La democracia española es definida por distintos politólogos por su baja calidad. La proliferación de ambigüedades, discursos susceptibles de distintas interpretaciones, zonas de penumbra y un área oculta de dimensiones considerables se hace manifiesta. Pero tras las máscaras múltiples y la gran representación ante las pantallas, en la que son movilizados varios cientos de periodistas, políticos, expertos, tertulianos y frikis, subyace un discurso progresivamente hegemónico que remite al fútbol como modelo. El PP es el máximo exponente de esta nueva democracia futbolística, que se extiende gradualmente a no pocos ayuntamientos y autonomías, gobernados también por otros partidos.
El modelo de democracia futbolística se asienta sobre un presidencialismo absoluto, que confiere al presidente un poder sin contrapesos. Este designa su junta directiva entre sus incondicionales, conformando un grupo homogéneo en el que los directivos son meros delegados del presidente. Los socios carecen de participación alguna en la gestión y en las decisiones. La asamblea anual es la instancia que congrega a los compromisarios seleccionados por procedimientos escasamente transparentes. Por último, la masa social del club es movilizada mediante las peñas, las televisiones y los medios de comunicación locales, que ponen en escena los avatares de la competición.
La función del presidente consiste en la gestión del equipo y la estimulación simbólica de su masa social local. Cuando se produce una crisis de resultados u otro episodio crítico, convoca elecciones, que proporcionan oportunidades a las distintas personas y grupos con ambición de acceder al juego cuyo premio es la preciada presidencia. Es imposible para cualquier socio corriente llegar al entramado de poder del club, que se encuentra asociado a la condición de élite económica y participante en el campo de los negocios locales. Los clubs de futbol son gobernados por las élites de los negocios locales.
La democracia futbolística se constituye sobre la elección del presidente, pero las votaciones se encuentras inscritas en unas estructuras en las que la pluralidad es imposible, de modo que no es posible la existencia de una oposición reconocida, ni cauce alguno para que esta pueda contrastar sus ideas o propuestas con las del presidente y los directivos allegados. Así se fabrica un artificio organizativo conectado a la masa cohesionada por las identidades, las emociones y la contingencia de los resultados. De esta se deriva el pueblo futbolístico infantilizado, que es gobernado por estimulación de la esperanza en los éxitos o la decepción por los fracasos. Cuando estos se prodigan son tratados mediante la estimulación de la ilusión colectiva, consistente en nuevos fichajes. Así el presidente oficia como un rey mago, siempre en espera de su comparecencia para calmar al pueblo desilusionado.
En este modelo la gestión permanece blindada a los resultados del proyecto en términos económicos y deportivos. Cuando ocurre una crisis por el encadenamiento de partidos perdidos, se manifiestan los sentimientos negativos en la grada, que visibiliza su descontento en pancartas, concentraciones, gritos, acusaciones, descalificaciones y otras formas histéricas. Frente a las mismas es preciso restablecer la fe mediante la intensificación de la gestión basada en la milagrería y la distribución del maná futbolístico. Así se resuelve la tensión entre la grada y el palco.
En esta situación no solo no existe la oposición, ni cauce alguno en el que se pueda deliberar y contrastar, sino que los notables aspirantes a la presidencia se encuentran condicionados, de modo que la manifestación pública de sus críticas, es penalizada en tanto que en este clima histérico pueden ser percibidos como agentes del enemigo deportivo. Algunos episodios como la reacción del Bernabéu frente a Casillas son inconmensurables y hacen patente los efectos de una sociedad en la que ha sido abolida la racionalidad. En su ausencia se suceden estados de euforia y de crispación, en los que la fe y la esperanza se suman en espera de la cólera y la depresión.
La gestión simbólica del pueblo futbolístico se asienta sobre una narrativa heroica que es preciso recrear cada día. De ahí la importancia de los medios de comunicación. La prensa deportiva local es la extensión de la presidencia y desempeña importantes funciones. El periodismo sobre-cogedor adquiere el máximo esplendor. La masa futbolística, devenida en público audiovisual y segmento en las redes sociales, es estimulada, dirigida y alimentada desde las instancias mediáticas que integran las estructuras de dirección, la grada, las peñas y la masa social de seguidores.
Los programas deportivos son antológicos. Es imposible no aludir a Pedrerol y el Chiringuito, que es la matriz de numerosos programas en los últimos años. Este es completamente coherente con la naturaleza del pueblo futbolístico, poniendo en escena los sentimientos de incondicionalidad, las rivalidades cósmicas y los estados emocionales compartidos. La manipulación con falsas pruebas, rumores, informantes ocultos, medias verdades y disociación con los hechos adquiere proporciones monumentales. Lo importante es creer y ser fuerte frente a los interlocutores entendidos como portadores del mal, enemigos ocultos o chivos expiatorios. La masa estimulada y entretenida por la confrontación eterna entre el Madrid y el Barça es utilizada como anclaje de las empresas de apuestas. También en los demás programas incluido el Carusel Deportivo de la SER.
Pero este periodismo deportivo es portador de un modelo en el que el debate no es un juego abierto de argumentos sino una confrontación cuyo sentido es lastimar al interlocutor. Las distintas formas de humillaciones, violencias asociadas a los tonos de voz y los gestos adquieren un verdadero patetismo. El fanatismo reina sobre el plató marginando a cualquiera que pretenda exponer un argumento. Los fanáticos son recompensados en un ambiente delirante. Este formato se está extendiendo a otras áreas de información. Eduardo Inda es su exponente más visible. Interrumpir, descalificar al interlocutor, elevar el tono de voz, apelar a acusaciones no fundadas, bloquear la relación mediante el tono acusatorio y parco en pruebas y argumentos.
La democracia futbolística se expande inexorablemente a numerosas organizaciones y al mundo de la política. El diagrama de presidente y su núcleo de delegados designados, que controla la asamblea de compromisarios y el pueblo conducido por los resultados combinados con las narrativas y los símbolos triunfales. Los medios de comunicación cierran el círculo. Que cada cual identifique las analogías. La diferencia principal es que el presidente y sus delegados, lo que llaman ejecutiva, obsequian a los compromisarios con bienes públicos en un intercambio más intenso que en el de lo futbolístico. Asimismo, el factor compartido es el papel de los medios de comunicación controlados. Estos pueden manipular la realidad para presentar los resultados en versión positiva ante la masa social. El argumento central es el mismo. Los rivales políticos son enemigos irreconciliables a los que es indispensable vencer y humillar.
Me divierten las retóricas de los distintos comunicadores, tertulianos y expertos que interpretan la realidad mediante esquemas de la democracia convencional. Por el contrario, desde el diagrama de la democracia futbolística se puede comprender la coherencia de las actuaciones del PP. Rajoy es el jefe y no dialoga con sus rivales. La oposición es menospreciada y aplastada cuando se tiene mayoría. La fuerza es el elemento fundamental para asegurar la cohesión de los compromisarios, las peñas locales y la masa de seguidores. No, la señora Rita es coherente, en tanto que se niega a rendir cuentas ante los enemigos y sus masas de seguidores, porque se consideran como ajenos. Son los vencidos, los perdedores, los impotentes que no celebran la escenificación de los resultados.
De ahí la analogía entre Florentino y Rajoy acompañado por sus delegados. El Real Madrid ha ganado sólo una liga en los diez últimos años. Los resultados son pésimos frente a su rival. Pero es imposible que en ese conglomerado pueda surgir una oposición. El pueblo madrirista responde a la magia de la versión de la realidad tan manipulada que emana del palco. También en el caso de Rajoy, que desde su palco emite el relato de la recuperación, convirtiéndolo en una falacia aceptada por las masas de incondicionales. Se ha abolido la racionalidad y la discusión en tal medida que resulta factible condenar a sus rivales mediante la atribución de la sensatez o el sentido común detentado en exclusiva. Los otros son insensatos y no forman parte del pueblo político-futbolístico. Así son expulsados a los purgatorios.
