perplejidad de algunos alumnos al descubrir algunas de las complejidades y misterios
de la acción colectiva era patente.
Mancur Olson
es un economista norteamericano, inspirado en el paradigma de la elección
racional, que ha elaborado una teoría muy influyente respecto a la lógica de la
acción colectiva. En la acción de cualquier colectivo se encuentran simultáneamente
dos racionalidades distintas que se entrelazan: la racionalidad colectiva y la
racionalidad individual. Así, los participantes en distintos grupos o asociaciones, en
situaciones de tensión para la adquisición de bienes colectivos, intervienen en
el proceso general, pero conservan su naturaleza de actores individuales,
guiando su acción por el cálculo individual entre los costes de la acción y los
beneficios. De este modo, en los procesos de acción colectiva, se conforma un
efecto perverso, que es la aparición de los free riders o gorrones que no han
contribuido a la acción pero se han beneficiado de los resultados.
Por el
contrario, a aquellos que han contribuido decisivamente en la acción, los
colectivos los recompensan mediante incentivos selectivos. Las organizaciones
políticas generan mecanismos para recompensar a aquellos que han desempeñado un
papel relevante en la adquisición de bienes colectivos para todos. El caso de
la generación de González es paradigmático. Recuerdo en sus últimos años de
gobierno, un mítin en una plaza de toros en el que decía que había diferencias
de opinión entre ellos. La masa de beneficiarios presentes, saturada de bienes
públicos, le replicaba exigiéndole que ocupara eternamente esta posición de
repartidor. El incentivo de los incondicionales es, no solo la aprobación de la
puerta giratoria y la amnistía en la corrupción, sino la adquisición de un estatuto equivalente al de beatificación y
santificación.
El argumento
de Olson es perfecto para explicar la descomposición de la masa crítica
partidaria. En la actual situación, las dudas que suscita el partido afectan a
los cálculos individuales que cada uno realiza acerca de la relación entre los
costes y los beneficios. Parece evidente que la inverosimilitud del partido afecta
decisivamente a los distanciamientos, generando un silencio espeso sobre el que
se sobreponen los gritos de los dirigentes. La última noche electoral, los
mismos militantes incondicionales tuvieron que ser requeridos por las redes. Es
un síntoma nítido de la conjunción entre la laminación de su base electoral y
su masa crítica y la contracción de la organización, movilizada por el
imaginario de la deserción y la traición. El espectro de Olson se había hecho
presente en Ferraz. La situación partidaria es tan difícil que se ha convertido
en un caso privilegiado para explicar la teoría de los juegos en ámbitos académicos. Todos los dilemas se encuentran allí.
Desde luego son un auténtico espectro y a la vez un esperpento, el espectro de Olson y el esperpento típicamente español :)
ResponderEliminarGracias futbolín. Es una nueva versión de la historia de siempre. Una élite asciende socialmente a los cielos en tanto que la organización se sumerge en un pantano.
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