Presentación
PRESENTACIÓN Tránsitos Intrusos se propone compartir una mirada que tiene la pretensión de traspasar las barreras que las instituciones, las organizaciones, los poderes y las personas constituyen para conservar su estatuto de invisibilidad, así como los sistemas conceptuales convencionales que dificultan la comprensión de la diversidad, l a complejidad y las transformaciones propias de las sociedades actuales.
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Juan Irigoyen es hijo de Pedro y María Josefa. Ha sido activista en el movimiento estudiantil y militante político en los años de la transición, sociólogo profesional en los años ochenta y profesor de Sociología en la Universidad de Granada desde 1990.Desde el verano de 2017 se encuentra liberado del trabajo automatizado y evaluado, viviendo la vida pausadamente. Es observador permanente de los efectos del nuevo poder sobre las vidas de las personas. También es evaluador acreditado del poder en sus distintas facetas. Para facilitar estas actividades junta letras en este blog. |
viernes, 8 de enero de 2016
LAS FLORES A LAS SEÑORAS DE LA LIMPIEZA Y LAS FILAS INDIAS
La idea de este texto procede de la visualización en mi entorno cotidiano de las condiciones laborales progresivamente aciagas de las mujeres de la limpieza de la universidad. La empresa desarrolla una política de personal muy agresiva, minimizando los salarios, reduciendo la plantilla e incrementando la carga de trabajo. Cada negociación es una vuelta de la tuerca en la dirección de mermar los antaño derechos laborales. En particular, en los últimos quince años se evidencia la eliminación de mujeres que han dejado de ser jóvenes. Estas desaparecen en el silencio de los pasillos. Me pregunto en dónde están, aunque me las imagino en el limbo de los números, arrojadas al margen de la senda de las luces y el triunfalismo. La fuerza laboral es tratada por métodos utilizados antaño en la trata de esclavos, seleccionando a los más fuertes y descartando a los más débiles. Este infortunio compartido tiene lugar ante la invisibilidad e indiferencia de las personas próximas en su trabajo.
Todo empezó casualmente. Las señoras de la limpieza estaban sometidas al nuevo modelo de gestión de las empresas de servicios, que en esos años se regían por el principio de abaratar los costes laborales para incrementar los beneficios desbocados. El mercado de trabajo proporcionaba miles de jóvenes candidatas que ni siquiera preguntaban acerca de las condiciones laborales. Consideraban un privilegio estar un tiempo sucinto en esta situación de sobrecarga de trabajo, para volver de nuevo al extraño mundo de las colas de espera del paro, estimuladas por la esperanza de repetir, en tanto que su pasaporte laboral se había reforzado.
No sé cómo ocurrió pero un día varias personas, profesores y algún estudiante, informados del penúltimo episodio de retroceso laboral de estas empleadas, convinieron comprar unas flores y entregárselas en la facultad. Con esta acción no pretendían mejorar inmediatamente sus condiciones laborales, en tanto que eran conscientes de su insignificancia en el campo de fuerzas que decide acerca de las mismas. Lo que querían era expresar su reconocimiento y revalorizar su trabajo. Se trataba de poner de manifiesto un gesto hacia quienes realizan el trabajo de limpiar cada día las aulas, los pasillos, los retretes, los despachos y las escaleras. Porque este trabajo era invisible en el mundo fragmentado y automatizado de la facultad. El objetivo era la evocación pública a su aportación y la simbolización de su dignidad laboral.
Fue difícil determinar cómo hacerlo. Pero al final se hizo la entrega a media mañana en un hall por el que pasaban varias limpiadoras. Se abordó a tres de ellas para contarles que las flores eran para todas, así como el sentido del agasajo. Se les pidió que lo hicieran llegar a sus compañeras del turno de tarde. En el momento de la entrega las mujeres se manifestaron perplejas e inseguras. No sabían bien cómo interpretarlo. Los universitarios fueron cálidos y cordiales, aunque la situación era extraña, en tanto que inédita. Tras una conversación un poco forzada en unos breves minutos las personas retornaron a sus tareas. Como ninguna de las señoras de limpieza decidió hacerse cargo del ramo de flores este se decidió dejar el ramo en un lugar de paso cercano a su salida.