Me ha parecido ver al espectro de Le Bon en el Bernabéu, y también en el congreso de los diputados.
sábado, 27 de febrero de 2016
domingo, 21 de febrero de 2016
LOS SIAP: UN GARAJE EN LA ATENCIÓN PRIMARIA
La pasada semana concluyó la última edición de los Seminarios de Innovación en Atención Primaria, los SIAP. En esta ocasión versó sobre “Pacientes que lloran y las consultas sagradas”. Se hace manifiesto el crecimiento de los seminarios en todas las dimensiones: participantes, aportaciones en los debates virtuales y presenciales, calidad de los mensajes y textos, concurrencia de distintas perspectivas y coexistencia entre varias generaciones. Pero la singularidad del seminario no radica solo en el volumen de las actividades, sino la energía que se ha producido en todos los momentos, generando un clima de intercambio insólito desde la perspectiva de la universidad u otras organizaciones de producción de conocimiento. Por eso utilizo la metáfora del garaje, lugar donde tienen el origen muchos procesos creativos. La imagen es la del que nació Apple.
Los SIAP se van consolidando como una iniciativa que recupera el profesionalismo médico en un tiempo de regresión del sistema sanitario público. Este es el factor más importante en su significación. Se trata de un proyecto generado desde el interior de la profesión médica, promovido por la conexión entre distintas mentes rupturistas con el conocimiento vigente, condición indispensable para generar nuevas definiciones de las realidades de la asistencia. El papel desempeñado por Juan Gérvas es incuestionable, así como un heterogéneo grupo de profesionales acreditados vinculados a los seminarios. Su devenir apunta a la consolidación de una red de vínculos en la que se produce una efervescencia creativa. Su crecimiento implica una modificación en el campo de la atención primaria, agarrotada tras la reforma fundacional de los años ochenta, tras la que se encadenan distintas vicisitudes que dispersan las energías primigenias.
El clima que se ha generado en las intervenciones, los textos, los mensajes y los encuentros virtuales o presenciales, se encuentra dotado de una intensidad cognitiva y emocional que remite a los orígenes de la reforma. Desde mi posición, lo he vivido como un acontecimiento que se encuentra dotado de algunos de los elementos propios de una revolución científica, en la que es manifiesto el distanciamiento con las definiciones oficiales, el estado del conocimiento y las prácticas profesionales, proponiendo nuevas ideas y significaciones sobre las que abrir un camino al futuro. Así concurren la creación, la voluntad y el horizonte de esperanza compartido. Pero el factor más importante radica en el reconocimiento mutuo de los participantes como coautores de la generación del conocimiento. Así se produce un estado de creatividad que configura las subjetividades imprescindibles en cualquier innovación. Por eso lo defino como un acto de autoregeneración en la atención primaria.
Los SIAP son equivalentes a los brotes de la naturaleza tras los incendios. Nacen del interior y su pretensión es modificar el sistema degradado para conducirlo a un punto más allá de su estado actual. En este sentido se puede afirmar la metáfora del garaje en el que comienza una creación, que en su inicio es dispersa, pero que manifiesta una vocación basada en imaginar otra situación. En el flujo de las comunicaciones y los encuentros subyace un clima de tensión creativa que se proyecta más allá del día a día. Por eso se gesta un clima en el que se producen las emociones y los reconocimientos mutuos. Algunos participantes se denominaban a sí mismos como “siaperos”.
La innovación de los SIAP se asienta sobre una situación en la que se hace patente un estado de degradación de la atención primaria. Esta cumple treinta y dos años. En este tiempo se ha modificado sustancialmente. El modelo que la referencia es la cristalización de las transacciones entre los actores presentes, los contextos históricos en los que se ha incardinado, el conocimiento profesional y las políticas sanitarias, inscritas en un campo de fuerzas global. Estos factores interactúan mutuamente, de modo que resulta un modelo específico, que se especifica en un cuerpo normativo. Cuando utilizo la palabra degradación me refiero al estado general de la organización, que no excluye la presencia activa de muchos profesionales motivados y competentes, además de grupos y focos de profesionalismo.
El estancamiento de la atención primaria resulta de la concurrencia de varios factores. El principal radica en la absorción por parte de la administración, la gestión, las sociedades científicas y profesionales, así como por la industria biomédica, de las redes de innovación que la impulsaron en sus inicios. El paso del tiempo refuerza la burocratización favorecida por el nicho vacío de renovación e innovación. Así ha cristalizado un modelo profesional que, al no encontrarse sometido a tensiones creativas, ha devenido en el modelo oficial o del manual de la autoridad profesional de turno. Las reelaboraciones y los ajustes son diseñados en foros profesionales oficializados, dirigidos por sociedades científicas y profesionales, inevitablemente constreñidas por la red de poder político, profesional y socioeconómica.
De ahí resulta un bloqueo que se manifiesta de muchas formas, algunas de ellas encubiertas. La principal radica en la relativa inmovilidad del modelo profesional, que contrasta con la velocidad e intensidad de los cambios en el entorno.. Este déficit de renovación tiene relación con la imagen que proyecta a los jóvenes médicos en las facultades de medicina y la enseñanza de los mir. No es de extrañar la contracción de la vida de las unidades docentes, que en general son afectadas por el contagio del espíritu congelado de la atención primaria, reforzado por las carencias de la formación en las facultades. La claudicación frente a la hegemonía de los especialistas se hace patente con el paso del tiempo. En este espacio de formación el conformismo adquiere la dimensión de epidemia.
Pero el factor más importante del estancamiento de la atención primaria radica en el fatalismo y la falta de respuesta a la reestructuración del estado de bienestar y las nuevas políticas sanitarias. Porque estas nuevas políticas no se pueden definir sólo por los recortes en los recursos. Como bien define Sergio Minué en algunos de los post del Gerente De Mediado, más bien se trata de recortes del espíritu fundacional del sistema sanitario público, que tienen consecuencias fatales para la asistencia. La desuniversalización gradual implica una desprofesionalización también gradual de los profesionales, que en la atención primaria adquiere una relevancia incuestionable en el día a día.
En este contexto, los SIAP representan un foco de innovación que contribuye a reconstituir y regenerar la atención primaria. Porque ninguna administración puede liderar un proceso de generación de conocimiento y prácticas profesionales. Su papel es crear orden, que siempre se contrapone a la vida, a lo vivo. La posición de la administración en su campo de fuerzas en equilibrio abierto, la constriñe, inhabilitándola como sujeto creador. La administración puede acompañar, pero las fuerzas generadoras son siempre las personas y los grupos que comienzan en los garajes reafirmándose como profesionales. El prefijo auto es un imperativo incuestionable. Las fuerzas de cualquier cambio nacen siempre del interior.
Así, autoregeneración y autoreconstrucción solo pueden ser posibles en formas informales. Esto no quiere decir que no contribuyan personas muy valiosas ubicadas en la red oficial, como es patente en el caso de los SIAP. Pero la primera emergencia desde el suelo del garaje es siempre protagonizada por profesionales inconformistas que se desarrollan en espacios libres de dogmas oficiales y en conexión con la inteligencia médica presente en algunas revistas. Desde hace tiempo visito algunos de los blogs de salud. En ellos se expresa prístinamente la tensión creativa y abierta a otro futuro. En mi intimidad los denomino como “los enciclopedistas”, en tanto que constituyen gérmenes del cambio que un acontecimiento puede catalizar.
En esta edición, la cooperación ha alcanzado un nivel muy considerable, favorecida por la metodología del seminario. Pero su dinámica tan intensa, así como la pretensión de evitar la dispersión mediante la fijación de los temas, puede favorecer falsos consensos que encubran las diferencias. Estas representan un potencial muy considerable en el esta fase de los seminarios. El reverso de la España salida de la transición es haber convertido el consenso en un precepto sagrado, de modo que mutila la diversidad, lo que va en detrimento de la riqueza del conocimiento de las realidades. El exceso de homogeneidad amenaza cualquier proyecto con vocación de expansión. En este caso la gestión de su propio crecimiento es una cuestión fundamental.
No puedo terminar sin hacer una mención a Mercedes Pérez Fernández, que ha concitado los afectos y los reconocimientos de muchos de los participantes. El mío también. Los bebés a bordo y otros episodios vivenciales indican el espíritu del seminario asociado al espíritu del tiempo vigente. Además, esta vez el garaje estaba en Bilbao, un lugar tan singular que me obliga a autocensurarme para no expresar mis sentimientos tan entrañables. Esto no impide que, a pesar de no haber estado presente, le ponga una nota a la recepción y organización: hamar.
jueves, 18 de febrero de 2016
LOS DOS JUANES: DE LA SENTENCIA AL PRESENTE
Esta es la historia de los dos Juanes: Juan Carlos, el que fue rey durante tantos años y yo mismo. Cuando fue proclamado por Franco yo era un joven activista de la oposición. El día siguiente del acto de su proclamación fui detenido junto a tres personas por difundir un comunicado del partido comunista denunciando la continuidad del régimen. Fuimos condenados a un año de prisión por el Tribunal de Orden Público por propaganda ilegal. Terminé cumpliendo la pena en la prisión de Carabanchel en Madrid, cárcel que me fue familiar en esos años, en los que estuve en otras tres ocasiones.
