miércoles, 15 de junio de 2016

LAS TRES EDADES DEL PSOE

El advenimiento de la democracia significó una edad de oro para el pesoe. La energía social que generó el declive del franquismo, así como su opaca salida; la oleada de conflictos derivada de las altas expectativas compartidas de los contingentes industrializados y urbanizados en la expansión de los años sesenta, así como el moderado crecimiento de la oposición, fue muy intensa y se diseminó por el tejido social. Este acontecimiento alimentó al núcleo dirigente del renovado partido en un tiempo abierto. La conjunción de la energía al cambio y el entorno favorable, favoreció la consolidación de una élite joven que condujo al partido al gobierno en 1982, inaugurando la primera edad triunfal.

El gobierno socialista conformó al núcleo dirigente como una gran fuerza centrípeta que absorbió a varias élites políticas, económicas y culturales. En el período transcurrido entre el 79 y el 96, la preponderancia del pesoe fue incuestionable. En este tiempo gobernó, protagonizó el desarrollo del nuevo estado de las autonomías, capitalizó la integración en Europa, impulsó varios procesos de reformas, y fue beneficiario de la expansión del estado de bienestar y la nueva sociedad de consumo. En este tiempo se genera el imaginario del bienestar y de la democracia, atribuidos a los líderes providenciales del nuevo partido, convertidos en leyenda viva por los beneficiarios de los cambios.

Sin embargo, también en estos años tienen lugar varios procesos de signo contrario, que van a contribuir a crear las condiciones de la decadencia posterior, que se hace manifiesta en el nuevo siglo. La adopción de un modo de gobierno autoritario; el clientelismo; la desindustrialización incesante;  la consolidación de un modelo productivo débil; la crisis cultural que pone de manifiesto la ausencia de un proyecto democrático que fuera más allá del bienestar material; la conformación de una clase dirigente beneficiaria de la expansión de la economía y la descentralización, además de la disipación de la inteligencia, que se evidencia en la ausencia de pensamiento y la conversión  de las élites culturales a los imperativos de los medios, así como  la neutralización de la universidad, convertida en un ente acrítico que suministra personal directivo a tan prósperas instituciones estatales.

La clase dirigente de la edad de oro socialista se dispersa en las múltiples instituciones estatales y autonómicas, que significan una nueva versión de la multiplicación de los panes y los peces. De su gestión se deriva la mejora de los activos materiales de las organizaciones públicas y de la sociedad. Pero la nueva clase dirigente no regenera las organizaciones públicas, que crecen en sus recursos y plantillas bajo una inmensa red de directores, que adoptan las máscaras de la gestión empresarial, pero que carecen de la capacidad de impulsar una mejora de los procesos y los resultados. Así se conforma una inmensa pirámide de cargos públicos y semipúblicos, en cuya cima se ubica la dirección del estado y del partido. El espíritu que la alimenta procede de una fusión del nuevo tiempo con las esencias inmanentes de la España atrasada y autoritaria tradicional. De ahí resulta la extraña realidad del crecimiento español.

En 1996 termina el tiempo prodigioso del ejercicio del poder del partido en un escenario dominado por la crisis, la ineficacia y la corrupción. El pepé resulta heredero del estado resultante de la expansión. La pérdida del poder gubernamental afecta a múltiples cuadros del magma organizacional público que se dispersan en varias direcciones. Los refugios autonómicos, las puertas giratorias de las empresas, la banca pública y otras instituciones acogen a los desheredados devenidos en sobrevivientes, que se diseminan en múltiples direcciones para asegurar su propia perdurabilidad en las altas esferas.

Debilitada la base que proporcionaba la pirámide de cuadros, directores y gerentes, el partido atraviesa una crisis profunda. El grupo dirigente se inserta en las instituciones globales, las corporaciones globales, las entidades financieras y otros destinos de élite, conformando una insólita versión del partido socialista del dinero. Aún a pesar de su distanciamiento de la organización, este conglomerado de enriquecidos sigue representando una referencia fundamental en las siguientes edades. En las crisis sucesivas comparecen movilizando la memoria de su tiempo frente a los desamparados militantes.

