Lo único que interfiere con mi aprendizaje… es mi educación
Einstein
El supermercado es una de las instituciones fundamentales de la época. En este sentido, trasciende la esfera de la alimentación para proporcionar su código genético organizativo a otras organizaciones e instituciones. El cliente deambulando entre miles de productos para practicar el sagrado imperativo de la elección. Este es el principio que articula esta institución y que sucede a los vetustos puntos de venta, los ultramarinos, en los que la oferta era limitada y el vendedor era un intermediario importante en la compra. Su extensión a todas las compras ha configurado la emergencia del centro comercial y los espacios comerciales, que confirman la apoteosis del cliente en marcha tomando decisiones de compra mediante un conjunto de estímulos programados en los que declina la figura del vendedor físico.
La universidad es remodelada para ser adaptada a las exigencias de los poderes de la época. Así, los saberes y las viejas disciplinas son fragmentadas en múltiples partes, que son envasadas en formatos atractivos, para ser vendidas como productos autónomos a los clientes. Las reformas de Bolonia han intensificado la demolición de las viejas disciplinas y han instaurado un zoco académico en el que cada cual puede configurar su compra, eligiendo entre los distintos productos que conforman la oferta. En este novísimo bazar se pueden elegir asignaturas envasadas meticulosamente. Cada una lleva su prospecto indicando las características del producto, que son las guías docentes.
El resultado de la nueva lógica imperante es la desintegración de los núcleos duros de las viejas disciplinas. Estos se difuminan en distintas asignaturas-producto que recomponen los contenidos siguiendo el modelo de los yogures, las cervezas u otros productos. Se puede afirmar que las nuevas asignaturas se encuentran en diseño 0% de densidad, en beneficio de los consumidores de productos ligeros. En cada envase-guía docente se indican distintas actividades que alivian la carga teórica. Así, cada unidad se descompone en un conjunto de actividades que sancionan el principio de descomposición de la materia científica. Así se sortea el escollo de la distinción entre teoría y práctica de la declinante ciencia cartesiana-newtoniana. Las prácticas son dispersadas en las asignaturas múltiples y sus escaparates.
El resultado de este proceso de desintegración de la materia científica, multiplicación de los productos desnatados y reducción de calorías es sencillamente catastrófico para los estudiantes-compradores. Estos son sometidos a múltiples actividades desprovistas de cualquier espesor y exigencia, las cuales no aportan nada de valor en términos de incrementar sus capacidades y conocimientos. Así se instaura un extraño orden académico fundado en la dispersión, cuyo efecto principal es la ocupación total del tiempo y la energía del estudiante. De este modo resulta una verdadera desposesión del mismo, siempre sometido a una dieta blanda.
La demolición de las disciplinas implica la concentración de sus residuos en almacenes, con el objeto de ser reutilizados en las numerosas actividades segmentadas. Cualquier elemento-cascote teórico puede ser integrado en las numerosas actividades desmenuzadas. De este modo es privado del sistema de significación general en que se inscribe. Los grandes sociólogos que han aportado una obra escrita consistente, son denegados mediante el despiece de sus libros, que dan lugar a esquemas triviales y lugares comunes que atentan contra su integridad. Algunas presentaciones power point son los monumentos de la decadencia de la universidad-bazar.
El aspecto más negativo de la conversión de la teoría en productos de cero calorías, radica en la reducción del nivel del trabajo del comprador de créditos. El supermercado académico lo determina, mediante la exigencia de realizar múltiples tareas repetitivas que carecen de coordinación, la limitación de la reflexión. En estas condiciones nadie dispone de tiempo para coordinar e integrar los conocimientos. En un post anterior califiqué este sistema como “taylorismo académico”. Todos los días me enfrento a víctimas de este sistema que han perdido totalmente el sentido de su trabajo o formación. Solo esperan ser conducidos en actividades programadas que garanticen su composición light 0%.
En esta extraña cadena de montaje predomina la repetición de las tareas. Cualquier idea nueva es rechazada, en tanto que amenaza la carga total de actividades desprovistas de sentido, que son ritualizadas. Así los compradores de créditos son objeto de una verdadera lapidación académica. En los años de estancia en el súper universitario van a recibir el equivalente en pedradas de los clásicos y contemporáneos, pero el mismo sistema que los apedrea con sus cascotes no les permite leerlos. Un estudiante de sociología se encuentra desde primero con fragmentos de Durkheim, Weber, Simmel, Parsons, Bourdieu y otros. Pero no podrá hacer una lectura reposada de ninguno de ellos, en tanto que su tiempo está completamente programado en las tareas de la cadena de montaje de las asignaturas.
De este diseño fragmentado de las disciplinas resulta un estado de dispersión verdaderamente
monumental. Un cascote teórico puede ser sometido a un proceso de reutilización que conforma una cadena que lo va degradando según se acumulan sus usos. Al final comparece en estado máximo de vulgata. Así se conforma el declive de lo académico frente al imperio de lo mediático audiovisual. Los saturados clientes del zoco universitario terminan por renegar de la erudición. El plagio adquiere todo su esplendor en los encuentros entre proveedores académicos y compradores de créditos, cuyo sentido es la acumulación de méritos en ambos casos. En este comercio se impone la lógica de la utilidad en ausencia de sentido.