En los años siguientes tuvo lugar la transición política, y Juan Carlos cambió de posición, favoreciendo el advenimiento de la democracia. Este comportamiento le reportó honores, reconocimientos y el protagonismo en el nuevo relato político. Mientras tanto, yo me reinsertaba en la sociedad mediante la vuelta a los estudios y la disposición a abrirme camino en la vida. Muy pronto me apercibí acerca de la virtual desaparición en el nuevo relato político de los que sufrimos persecución y cárcel por nuestra oposición activa a la dictadura. Esta es una situación que me ha suscitado malestar toda mi vida. Mis compañeros de oposición, en general, han aceptado su desaparición de la memoria mediante la generalización de un comportamiento que simultanea la renuncia al pasado a cambio del disfrute de las oportunidades que ofreció en nuevo estado.
Me gusta llamar a este comportamiento generalizado como “la desaparición consensuada”. Así Juan Carlos terminó por desplazar a la oposición antifranquista de la memoria. Con el paso de los años, algunos tuvimos que hacer un arte de la ocultación de nuestro pasado. Ante cada nueva generación ya no representábamos nada en la narrativa triunfal que otorgaba a Juan Carlos el protagonismo. Esta metamorfosis en la conciencia ilustra acerca del desvarío de lo que se denomina como memoria histórica, profundamente desvirtuada y denegada. Toda la vida lo he tenido que sobrellevar. Todos los días se hacía presente el otro Juan, el bueno, el que trajo la democracia, alabado por una corte de cortesanos, entre la que se encontraban no pocas personas de la resistencia al franquismo.
Muchos años después, tras su sucesión, la España vigente reproduce algunos de los rasgos más sórdidos del pasado franquista. La ley de seguridad ciudadana, la criminalización de la protesta, el deterioro de las condiciones de vida de varias capas de la población, la descomposición del estado de bienestar y el desprecio manifiesto a las personas consideradas como fracasadas. Una definición precisa de esta situación es la que hace una persona tan acreditada como Santiago Alba Rico, que alude a la “saudización de España”. Sí, eso es. Un país en tránsito a una estructura social dualizada y un estado autoritario manifiesto, compatible con un parlamento y elecciones.
En esta situación me indigna que en los medios nadie aluda a las impúdicas relaciones de Juan Carlos con los jeques saudíes. Este hecho me remite al pasado. La atormentada relación entre los dos Juanes parece inevitable hasta la extinción. Por eso presento esta reflexión acerca de la permanencia en la España eterna de estructuras aristocráticas imposibles de modificar. El novísimo pueblo devenido en una masa de telespectadores estimulada por los poderes invariantes, ahora investidos como autoridades catódicas que escenifican la sensatez y el sentido común, entendido como aceptación inevitable de su reproducción eterna con máscaras y formas diferentes.
Termino presentando la sentencia del Tribunal de Orden Público. He borrado los nombres de mis antiguos compañeros, por la convicción de que alguno no quiera aparecer públicamente asociado a un evento del pasado que se encuentra devaluado. La retórica del tribunal es elocuente, nos califica como personas de mala conducta social. También la argumentación sobria y el tono. La presencia de los abogados, que representaron muchos de los mejores episodios de la resistencia al franquismo. ELa sentencia es un documento de época.
En los años siguientes tuvo lugar la transición política, y Juan Carlos cambió de posición, favoreciendo el advenimiento de la democracia. Este comportamiento le reportó honores, reconocimientos y el protagonismo en el nuevo relato político. Mientras tanto, yo me reinsertaba en la sociedad mediante la vuelta a los estudios y la disposición a abrirme camino en la vida. Muy pronto me apercibí acerca de la virtual desaparición en el nuevo relato político de los que sufrimos persecución y cárcel por nuestra oposición activa a la dictadura. Esta es una situación que me ha suscitado malestar toda mi vida. Mis compañeros de oposición, en general, han aceptado su desaparición de la memoria mediante la generalización de un comportamiento que simultanea la renuncia al pasado a cambio del disfrute de las oportunidades que ofreció en nuevo estado.
Me gusta llamar a este comportamiento generalizado como “la desaparición consensuada”. Así Juan Carlos terminó por desplazar a la oposición antifranquista de la memoria. Con el paso de los años, algunos tuvimos que hacer un arte de la ocultación de nuestro pasado. Ante cada nueva generación ya no representábamos nada en la narrativa triunfal que otorgaba a Juan Carlos el protagonismo. Esta metamorfosis en la conciencia ilustra acerca del desvarío de lo que se denomina como memoria histórica, profundamente desvirtuada y denegada. Toda la vida lo he tenido que sobrellevar. Todos los días se hacía presente el otro Juan, el bueno, el que trajo la democracia, alabado por una corte de cortesanos, entre la que se encontraban no pocas personas de la resistencia al franquismo.
Muchos años después, tras su sucesión, la España vigente reproduce algunos de los rasgos más sórdidos del pasado franquista. La ley de seguridad ciudadana, la criminalización de la protesta, el deterioro de las condiciones de vida de varias capas de la población, la descomposición del estado de bienestar y el desprecio manifiesto a las personas consideradas como fracasadas. Una definición precisa de esta situación es la que hace una persona tan acreditada como Santiago Alba Rico, que alude a la “saudización de España”. Sí, eso es. Un país en tránsito a una estructura social dualizada y un estado autoritario manifiesto, compatible con un parlamento y elecciones.
En esta situación me indigna que en los medios nadie aluda a las impúdicas relaciones de Juan Carlos con los jeques saudíes. Este hecho me remite al pasado. La atormentada relación entre los dos Juanes parece inevitable hasta la extinción. Por eso presento esta reflexión acerca de la permanencia en la España eterna de estructuras aristocráticas imposibles de modificar. El novísimo pueblo devenido en una masa de telespectadores estimulada por los poderes invariantes, ahora investidos como autoridades catódicas que escenifican la sensatez y el sentido común, entendido como aceptación inevitable de su reproducción eterna con máscaras y formas diferentes.
Termino presentando la sentencia del Tribunal de Orden Público. He borrado los nombres de mis antiguos compañeros, por la convicción de que alguno no quiera aparecer públicamente asociado a un evento del pasado que se encuentra devaluado. La retórica del tribunal es elocuente, nos califica como personas de mala conducta social. También la argumentación sobria y el tono. La presencia de los abogados, que representaron muchos de los mejores episodios de la resistencia al franquismo. ELa sentencia es un documento de época.
domingo, 14 de febrero de 2016
LA COMPLICIDAD COMO DEGRADACIÓN DE LA CIUDADANÍA
Uno de los tópicos más comunes en este tiempo es el que presupone que los ciudadanos son personas que toman decisiones racionales guiados por la información de la que disponen. Los analistas mediáticos construyen interpretaciones acerca de la voluntad general expresada en los resultados de las elecciones. El resultado es la proliferación de discursos piadosos, en los que los ciudadanos son presentados como seres investidos de santidad y sabiduría. Simultáneamente, la mediatización de la política se desarrolla mediante técnicas de composición visual, multiplicación de estímulos sensoriales, comunicación de eslóganes que se reiteran hasta el infinito y otras formas que se ubican en el polo opuesto a la conciencia reflexiva personal. Las escenificaciones de la política y las campañas electorales son monumentos iconográficos referenciados en el marketing y la publicidad, cuyas técnicas de comunicación apelan a la seducción.
El concepto de la santidad de la ciudadanía se contrapone con la evidencia de la vida cotidiana, en la que se hace presente en todas las esferas una despolitización explosiva. Junto a este distanciamiento, una parte muy importante de las personas manifiesta inequívocamente comportamientos inscritos en el fanatismo. Este puede ser definido como asociado a un ser blindado herméticamente a cualquier información que contradiga su opción. En el tiempo presente el fanatismo se manifiesta en la constitución de suelos electorales de los partidos liberados de cualquier cuestionamiento amenazador. Así, la corrupción incesante y volcánica, no afecta a millones de personas que se pueden definir como adheridas incondicionalmente a un partido.
