La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír.
George Orwell
Sí, mucha gente va a morir cuando se establezca el nuevo orden mundial, pero será un mundo mejor para los que sobrevivan.
Henry Kissinger
La matanza del viernes pasado en París desató la concertación de todos los dispositivos mediáticos que la construyeron como el gran acontecimiento. El dolor de las víctimas, la escenificación de los miedos, la espectacularización de los sentimientos, la muestra de los escenarios físicos de la masacre, los residuos de la sangre y destrucción, los movimientos de los sanitarios y los policías armados, los juegos de luces de los coches de la seguridad y las ambulancias, los sollozos y los rostros de los sobrevivientes. Estos son los materiales del espectáculo que proporciona la carnicería, que ofrece una oportunidad única a las cámaras para recombinar las imágenes y reiterarlas. Así se constituye la orquestación del relato acerca del enemigo externo, en su penúltima versión viva. Los dispositivos mediáticos instituyen el consenso monolítico ante la agresión externa.
De este modo se establecen y prodigan las ingenierías del asentimiento. Tras la situación excepcional de la matanza, se activan los sentimientos que cohesionan a la sociedad, disolviendo el pluralismo de las visiones, las interpretaciones y las matizaciones. Todos quedan unificados por la unanimidad determinada por el gran espectáculo del dolor. Sólo queda la adhesión a la versión única. Es un estado colectivo de exaltación de los sentimientos frente a la tragedia. Se trata de un momento de apoteosis de lo colectivo que, paradójicamente, se sobrepone a la libertad de expresión. Lo social deviene en una determinación inviolable que blinda la conciencia colectiva. Sólo queda asentir con convicción, desplazando las diferencias al exterior. Esta es la situación óptima para el poder, así como la peor posible para las personas que tengan una perspectiva propia.
Antes de seguir quiero confesar que soy un fugitivo de esa conciencia común fabricada mediáticamente sobre el atentado. Porque, junto al rechazo ante la matanza terrible y la condena a sus verdugos, he pensado inmediatamente en las poblaciones que sufren matanzas u otros actos ignominiosos, pero carecen de voces y cámaras que lo atestiguen. También en los sufrimientos y los genocidios hay desigualdades. No sé porqué, pero he recordado a las gentes de Gaza, al genocidio armenio de la primera guerra mundial y a otras poblaciones definidas como víctimas colaterales que proliferan en los últimos años. Este argumento no resta en mi reprobación a los asesinatos de París ni a mi condena sin paliativos de los mismos. Pero es un momento en el que me quiero desmarcar de la sociedad coercitiva del asentimiento construido por las maquinarias mediáticas y reivindicar mi perspectiva.
Porque los media proporcionan un flujo intenso de imágenes y presentan morbosamente la destrucción. Pero la verdad es que lo editan como un acontecimiento aislado que es cortado y sustraído de su contexto histórico. La explosión del estado islámico y la multiplicación del yihadismo, se encuentra relacionada con un proceso de decisiones de las élites norteamericanas y europeas verdaderamente catastróficas. Desde la guerra de Irak la deriva decisoria muestra la fragilidad de un proyecto que solo es sólido en lo militar. Las tecnologías de última generación se contraponen dramáticamente con las inteligencias menguantes de la élite global, que cada vez más se asienta en el cielo para bombardear a los territorios y las poblaciones que le son extrañas. Así constituyen un complejo aéreo en el que las nuevas máquinas-drones sustituyen a la inteligencia humana, que muestra su declive impúdicamente.
En muchas ocasiones he vivido acontecimientos multiplicados por los altavoces mediáticos. Pero mi memoria me hace rememorar el 1 de octubre de 1975. Tres días antes habían sido ejecutados varios militantes antifranquistas, lo que había provocado numerosas condenas internacionales. El régimen convocó en la Plaza de Oriente una concentración en la que habló Franco. La asistencia a la plaza fue masiva. Pero su amplificación mediática no permitía escapar a nadie. Los sonidos de la plaza, reproducidos por las radios y las televisiones se filtraban por todos los huecos y las rendijas. Era imposible escapar de la voz aguda del dictador, de los tonos épicos de los locutores y los gritos de la enorme masa de presentes en la plaza.
Fue una experiencia vivir a la contra los acontecimientos totales producidos en la sociedad mediática fusionada con el poder autoritario. Después he vivido muchos eventos amplificados por las televisiones. En los últimos años la sociedad postmediática emergente construye acontecimientos mediante nuevos dispositivos fundados en las sinergias entre las televisiones e internet. Se trata de la emergencia de lo social devenido en viral, que genera energías que crecen prodigiosamente para disiparse en espera de las siguientes. Por esta razón soy muy susceptible a las ingenierías del asentimiento, que me producen un rechazo considerable. Tengo que esperar que ese estado de excepción catódico ceda para volver a la normalidad, en espera del siguiente acontecimiento.