De este modo, la última versión de lo que se denomina como educación, no solo se contrapone a un verdadero aprendizaje, tal y como reza la frase con la que abro el post, sino que modela la inteligencia y pone límites al crecimiento de las capacidades. En algunas ocasiones cuento mis posiciones a algunos estudiantes a propósito del aprendizaje. Cuando escuchan que el sentido de todas las actividades académicas es equivalente a la transferencia entre una fuente y su mente, y, en consecuencia, su trabajo es seleccionar y organizar los contenidos para ser acomodados en su esquema referencial, la distancia personal se hace abismal. La etiqueta friki es inevitable. Soy testigo de la invarianza de los apuntes, que es justamente lo contrario a la transferencia. Todos los días tengo una tensión cuando alguien me dice apuntes y le tengo que corregir diciendo papeles personales.
El perverso bazar universitario no es producto de la casualidad, sino que, por el contrario, responde a la lógica global que remodela las distintas esferas, antaño dotadas de autonomía, como la educación. Todo es resignificado y reformado en la perspectiva del mercado total. Por esta razón entiendo que no es viable una contrarreforma desde el interior de la esfera educación, si no se inscribe en el horizonte de otro modelo social. La pertinencia del enfoque de Chomsky sobre la (des)educación como proceso programado, en coherencia con los requisitos del mercado expansivo, es manifiesta. La fabricación de un perfil acrítico, en el que lo técnico detente en exclusiva los contenidos de la formación, es patente.
Algunos días, cuando salgo de la facultad y camino hacia mi casa, recuerdo las palabras de un tío mío cuando decidí estudiar sociología. Este era un ingeniero de caminos muy reputado en su época y con una brillante carrera profesional. Me dijo “eso es una carrera de chicas. Además, eso es filosofía, y a los filósofos debían instalarles un cuerno en la cabeza para que los niños les tirasen piedras por la calle”. La barbarie oscura que representaba mi tío ha devenido en una extraña metamorfosis de barbaries. Entonces añoro la universidad en la que fui estudiante en la que solo había clases y exámenes. Quedaba tiempo para aprender y también para vivir, que es inseparable.
Orgullosa de que me hayan largado como profe, menos mal que tenía uno cuantos ahorros para vivir la vida.
ResponderEliminarA
https://www.youtube.com/watch?v=uv3rBuIz3K8
Cuantificar la trayectoria investigadora del personal universitario constituía, en un principio, una alternativa al mundo feudal de las relaciones sociales en las facultades: ser siervo durante una década podía garantizarte un funcionariado para así, pasar a explotar a otro joven aprendiz (“si yo lo hice, tú debes hacerlo ahora”). Los rankings JCR y Scopus no han erradicado este cáncer. Ahora, la servidumbre se recompensa con la aparición en uno o dos de esos deseados artículos junto al “maestro” y la relación feudal se mantiene, además, blanqueada por los índices de calidad y excelencia. Caso cerrado. Una Universidad que, desde dentro, se ve fea y cada vez más miserable, que no ha comenzado siquiera a hacer la Transición democrática y que representa una de las mayores rémoras aún no reconocidas de la Marca España. Seguimos sumando tanto
ResponderEliminarhttp://www.bez.es/329049248/Privatizacion-Ciencia-Universidad-cada-mas-miserable.html
Carolina
Gracias Carolina. Estoy de acuerdo con lo que dices. El post se refiere al pantanoso mundo de la docencia. El de la investigación es más duro aún. En el caso de las ciencias humanas y sociales es especialmente perverso. El artículo de bez que aportas es esclarecedor. Soy lector de bez desde hace meses. Adjunto un enlace con un artículo reciente de Vicente Manzano que abre este campo a la reflexión http://www.ase.es/rase/index.php/RASE/article/view/387
ResponderEliminarSaludos
Todos los años doy a mis alumnos este manifiesto antes de empezar las clases, la mayoría no lo leen, pero y si alguno lo lee.
ResponderEliminarhttp://www.sindominio.net/ash/miseria.htm
Mario
Gracias Mario. He aludido a este texto en un post. El situacionismo es una aportación fundamental. Su herencia la recoge Tiqun. Esperemos la aparición de alguna señal en esa dirección en este tiempo tan domesticado
ResponderEliminarQuerido Juan, como ya te he comentado en alguna ocasión, tu escritos, también me pasaba con tus clases, nunca me dejan impasible; pero en esta ocasión no solo han producido este efecto, siempre recomendable, sino que me han producido un irremediable impulso de escribirte para felicitarte por compartir tus reflexiones con todos nosotros. Muchas gracias también por esto
ResponderEliminarQuerido Rafa Muchas gracias por tus palabras. Me siento reconfortado porque soy de los sociólogos antiguos cuyo oficio se puede sintetizar en analizar lo social para provocar reflexiones en los otros. Eso es cada vez más difícil.
ResponderEliminarUn abrazo