Dice Bertrand Russell que “Lo que se necesita no es la voluntad para creer, sino el deseo de averiguar, que es exactamente lo contrario.” Esta es la cuestión. El ciudadano deliberativo es un ser abierto a la información, a la reflexión, a la comunicación y el contraste. Pero el deseo de averiguar es neutralizado en aquellos que se nutren de la información televisiva, que construye los acontecimientos prescindiendo de sus raíces y su contexto, para privilegiar su presentación en formatos visuales que apelan a las emociones. Bombardeados por las novedades permanentes e impactos sensoriales, las personas son conducidas por la senda de las emociones de quita y pon. La factibilidad de la reflexión se reduce considerablemente.
Los episodios de fanatismo se multiplican alimentando la perplejidad. En un concierto de la Pantoja, protagonista acreditada del asalto a la ciudad de Marbella, las personas congregadas la aclaman e increpan a cualquier reportero del espectáculo por hacer preguntas. El vínculo emocional, que trasciende lo racional es una manifestación de un fanatismo inequívoco. Así en el fútbol y en otras esferas de la vida social. En la vida política se prodigan los acontecimientos de adhesión fervorosa a políticos corruptos. Las personas que lo protagonizan son inmunes a la información disponible.
Recuerdo un episodio trágico que me impresionó mucho y me hizo pensar. Fue en 1981 en Gérgal, Almería. En este tiempo se prodigaban atentados de ETA con víctimas en un ambiente de miedo y crispación. Tres jóvenes, dos de ellos de Santander, acudían a una boda. Fueron interceptados por la Guardia Civil, siendo confundidos con terroristas. Los tres murieron quemados. Este suceso tuvo un gran impacto mediático. Se procesó y condenó a los responsables. Esta tragedia generó una película. Pues bien, años después, con la información resuelta, en un bar de su pueblo, Camargo, varios paisanos comentaron al pasar una mujer: “Esta es la madre de uno de los terroristas de Almería”.
No se trata de un hecho aislado, sino por el contrario del efecto de varias causacione, entre las que destaca la preponderancia de la información televisiva. Siempre me ha impresionado confirmar que en las encuestas sobre consumos de televisión los entrevistados no recuerdan con precisión los contenidos de los informativos que vieron el día anterior. Soy profesor en una facultad de sociología, además de masoquista, pues todos los años solicito que me digan un nombre de un diputado o senador de la provincia. El resultado muestra un distanciamiento cósmico. El televidente es un ser social que se encuentra en un estado de suspensión del juicio.
Apelar al concepto de ciudadanía en esta situación me parece poco riguroso. Porque quienes acuden a las urnas a ratificar a aquellos que se han apropiado de recursos públicos, han tomado decisiones orientadas a favorecer los intereses de las empresas, han utilizado el estado como agencia de colocación de los suyos o se han desviado de las finalidades públicas, son cómplices de la demolición de las estructuras estatales. La condición simultánea de víctimas y cómplices es uno de los misterios que siempre me han fascinado. Se hace patente en los servicios públicos y los pacientes y los estudiantes son su máximo exponente. Los mismos que padecen las consecuencias de la degradación aceptan la continuidad mediante su silencio.
No se puede afirmar el fin de lo social, pero sí su reconfiguración drástica, uno de cuyos efectos principales es la transformación del estatuto de ciudadano. Ciertamente, en determinadas ocasiones se generan estados de efervescencia social en los que se multiplican las microacciones, la comunicación y la expectación colectiva. Pero los poderes saben que estos tienen fecha de caducidad. La cuestión estriba en ganar tiempo y esperar a su disipación, tras la que se recupera la mayoría cómplice, definida como silenciosa.
Así los poderes pueden constituir la mistificación de la ciudadanía. Las apelaciones a la ciudadanía son grotescas. El pepé llega a elogiar a los silenciosos contando a aquellos que no se han manifestado. Lo que verdaderamente cuenta son los que ejercen su voto en las elecciones, que en ausencia de espacios de ciudadanía en los que se pueda deliberar, devienen en un juego mediático que altera los sentidos de las situaciones. La información mediática actual se asemeja a un vodevil en el que se escenifican los devaneos en busca de parejas, tríos u otras convergencias. En este medio proliferan los ciudadanos cómplices que con su grado cero de crítica, consienten la reproducción de las situaciones de poder degradado.
La acción política se ha desplazado a lo virtual, generando una descompensación entre la influencia en los sondeos y la miseria de la acción colectiva sectorial y local. Los conflictos de este tiempo se encuentran asociados a un imaginario del miedo y la desesperanza. Se producen sin vínculos entre ellos, además de la ausencia de proyección política. Me impresiona muchísimo contemplar las imágenes de los preferentistas, de los actos masivos de Revilla o la decadencia de los movimientos estudiantiles. Los actores de estos conflictos no han mejorado sus capacidades de conocer y actuar. Su subordinación a las teles del cambio es manifiesta. Se encuentran congregados para configurar un escenario que nutra a los informativos. Así se convierten en argumento de tertulianos, comentaristas y expertos.
La invocación sagrada del cambio, junto a los relatos de los distintos líderes mediáticos da como resultado una definición de la situación que se aproxima a la fantasía. Porque junto a las imágenes y sonidos dirigidos a las esperanzadas audiencias se pone de manifiesto el esplendor de la corrupción, que es inseparable del sesgo e incapacidad del sistema judicial. Pero lo peor estriba en que la corrupción ha atravesado el umbral de la saturación. Los nuevos episodios se acumulan y se reiteran en la conciencia colectiva. En ausencia de experiencias democráticas locales y sectoriales la masa mediática sigue la regla de ese medio, produciéndose como una serie de éxito que atrae la atención durante un tiempo, para disiparse posteriormente al trasladarse a otro tema. La corrupción se transforma en un estado de opinión que se disipa.
Es inevitable recordar a Baudrillard “Bombardeadas por estímulos, por mensajes y por tests, las masas no son más que un yacimiento opaco, ciego, como esos montones de gas estelares que no se conocen más que a través de su espectro luminoso- espectro de radiaciones equivalentes a las estadísticas y a los sondeos- pero justamente: ya no puede tratarse de expresión o de representación, escasamente de simulación de algo social para siempre inexpresable e inexpresado. Tal es el sentido del silencio. Pero ese silencio es paradójico- no es un silencio que no habla, es un silencio que prohíbe que se hable en su nombre. Y en ese sentido, lejos de ser una forma de alienación, es un arma absoluta”.
La inquietante masa mediática de cómplices, que se fabrica en los guiones y los métodos de composición de las televisiones y sus fragmentos infinitos en youtube y las redes, envía las primeras señales de saturación frente al espectáculo mediatizado del cambio. La indiferencia y el distanciamiento anteceden a un cambio de guion. Esta serie es ya demasiado larga y los cómplices demandan un espectáculo nuevo dotado de imágenes, narrativas y fabulaciones renovadas.
Mientras tanto, la función continúa en las instituciones, neutralizando los conflictos sociales y desplazándolos en el tiempo. En una situación así, la indiferencia como forma de complicidad con los poderes adquiere su máxima dimensión. Los guiñoles del congreso y el senado pierden interés lenta pero inexorablemente. Los ciudadanos espectadores reclaman ser entretenidos mediante nuevos microrrelatos. Entre tanto, se producen situaciones susceptibles de alimentar a las televisiones y las redes. Las últimas son el encarcelamiento de los titiriteros o la historia fantástica de la señora Rita.
El concepto de la santidad de la ciudadanía se contrapone con la evidencia de la vida cotidiana, en la que se hace presente en todas las esferas una despolitización explosiva. Junto a este distanciamiento, una parte muy importante de las personas manifiesta inequívocamente comportamientos inscritos en el fanatismo. Este puede ser definido como asociado a un ser blindado herméticamente a cualquier información que contradiga su opción. En el tiempo presente el fanatismo se manifiesta en la constitución de suelos electorales de los partidos liberados de cualquier cuestionamiento amenazador. Así, la corrupción incesante y volcánica, no afecta a millones de personas que se pueden definir como adheridas incondicionalmente a un partido.