Lo peor de estos estados de exaltación colectiva radican en que la manipulación alcanza cotas insospechadas. La primera guerra mundial evidenció que los ejércitos solo podían tener eficacia mediante la simbiosis con las opiniones públicas. Así la movilización de las multitudes pasó a ser un objetivo primordial que desarrolló las metodologías de la propaganda. Sobre estas se funda el consenso y el apartamiento de aquellos que persistan en mantener sus posiciones basadas en dudas y argumentaciones alternativas. En las situaciones de movilización de la opinión cada uno queda convertido en una molécula, cuya significación se funda en su disolución en el cuerpo total en el que queda integrado.
En las décadas siguientes, el matrimonio indisoluble entre la guerra y la movilización mediática se ha intensificado. El aparato de producción de la opinión se ha perfeccionado por las poderosas tecnologías y la experiencia de la sociedad del hiperconsumo, que se ha acumulado en su expansión al consumo de 24 horas. Ahora es más sencillo ocultar los verdaderos móviles de las guerras y sus episodios más impresentables. Las puestas en escena ensayadas en otros acontecimientos mediáticos funcionan con mayor eficacia y embriagan a los ciudadanos-espectadores.
La matanza de París es especialmente detestable para mí por lo que significa Francia en mi vida y mi subjetividad. En mi juventud vivida en un país tan miserable tenía una significación mitológica. Desde siempre me ha emocionado la marsellesa, que era imaginada como el símbolo de la libertad. Con el paso del tiempo mis vínculos con Francia se han fortalecido. Todavía me alegra que alumnos franceses erasmus pasen por mi clase. No pude evitar el sábado pasado ver en Youtube el video de la escena de Casablanca en la que replican a los militares nazis que cantaban sus canciones mediante la interpretación de la marsellesa a iniciativa de Laszlo y con la complicidad de Rick.
El terrible asalto a Bataclan me ha hecho rememorar el memorable concierto de Cesarea Evora en este local en 1995, que tantas veces he disfrutado. Los músicos antológicos que la acompañaban realizaron solos inolvidables. Armando Tito el guitarrista autodidacta sublime; Paulino Viera en el piano y la armónica o Bau con su prodigioso cavaquinho. La fusión con el público entrañable que los acompañaba y que muestran las imágenes del video cuando los músicos bajan a la sala. Este concierto fue la exhibición del poder de Africa. Bataclan era un templo de la magia musical, un reducto de lo mejor que ofrece la vida.
Pero mi conmoción subjetiva no puede anular mi juicio apelando a mi información, que se ubica no sólo en esta tragedia sino también en el proceso histórico en que se produce, así como su contexto global. Este episodio fatal no es el efecto de una agresión externa, sino que se inserta en la dinámica de la sociedad. La Francia de los treinta gloriosos se ha desvanecido, convirtiendo la fraternidad en un mecanismo selectivo que convierte en desamparada a una parte de la población. También la igualdad convertida en una quimera y un símbolo de un pasado nostálgico. En las nuevas condiciones los recortes en las libertades parecen inevitables. En España la terrible ley de Seguridad Ciudadana, elaborada en un tiempo sin atentados, expresa sin pudor el espíritu de la época que se asocia a la dualización social y las crecientes manifestaciones del conflicto social, que trasciende lo político para ubicarse en contextos múltiples. Esta diversificación de los escenarios del conflicto tan bien conceptualizada por un sociólogo francés tan relevante como Loïc Wacquant.
La respuesta de las élites es la penalización extensiva y la activación de la guerra global. En estas condiciones no hay esperanza. Irak ha mostrado sin ambigüedad los efectos de las respuestas de las nuevas élites del complejo aéreo. La guerra global permanente deviene en un nuevo tipo de guerra civil en la fortaleza europea. Por eso, en este tiempo de exaltación emocional que ampara las medidas de multiplicación de la seguridad interna, que se designa con el término de guerra, viene a mi memoria el recuerdo de una inteligencia tan sofisticada como la de Walter Benjamin, que calificaba las situaciones bélicas asociadas a “la mística de la muerte universal con sus miserables conceptos que se mueven como las mil patas de un monstruo”. Una nueva versión de esa mística es lo que proponen Hollande y sus acompañantes. Las proféticas palabras de Benjamin se constituyen como una premonición del presente “Nos hemos vuelto pobres. Hemos ido perdido uno tras otro pedazos de la herencia de la humanidad; a menudo hemos tenido que empeñarlos a cambio de la calderilla de lo ‘actual’ por la centésima parte de su valor. Nos espera a la puerta la crisis económica, y tras ella una sombra, la próxima guerra.” (En Experiencia y pobreza).