Este suceso apenas tuvo un impacto en el gélido y fragmentado sistema humano de relaciones de la universidad. Entre las limpiadoras se comentó mucho, aunque aparecieron distintas interpretaciones. Entre profesores, estudiantes y personal de administración apenas se habló. Parecía un suceso aislado. Pero en los días siguientes, algunos encuentros rutinarios en los pasillos-desiertos, se produjeron intercambios de saludos y algunas palabras cordiales que rompían la pauta de la indiferencia glacial inscrita en el convencional “buenos días”. En las semanas siguientes se volvió a repetir la historia de las flores y los pasillos fueron testigos de cierta descongelación de las relaciones, que ciertamente afectaba a muy pocas personas. En estos encuentros se comentaron algunas incidencias de enfermedades, problemas laborales y de las condiciones de trabajo. Todas ellas en clave cotidiana.
En los meses siguientes este suceso se comentó en las redes y comenzaron a producirse otros semejantes en distintos ámbitos sociales. Algunas de las personas participantes en la experiencia del 15 M, así como otras personas decepcionadas con el curso y el desenlace de los conflictos convencionales, así como con el devenir del campo político, que los convertía en aplaudidores, espectadores y cuerpos inertes que llenan los espacios de las movilizaciones convencionales, contribuyeron a su promoción. De este modo se tuvieron lugar muchas acciones de reconocimiento a distintos empleados precarios, trabajadores en conflicto, informales, cuidadores y otras categorías. Algunas mañanas, pequeños grupos de personas acudían a las oficinas del inem, para manifestar su apoyo y reconocimiento a los allí congregados. Se hicieron representaciones teatralizadas cargadas de humor criticando el currículum y algunos músicos actuaron allí. También tuvieron lugar distintos eventos minúsculos como el apoyo a los nuevos contratados en distintos sectores laborales y también a quienes finalizaban los contratos.
Estas microacciones se realizaban de forma diferente al pasado. Eran encuentros breves en los que se producía una conversación en clave cotidiana. En ellos se afirmaba la idea de que todas las personas tenemos distintas capacidades y somos necesarias. En el caso de las situaciones de infortunio la responsabilidad no era de la persona sino de una sociedad incapaz de promover actividades inclusivas. No se proponía nada específico sino promocionar la ayuda mutua , reconocer a la gente y mostrarle sentimientos de apoyo. De este modo se abría una brecha en el sistema cotidiano de las personas vulnerables que se encuentran rigurosamente atomizadas e individualizadas, fragmentando su cotidianeidad en esferas separadas que les conferían el papel de trabajadores, viajeros, espectadores, consumidores y usuarios de actividades de ocio.
El episodio de las flores a las señoras de la limpieza y la estela de microacciones que propició, coincidió con otro acontecimiento nuevo. En esos días tenía lugar el juicio del caso Nos, en el que se encontraba imputada la Infanta Cristina. Resulta que, dadas las prácticas predominantes en la justicia de ese tiempo, esta fue eximida de su responsabilidad mediante su homologación con el caso de un célebre banquero, que se denominaba como “la doctrina Botín”. Este evento suscitó una gran indignación que acrecentó las intensidades mediáticas. Pero la gente, convertida en espectadores, no tenía ninguna posibilidad de protestar efectivamente. Se ponía de manifiesto que las protestas contra la corrupción desbocada apenas tenían influencia. Entonces, algunos grupos pusieron en marcha una idea que generó una nueva forma de protesta.
Se trataba de caminar por las aceras en fila india. El tránsito se hacía en relativo silencio. La gente que lo inventó y lo puso en marcha eran personas insatisfechas con las pautas de la movilización convencional. El código de estas era la concurrencia en una masa de cuerpos de gran magnitud. Pero estas concentraciones habían manifestado sus limitaciones, en tanto que a partir de un umbral se estancaban, su reiteración erosionaba su significación y otorgaban un papel pasivo a los participantes. Solo en algunas situaciones límite eran eficaces, tales como las de la guerra de Irak, las del 15M o las primeras contra los recortes. Pero era imposible sostenerlas y su declive era inexorable. Estas se inscribían en el paradigma de lo grande y lo global en detrimento de lo pequeño, lo singular y lo vivo.