Dice Bertrand Russell que “Lo que se necesita no es la voluntad para creer, sino el deseo de averiguar, que es exactamente lo contrario.” Esta es la cuestión. El ciudadano deliberativo es un ser abierto a la información, a la reflexión, a la comunicación y el contraste. Pero el deseo de averiguar es neutralizado en aquellos que se nutren de la información televisiva, que construye los acontecimientos prescindiendo de sus raíces y su contexto, para privilegiar su presentación en formatos visuales que apelan a las emociones. Bombardeados por las novedades permanentes e impactos sensoriales, las personas son conducidas por la senda de las emociones de quita y pon. La factibilidad de la reflexión se reduce considerablemente.
Los episodios de fanatismo se multiplican alimentando la perplejidad. En un concierto de la Pantoja, protagonista acreditada del asalto a la ciudad de Marbella, las personas congregadas la aclaman e increpan a cualquier reportero del espectáculo por hacer preguntas. El vínculo emocional, que trasciende lo racional es una manifestación de un fanatismo inequívoco. Así en el fútbol y en otras esferas de la vida social. En la vida política se prodigan los acontecimientos de adhesión fervorosa a políticos corruptos. Las personas que lo protagonizan son inmunes a la información disponible.
Recuerdo un episodio trágico que me impresionó mucho y me hizo pensar. Fue en 1981 en Gérgal, Almería. En este tiempo se prodigaban atentados de ETA con víctimas en un ambiente de miedo y crispación. Tres jóvenes, dos de ellos de Santander, acudían a una boda. Fueron interceptados por la Guardia Civil, siendo confundidos con terroristas. Los tres murieron quemados. Este suceso tuvo un gran impacto mediático. Se procesó y condenó a los responsables. Esta tragedia generó una película. Pues bien, años después, con la información resuelta, en un bar de su pueblo, Camargo, varios paisanos comentaron al pasar una mujer: “Esta es la madre de uno de los terroristas de Almería”.
No se trata de un hecho aislado, sino por el contrario del efecto de varias causacione, entre las que destaca la preponderancia de la información televisiva. Siempre me ha impresionado confirmar que en las encuestas sobre consumos de televisión los entrevistados no recuerdan con precisión los contenidos de los informativos que vieron el día anterior. Soy profesor en una facultad de sociología, además de masoquista, pues todos los años solicito que me digan un nombre de un diputado o senador de la provincia. El resultado muestra un distanciamiento cósmico. El televidente es un ser social que se encuentra en un estado de suspensión del juicio.
Apelar al concepto de ciudadanía en esta situación me parece poco riguroso. Porque quienes acuden a las urnas a ratificar a aquellos que se han apropiado de recursos públicos, han tomado decisiones orientadas a favorecer los intereses de las empresas, han utilizado el estado como agencia de colocación de los suyos o se han desviado de las finalidades públicas, son cómplices de la demolición de las estructuras estatales. La condición simultánea de víctimas y cómplices es uno de los misterios que siempre me han fascinado. Se hace patente en los servicios públicos y los pacientes y los estudiantes son su máximo exponente. Los mismos que padecen las consecuencias de la degradación aceptan la continuidad mediante su silencio.
No se puede afirmar el fin de lo social, pero sí su reconfiguración drástica, uno de cuyos efectos principales es la transformación del estatuto de ciudadano. Ciertamente, en determinadas ocasiones se generan estados de efervescencia social en los que se multiplican las microacciones, la comunicación y la expectación colectiva. Pero los poderes saben que estos tienen fecha de caducidad. La cuestión estriba en ganar tiempo y esperar a su disipación, tras la que se recupera la mayoría cómplice, definida como silenciosa.
Así los poderes pueden constituir la mistificación de la ciudadanía. Las apelaciones a la ciudadanía son grotescas. El pepé llega a elogiar a los silenciosos contando a aquellos que no se han manifestado. Lo que verdaderamente cuenta son los que ejercen su voto en las elecciones, que en ausencia de espacios de ciudadanía en los que se pueda deliberar, devienen en un juego mediático que altera los sentidos de las situaciones. La información mediática actual se asemeja a un vodevil en el que se escenifican los devaneos en busca de parejas, tríos u otras convergencias. En este medio proliferan los ciudadanos cómplices que con su grado cero de crítica, consienten la reproducción de las situaciones de poder degradado.
La acción política se ha desplazado a lo virtual, generando una descompensación entre la influencia en los sondeos y la miseria de la acción colectiva sectorial y local. Los conflictos de este tiempo se encuentran asociados a un imaginario del miedo y la desesperanza. Se producen sin vínculos entre ellos, además de la ausencia de proyección política. Me impresiona muchísimo contemplar las imágenes de los preferentistas, de los actos masivos de Revilla o la decadencia de los movimientos estudiantiles. Los actores de estos conflictos no han mejorado sus capacidades de conocer y actuar. Su subordinación a las teles del cambio es manifiesta. Se encuentran congregados para configurar un escenario que nutra a los informativos. Así se convierten en argumento de tertulianos, comentaristas y expertos.
La invocación sagrada del cambio, junto a los relatos de los distintos líderes mediáticos da como resultado una definición de la situación que se aproxima a la fantasía. Porque junto a las imágenes y sonidos dirigidos a las esperanzadas audiencias se pone de manifiesto el esplendor de la corrupción, que es inseparable del sesgo e incapacidad del sistema judicial. Pero lo peor estriba en que la corrupción ha atravesado el umbral de la saturación. Los nuevos episodios se acumulan y se reiteran en la conciencia colectiva. En ausencia de experiencias democráticas locales y sectoriales la masa mediática sigue la regla de ese medio, produciéndose como una serie de éxito que atrae la atención durante un tiempo, para disiparse posteriormente al trasladarse a otro tema. La corrupción se transforma en un estado de opinión que se disipa.
Es inevitable recordar a Baudrillard “Bombardeadas por estímulos, por mensajes y por tests, las masas no son más que un yacimiento opaco, ciego, como esos montones de gas estelares que no se conocen más que a través de su espectro luminoso- espectro de radiaciones equivalentes a las estadísticas y a los sondeos- pero justamente: ya no puede tratarse de expresión o de representación, escasamente de simulación de algo social para siempre inexpresable e inexpresado. Tal es el sentido del silencio. Pero ese silencio es paradójico- no es un silencio que no habla, es un silencio que prohíbe que se hable en su nombre. Y en ese sentido, lejos de ser una forma de alienación, es un arma absoluta”.
La inquietante masa mediática de cómplices, que se fabrica en los guiones y los métodos de composición de las televisiones y sus fragmentos infinitos en youtube y las redes, envía las primeras señales de saturación frente al espectáculo mediatizado del cambio. La indiferencia y el distanciamiento anteceden a un cambio de guion. Esta serie es ya demasiado larga y los cómplices demandan un espectáculo nuevo dotado de imágenes, narrativas y fabulaciones renovadas.
Mientras tanto, la función continúa en las instituciones, neutralizando los conflictos sociales y desplazándolos en el tiempo. En una situación así, la indiferencia como forma de complicidad con los poderes adquiere su máxima dimensión. Los guiñoles del congreso y el senado pierden interés lenta pero inexorablemente. Los ciudadanos espectadores reclaman ser entretenidos mediante nuevos microrrelatos. Entre tanto, se producen situaciones susceptibles de alimentar a las televisiones y las redes. Las últimas son el encarcelamiento de los titiriteros o la historia fantástica de la señora Rita.
martes, 9 de febrero de 2016
¡OJO AL GORILA¡
La dinámica de la sociedad española es inquietante. En tanto que los nuevos contingentes de diputados nacionales y autonómicos, senadores y concejales allegados a las instituciones generan un discurso redundante, en el que abundan los términos equívocos, tales como “nueva política”, “mayoría social”, “cambio” y otros similares, se hace manifiesto un retroceso de las libertades patente. La nueva jerga contradice las realidades vividas en las instituciones, que siguen un curso inverso al espíritu de la propuesta del espectro que se define en la nueva política. El episodio de los titiriteros es clarificador. El aparato judicial resuelve la cuestión con una agilidad insólita. El estado penal comparece tras las tinieblas que envuelven a las instituciones.
La deriva de las élites y las instituciones es alarmante, cuestionando la definición de la realidad de los recién llegados y sus “reservas” mediáticas. La libertad de expresión se encuentra bajo mínimos históricos. Se han configurado varios temas tabú que son innombrables. Cualquier alusión a los mismos desencadena un volcán de condenas y de sentimientos negativos. La intolerancia se apropia de una parte del espacio público en el que se conforman temas que no pueden ser aludidos, sin excepción alguna, pues de lo contrario son literalmente lapidados por una horda vociferante. Se está conformando un fundamentalismo español en un contexto de declive económico e institucional. He dicho fundamentalismo para ser riguroso y preciso.
