Presentación
PRESENTACIÓN Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
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Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog. |
jueves, 18 de febrero de 2016
LOS DOS JUANES: DE LA SENTENCIA AL PRESENTE
En los años siguientes tuvo lugar la transición política, y Juan Carlos cambió de posición, favoreciendo el advenimiento de la democracia. Este comportamiento le reportó honores, reconocimientos y el protagonismo en el nuevo relato político. Mientras tanto, yo me reinsertaba en la sociedad mediante la vuelta a los estudios y la disposición a abrirme camino en la vida. Muy pronto me apercibí acerca de la virtual desaparición en el nuevo relato político de los que sufrimos persecución y cárcel por nuestra oposición activa a la dictadura. Esta es una situación que me ha suscitado malestar toda mi vida. Mis compañeros de oposición, en general, han aceptado su desaparición de la memoria mediante la generalización de un comportamiento que simultanea la renuncia al pasado a cambio del disfrute de las oportunidades que ofreció en nuevo estado.
Me gusta llamar a este comportamiento generalizado como “la desaparición consensuada”. Así Juan Carlos terminó por desplazar a la oposición antifranquista de la memoria. Con el paso de los años, algunos tuvimos que hacer un arte de la ocultación de nuestro pasado. Ante cada nueva generación ya no representábamos nada en la narrativa triunfal que otorgaba a Juan Carlos el protagonismo. Esta metamorfosis en la conciencia ilustra acerca del desvarío de lo que se denomina como memoria histórica, profundamente desvirtuada y denegada. Toda la vida lo he tenido que sobrellevar. Todos los días se hacía presente el otro Juan, el bueno, el que trajo la democracia, alabado por una corte de cortesanos, entre la que se encontraban no pocas personas de la resistencia al franquismo.
Muchos años después, tras su sucesión, la España vigente reproduce algunos de los rasgos más sórdidos del pasado franquista. La ley de seguridad ciudadana, la criminalización de la protesta, el deterioro de las condiciones de vida de varias capas de la población, la descomposición del estado de bienestar y el desprecio manifiesto a las personas consideradas como fracasadas. Una definición precisa de esta situación es la que hace una persona tan acreditada como Santiago Alba Rico, que alude a la “saudización de España”. Sí, eso es. Un país en tránsito a una estructura social dualizada y un estado autoritario manifiesto, compatible con un parlamento y elecciones.
En esta situación me indigna que en los medios nadie aluda a las impúdicas relaciones de Juan Carlos con los jeques saudíes. Este hecho me remite al pasado. La atormentada relación entre los dos Juanes parece inevitable hasta la extinción. Por eso presento esta reflexión acerca de la permanencia en la España eterna de estructuras aristocráticas imposibles de modificar. El novísimo pueblo devenido en una masa de telespectadores estimulada por los poderes invariantes, ahora investidos como autoridades catódicas que escenifican la sensatez y el sentido común, entendido como aceptación inevitable de su reproducción eterna con máscaras y formas diferentes.
Termino presentando la sentencia del Tribunal de Orden Público. He borrado los nombres de mis antiguos compañeros, por la convicción de que alguno no quiera aparecer públicamente asociado a un evento del pasado que se encuentra devaluado. La retórica del tribunal es elocuente, nos califica como personas de mala conducta social. También la argumentación sobria y el tono. La presencia de los abogados, que representaron muchos de los mejores episodios de la resistencia al franquismo. ELa sentencia es un documento de época.
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