La proliferación de conflictos había generado una reacción adversa de los poderes de la época, que concluyó en su penalización mediante la nueva ley de seguridad ciudadana. Con este arsenal represivo, el partido popular y sus socios consentidores del parlamento habían conseguido menguar las grandes concentraciones. Las filas indias fueron la primera respuesta imaginativa que revertía la situación. La fila india procede de las caminatas de los indios en una geografía adversa que estrechaba los senderos. La metáfora era perfecta. En España, hace algunos años, un movimiento feminista, Precarias a la Deriva, reinventó el paseo en grupo y en fila, dotándolo de sentido.
La fila india ofrece un papel activo a muchos activistas degradados en las actividades pasivas de las grandes manifestaciones. Significa la recuperación del sentido de disputar el espacio público vaciado por un sistema político que privilegia sus dispositivos penales y policiales. Así se genera una contestación visible, perceptible y difícil de neutralizar. Se trata de evidenciar una crítica a un poder manifiestamente autoritario, que se funda sobre una ciudadanía manifestada en la ficción de las encuestas, la participación en las audiencias y la excepción de los alegres días de las elecciones. Frente a este poder el movimiento exporta la contestación y la disemina.
Las filas indias constituyeron un acto creativo de un movimiento poderoso y difícil. Cada participante era imprescindible en tanto que testimonio crítico de lo que el poder autoritario invisibiliza. La forma de estar así en el espacio público remitía a la dignidad y a la inteligencia. Todos los partícipes son necesarios como testimonio vivo en el espacio público de crítica al poder. Así, evidenciaban que eran imprescindibles en la contestación a la corrupción y el autoritarismo, reafirmando un modelo de acción colectiva que significaba una pequeña experiencia de democracia móvil, que se disemina por el espacio público dotándolo de un nuevo sentido.
Se había creado una nueva forma de acción, muy adecuada a las nuevas sociedades y subjetividades. Esta era diferente a su antecesor, el piquete de huelga. Sus supuestos y sus métodos son distintos. En tanto que el piquete interviene proponiendo un comportamiento, la fila india se rige por el supuesto de la visibilización de lo oculto, de lo impresentable del poder. El sentido es estar expuesto a las miradas de los próximos. La producción y persistencia de un espectáculo que hace posible la erosión de la imagen que trasmiten los medios. La evocación de las madres de mayo argentinas es imprescindible. Por eso, a diferencia del piquete es preciso controlar los lenguajes, lo simbólico y la frontera entre el participante, la fila y los espectadores. La nueva forma de acción colectiva desterraba la idea de vanguardia y establecía un procedimiento horizontal.
En los siguientes meses se multiplicaron las filas indias en numerosos escenarios. Se congregaron en distintos puntos de las ciudades e inventaron múltiples itinerarios y tiempos. En su comienzo fueron invisibles a los ojos de la sociedad oficial, al igual que lo que ocurrió con el 15M. Tuvieron que aprender de distintas situaciones críticas producidas por agresiones verbales, excesos policiales, fatiga de muchos de los participantes y la presencia de comportamientos heredados de los vetustos piquetes. Las filas no podían reproducir ese modelo. No eran una invitación enérgica a una acción inmediata. Se trataba de exponerse a las miradas, problematizar los efectos de las desigualdades, del autoritarismo y la corrupción y reivindicarse como ciudadanos activos resistentes al gobierno neoliberal.