Por eso he tomado la decisión de aludir en este blog a los temas prohibidos-- sí, prohibidos-- en tanto que no se permiten las diferencias, ni pueden mencionar bajo riesgo de ser lapidado mediáticamente. Lo haré los próximos días. Pero ahora, apresuradamente, saco a la luz una de las cancioncillas de mi juventud. Es el gorila de Brassens. Este es uno de los críticos más perspicaces de la vida, siempre amenazada por la autoridad de turno. Como poeta y músico, Brassens practicaba un humor corrosivo que siempre me ha fascinado, en tanto que es inseparable de la lucidez.
¡ojo al gorila¡
La deriva de las élites y las instituciones es alarmante, cuestionando la definición de la realidad de los recién llegados y sus “reservas” mediáticas. La libertad de expresión se encuentra bajo mínimos históricos. Se han configurado varios temas tabú que son innombrables. Cualquier alusión a los mismos desencadena un volcán de condenas y de sentimientos negativos. La intolerancia se apropia de una parte del espacio público en el que se conforman temas que no pueden ser aludidos, sin excepción alguna, pues de lo contrario son literalmente lapidados por una horda vociferante. Se está conformando un fundamentalismo español en un contexto de declive económico e institucional. He dicho fundamentalismo para ser riguroso y preciso.
Por eso he tomado la decisión de aludir en este blog a los temas prohibidos-- sí, prohibidos-- en tanto que no se permiten las diferencias, ni pueden mencionar bajo riesgo de ser lapidado mediáticamente. Lo haré los próximos días. Pero ahora, apresuradamente, saco a la luz una de las cancioncillas de mi juventud. Es el gorila de Brassens. Este es uno de los críticos más perspicaces de la vida, siempre amenazada por la autoridad de turno. Como poeta y músico, Brassens practicaba un humor corrosivo que siempre me ha fascinado, en tanto que es inseparable de la lucidez.
¡ojo al gorila¡
domingo, 7 de febrero de 2016
TORNALLOM: LA APOTEOSIS DE GOLIAT
Tornallom es la historia de la población de La Punta, en Valencia, que es expulsada de su espacio para ser reconvertido por la expansión del Puerto de Valencia. Se trata de un conflicto sórdido, en la que la desigualdad de las fuerzas es patente. Los expulsados de sus tierras no tienen otra opción que resistir ante el poderoso complejo del progreso, que moviliza todos sus recursos. Este video fue visionado en la clase de Sociología de los Movimientos Sociales, dando lugar a conversaciones, discusiones y analogías con otros conflictos urbanos. Así es que la asignatura desapareció en la penúltima reforma universitaria, impulsada por el mismo complejo de poder que el del Puerto de Valencia. En las próximas semanas bajaré aquí otros videos de la fenecida asignatura.
Este conflicto acaecido en el final de los años noventa y consumado en 2003, es paradigmático de la España actual. El poder del cemento impone su proyecto sin considerar sus efectos en poblaciones afectadas. Estas son consideradas como “atrasadas” desde la racionalidad del crecimiento. Así, los no funcionales a la razón constructora son avasallados sin ninguna consideración. El destino de aquellos que no se adecúan a los imperativos de la productividad del sistema asfáltico, es el de ser concentrados en uno de los contenedores humanos asignados para este excedente humano. Estos son las periferias de las ciudades y áreas metropolitanas.
Todavía me impresiona ver las imágenes de este video. La razón por la que lo saco ahora es contribuir a su visibilidad. Desde la perspectiva de hoy se puede comprender en este caso la emergencia de Podemos. Porque los pobladores de La Punta nunca estuvieron representados, ni por el poder ni por la leal oposición. Las instituciones políticas del postfranquismo han sido ajenas a los deshechos humanos diseminados por las periferias urbanas de tan próspera sociedad.
No puedo dejar de evocar la secuencia de la presencia del curso de verano de la universidad. En medio de un paisaje de demolición y conflicto social, en el que las fuerzas de seguridad se apropian del territorio y donde el cerco de las grandes máquinas, las infraestructuras y los servidores múltiples del estado a la agricultura residual y sus pobladores se hace patente, la actividad académica sigue su curso con una indiferencia patética. Supongo que sería un curso con contenidos distintos a las ciencias sociales, lo cual construye una barrera inexpugnable. Así se acredita la magnitud imponente de la torre de marfil, que funda su escisión de la realidad en la división disciplinar.
La pertinencia de visionar ahora este video se refuerza por el destino fatal de sus ejecutores, la banda de la señora Rita, que han protagonizado un formidable episodio de producción y proliferación de edificios e infraestructuras, debilitando las organizaciones públicas mediante la desviación de fines. El final de su ciclo es de desolación por expansión de las periferias-contenedores y debilitación de las estructuras productivas. Los edificios, las autopistas, los ferrocarriles y otros ingredientes sustentados en el hormigón, devienen en una sombra de una sociedad con una tasa relevante de siniestralidad, entendida como lo siniestro acumulado.
Escribiendo estas líneas me he acordado de Rafael Chirbes, de varios estudiantes valencianos que pasaron por la clase, así como de algunos estudiantes europeos y latinoamericanos a los que este video suscitó dudas acerca del milagro español. Por eso recomiendo vivamente a las personas que visitan este blog, desde América y Europa principalmente, que lo visionen. Es un verdadero documento de la apoteosis española de Goliat.
Se agradece cualquier comentario.
Este conflicto acaecido en el final de los años noventa y consumado en 2003, es paradigmático de la España actual. El poder del cemento impone su proyecto sin considerar sus efectos en poblaciones afectadas. Estas son consideradas como “atrasadas” desde la racionalidad del crecimiento. Así, los no funcionales a la razón constructora son avasallados sin ninguna consideración. El destino de aquellos que no se adecúan a los imperativos de la productividad del sistema asfáltico, es el de ser concentrados en uno de los contenedores humanos asignados para este excedente humano. Estos son las periferias de las ciudades y áreas metropolitanas.
Todavía me impresiona ver las imágenes de este video. La razón por la que lo saco ahora es contribuir a su visibilidad. Desde la perspectiva de hoy se puede comprender en este caso la emergencia de Podemos. Porque los pobladores de La Punta nunca estuvieron representados, ni por el poder ni por la leal oposición. Las instituciones políticas del postfranquismo han sido ajenas a los deshechos humanos diseminados por las periferias urbanas de tan próspera sociedad.
No puedo dejar de evocar la secuencia de la presencia del curso de verano de la universidad. En medio de un paisaje de demolición y conflicto social, en el que las fuerzas de seguridad se apropian del territorio y donde el cerco de las grandes máquinas, las infraestructuras y los servidores múltiples del estado a la agricultura residual y sus pobladores se hace patente, la actividad académica sigue su curso con una indiferencia patética. Supongo que sería un curso con contenidos distintos a las ciencias sociales, lo cual construye una barrera inexpugnable. Así se acredita la magnitud imponente de la torre de marfil, que funda su escisión de la realidad en la división disciplinar.
La pertinencia de visionar ahora este video se refuerza por el destino fatal de sus ejecutores, la banda de la señora Rita, que han protagonizado un formidable episodio de producción y proliferación de edificios e infraestructuras, debilitando las organizaciones públicas mediante la desviación de fines. El final de su ciclo es de desolación por expansión de las periferias-contenedores y debilitación de las estructuras productivas. Los edificios, las autopistas, los ferrocarriles y otros ingredientes sustentados en el hormigón, devienen en una sombra de una sociedad con una tasa relevante de siniestralidad, entendida como lo siniestro acumulado.
Escribiendo estas líneas me he acordado de Rafael Chirbes, de varios estudiantes valencianos que pasaron por la clase, así como de algunos estudiantes europeos y latinoamericanos a los que este video suscitó dudas acerca del milagro español. Por eso recomiendo vivamente a las personas que visitan este blog, desde América y Europa principalmente, que lo visionen. Es un verdadero documento de la apoteosis española de Goliat.