Poblaciones tan opulentas en cuanto al disfrute de bienes presentan déficits cuantiosos que hacen posible su manipulación mediática por las ingenierías del asentimiento. Así son convocadas a esta extraña guerra en nombre de nuestros valores. No puedo evitar el recuerdo de uno de los admirados franceses que me ha acompañado durante mi vida: Georges Brassens. Sus ironías acerca de los que afirman que hay que morir por sus ideas son antológicas. Termina diciendo “Muramos por nuestras ideas, de acuerdo, pero que sea de muerte lenta”. Así nos invitaba a disfrutar de los siguientes momentos de la vida.
Escribiendo este texto he recordado a las poblaciones que huyen del horror de la guerra en Siria, Irak o Afganistán. Constituidas en una masa desposeída de su condición de recursos humanos para la producción y carente de recursos para consumir, su drama ha sido desplazado al territorio del olvido, fuera del foco mediático. No están ya en ningún lugar ni requieren la atención de ningún comunicador. Esta masa espectral huye precisamente de la guerra.
Las viejas funciones del fascismo reconvertidas en un formato postmediático sin escrúpulos. En la sociedad del espectáculo la vida es enlatada para la producción sin límites ni reglas.
ResponderEliminarhttps://vimeo.com/141784523
Mario
Gracias Mario. El fascismo fue solo una forma de movilización de masas que compite con otras, incluidas las consideradas como democráticas. Si nos acordamos de la descolonización podemos comprender muchas cosas sobre Europa.
ResponderEliminarMercedes Milá es en mi opinión lo peor de la generación progre en el cpmienzo del postfranquismo. Nadie ha alcanzado tan altas cotas de cinismo.
Es un alivio encontrar marcianos con los que compartir mirada escéptica. Aprovechan cada resquicio para retroceder, no dan tregua; a la crisis económica guerra a los residuos del estado de bienestar; a los atentados limitaciones masivas a las libertades en nombre de la seguridad. Y paso a paso hacia la selva.
ResponderEliminarSaludos cordiales Antonio. Es una alegria que aparezcas por aquí. La verdad es que, ahora que no nos oye nadie, los marcianos son ellos, los manipulados por la producción de emociones. Estos dias he vuelto a releer textos de Chomsky que me han ayudado a entender mejor.
ResponderEliminarSí, paso a paso hacia la selva
una aportación inteligente
ResponderEliminarhttp://comune-info.net/2015/11/il-demonio-il-suicidio-e-la-guerra/
Yo reivindico la implicación mutua del individuo y el colectivo, la transindividualidad, diferenciando la individuación del individualismo. ¿Qué te paerce el siguiente texto?
ResponderEliminarsaludos, mariano.
http://www.unemployednegativity.com/2015/10/affective-reproduction-thinking.html?spref=fb
Gracias Mariano por tu aportación. He leido apresuradamente el texto que remites. Suscita una vieja controversia sociológica en nuevos términos. Mi posición al respecto se puede resumir así: En las sociedades del presente convergen varios procesos contradictorios. Uno de ellos es el giro afectivo, que intensifica las vidas individuales en no pocos casos. Pero este coexiste con la intensificación de las determinaciones de las estructuras sociales, que son más intensas que nunca. Las tecnologías de poder hacen a este m´-as productivo que nunca y las tecnologías de la información y comunicación fragmentan radicalmente los mundos sociales. Así se produce una nueva sociedad donde lo macro no es vivido debido a que cada cual vive en su propio mundo social amurallado. De la proliferación de estos mundos blindados nacen fenomenos que se integran en el giro afectivo. No hay implicación mutua de los individuos con lo colectivo que se rompe en múltiples partes.
ResponderEliminarCuando lo lea más despacio te comento.
Saludos cordiales
Muy reconfortante poder encontrar puntos de vista distintos al producto estandardizado "torres gemelas: segunda parte".
ResponderEliminarVivo en Francia desde hace 7 años. Mi imaginario sobre el pays de los derechos del hombre, las libertades y la fraternidad se ha ido fundiendo como un cubito de hielo durante todo este tiempo.
La perdida de libertad bajo el pretexto de la seguridad no es en absoluto una realidad paralela respecto a otros paises pero es, en cualquier caso, la actualidad intrinseca del momento. No hablo simplemente del aumento de la presencia de fuerzas del "desorden" en cada estacion, centro ciudad, etc... o el fichage aleatorio de personas sospechosas (morenos, refugiados, etc)...sino de como todo esto se acepta sin cuestionamiento ninguno, de como los principios republicanos se han enfriado hasta volverse casi transparentes.
Por otro lado, los horribles sucesos de Paris no tienen nada que envidiar a lugares que tu has mencionado en tu texto...
En 7 años, una muy pequeña conclusion, la marsellesa se volvio capitalista!
Un gran saludo Juan. Tuve el placer de ser alumna tuya en ciertas asignaturas.
Ana Esteban
Gracias Ana. Lo que pasa en Francia es una premonición del final de los treinta gloriosos y el comienzo de los nuevos años oscuros.
ResponderEliminarSaludos cordiales