Las filas indias desarrollaron un aprendizaje colectivo sobre su propia experiencia. Aprendieron a pararse en determinadas situaciones; a conversar con algunas de las personas que se acercaban; a expandir sus mensajes y sus imágenes en las redes; a gestionar las situaciones de tensión producidas por su presencia; a administrar la exposición de sus contenidos y símbolos. Su lenta expansión denotó su capacidad creativa que se manifestó en sus bifurcaciones. Se inventaron múltiples iniciativas. En algunos lugares aparecieron pequeños foros de deliberación en espacio público en la que los participantes portaban pequeñas sillas que formaban un círculo. Otros en algunos barrios convocaron a los vecinos a una conversación en los portales durante una hora. Los múltiples creadores como pintores, escultores, fotógrafos, creadores de imágenes, poetas, músicos y otros creadores promovieron múltiples actividades.
Todas las prácticas se fueron acumulando y generaron múltiples canales, rutas, relaciones y actividades comunes. Las mismas organizaciones viejas fueron afectadas por la emergencia del nuevo repertorio que ofrecía múltiples posibilidades a cada persona de hacer. Este movimiento pugnaba con el poder por la reapropiación del espacio público y por las definiciones de las situaciones, las personas y las finalidades sociales. Tuvo que gestionar su propio crecimiento, coordinación y relación con las antiguas organizaciones. Pero, cuando fueron convocadas grandes manifestaciones con ocasión de nuevos eventos críticos, fue cuando se evidenció este entramado que había modificado la situación, generando un potencial de organización, creatividad, saber y cooperación inédito hasta entonces. La gente tenía más orgullo de sí misma y de sus capacidades.
El acontecimiento más exasperante que he vivido los últimos tiempos es la lectura de un mensaje en twitter de un activista crítico, que se manifestaba indignado porque había acudido voluntariamente como público al programa “El Hormiguero” de Antena 3. Lo hizo el día que el invitado era Albert Rivera. Decía que fue obligado a aplaudir contra su voluntad. La confusión de este activista, devenido en espectador-aplaudidor, es mayúscula. Ignora la naturaleza de los dispositivos de comunicación de masas y del poder. Representa la alegoría de la confusión generada por un mundo que solo se puede ver, votar, aplaudir o criticar desde el exterior del mismo. Pretender un cambio en las coordenadas de ese mundo es un ensueño disparatado.
Los actos de reconocimiento a los degradados, como el de las señoras de la limpieza, con sus encuentros y conversaciones, así como las filas indias, que son un acto social que pone en común una protesta minúscula y modifica el espacio público creando lugares y trayectos comunes, generan una nueva sociedad en la que el espectáculo mismo es cercado por la imprevisible de los microactos protagonizados por personas. El movimiento social naciente establece sociabilidades puente con la vida cotidiana, creando un espacio liberado de la tiranía de los expertos. Me pregunto si una cosa así, o parecida, es posible, porque tengo muy claro que es necesaria.
6 comentarios:
Pretender un cambio en las coordenadas de ese mundo es un ensueño disparatado.
Entonces... ¿Tenemos que irnos a otro planeta? desde los pies en el barro, desde los materiales de los que disponemos, no en la tele, cla. ¿Y que me dices de la CUP reavivando de nuevo a Terminator 2?
Gracias, Ana
Gracias Ana
En mi opinión no es posible desplazar a los poderes vigentes desde el mundo de las audiencias, las redes, las televisiones y las encuestas en la que cada uno es un espectador. Tampoco en el mundo de las organizaciones políticas y sindicales en su mayor parte, que funcionan mediante lo que llamo "el encuadramiento". Encuadrarse es aislarse en tu entorno y participar de un mundo distinto con sus códigos cerrados. Así las barreras entre ese mundo interno y la gente son muy densas. La deriva interna de Podemos y de Izquierda Unida, con el último nombre que se haya puesto lo atestiguan. Es un caudillismo inquietante.
Por eso pienso que si no se renuevan los movimientos sociales y el campo de la acción colectiva, en este planeta los cambios no serán fundamentales. Hay muchos antecedentes y ensayos muy interesantes. Pero la mayoría sigue fatalmente con el modelo de piquete en la cabera. Este en una sociedad heterogénea es la peor forma de convertirse en un contrapoder.