Se agradece cualquier comentario.
viernes, 5 de febrero de 2016
MEMORIAS DE LA EXTRAVAGANCIA. MIL Y UNO AGRAVIOS
En el curso de mi trayectoria como sociólogo de cuerpo presente en el campo sanitario han tenido lugar muchas vicisitudes, pero en muy contados casos afectaron a mi conciencia. En distintas ocasiones fui muy asertivo con quienes solicitaban mi intervención, haciendo manifiestas mis dudas acerca de la definición del servicio que me proponían. Pero el caso del hospital General Yagüe de Burgos en 1987 representa una excepción. Mi trabajo, que nutría mi currículum profesional, terminó generando daños colaterales, que siempre se concentran en las víctimas inocentes. Este episodio contribuyó decisivamente en mi formación, en tanto que fue la primera confrontación con los gerentes.
En los años anteriores había colaborado en la creación de un servicio nuevo en el hospital de Valdecilla en Santander. Este era el Servicio de Información y Atención al usuario. La idea que lo animaba procedía del entorno de esos años, en los que la idea del cambio, derivada de la victoria del PSOE en el 82, sustentaba múltiples proyectos. En ese tiempo se vivía una situación abierta, en busca de nuevas ideas. En el caso de Valdecilla, dominaba la idea de crear una estructura nueva capaz de maximizar y distribuir la información, compensando las estructuras de servicios convencionales del hospital, que se encontraban burocratizadas y anquilosadas.
La experiencia fue muy viva. Se creó un equipo muy competente y con alto grado de motivación. Este estaba compuesto por auxiliares de enfermería y administrativos. El espíritu de la época se hacía presente esplendorosamente. Allí se generaban ideas e iniciativas múltiples. Hicimos un curso de comunicación con el equipo que resultó fantástico por el clima que se respiraba. Tanto este como en otros cursos que impartí en la escuela de enfermería, estaban llenos de energía, de gente con muchas ganas de aprender, de hacer cosas nuevas, de promover ideas y de mejorar las organizaciones y la asistencia.
Esta experiencia forma parte de lo que he denominado en este blog como “la primavera hospitalaria”. El entorno del cambio y el acceso a las direcciones hospitalarias de profesionales procedentes de la izquierda fueron factores fundamentales. Pero un factor desempeñó un papel imprescindible. Se trataba de los efectos que había generado la expansión hospitalaria en los años setenta. Los hospitales contrataron una ingente cantidad de profesionales sanitarios, así como de auxiliares de enfermería y personal administrativo. En el mercado de trabajo de entonces, la expansión sanitaria representó una oportunidad para muchas mujeres que compensaba las limitaciones de los empleos tradicionales. Así, no sólo en la sanidad, sino también en la banca u otros sectores laborales, una nueva generación muy cualificada y con expectativas al alza desembarcó en las plantillas en expansión.
El nuevo servicio de información o cualquier otra estructura nueva, más allá de las estamentales convencionales, disponía de un personal sobrecualificado e hipermotivado. Así se configuró un equipo de alta capacidad y motivación. Los tiempos de su fundación fueron formidables por las posibilidades que ofrecían inscritas en un horizonte abierto. Con el paso de los años las innovaciones son reabsorbidas por la institución, que siempre se recupera para procesar la transformación insertándola en la estructura y en la cultura organizacional común.
El éxito del nuevo servicio fue incuestionable. Se configuró un equipo móvil que acreditó su capacidad de aprender y resolver problemas. Uno de sus puntos fuertes era la visibilidad, así como la relación cara a cara con los pacientes. En 1987 me llamaron del Hospital General Yagüe de Burgos, porque querían configurar un servicio de información de características similares. Esta experiencia me confirmó un precepto fundamental para un sociólogo como yo, hijo de la sociología de la acción y el retorno del actor posfuncionalista. Este es que cada acontecimiento o hecho social siempre es rigurosamente singular.
El General Yagüe en este tiempo era un hospital destartalado y que hacía honor a su vetusto nombre. En Valdecilla las reformas tuvieron lugar en los últimos años del franquismo, siendo promovidas por élites médicas que impulsaron un proyecto ambicioso, fundado en una considerable motivación para el logro con finalidades clínicas. Pero en el caso de Burgos, el hospital no había vivido impulsos internos. Las sucesivas direcciones se habían focalizado a administrar las cuestiones del día a día. De ahí resultaba una diferencia muy importante en el espíritu del hospital. En tanto que en Valdecilla las élites clínicas se encontraban en un estado de movilización, el General Yagüe se encontraba subordinado a una burocracia amorfa cuyo objetivo era cumplir las reglas.
Desde el primer día en que llegué al hospital constaté la situación, que se reforzaba por una dirección que encajaba en el molde de la administración convencional y un clima organizacional aletargado. En este contexto me encargaron la conformación de un equipo para el nuevo servicio. En este caso no disponían de recursos de personal asistencial. Entonces tomaron la decisión de utilizar personal de limpieza. Pero esta era arriesgada debido a la jungla de normas y regulaciones laborales de las empresas públicas. Al final resultó que no era posible integrarlas en un estatuto diferente. Así se conformó el drama.
Porque las candidatas que se presentaron a la selección tenían las mismas características que las auxiliares de Valdecilla. Eran chicas jóvenes, muy inteligentes y llenas de energía, orientadas a mejorar su futuro en este trabajo de relación. Hice entrevistas personales y seleccioné al grupo. Creo recordar que fueron doce personas. Las entrevistas fueron una experiencia para mí mismo, pues pude vivir la fuerza que imprime una situación de movilidad social en las personas. Todas eran jóvenes con una excepción. Una de ellas era una mujer mayor de cincuenta años. Era una mujer fuerte personalmente en tanto que con su edad había tenido que vivir en su juventud situaciones duras. Me dijo en la conversación que había trabajado en una pastelería y que sabía distinguir muy bien entre distintos tipos de gente. Al final se despidió afirmando la dificultad de ser seleccionada, en tanto que las chicas jóvenes tenían mejores competencias. Seguí el precepto futbolístico de seleccionarla diciendo que el equipo sería “ella y once más”.
El curso fue fantástico. Hubo sesiones de fundamentos de comunicación, de comunicación no verbal, de conversaciones, de técnicas de información, de sociología de los usuarios y de conocimiento del hospital. Todas participaban en todos los casos, las escenificaciones y las aplicaciones. Para mí fue una experiencia docente y personal fantástica. Algunas tenían una inteligencia muy considerable que no habían podido desarrollar en la educación por los condicionamientos asociados a sus posiciones sociales. El ambiente de las sesiones era muy enérgico y se hacía manifiesta una ilusión compartida de alto voltaje.
Pero ellas seguían desempeñando su papel de limpiadoras siendo eximidas los días del curso. Cuando volvían a su tarea experimentaban el rechazo de sus compañeras, mediante la multiplicación de maledicencias, chismes, leyendas, humor agresivo y otros componentes de un mal clima. En un sistema humano como es una plantilla de un hospital el rechazo a la promoción por medio de canales no convencionales era enorme. Así se generó un sumatorio de agresiones. El personal sanitario entendía que usurpaban sus funciones, también los administrativos y celadores. Sus compañeras de limpieza las percibían como enchufadas. El malestar se acumulaba. Cuando circulaba con ellas por el hospital la hostilidad se hacía patente en unas formas inquietantes. Tras esta se encontraba latente la lógica estamental implacable que vetaba al estamento considerado inferior, como es el del personal de limpieza.
Cuando concluyó el curso, la dirección pensaba el uniforme del servicio y la fecha de su puesta en marcha llegó la noticia fatal. El gerente nos informó acerca de la situación de cancelación del servicio por razones de impedimentos legales. La noticia fue una bomba para el grupo, porque bloqueaba la posibilidad de su promoción, pero, además, tenían que regresar a su medio laboral devenido en un infierno. Pude vivir la desigualdad una vez más. Yo cobré mi servicio y seguí mi trayectoria de profesional semimercenario, en tanto que ellas quedaban inmovilizadas y penalizadas. La despedida fue terrible. Algunas no quisieron hacerlo. El comportamiento del gerente fue manifiestamente frívolo. Para él fue un experimento no consumado liberado de consecuencias. Desde su lejana perspectiva ni siquiera pensó en estas mujeres.
Muchos años después, como profesor de sociología de los movimientos sociales en Granada, entre los vídeos que se proyectaban en el curso sobre conflictos urbanos, pasaba uno sobre la movilización del barrio de Gamonal en Burgos en contra de un aparcamiento. En la oscuridad del aula, viendo las imágenes activaba mi recuerdo de estas mujeres. Creía reconocerlas en las sucesivas secuencias y me preguntaba acerca de si alguno de los jóvenes activistas serían sus hijos. Mis emociones subían de tono. En mis intervenciones en el coloquio explicaba que las personas involucradas en este conflicto habrían padecido antes mil agravios. En uno de ellos estuve involucrado yo mismo. Este sería el agravio mil uno.