En el vacío derivado de la derrota del 96 la organización se reconstituye en ausencia de sus élites del tiempo de oro.  El reajuste interno determina dos factores esenciales para comprender el proceso posterior. Una es la fragmentación en reinos de taifas autonómicos. Así se conforma la preponderancia de los barones regionales. En aquellas autonomías en las  que detentan el poder mantienen sus pirámides e intercambios clientelares  con sectores sociales. En aquellas que son oposición, se acelera la decadencia. En los casos de Madrid, Cataluña, Valencia  o el País Vasco, se hace patente el declive fatal. El partido limita su control a los territorios regados por el Tajo, el Guadiana y el Guadalquivir.

El segundo factor resulta de la fuga masiva de los cuadros de la edad de oro, que propicia el ascenso interno de otra generación, que se hace gradualmente con el control del partido. Esta procede del mundo interno de la organización. Su capital radica en la gestión simbólica interna del devenir histórico del partido. Los sucesivos giros partidarios son metabolizados internamente por los militantes en procesos cotidianos administrados por los cuadros internos, que entonces tienen abierto el camino a la cúspide partidaria. Por esta razón el primer post que escribí sobre el pesoe, en septiembre de 2013, se titulaba “los espíritus de la sede”. Esta generación carece de conexión con un acontecimiento que le proporcione carisma o energía. Sus competencias son menguadas en relación con sus antecesores.

El congreso en el que sale Zapatero como secretario general pone de manifiesto el comienzo de la segunda edad. La gran crisis del 2004 propicia la llegada del partido al gobierno, protagonizada por una nueva generación. Los años de gobierno hasta el 2012, en los que el poder estatal tiene como contrapeso el dominio de las grandes ciudades y las autonomías por parte del pepé, son manifiestamente engañosos.  La nueva generación, tutelada por Rubalcaba y otros relevantes sobrevivientes de la edad de oro, manifiesta sus carencias sin pudor. Se Impulsa un conjunto de cambios en los derechos civiles, se beneficia de la gran expansión de la burbuja inmobiliaria y se alivia de los excesos y desvaríos de la etapa popular.

Pero la dirección del gobierno y el estado se inscriben en lo patético. Recuerdo a Zapatero anunciando una nueva ayuda monetaria en un debate del estado de la nación o presumiendo de modo aldeano de una economía próspera que ubicaba en la champions. En tanto que se deterioraba la economía, fundada en bases frágiles, exhibían un discurso triunfalista y cateto acerca de la alta velocidad. Recuerdo a Leire Pajín afirmar que dos líderes providenciales habían sido elegidos simultáneamente: Zapatero y Obama. Las deficiencias de los líderes de esta segunda edad son patentes. Pero lo más relevante es la ausencia de una idea de futuro. El proyecto se agota en la gestión del hoy. Se sobreentiende que gobernar es retornar a la edad de oro. Así se comete un error fatal, en tanto que el entorno evoluciona en una dirección inexorable que deteriora el proyecto convencional de la socialdemocracia.

La súbita llegada de la crisis y el colapso de la economía, acelera el final de la segunda edad. La gestión de los dígitos y el ocultamiento de la situación  real ilustran una gestión política catastrófica. La modificación de la constitución con el pepé significa un acto histórico de ruptura con su propia base social. Privado de recursos de inteligencia colectiva, dotado de un relato que justifica su declive, fragmentado territorialmente y generacionalmente, y gobernado por los nuevos líderes procedentes de los aparatos del partido, el pesoe transita hacia la tercera edad. El distanciamiento con los sectores sociales que representó, convertidos ahora en poblaciones desplazadas de la producción, adquiere proporciones muy considerables.

La brecha con su base electoral convencional es imperceptible para un grupo carente de recursos para ubicarse en el presente, subordinado a los dictados de las instituciones europeas, y cuya inteligencia se agota en los análisis demoscópicos. . Así, no leen el 15 M como  un acontecimiento que abre las fronteras de su territorio electoral convencional, por la que se filtran los nuevos bárbaros procedentes de otros mundos invisibles para los sobrevivientes congregados en las sedes y relegados en las instituciones. Un nuevo tiempo se instaura inevitablemente.