True Detective 1: amistad masculina, dos tipos de hombres, y un paralelo entre dos tipos de formas de vida: la inauténtica, cínica y dominada, flexible (Marty,dasein heideggeriano, lleno de pasiones irracionales, simple pero buenazo), que es iluminada (y ascendida, adquiere sentido) por el existencialista, filosófico y desencantado Rust (la segunda), que sabe quién es (es el ser auténtico sartreano, engagé en una búsqueda del mal en el mundo). Alrededor de ellos, la explotación brutal y salvaje en clave alegórica. Todo lo que muere (novela de John Connolly) como intertexto.
El posmodernismo es un existencialismo con rescate. A inicios del siglo XXI, el existencialismo regresa, pero esta vez sin la ironía cínica de los 80 y 90.
True detective 2: los mecanismos del capitalismo de casino al desnudo. Este es nuestro mundo: sweatshops, inmigración esclava, gangsters, corrupción y envenenamiento del planeta. (Todavía me quedan 3 capítulos).
Un saludo, Ana
Muy provechoso Ana. Esperemos al desenlace. Pienso que entre los años sesenta y el presente se ha reconfigurado lo social. La ciudadanía entendida como el ejercicio racional en una polis ha desaparecido. Cualquier oposición tiene que reconstituir relaciones sociales. El ensueño que cuento en este post pretende ser el comienzo de una comunidad y un contrapoder. La pretendida oposición en el interior de las instituciones es completamente vacía, sólo existe en el espectro luminoso del mundo ficticio de los media.
Saludos cordiales
p.q. en los 60 y el presente, amas fechas responden a las recesiones y refundaciones del capitalismo ¿antes había ejercicio racional en la polis? ¿en qué se diferencia?
Gracias Juan, Ana.
Gracias Ana. En el capitalismo del bienestar de los treinta años gloriosos, así lo denominan algunos, tiene lugar entre el final de la segunda guerra mundial y la crisis y desindustrialización de los años setenta. En ese periodo el estado de bienestar en Europa alcanza su máximo esplendor. También la concertación. Esta es una institución reguladora de todo el sistema. Así, mediante ambas instituciones los intereses de casi toda la sociedad están representados en las instituciones. Eso no quiere decir que haya participación política, pero en la sociedad predominan las organizaciones piramidales que representan los intereses. La figura que define esta época es el encuadramiento. Los obreros encuadrados en los sindicatos y todos los demás de igual modo. De ahí resulta una estructura que es el centro inequívoco de las sociedades. Las demás configuraciones se encuentran subordinadas a este centro social.
Esta centralidad de lo económico y político, con sus grandes organizaciones universalistas domina inequívocamente la sociedad y conforma el espacio público. Toda esta constelación organizativa dominante se define por la racionalidad instrumental que domina la polis. Los encuadrados responden a las lógicas homogéneas de sus élites.
El capitalismo global actual es muy diferente. Todas las grandes estructuras homogéneas y universales son estalladas, conformándose un mosaico heterogéneo. La concertación decae radicalmente y las políticas públicas se privatizan. La nueva sociedad es policéntrica, es decir, que tiene varios centros y varias lógicas que actúan en favor de la deshomogeneización. Los media, las constelaciones de internet, el ocio, las industrias culturales, el juego, el futbol y otras esferas se autonomizan de lo político. La conciencia colectiva se dispersa.
Pero lo más importante radica no solo en que existen varios centros, sino que lo político y su racionalidad instrumental pierden la hegemonía y son penetrados por otras lógicas procedentes de otros centros. Las campañas electorales y las elecciones mismas se resignifican como juego de competición entre lideres "humanizados" por los medios. Este es el sentido en que evoco la racionalidad de la antigua polis, la de los encuadradols, frente a las veleidades de la política vigente.
En otras palabras esto nuevo es la posmodernidad que tan bien acreditas conocer en tus comentarios en este blog. Para entender bien estos cambios un autor fundamental es Luis Enrique Alonso, un sociólogo español. Todos sus textos son clarividentes. Por ponerte un ejemplo habla de "crisis de la ciudadanía laboral". La ciudadanía se articulaba en torno al trabajo.La desestabilización de este reconfigura todo lo social y debilita la ciudadanía misma.
Seguimos
Saludos cordiales
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