En los años anteriores había colaborado en la creación de un servicio nuevo en el hospital de Valdecilla en Santander. Este era el Servicio de Información y Atención al usuario. La idea que lo animaba procedía del entorno de esos años, en los que la idea del cambio, derivada de la victoria del PSOE en el 82, sustentaba múltiples proyectos. En ese tiempo se vivía una situación abierta, en busca de nuevas ideas. En el caso de Valdecilla, dominaba la idea de crear una estructura nueva capaz de maximizar y distribuir la información, compensando las estructuras de servicios convencionales del hospital, que se encontraban burocratizadas y anquilosadas.
La experiencia fue muy viva. Se creó un equipo muy competente y con alto grado de motivación. Este estaba compuesto por auxiliares de enfermería y administrativos. El espíritu de la época se hacía presente esplendorosamente. Allí se generaban ideas e iniciativas múltiples. Hicimos un curso de comunicación con el equipo que resultó fantástico por el clima que se respiraba. Tanto este como en otros cursos que impartí en la escuela de enfermería, estaban llenos de energía, de gente con muchas ganas de aprender, de hacer cosas nuevas, de promover ideas y de mejorar las organizaciones y la asistencia.
Esta experiencia forma parte de lo que he denominado en este blog como “la primavera hospitalaria”. El entorno del cambio y el acceso a las direcciones hospitalarias de profesionales procedentes de la izquierda fueron factores fundamentales. Pero un factor desempeñó un papel imprescindible. Se trataba de los efectos que había generado la expansión hospitalaria en los años setenta. Los hospitales contrataron una ingente cantidad de profesionales sanitarios, así como de auxiliares de enfermería y personal administrativo. En el mercado de trabajo de entonces, la expansión sanitaria representó una oportunidad para muchas mujeres que compensaba las limitaciones de los empleos tradicionales. Así, no sólo en la sanidad, sino también en la banca u otros sectores laborales, una nueva generación muy cualificada y con expectativas al alza desembarcó en las plantillas en expansión.
El nuevo servicio de información o cualquier otra estructura nueva, más allá de las estamentales convencionales, disponía de un personal sobrecualificado e hipermotivado. Así se configuró un equipo de alta capacidad y motivación. Los tiempos de su fundación fueron formidables por las posibilidades que ofrecían inscritas en un horizonte abierto. Con el paso de los años las innovaciones son reabsorbidas por la institución, que siempre se recupera para procesar la transformación insertándola en la estructura y en la cultura organizacional común.
El éxito del nuevo servicio fue incuestionable. Se configuró un equipo móvil que acreditó su capacidad de aprender y resolver problemas. Uno de sus puntos fuertes era la visibilidad, así como la relación cara a cara con los pacientes. En 1987 me llamaron del Hospital General Yagüe de Burgos, porque querían configurar un servicio de información de características similares. Esta experiencia me confirmó un precepto fundamental para un sociólogo como yo, hijo de la sociología de la acción y el retorno del actor posfuncionalista. Este es que cada acontecimiento o hecho social siempre es rigurosamente singular.
El General Yagüe en este tiempo era un hospital destartalado y que hacía honor a su vetusto nombre. En Valdecilla las reformas tuvieron lugar en los últimos años del franquismo, siendo promovidas por élites médicas que impulsaron un proyecto ambicioso, fundado en una considerable motivación para el logro con finalidades clínicas. Pero en el caso de Burgos, el hospital no había vivido impulsos internos. Las sucesivas direcciones se habían focalizado a administrar las cuestiones del día a día. De ahí resultaba una diferencia muy importante en el espíritu del hospital. En tanto que en Valdecilla las élites clínicas se encontraban en un estado de movilización, el General Yagüe se encontraba subordinado a una burocracia amorfa cuyo objetivo era cumplir las reglas.
Desde el primer día en que llegué al hospital constaté la situación, que se reforzaba por una dirección que encajaba en el molde de la administración convencional y un clima organizacional aletargado. En este contexto me encargaron la conformación de un equipo para el nuevo servicio. En este caso no disponían de recursos de personal asistencial. Entonces tomaron la decisión de utilizar personal de limpieza. Pero esta era arriesgada debido a la jungla de normas y regulaciones laborales de las empresas públicas. Al final resultó que no era posible integrarlas en un estatuto diferente. Así se conformó el drama.
Porque las candidatas que se presentaron a la selección tenían las mismas características que las auxiliares de Valdecilla. Eran chicas jóvenes, muy inteligentes y llenas de energía, orientadas a mejorar su futuro en este trabajo de relación. Hice entrevistas personales y seleccioné al grupo. Creo recordar que fueron doce personas. Las entrevistas fueron una experiencia para mí mismo, pues pude vivir la fuerza que imprime una situación de movilidad social en las personas. Todas eran jóvenes con una excepción. Una de ellas era una mujer mayor de cincuenta años. Era una mujer fuerte personalmente en tanto que con su edad había tenido que vivir en su juventud situaciones duras. Me dijo en la conversación que había trabajado en una pastelería y que sabía distinguir muy bien entre distintos tipos de gente. Al final se despidió afirmando la dificultad de ser seleccionada, en tanto que las chicas jóvenes tenían mejores competencias. Seguí el precepto futbolístico de seleccionarla diciendo que el equipo sería “ella y once más”.
El curso fue fantástico. Hubo sesiones de fundamentos de comunicación, de comunicación no verbal, de conversaciones, de técnicas de información, de sociología de los usuarios y de conocimiento del hospital. Todas participaban en todos los casos, las escenificaciones y las aplicaciones. Para mí fue una experiencia docente y personal fantástica. Algunas tenían una inteligencia muy considerable que no habían podido desarrollar en la educación por los condicionamientos asociados a sus posiciones sociales. El ambiente de las sesiones era muy enérgico y se hacía manifiesta una ilusión compartida de alto voltaje.
Pero ellas seguían desempeñando su papel de limpiadoras siendo eximidas los días del curso. Cuando volvían a su tarea experimentaban el rechazo de sus compañeras, mediante la multiplicación de maledicencias, chismes, leyendas, humor agresivo y otros componentes de un mal clima. En un sistema humano como es una plantilla de un hospital el rechazo a la promoción por medio de canales no convencionales era enorme. Así se generó un sumatorio de agresiones. El personal sanitario entendía que usurpaban sus funciones, también los administrativos y celadores. Sus compañeras de limpieza las percibían como enchufadas. El malestar se acumulaba. Cuando circulaba con ellas por el hospital la hostilidad se hacía patente en unas formas inquietantes. Tras esta se encontraba latente la lógica estamental implacable que vetaba al estamento considerado inferior, como es el del personal de limpieza.
Cuando concluyó el curso, la dirección pensaba el uniforme del servicio y la fecha de su puesta en marcha llegó la noticia fatal. El gerente nos informó acerca de la situación de cancelación del servicio por razones de impedimentos legales. La noticia fue una bomba para el grupo, porque bloqueaba la posibilidad de su promoción, pero, además, tenían que regresar a su medio laboral devenido en un infierno. Pude vivir la desigualdad una vez más. Yo cobré mi servicio y seguí mi trayectoria de profesional semimercenario, en tanto que ellas quedaban inmovilizadas y penalizadas. La despedida fue terrible. Algunas no quisieron hacerlo. El comportamiento del gerente fue manifiestamente frívolo. Para él fue un experimento no consumado liberado de consecuencias. Desde su lejana perspectiva ni siquiera pensó en estas mujeres.
Muchos años después, como profesor de sociología de los movimientos sociales en Granada, entre los vídeos que se proyectaban en el curso sobre conflictos urbanos, pasaba uno sobre la movilización del barrio de Gamonal en Burgos en contra de un aparcamiento. En la oscuridad del aula, viendo las imágenes activaba mi recuerdo de estas mujeres. Creía reconocerlas en las sucesivas secuencias y me preguntaba acerca de si alguno de los jóvenes activistas serían sus hijos. Mis emociones subían de tono. En mis intervenciones en el coloquio explicaba que las personas involucradas en este conflicto habrían padecido antes mil agravios. En uno de ellos estuve involucrado yo mismo. Este sería el agravio mil uno.