Este tiempo representa la tercera edad del pesoe.Su consecuencia más importante es el declive de la inteligencia colectiva de la organización y de su capacidad de conocer. Se trata de una inequívoca decadencia cognitiva resultante de un proceso de involución en la relación con la sociedad.. El partido se ha extraviado del presente y se muestra incapaz de reconocer las realidades en las que vive. Ajenos a ellas, navega carente de rumbo. La nueva generación de líderes internos repite sus tópicos y nomenclaturas y se encomienda a la posibilidad de golpes de azar que proporcionen una pausa en el proceso de descomposición. Las imágenes de la crisis partidaria componen un cuadro de delirio colectivo, en la que los congregados en las sedes aclaman a los fantasmas del pasado que comparecen en la versión del partido del dinero.

Pero lo más relevante es el predominio del instinto de su supervivencia. La idea que convoca en esta tercera edad es el pasado. Todos los discursos apelan a los logros en etapas anteriores. La movilización de los veteranos en esta campaña electoral lo ilustra. Me duele contemplar al viejo Borrell, uno de los principales activos de la generación de oro, comparecer asociado a una de las grandes empresas. En estas condiciones, el objetivo real es sobrevivir y conjurar los peligros de la invasión de su espacio. Las respuestas emocionales ante la deserción continuada de relevantes miembros de la pirámide que sustentó su poder, reconvertidos a las filas de los asaltantes, alcanza una emocionalidad negativa que solo puede compararse con el mundo del fútbol.

La tercera edad se produce en un escenario endiablado, en tanto que tiene que optar como subalterno entre las dos opciones dominantes. Pero lo peor es la incapacidad de aceptar la nueva situación histórica, en la que tiene que compartir su base electoral con los recién llegados. Su máxima aspiración es ser el segundo, pero en una situación insólita de eunucos del gobierno. El factor más negativo es la inevitable  descomposición interna y las contiendas cainitas que se avecinan, en las que siempre ganan los malos. La evolución del pobre Pedro es elocuente.

Voy a concluir proporcionando una pista a los atribulados dirigentes. Las retóricas de los líderes arribados desde el interior de las sedes-cueva, implican una gran distorsión acerca de los receptores de sus discursos. Los viejos dirigentes hablaban para públicos amplios y heterogéneos. Pero Susana, Luena, Oscar y compañía  producen entonaciones similares a los de las sectas religiosas que se dirigen a desamparados públicos homogéneos, o también a programas televisivos encuadrados en el corazón. Cuando los oigo hablar me pregunto acerca de quiénes creen que somos. Muchas personas no queremos ser salvados por héroes ni santos. Volveré a esta espinosa cuestión.

3 comentarios:

  1. Vuelve sobre esto Juan, vuelve, que tu relato sobre el tema de las edades del PP$*€ me ha hecho pasar un buen rato, lo cierto es que ese grupito que citas al final, los Luena Hernando, la "refinadísima" lideresa del sur y otros que también van a los debates televisivos y a la "Secta Nocturnísima", parecen malos alumnos de Mr.X o de Alfonsito Guerra, estos tan solo defienden su puesto de trabajo, seguro que no es nada que tenga que ver con la política ni con esa Gran Nación a la que dicen amar tantísimo, el mal teatro con que actúan en esta representación electoral resulta patético.
    La serpiente de este verano va a ser mas de lo mismo, todo el año con el mismo monocultivo, pero no me importa porque me encanta y me entretiene la política, incluso tal y como se desarrolla en España que tiene todo el aspecto de culebrón venezolano, valga la redundancia. :-)

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  2. alcanza una emocionalidad negativa que solo puede compararse con el mundo del fútbol.

    Emocionalidad negativa comparable con el fútbol, o entiendo,

    saludos, Carlos

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  3. Gracias por vuestros comentarios. Emocionalidad negativa en el futbol es un estado de euforia o histeria colectiva que se conforma de modo incondicional frente al enemigo exterior. En los actos del pesoe esta campaña se prodiga este modo de regresión.
    Saludos

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